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Hemeroteca Diagonal
The Stranglers: punk gourmet
Es bien conocido que la explosión punk de finales de los 70 fue el último cenit en cuanto a creatividad musical se refiere. Ninguna de las escenas surgidas en décadas posteriores pudo igualarse en cuanto a variedad y riqueza de las propuestas. Entre aquella amalgama sonora, The Stranglers destacaron por su personalidad y superioridad técnica.
Al contrario que en otras bandas, en las que encontramos al miembro que nadie recuerda, en The Stranglers coincidieron cuatro personalidades diferentes, cada una dispuesta a aportar su parte en la creación de un sonido característico. Originarios de las calles de Guildford, Hugh Cornwell era un músico interesado por el blues que llevaría a sus compañeros por derroteros pub rock durante los días de rodaje de la banda. Jet Black era músico de jazz antes de debutar como batería de The Stranglers y tanto Jean Jacques Burnel como Dave Greenfield contaban con la experiencia al bajo y los teclados de sus estudios clásicos y su servicio en el ejército. Independientemente de sus conocimientos, The Stranglers se formaron antes de la explosión punk del ‘77, lo cual les permitió hacer los deberes como banda antes de que empezara aquel jaleo.
A diferencia de grupos como The Jam, que aprendían casi a la par que grababan sus primeros discos, o Sex Pistols, que nunca llegaron a saber tocar, The Stranglers eran excelentes músicos, lo cual no es que estuviera precisamente bien visto por parte de la ortodoxia punk más cerril. El sonido de The Stranglers aglutina la pasión por el rock y garage clásico con propuestas más retorcidas, al estilo The Velvet Underground, atmosferas que remiten a Television y unos omnipresentes teclados herederos del Ray Mazareck menos desatado. La adaptación de esta propuesta al ritmo de los tiempos será la marca de la casa de un sonido único e identificable.
En 1976 The Stranglers ya estaban allí para abrir los conciertos en el desembarco británico de Patti Smith y Ramones. La influencia de estos artistas provoca el primer giro de la banda, que se traslada a Londres, donde grupos como The Clash o Sex Pistols iniciaban su andadura. Abrazando el espíritu punk, entran en estudio en 1977 para registrar Rattus norvergicus, que incluye trallazos como “London lady” o “Peaches”. Seguirían los incontestables No more heroes y Black and white.
Estos tres primeros álbumes recogen una de las mejores cosechas de singles del momento. No obstante, The Stranglers nunca estuvieron dispuestos a permitir que la corriente dominante fagocitara su peculiar sonido, de modo que su música recibió no pocas acusaciones de ser demasiado profesional para las exigencias del momento.
Censurados por la BBC (por el tema “Peaches”), criticados por grupos de feministas radicales que no entendían que la banda exhibiese coristas con los pechos al aire, faltones con el público..., bastantes actuaciones de The Stranglers de aquel periodo terminaron en algaradas con presencia policial incluida. La actitud cínica de Cornwell con todo lo que le rodeaba le granjeó fama de misántropo, pero la banda seguía a lo suyo. En 1979 entregan The Raven, de estilo más popesco, a la vez que diferentes miembros de la banda alternan con proyectos en solitario y que probablemente sean culpables de The gospel acording to the meninblack.
Su siguiente trabajo, el magnífico La folie, vuelve a recuperar el pulso de unos Stranglers capaces de facturar perfectas lecciones musicales en pocos minutos: “Non stop”, “Let me introduce you to the family” o “Golden brown”, con su bucle de clavicordio repetido hasta el hartazgo. El sempiterno cinismo de Cornwell queda patente en títulos como “The man they love to hate”.
Goodbye, Mr. Cornwell
The Stranglers continúan toda la década de los 80 produciendo trabajos notables como Feline, Dreamtime o Aural sculpture. Pop rock de brillantes melodías y perfecta ejecución. Los días del punk han quedado atrás en el tiempo. Graban una versión de “All day and all of the night”, el clásico de The Kinks, y con el disco 10 despiden la década y Hugh Cornwell abandona la banda para retomar su carrera en solitario, que había iniciado en 1979 con la grabación de Nosferatu.
Durante la década de los 90, la banda sufrirá altibajos sin que afecten al ritmo de producción. Stranglers in the night (1992), About time (1995), Written in red (1997), Coup de grace (1998), Norfolk Coast (2004) y Suite XVI (2006) son el legado post Cornwell de una banda que ha sabido preservar su sonido pese a los cambios de formación. Sus actuaciones en directo han sido siempre bien recibidos por crítica y público gracias al buen puñado de clásicos que nos han ido regalando a lo largo de sus treinta años de carrera.