Teatro
Amalia y el río, memoria desde el territorio para desmontar narrativas dominantes

El viernes 21 de enero se estrena en la Sala Guirigai Amalia y el río, la nueva producción de Teatro Guirigai, un trabajo sobre el estraperlo y la frontera que pone en evidencia la potencia artística de las llamadas “periferias”.
Amalia y el río
Escena de Amalia y el río. Bernardo Cruz
21 ene 2022 07:00

Ya sea por las consecuencias del confinamiento, por la descentralización de la tecnología o por algo de sensatez ante la crisis climática, algo está cambiando en la percepción de los entornos rurales como espacios de creación.

Al sur de la provincia de Badajoz, en Los Santos de Maimona, se concentran una serie de proyectos que discuten el centralismo de la cultura con una frescura y energía poco habitual, retomando viejos relatos con enfoques contemporáneos para plantear que otros modos de vida y creación son posibles, y que además ya están sucediendo. Sirva de ejemplo el primer disco, XTASEE, del jovencísimo DellFuturo. Su single Asina reivindica un castuo sin nostalgia donde la voz de Briggida pone ritmo a los versos de Luisa Durán y un amplio vocabulario de términos casi olvidados. Es una contundente defensa de la vida en el pueblo contra los modos de vida de una urbanización capitalista, sin dejar de lado el humor: “a mi no me pasa nada porque no me coma un aguacate” se escucha con sorna en Extrema Dehesa.

Al sur de la provincia de Badajoz, en Los Santos de Maimona, se concentran una serie de proyectos que discuten el centralismo de la cultura con una frescura y energía poco habitual, retomando viejos relatos con enfoques contemporáneos

También en Los Santos, a finales del pasado diciembre, la editorial Maldita Cultura presentaba en la Sala Guirigai el último número de su revista, donde nos encontrábamos una serie de entrevistas a creadores del territorio extremeño. Maldita Cultura, tras unos años de trabajo digital, ha dado comienzo a un proyecto editorial en papel con una atenta mirada a lo local, con varias publicaciones sacadas en tiempos de pandemia, entre la que destaca Tan piadosamente violenta, de María Pachón y Elena Cayeiro, un excelente y sensible trabajo de investigación sobre la situación de las mujeres nicaragüenses a partir de los trabajos de cuidados que cubren migrantes de Nicaragua en Zafra y su entorno.

En el mismo lugar donde se presentaba la revista, el hall de la Sala Guirigai, el programa de arte contemporáneo MAL, dirigido por Jose Iglesias Gª-Arenal, ha ido presentando durante el último año exposiciones de artistas que están trabajando sobre el territorio extremeño. La última fue Tantos fantasmas, del artista de Medina de las Torres Abel Jaramillo, sobre el archivo y el olvido del creador Celestino Coronado, de Puebla de Sancho Pérez; y antes de esa, Cerca del Suelo, una muestra colectiva con 12 artistas presentando varios de los proyectos que se han realizado desde MAL en torno a la minería a cielo abierto, las zonas de sacrificio o la materialidad de las tecnologías digitales.

Estos proyectos se suman a  LaFábrika deTodalaVida, situada en las afueras de Los Santos de Maimona. Hace unos meses nos enterábamos de que recibía una importante mención de la iniciativa europea New European Bahuhaus. 30.000€ de premio en la categoría “Espacios urbanos y rurales regenerados” que reconoce la trayectoria de LaFábrika, más de diez años recuperando la cementera abandonada Asland y organizando actividades desde “la periferia de la periferia”, como ellos nombran.

Pero entre estos proyectos, destaca por su notable estabilidad y trayectoria, Teatro Guirigai. Hace más de 15 años, la compañía teatral dejaba Madrid para trasladarse a Los Santos y, a pesar de crisis económicas y las dificultades de la violencia burocrática de las “ayudas” públicas, sigue produciendo y representando espectáculos cargados de humor, fuerza actoral, textos clásicos y contemporáneos. Este enero se suma un nuevo trabajo al repertorio de la compañía, al “archivo vivo”, como lo describe su director Agustín Iglesias.

“Amalia y el río” es el nuevo estreno de Teatro Guirigai, un trabajo sobre el contrabando, la vida en torno a la Raya durante la posguerra, la violencia del patriarcado, la memoria más reciente de nuestro país y la fortaleza y dignidad de mujeres como la estraperlista Antonia, en cuyo testimonio se basa el texto del espectáculo.

“Amalia y el río” es el nuevo estreno de Teatro Guirigai, un trabajo sobre el contrabando, la vida en torno a la Raya durante la posguerra, la violencia del patriarcado, la memoria más reciente de nuestro país

La génesis de “Amalia y el río” surge del encuentro fortuito con una tesis sobre el contrabando en la Raya con Portugal del antropólogo Eusebio Medina, profesor de la Universidad de Extremadura. Agustín Iglesias, preparando un texto sobre la historia del franquismo desde la periferia extremeña, se cruzó con uno de los materiales de trabajo de Medina. El amplio testimonio de Antonia repasaba a través de su memoria personal el complejo contexto de la posguerra en Olivenza y en la Raya, y las décadas posteriores, hasta el fin del franquismo: las transformaciones del estraperlo, el trabajo en los campos de algodón, la emigración a Barcelona... Un documento ejemplar de las transformaciones de nuestro país en el último siglo, que, en manos de Iglesias, en un brillante ejercicio de escritura dramática, se convierte en un relato donde la voz de Amalia (trasunto literario de Antonia) evoca el pasado desde el conflicto de quien recuerda algo que ya fue.

La actriz Magda García-Arenal lleva el peso del espectáculo en escena, dando cuerpo a las palabras de Amalia, haciendo aparecer personajes, lugares y conflictos, poblando un escenario que comienzo como una onírica casa vacía en Olivenza para convertirse en los paisajes que atravesó cargando café a la espalda o las callejuelas del Badajoz de los años 40. Hace un trabajo magnífico: maduro, complejo, lleno de matices y transparentes en sus intenciones. No solo pone en pie las palabras de Amalia, también nos confronta con nuestro propio pasado. La fuerza (violenta y en ocasiones desagradable) del personaje nos increpa sobre el lugar que ubicaríamos al vernos en su situación. Es un trabajo actoral elegante, que sería imposible sin una madurez creativa que le permite trabajar los silencios tanto como las palabras, donde lo que nos oculta el personaje tiene casi tanta fuerza como lo que dice: hace del escenario un lugar donde exorcizar los traumas del pasado, un lugar donde revivir y poder volver a mirar a la cara a los fantasmas que nos circundan.

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Acompaña sobre el escenario el actor Cándido Gomez como Hombre de Piedra, un cuerpo desde el que se proyectan una serie de personajes masculinos. Son los personajes que pueblan los sueños y pesadillas de Amalia al recordar, desde los guardinhas que la esperan en la orilla del Guadiana hasta la guardia civil que trata de acusarla de contrabando de garbanzos en Badajoz. El Hombre de Piedra hace aparecer con canciones y acentos el paisaje sonoro de una frontera que ya casi ha desaparecido, como las comunidades de pescadores que vivían a orillas del Guadiana. Sus canciones acompañan la música que ha compuesto para la ocasión Irma Catalina Álvarez, un viaje de pasodobles, atmósferas y sonidos de archivos que evoca sin ilustrar.

La escenografía está resuelta por un colaborador habitual de Teatro Guirigai, Marcelino ‘Kukas’ de Santiago, quien ha creado un espacio poético con elementos mínimos. Una serie de maletas y bultos delante de un fondo de arrugas y cicatrices, a lo largo del espectáculo, a través de la iluminación, se transforma en las sábanas enredadas de un mundo onírico, en unas aguas que fluyen, unos jirones fantasmales, una pared de piedra húmeda o las cicatrices de una tierra seca bajo el sol de Agosto. Un espacio escénico que puede recordar a otros trabajos de Guirigai, como el surrealista campo sembrado de panes y platos vacíos de El Deleitoso y otras Delicias, donde los entremeses de Lope de Rueda se situaban también en el campo extremeño de mitad del pasado siglo para hablar del hambre y la picaresca.

El territorio aparece y desaparece, como el fluir de un río entre estaciones, desde la humedad de la niebla al amanecer hasta el calor estruendoso de los campos de algodón, para terminar evocando otro desierto: el de las barracas y arrabales de la periferia de Barcelona, donde Amalia nos recuerda que tantos extremeños y extremeñas fueron a buscar mejor vida.

Es un brillante proceso de escritura escénica, pero también de escucha hacia el territorio y las palabras de Antonia, de lo que dicen y lo que ocultan. El resultado es un magnifico contrarrelato ante los mitos del progreso y las voces que nos animan al olvido.

La frontera de la Raya en los años 40 y 50 es hoy la de otros tantos lugares. Por ello, la memoria de Antonia se puede escuchar como el relato de miles de otras voces silenciadas. Encontrar nuestra memoria reciente nos debe servir para entender de donde venimos, pero también para leer el mundo que habitamos

En los últimos años (desde su llegada a Extremadura), el trabajo de Agustín Iglesias se ha situado cada vez más en el territorio de la periferia rural para contar historias arraigadas sin caer en el localismo. Amalia y el río continúa el trabajo que ha hecho con clásicos como El Deleitoso y con textos propios como Matilde Landa no está en los cielos o Los Amantes Sarnosos. Esta obra es una dramaturgia situada, partiendo de un material documental que funciona como testimonio de un pasado reciente casi olvidado para preguntarnos colectivamente por nuestro pasado y nuestro presente, en tantas otras fronteras, ríos, mares o vallas: ¿dónde escuchar los relatos de las Amalias de nuestro ahora?

El relato de Amalia es una historia de fortaleza, llena de violencia, pero también con momentos de ternura. Es una historia cruda, sin moraleja clara, humana y cruel. El encuentro de Amalia y el Hombre de Piedra es la violencia de un sistema patriarcal que utiliza la fuerza, el hambre y el miedo como una herramienta de poder sobre el territorio y los cuerpos que lo puebla. La frontera de la Raya en los años 40 y 50 es hoy la de otros tantos lugares. Por ello, la memoria de Antonia se puede escuchar como el relato de miles de otras voces silenciadas. Encontrar nuestra memoria reciente nos debe servir para entender de donde venimos, pero también para leer el mundo que habitamos.

El homenaje que Amalia y el río hace a la fortaleza de tantas memorias perdidas se completará el día del estreno con la presencia de las hijas de Antonia, en una jornada que se promete emocionante. Además, se ha preparado una pequeña presentación de fotografías documentales del archivo del antropólogo Eusebio Medina sobre sus investigaciones en torno a Olivenza, que resuena de un modo muy interesante con la actual exposición en la Sala Guirigai, Puertas al campo, del fotógrafo Bernardo Cruz, sobre la privatización de los terrenos comunes y la violencia de las fronteras, aunque sean pequeñas vallas hechas con un somier oxidado.

El estreno de Amalia y el río en la Sala Guirigai, en Los Santos de Maimona, en un pequeño pueblo del suroeste europeo, es un evento que deberíamos disfrutar y celebrar. Es un espectáculo de justicia y dignidad con nuestro pasado reciente, pero, sobre todo, es un magnífico trabajo artístico sobre la memoria, la violencia y la fortaleza desde las periferias.

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