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El diccionario de la RAE recoge distintas voces sobre el término huelga, todas ellas vinculadas con las actividades productivas. Puede, sin embargo, que pronto tenga que hacer hueco a nueva acepción con un significado que excluya por completo al trabajo. Mientras que la huelga mantiene su potencia como símbolo de movilización, el sujeto que se moviliza aparece cada vez más desdibujado, y con ello también sus intereses y aspiraciones.
El 27 de septiembre, en respuesta a un llamamiento mundial, se ha convocado a lo largo y ancho del Estado una huelga estudiantil y de consumo en apoyo de la lucha contra el cambio climático. Si bien el emplazamiento va dirigido hacia toda la población, la iniciativa es fundamentalmente juvenil, lo que muestra gran coherencia con el protagonismo mediático alcanzado por la adolescente Greta Thunberg. En este sentido se puede decir que el movimiento Fridays For Future presenta dos requisitorias con carácter general.
La primera es de naturaleza generacional. Es un reproche dirigido contra “los adultos” por no haber sido capaces de hacer frente al deterioro medioambiental. Ojalá la realidad fuese así de halagüeña, pues supondría que el problema es relativamente reciente y que, por tanto, tendría una solución pronta y eficaz. Pero, por desgracia, y aunque es en la Gran Aceleración de mediados del siglo XX cuando empezaron a hacerse presentes los rasgos más sobresalientes del Antropoceno, extendiéndose gracias a la globalización, el inicio de la impronta actual de los seres humanos sobre el planeta, incluyendo en ella el incremento de las emisiones de dióxido de carbono –causantes del cambio climático–, puede retrotraerse, como señalan los geólogos Jan Zalasiewicz y Colin Waters, a los orígenes de la Revolución Industrial y el capitalismo. Es, por tanto, una herencia que hemos recibido y que otorgaremos a nuestros descendientes, pero no será la única. Siguiendo la estela de autores como E.P. Thompson, seguramente podamos datar en las resistencias a los cambios económicos de la primera industrialización las primeras protestas conservacionistas, precursoras del ecologismo actual.
Toda huelga fracasada, sin seguimiento, supone un desgaste considerable de esta herramienta de lucha. Para hacer un buen uso de la huelga, por ende, hay que hacer un llamamiento a la clase trabajadora.
Por otra parte, y en estrecha relación con la anterior, Fridays For Future ofrece también una interpelación contra las organizaciones obreras. A su favor puede aducir que sólo en algunos territorios el sindicalismo alternativo ha tenido el impulso necesario para convocar una huelga general. En cualquier caso, no se trata de un asunto baladí, pues toda huelga fracasada, sin seguimiento, supone un desgaste considerable de esta herramienta de lucha. Para hacer un buen uso de la huelga, por ende, hay que hacer un llamamiento a la clase trabajadora. Es evidente que no basta, como hace el comunicado de convocatoria de la jornada de paro, con aludir unas pocas demandas laborales de manera vaga y telegráfica. Por el contrario, es prioritario hacer un esfuerzo considerable por buscar afinidades entre los mundos de la ecología y del trabajo. Seguramente ayude en la labor la identificación de la lógica que prevalece en la explotación de la Tierra, en cuanto abastecedora de recursos naturales, con la que subyace en la explotación de los sectores más pobres, como proveedores de mano de obra barata, dado que ambas son empleadas y rentabilizadas por el mismo sistema productivo, el capitalismo de nuevo.
El ecologismo no puede perder de vista a aquellas clases sociales a las que una reconversión económica sin cambio de sus fundamentos convertiría en víctimas, el sindicalismo tampoco puede seguir abrazando el desarrollismo obviando sus perniciosas consecuencias.
La falsedad de ambas requisitorias pone de manifiesto la necesidad de la colaboración. Porque lo mismo que el ecologismo no puede perder de vista a aquellas clases sociales a las que una reconversión económica sin cambio de sus fundamentos convertiría en víctimas, el sindicalismo tampoco puede seguir abrazando el desarrollismo obviando sus perniciosas consecuencias. Nos necesitamos y, por encima de la espectacularidad de determinadas citas, hemos de acostumbrarnos a trabajar en común.
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Las organizaciones convocan tés de la movilización del 27S contactaron a las organizaciones sindicales. Cada una decidió si y cómo sumarse a la misma. Muy pocas convocaron huelga. Sí se sumaron a movilizaciones.
Quizás el artículo debería dirigirse explícitamente a las organizaciones sindicales.
Aun coincidiendo en la tesis de este artículo, que movimiento ecologista y organizaciones establecidas y nuevas del sindicalismo crítico se necesitan mutuamente y deben aprender a colaborar, no encuentro en el llamamiento a la Huelga Mundial Climática interpelación alguna contra las organizaciones obreras. Más bien todo lo contrario, éstas fueron llamadas en igualdad de condiciones a desempeñar un papel central. Sin embargo, en lugar de aportar su experiencia, capacidad de organización e incidencia sobre el sistema productivo, algunas perdieron un tiempo precioso atacando la supuesta verticalidad del movimiento e intereses ocultos subyacentes, haciendo gala de su providencial sectarismo, victimismo y anquilosamiento en una supuesta superioridad moral, de cuya toma de conciencia alguna lección convendría extraer. Los jóvenes ecologistas no saben organizar huelgas de producción. Al tiempo que 1,600 organizaciones se reunían en Berlín para coordinar esfuerzos en unas movilizaciones de alcance mundial, algunos a nivel local seguían preguntándose por qué no había ido alguien a buscarles a ellos, ya que son los más importantes y los que saben organizar huelgas. Ahora que ven que el ecologismo social, junto al feminismo y otros movimientos sociales tradicionalmente despreciados por el obrerismo como causas menores o militancias sin compromiso, son lo que llena las plazas de hijos del precariado con la capacidad de movilización de la que a menudo otros carecen, plantean establecer alianzas. Pues claro que sí, nuestra causa en su raíz es idéntica. Cooperemos, los bienes comunes de este planeta son el menguante patrimonio de la clase obrera frente al capitalismo que los depreda junto a las condiciones laborales y materiales de subsistencia de la inmensa mayoría. También una de las pocas esperanzas de gestionar la economía, la organización de la casa común de otra manera más justa para un mundo nuevo. Aprendamos de lo bueno que unas y otras podamos aportar, pero apartemos desconfianzas y salgamos al encuentro para construir.