Comercio de proximidad frente al “oportunismo” de Mercadona o Amazon

Por exposición mediática podría pensarse que el de Juan Roig es el único canal de distribución alimentaria del país, pero fuera de ese polo bregan cientos de negocios pequeños. 

Coronavirus Bilbao 13
Christian García Los comercios extreman las medidas de seguridad con los alimentos
29 mar 2020 07:00

Hace tres días, los reyes se reunieron con Juan Roig por videoconferencia en un encuentro que evidenció el peso —real y simbólico— de Mercadona durante la pandemia. La foto de la cumbre se añade al archivo de vídeos virales con largas colas a la puerta del supermercado o carreras apresuradas dentro de él. También enlaza con el debate sobre la capacidad de un negocio que, en el imaginario colectivo, aparece como el brazo abastecedor del Estado al socorro de su población. De hecho, por exposición mediática, podría pensarse que Mercadona es el único canal de distribución alimentaria del país.

Obviamente, fuera de ese polo bregan cientos de negocios pequeños que en estos días suministran víveres a sus vecinos no sin cierta perplejidad. “Mi tienda está delante de un Mercadona y cada mañana veo colas que dan la vuelta a la esquina”, comenta Ana Sánchez, propietaria de una tienda de alimentación a granel. “Desde Sanidad estaban pidiendo distancia social, pero ahí la gente se juntaba para no perder el turno. Han tenido que pintar líneas en el suelo. ¿Cómo puede ser que vayas con mascarilla y luego te encierres en un sitio atestado?”, se pregunta.

Enfrente, ella sube la persiana de su tiendita en el Cabanyal (València) y despacha comida, productos de higiene y productos de limpieza a la clientela habitual. Toma la precaución de limitar el acceso en tandas o servir ella misma la comida que antes estaba en autoservicio. “No quiero empujarles al supermercado”, dice, “así que abro en horarios reducidos y condenso el trabajo de una jornada normal. Después, la gente que pasa por aquí suele ir también al mercado municipal del barrio”, añade.

Mireia Vidal es agricultora y despacha en el mercado municipal de Algirós, donde vende frutas, verduras y algunos alimentos de su obrador. Como representante de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) en València (organización agraria de ámbito estatal) critica que se hayan cancelado los espacios de venta no sedentaria al aire libre —“son más seguros que los supermercados”— y alerta de que muchos productores están apurados porque han dejado de colocar el género en bares y restaurantes. “Los pequeños productores se están viendo muy afectados y mucha gente no los ve como una alternativa de consumo”, subraya.

Me parece oportunista que salga Juan Roig diciendo que no nos preocupemos, que papá Mercadona nos va a cuidar a todos: somos los productores y productoras quienes proveemos

“Luego ves a la prensa diciendo, 'vamos, aplaudamos a los reponedores de los supermercados porque gracias a ellos tenemos alimentos'. Es decir, los productores no existen; a lo más abajo que llega el reconocimiento social es al reponedor de Mercadona”, reprocha Vidal, que seguidamente dispara arriba: “Me parece oportunista que salga Juan Roig diciendo que no nos preocupemos porque no nos vamos a quedar desabastecidos. Que papá Mercadona nos va a cuidar a todos. En todo caso, quienes estamos proveyendo de alimentos a la población somos los productores y productoras, no los supermercados. Los supermercados son uno de los posibles canales”.

El mercado municipal y las cestas a domicilio son dos de estos canales. La agricultora cubre ambas necesidades, primero atiende en su puesto —protegida con mascarillas artesanales elaboradas en una colchonería— y por las tardes lleva los pedidos a sus vecinas más mayores. “Mi compañera y yo tenemos unas clientas realmente agradables. La mayor parte de ellas nos han mandado mensajes de apoyo. También es cierto que, aunque me llamen a mí, si quieren pescado voy a la pescadería del mercado y se lo compro. No nos importa hacer un viaje para llevar nosotras lo de todos; otros compañeros también se llevan compras nuestras”, narra.

Los dos casos anteriores son negocios esenciales que tienen permitido seguir operando con cierta normalidad, pero hay proyectos menos indispensables que durante el confinamiento buscan fórmulas para no terminar socializando sus pérdidas. Un ejemplo es La Repartidora, librería crítica del valenciano barrio de Benimaclet, cuyos socios han seguido repartiendo libros hasta ayer. Los llevan ellos mismos con toda la seguridad posible: desinfectan los libros y el paquete, los transportan en coche, tocan al timbre y los dejan en el buzón. De la tienda al portal y del portal a la tienda. No obstante, con todo, asumen la actividad desde la contradicción.

“El comercio online sigue funcionando y las grandes empresas se forran estos días mientras los pequeños negocios lo perdemos todo”, dice Mar Catalá

“Obviamente el libro puede hacer mucho bien y muchas socias nos lo dicen así, pero es verdad que no lo necesitas para subsistir. Por otro lado el comercio online sigue funcionando y las grandes empresas se forran estos días mientras los pequeños negocios lo perdemos todo”, reflexiona Mar Catalá, de La Repartidora. “Es contradictorio porque somos partidarios de que todo el mundo se quede en casa, pero a la vez somos dos personas viviendo de esta media jornada”, comenta. “Al menos nosotros trabajamos muy protegidos y de manera que genere la mínima incidencia posible; en el reparto nos cruzamos con empleados de Amazon que van sin un solo elementos de protección”.

Hay un segundo dilema al que se enfrentan, como libreros, durante el periodo de confinamiento: ¿es apropiado regalar cultura? “Nosotros nos movemos en una marea que a veces oscila hacia la necesidad de dinero y otras hacia la importancia de tener cultura de acceso libre”, cuenta Catalá.

“Mucha gente está diciendo que, como ahora se nos está regalando cultura, tras el confinamiento aprenderemos a valorarla y pagarla. No sé. Entiendo que hay que vivir de algo, pero somos conscientes de que existe una brecha de clase en el acceso a esos materiales. Por eso —explica— trabajamos con editoriales como Virus o Traficantes de Sueños, que tienen sus libros en descarga libre, o planteamos alternativas como entregar material crítico a las bibliotecas o montar una sección de libros de segunda mano”.

Afirman estar ya acostumbrados a esa forma de hacerlo: “Entendemos que hay una parte de este sector que debe seguir funcionando así y nosotros nos adaptamos a ello. Pero me choca ver a quienes siempre defienden férreamente la cultura pagada que en estos días estén por la cultura libre. Tiene más pinta de marketing que de convicción”.

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