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Independencia de Catalunya
Pedro Sanz, el estadista de Igea
Quién te ha visto y quién te ve. Después de ser reprobado por el Parlamento de La Rioja, el político natural de la localidad riojana de Igea vuelve a aparecer en los focos debido al artículo 155
21 de octubre de 2017. Aquí comenzó la efímera reivindicación de Pedro Sanz. Brillante pero fugaz, como el protagonismo que estos días ha adquirido ese cementerio de elefantes llamado Senado, el lugar al que había sido destinado el político riojano más reconocible con el objetivo de que afrontara un cómodo tramo final de carrera con la vista puesta en la jubilación.
Es necesario puntualizar que los personajes como Sanz no se retiran, sino que les retiran: en su caso ha sido por reconocidos méritos propios. En efecto, a diferencia de otros compañeros suyos de partido, ni siquiera le quedaba el consuelo de culpar de sus desgracias a turbias conspiraciones político-mediático-judiciales. Después de veinte años ocupando la presidencia del Gobierno de La Rioja, había abandonado la región por la puerta de atrás, víctima de un pacto entre PP y Ciudadanos donde su cabeza era una –si no la principal– condición para sellar el acuerdo.
El mensaje lanzado por el hemiciclo riojano era nítido: Sanz era un lastre para la regeneración política, y eso que la formación naranja aún debe aclarar si su concepto de regeneración va más allá de situarse a la extrema derecha del PP. Nuestro protagonista, en cambio, debió de creer que su marcha era llorada por legiones acólitos, por lo que volvió al terruño, en esta ocasión para apoyar a su candidata, la niña mimada de los altos cargos del partido, para las primarias riojanas. Solo consiguió cosechar un nuevo fracaso: ya ni sus fieles le escuchaban.
Sic transit gloria mundi. El otrora poderoso mandamás del cortijo riojano, donde no había poder humano ni divino –sonado, pues salió hasta en prensa, fue su enfrentamiento con el párroco de Arnedo– que se le resistiera, había llegado el momento de tomar una decisión difícil, que no se encuentra al alcance de la mayoría de los mortales: reintegrarse paulatinamente en el anonimato con un cargo oficial –y sufragado por el erario público–, pero poco visible: vicepresidente del Senado.
Y así fue hasta que el mencionado 21 de octubre Pedro Sanz regresó a los titulares. Y no lo hizo a causa de vergonzantes episodios, como cuando se le acusó de grabar subrepticiamente a todo un presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, para embrear el proceso de negociación con ETA por un desliz lingüístico. No. Ahora se reinventaba como político con auténtico sentido de Estado. “No puedes sentarte a hablar con alguien que quiere incumplir la ley”, sentenciaba después de haber explicado en rueda de prensa la aprobación del artículo 155, refiriéndose al president del Govern catalán. Ni el recuerdo de que el propio Sanz hubiese tenido ciertos problemillas judiciales por una casa de aperos, transformada en un lujoso chalé sin licencia de obras mediante, conseguía empañar el tono solemne de sus palabras.
Se le notaba a Pedro Sanz muy cómodo en el papel. Instalado en esa retórica schmittiana –la dialéctica amigo-enemigo– que forma parte del ADN de su partido, quien fuera otrora martillo de la oposición riojana no duda en adular al PSOE, hasta el extremo de meterse en cocinas ajenas negando que el apoyo al artículo 155 pueda suponer una fuga de votos socialistas. Mientras tanto, con el enemigo ha mostrado su cara más amable y más severa: estaremos encantados en la Cámara Alta de escuchar a Puigdemont, incluso de que tenga un cara a cara con Rajoy, siempre y cuando el primero se ajuste a nuestros requisitos –solo falta ponérselo fácil, teniendo además en cuenta lo que le cuesta al presidente español preparar sus comparecencias–. Lástima que el decurso de los acontecimientos haya arrumbado la posibilidad de semejante espectáculo.
Quien sea un firme detractor del 155, y por consiguiente de las posiciones del Gobierno, con total seguridad una persona independentista o roja maledicente, pensará que Pedro Sanz solo es un simple escudero del PP y no será capaz el vuelo de ese ave fénix que trata de resurgir de sus cenizas. Aunque, siendo sincero, no parece que esta nueva faceta de Sanz tenga la más mínima credibilidad.
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A un analista de tu talla deberán estar rifandose los medios. De no ser así se están perdiendo un gran comentarista.
Muy bueno. Ojalá valoren tu capacidad de análisis como te mereces., aunque en este mundo... Bravo de nuevo.