Trabajo esclavo
Temporeros de la vendimia: donde no llega la fiesta
La ciudad de Logroño prepara las fiestas de San Mateo de espaldas a lo que ocurre todos los años en los alrededores de la estación de autobuses.

A pocos días de las fiestas de San Mateo ya se vive en Logroño un ambiente festivo. En medio de estos preparativos una realidad paralela e invisible existe cerca del centro de la ciudad. Concretamente, en torno a la estación de autobuses donde los temporeros esperan cada mañana conseguir trabajo en nuestras viñas.
La vendimia trae historias como la de Isiais, un joven que durante la vendimia pasada deambuló varias noches por la calle Portales en busca de un lugar para dormir. Desorientado al anochecer trataba de encontrar el Centro Municipal de Acogida. Tenía 21 años y era de Gambia. Llevaba nueve días en Logroño pero ninguno de ellos había logrado trabajo.
Aquellas noches no quería dormir al raso, ni en la estación de autobuses.
“La estación no es un lugar seguro, somos muchos, no cabemos, hace frío”
Intentaba explicar en un castellano de supervivencia que la estación no es un lugar seguro. Se ayudaba de un diccionario sin tapas y arrugado de ‘Español-inglés’, el cual era su única pertenencia.
De sonrisa afable y profundas ojeras este joven gambiano llegó a España tras un camino tortuoso atravesando países africanos y cruzando una frontera mortal con la esperanza de un futuro mejor.
Y ahora vidas e historias como la de Isiais están en Logroño, como muchos otros temporeros, y lo único que la ciudad puede ofrecerles es un albergue sin suficientes plazas, un polideportivo a las afueras de la ciudad o el suelo de la estación de autobuses.
Como él hay miles de temporeros que cada año pisan nuestra comunidad autónoma con la esperanza de obtener una retribución justa por su trabajo recogiendo la uva. Concretamente, el año pasado fueron atendidas en el polideportivo habilitado para ello 3.573 personas. Y la magnitud de esta cifra parece no haber sido suficiente para que casos como el del Isiais no se repitan año tras año.
El artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos asegura que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, pero historias como Isiais se repiten cíclicamente en nuestra ciudad. Hay temporeros que vuelven a dormir al raso, desprovistos de derechos y protección, y carentes de libertad, coartados por un contexto social hostil que les da la espalda. Tan solo basta alejarse del bullicio de una ciudad en fiestas para ver que ellos están ahí, muy cerca, dispuestos a soñar y trabajar, esperando una oportunidad.
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