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Fotografía
Nuevas miradas para combatir la hegemonía
Binomio Mujeril es un proyecto fotográfico que propone miradas desde las que cuestionarse y cuestionar, que invitan a alejarse del canon visual imperante para descubrir cuánto de él se ha interiorizado. Y que lo hace en aras del feminismo y desde la reivindicación de lo amateur.
Desde Sagunto y Alzira, Lucía Castroverde y Begoña Alfaro decidieron reencontrarse para iniciar, a principios de 2017, un proyecto con el que compartir y expresarse. Aprovechando el impulso de Lucía hacia la fotografía y las ganas de Begoña de ponerse delante de la cámara, la primera serie de fotos reveló el camino a seguir. “Nos dimos cuenta de que lo que estábamos mostrando con aquellas fotos eran cuestiones que llevábamos dentro relacionadas con el feminismo —explica Begoña—. Teníamos entre manos algo con bastante sustancia que nos hacía sentir bien, al mismo tiempo que nos permitía poner nuestro granito de arena en la lucha”.
Ellas defienden la importancia de expresarse a través del arte, y lo reivindican como una práctica al alcance de cualquiera que tenga ganas: “Impulsamos una fotografía amateur porque pensamos que no solo lo profesional es válido —explican—, cualquier persona puede expresar, hacer arte con el medio que elija”. En su caso, su experiencia fotográfica las llevó a descubrir sus propias introyecciones socioculturales y familiares. Lucía define el proyecto como el descubrimiento de esas introyecciones que las esclavizan al hacerse preguntas como “qué significaba para ellas el falo, qué implica que se nos vean las tetas o los pelos del sobaco o qué es depilarse”. Un proceso de búsqueda que culmina al compartir su trabajo y fomentar nuevas miradas libres de prejuicios y en aras del feminismo.
Lucía define el proyecto como el descubrimiento de esas introyecciones que las esclavizan al hacerse preguntas como “qué significaba para ellas el falo, qué implica que se nos vean las tetas o los pelos del sobaco o qué es depilarse”
Con este objetivo en sus exposiciones acompañan las fotografías con breves textos que las contextualizan y con un cuaderno titulado ¿Cuál es tu mirada? para que, tras la visita, aquellas personas que quieran compartir su visión puedan hacerlo. Lucía explica que ella parte de una mirada al hacer la foto, pero que “la persona fotografiada tiene otra y, entre las dos, construimos una tercera al observar la foto juntas, hasta exponer y multiplicar las miradas, generando un racimo con su diversidad de interpretaciones, ideales, creencias, valores... Todas esas introyecciones que se van descubriendo”.
investigar el Poder fálico y apropiarse del insulto
La idea de la primera serie empezó como “Sensación fálica”. Experimentaron con un vibrador y un arnés y, en clave de humor, aprovecharon el “rollito” que siempre tiene el inglés y la llamaron “Another look” (otra mirada). “Bego se vino arriba y se convirtió en una musa absoluta con un pene de plástico morado”, señala Lucía.Begoña cuenta que esta serie le hizo “catacrocker”. Desde su postura de feminista, se cuestionó a sí misma al interpretar el papel de tener un falo. “El introyecto fue descubrir que tenía el falocentrismo dentro de mí —confiesa—, iba con unas botas Martins, que al andar ya chafas como una guerrera, me abrí de piernas y mi mano fue directamente a coger el rabo como un machirulo. Porque no era un pene, era un rabo en ese momento, con la connotación que tiene esta palabra”. Durante la sesión de fotos, Lucía le preguntó qué sentía y ella confesó: “Siento poder”. Ahora recuerda que sintió cosas “que no le gustaban”, pero que cuando vio las fotos volvió a cambiar de opinión: “Sentí otra cosa. Las fotos eran dulces”. Lucía destaca el dinamismo de su trabajo: “Con la sesión de fotos se genera una explosión de pensamientos y sensaciones brutal que después se va transformando al visionar las fotos, al pasarlas al papel, al exponerlas… Estás haciendo catacrocker continuamente, ampliando la propia mirada”.
El empoderamiento y el crecimiento han sido constantes en este año de trabajo, según cuenta Begoña. “No solo me cuestioné el género, también el binarismo de género, en una serie que nos mostró que estos tópicos estaban anclados en nosotras”. La heteronormatividad, el transgénero, el travestismo… “Los temas nos llevan de unas autoras a otras, y vamos descubriendo cosas que nos ayudan a cambiar esta sociedad capitalista y fascista”. De hecho, la serie “Sin género” se fusionó finalmente con la anterior: “En ella queríamos representar lo masculino y lo femenino: un tutú, una bota, una flor y un puro. Típicos tópicos. Fue al ver las fotos cuando nos dimos cuenta de que estábamos haciendo lo que no queríamos: jugar con roles impuestos, y de la introyección de patrones socioculturales que habíamos hecho”, explican.
Más allá de una posición política, cuentan que lo difícil fue la mirada de la gente cercana hacia el cuerpo desnudo de alguien que conocen
Su segunda serie se llamó “Más puta que las gallinas. Sí, ¿y qué?”. Con ella quisieron reapropiarse del insulto y reivindicarlo como herramienta para seguir aprendiendo. “Fuimos a un gallinero, teníamos nuestros cuerpos, la cámara, y le dimos un aire bondage para divertirnos”, describe Begoña. Esta serie también fue señalada, porque, en contra de la postura de las feministas abolicionistas —que consideran la prostitución como maltrato y cosificación de la mujer—, Binomio Mujeril sí aboga por el espacio de las trabajadoras sexuales y sus derechos. Más allá de una posición política, cuentan que lo difícil fue la mirada de la gente cercana hacia el cuerpo desnudo de alguien que conocen. Begoña observaba que, al saber que era su cuerpo, quienes la conocían “no veían lo artístico que había detrás, les costaba más mirar”. Era después de revisar la imagen tres o cuatro veces cuando “se paraban a pensar y cambiaban la mirada. Los vínculos que se establecen con la gente que conoces son distintos”.
Lucía destaca el enriquecimiento que supone “liberar al público de las miradas repetitivas del canon a las que está acostumbrado, hacerles apreciar la diversidad que tienen muy cerca y que pasa desapercibida”. Declaran que fue muy difícil con sus conocidos, especialmente con sus familiares: “Nuestra respuesta fue contundente: es nuestro cuerpo y con él también podemos expresar. Podemos utilizar nuestro cuerpo como herramienta de reivindicación porque nos da la gana”.
Ampliar la mirada: lesbianismo y gordofobia
Lo siguiente fue volver la mirada hacia otras mujeres señaladas por tener un cuerpo, cuidarlo y usarlo como les da la gana. Llegó “Amazonas”, una serie que trata de la visibilidad lésbica. Begoña concreta que “surge por el lesbianismo, pero también por el tema del contacto entre mujeres”. Según explica, “si dos mujeres desnudas se abrazan, el gesto tiene una connotación pornográfica, se las cataloga inmediatamente como lesbianas”. Decidieron nombrar esta serie como las guerreras clásicas para poner en valor la doble lucha de estas personas contra el sistema, como mujeres y como homosexuales. Comenta Lucía que lo más impresionante de esta exposición fue la gran cantidad de miradas masculinas que se interesaron, lo que no ha sucedido en las otras. “Te das cuenta del mensaje instaurado cuando pones las fotos. Nació el morbo”, explica. Sin embargo, en la comunidad lésbica el trabajo tuvo muy buena acogida: “Nos compraron fotos, se interesaron por los textos que las acompañaban, compartimos con ellas reflexiones y experiencias, surgieron colaboraciones… Fue una maravilla”, recuerda Begoña.En su entorno había gordas y gordos que hablaban de ello desde una posición empoderadora frente a esa imposición social que les dice “no puedes ser gordo” o “la gordura es una enfermedad”
Uno de sus proyectos más potentes, por la aceptación, interés y colaboraciones que ha originado, es “Gordxfobia”. Nació al observar que en su entorno había gordas y gordos que hablaban de ello desde una posición empoderadora frente a esa imposición social que les dice “no puedes ser gordo” o “la gordura es una enfermedad”.
Begoña relata cómo surgió la colaboración con una compañera que trabaja en el fat activist: “Nos empapamos de sus conversaciones y empezamos a movilizarnos. Una de nuestras compañeras apostó por ponerse delante de la cámara, una decisión muy valiente y difícil. Pero tenía claro que, si quería un cambio en la sociedad, el cambio tenía que empezar por ella misma”. Las chicas aseguran que ella fue maravillosa: “Sus reflexiones acerca de la experiencia reflejan lo increíble que es el proceso de ser fotografiada y observarse después”.
La serie, que tuvo buen recorrido, carecía del tono pornográfico que se percibía en anteriores muestras y contribuyó a visibilizar la diversidad corporal. La colaboración de una tercera persona abanderada de la lucha fue indispensable: “Nosotras no conocemos la situación de primera mano, pero pensamos que la sororidad es apoyarnos mutuamente para alzar nuestras voces”. En este sentido, muchas activistas de este movimiento no estuvieron de acuerdo con que dos personas delgadas trabajaran el tema, lo que les hizo cuestionárselo. Concluyeron que “no nos apropiamos de la palabra de otras, solo intentamos contribuir en llevarla lejos. Aunque no sufra la misma opresión que mi compañera, sí que puedo solidarizarme con ella y difundir la causa entre la gente que la desconoce”.
Lucía concreta que, “aunque hay diferentes realidades en los feminismos, sí que hay algo en común: no queremos más abusos ni más acoso como mujeres. En eso debemos estar juntas, cada una con su realidad y sus creencias, pero juntas”, recalca. En este sentido, las críticas las entristecieron porque su intención era precisamente la contraria, la de unir fuerzas. Pero dicen que lo bonito fue que se generaron muchas colaboraciones, lo que mostró que el mensaje llegó a la gente.
Tal fue el éxito de la serie que tuvo continuidad cuando un hombre muy delgado quiso participar. Surgió así “Disfruta de tu forma”, donde se plantea la diversidad corporal como otra realidad cercana. “Nos dio especial alegría que un hombre, espontáneamente, quisiese formar parte de este trabajo —declara Lucía— porque interaccionar, compartir y observarte en imagen amplía la mente”.
Brujas, marujas y macarras
Actualmente, Binomio Mujeril trabaja en difundir una serie que empezó como “Feminismo, una historia de brujas”. Según cuentan, la idea surgió con Silvia Federicci y su libro Calibán y la bruja, que hizo “que se les removieran las brujas que llevan dentro”. Sintieron así la necesidad de homenajear a estas mujeres por dos razones: por haber sido injustamente asesinadas en la hoguera por la Inquisición, al no participar del orden establecido; pero también por ser las mujeres sabias de las aldeas que no se doblegaban al cristianismo. Como cuenta Begoña, “las curanderas y las parteras eran muy reconocidas, un oficio propio de mujeres. El cristianismo quiso imponer su medicina, hecha por el hombre. Se trataba de un conocimiento compartido entre mujeres, en contacto con la naturaleza y la sabiduría ancestral”. Llamaron a unas amigas y fueron a un bosque. Todo fluyó sin más: prepararse para las fotos fue compartir, relacionarse más allá de prejuicios y competencias. La serie terminó llamándose “Aquelarre”. Fue su primer trabajo expuesto en un espacio institucional, donde “se pusieron cañeras” y —aún se sorprenden de haberlo hecho— plantaron la foto “de un coño inmenso”, de una persona en cuclillas vista desde atrás.“Esta foto para mí fue reveladora porque es mi coño”, desvela Begoña. “Durante una de las primeras sesiones me dio por hacer un calvo y no me di cuenta de que Lucía me hizo una foto en ese momento. Cuando supe que era el mío, aluciné. Jamás me había dado cuenta de que a las tías en esa postura se nos ve todo. Ahora ya no hago calvos por ahí, que es algo que me gusta hacer”, continúa. Begoña se ríe y Lucía la corrige: “Es mentira, ahora lo hace más y con más ganas”.
Son dos insultos más del patriarcado para controlar; el mismo marido que quiere a la mujer encerrada en casa después la critica por ver telenovelas, como si todo se redujera a ‘tienes que ser lo que yo quiero, pero luego lo eres y te critico’
Su trabajo más reciente nace de este coño enorme. Les emergió “la macarra que llevan dentro” y se generó la siguiente serie, “Marujas y macarras”. Con ella, explica Begoña, pretenden “reivindicar dos tipos de mujeres que están en nosotras y que se nos olvida a menudo que existen”. Ambas suelen ser deslegitimadas: la macarra por ser una chunga, la maruja porque solo sabe de telenovelas. “Se las desprestigia incluso entre las propias mujeres, cuando al final todas tenemos un poco de todo.
Son dos insultos más del patriarcado para clasificar y controlar, pues el mismo marido que quiere a la mujer encerrada en casa después la critica por ver telenovelas, como si todo se redujera a un ‘tienes que ser lo que yo quiero, pero luego lo eres y te critico’”. Tienen claro el objetivo: “Se trata de reivindicar el ser, el que nos dejan estar y que hagamos lo que queramos”, explica Begoña. “Nos han dicho muchas veces: ‘¿Estas macarras qué hacen?’, a lo que queremos contestarles que tenemos mucho que hacer y más que reivindicar”, añade.
Ahora el trabajo sigue. “Experimentamos, nos expresamos y nos exploramos”. No tienen temas en mente: “La idea es fluir, improvisar”, explica Lucía, a lo que Begoña añade que “surge de lo que se nos remueve por dentro”. Mientras tanto, van trabajando en colaboraciones. El impulso para seguir son todas las personas que, durante el año de vida de Binomio Mujeril, les han “abierto sus espacios, sus cuerpos, sus sentires y sus miradas”. A ellas están profundamente agradecidas, y por ellas saben que hay que poner nombre a los miedos para desmitificarlos y romper barreras.
“En las redes lo sufren muchas artistas feministas, los pezones de mujer lo tumban todo, es una norma en Instagram”, explica. Todas la redes sociales tienen una política muy estricta que, además, detecta muy rápido todo lo que se considera vagina o pezón femenino, así como desnudos, que son censurados sorprendentemente rápido, a lo que se suma la posibilidad de que los usuarios denuncien las publicaciones y sean eliminadas. Las jóvenes cuentan que la foto que más difusión tuvo era sobre diversidad corporal, una pareja que se abraza. “Se compartió mucho y tuvo bastante repercusión, pero nos la censuraron por denuncias de la gente”.
El dilema para ellas es utilizar las estructuras patriarcales, porque “de su censura aparece la autocensura porque tú misma tienes que censurar tu trabajo”. Begoña se lamenta: “Hemos estado un tiempo sin colgar cosas por no autocensurarnos, luego nos hemos dado cuenta de que no nos conocían, nuestro trabajo no era visible”. La solución ha sido idear una web. La estrategia en redes sociales, según Begoña, pasa por difuminar el pezón. Lucía, en cambio, no está tan segura: “A mí esto me cabrea y pienso en no hacerlo, en pasar de herramientas patriarcales”.
Se instala el debate. Para Begoña esto es más fuerte que ellas, pues “con las redes sociales estableces vínculos, nos han permitido exponer dos veces en Latinoamérica, una en Bogotá y otra en México —justifica—, y hemos llegado a conectar con otras que trabajan por lo mismo y que de otra forma no te habrían conocido”. Lucía trata de asumirlo, porque sabe que “cocrear y generar sororidad” es otro de sus objetivos. Apuestan por el trabajo conjunto, por unirse con otros proyectos y sumar fuerzas: “La lucha no es solo ponerse agresiva y reventarse el cráneo contra el suelo”. Es también, aseguran, no cerrarse y utilizar las herramientas que tienen a su alcance: “Tendremos que tragarnos las contradicciones aunque quede un poso de rabia. Que también, poco a poco, se va difuminando”, concluyen.
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Por qué hoy en día para ser queer, punk o post moderna tienes que estar a favor de la prostitución? No entiendo nada. Es una lucha que llevamos lustros peleando. Si eres anticapitalista y anti patriarcal, con qué discurso eres pro-prostitucion a parte del insulso “cada una que haga lo que quiera”?
Os invito a profubdizar verdaderamente en el problema y en su raíz. Leer o mejor escuchar a Rosa Cobo, por ejemplo.
Y no se trata de estar en contra de la puta, de aquella o de la otra. Es el sistema. Es el putero que, finalmente, de postmoderno y feminista no tiene nada...está pagando por poder, por violarte, porque te puede comprar.
Un saludo. Preciosas fotografías y suerte.
El arte postmoderno, ese incomprendido. Todavía más allá de lo contemporáneo. Quizás no busca ser comprendido.
Cuando me enteré que varios medios alternativos iban a convertirse en El Salto, esperaba que se volviera en un medio alternativo de verdad, con ideas frescas que trajeran la realidad en un desierto de información. Pero realmente no veo ninguna diferencia con otros medios masivos: se ha vuelvo prácticamente monotema en temática postmodernista, cada vez se separa más de la realidad social por alguna razón, siento que se vuelve más distópica que utópica, sin que quede claro qué es lo que pretende a largo plazo. Creo que esta tendencia social ya aburre, en cualquier caso me gustará conocer qué será lo siguiente. Quizás la nueva tendencia será la idealización del suicidio colectivo simulado socialmente como expresión artística, cosa que respeto y que no sonaría mal, ya que ayudaría a estimular la conciencia social sobre otras postrealidades. Es un filón filosófico por explotar en el siglo XXI.