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Industria
La escalada de los precios del gas vuelve a poner a prueba la resistencia de la cerámica castellonense
A escasos minutos del final de Malditos bastardos (Quentin Tarantino, 2009), los personajes encarnados por Omar Doom y Eli Roth repasan los detalles de su misión en un pequeño cuarto de baño del cine parisino en el que se está proyectando El orgullo de la nación. La escena, casi fugaz, transcurre trepidante frente a un decorado de baldosas de tono celeste que permite efectuar un salto de auténtico vértigo entre el glamur de Hollywood y la humilde rutina de un pueblecito de poco más de 1.000 habitantes ubicado en el montañoso interior de Castellón. Es aquí, en Llucena y, más concretamente, en la fábrica azulejera que evita que este municipio pueda considerarse por ahora España vaciada, donde se fabricaron esas singulares piezas cerámicas de pequeño formato con las que Tarantino ilustra el estilo decorativo de hace un siglo.
La empresa en cuestión se llama Fabresa y, lejos de tratarse de una especie de oasis en el tejido empresarial habitualmente yermo de las zonas menos pobladas, forma parte del sector que ha moldeado la identidad castellonense desde hace décadas, incluso siglos. Esto es, la cerámica. Aunque los orígenes manufactureros del sector se remontan a la Real Fábrica de losa y porcelana fina impulsada en el XVIII por el Conde de Aranda en el municipio vecino de l’Alcora, es durante el desarrollismo franquista cuando se empieza a gestar el entramado empresarial que conocemos hoy en día, cuya producción sumó 488 millones de metros cuadrados de baldosas en 2020 (el 94% del total de las piezas fabricadas en España). También conocido como el clúster de la cerámica, las fábricas se concentran prácticamente en exclusiva en tres comarcas castellonenses, l’Alcalatén, la Plana Alta y la Plana Baixa, que consiguen situar España como el segundo exportador mundial de azulejos con cifras que el pasado año superaron los 2.900 millones de euros en ventas al exterior según datos de la propia patronal, Ascer.
Ha sido este mapa de monocultivo económico el que ha acostumbrado tanto a la pequeña patronal, ya que todavía sobreviven empresas de gestión familiar, como al conjunto de la masa asalariada a agarrarse los machos cuando el viento sopla a la contra. Cosa que suele suceder con frecuencia. Medio olvidada la debacle de 2008 y sus reiteradas réplicas que redujeron los empleados en el sector de 24.000 a 16.000, según cifras de UGT, las fábricas de cerámica se enfrentan ahora a la trepidante escalada del precio del gas. De acuerdo con las previsiones que baraja la patronal, la factura ha experimentado este último año un incremento de cerca del 150% y eso podría traducirse en un impacto para el conjunto del sector de 700 millones de euros en sobrecostes de producción. En este punto cabe señalar que el azulejo castellonense es el segundo mayor consumidor de gas natural en España, solo superado por la industria química. De hecho, no es casualidad que el almacén de gas submarino Castor se proyectase en la costa norte de la provincia de Castellón con el propósito de comprar el gas en momentos de precios a la baja y poder disponer de este almacenaje en momentos como el actual. (El problema es que aquella idea no acabó de salir bien).
Vicente Chiva, secretario general de la Federación de Industrias de Castellón (FICA-UGT), confía en que “el sector resistirá porque ya lo hizo en 2008, aunque es cierto que para algunas empresas la situación actual es realmente compleja”
Y qué dicen al respecto los agentes implicados. Pues depende de a quién se pregunte. Trabajadores y sindicatos confían en el nervio de un sector que parecía llamado a desaparecer con la caída de la construcción hace una década y que, pese a la pandemia, cerró 2020 con optimismo. Vicente Chiva es el secretario general de la Federación de Industrias de Castellón (FICA-UGT) y explica que algunas empresas ya han tomado medidas como estocar todo el material posible durante el último trimestre de 2021 y alargar a su vez las vacaciones de la plantilla hasta bien entrado el 2022 para anteponerse a nuevas subidas en el precio del suministro. Desde UGT tampoco descartan algún ERTE mientras la producción se mantenga a la baja y las ventas puedan realizarse tirando del stock ya acumulado. Eso sí, Chiva confía en que “el sector resistirá porque ya lo hizo en 2008, aunque es cierto que para algunas empresas la situación actual es realmente compleja”.
Por ejemplo, para las más pequeñas. Volviendo a Fabresa, la previsión para el año entrante es que el precio del azulejo experimente una subida de entre el 20 y el 40% en el precio. Luis Carda, la segunda generación al frente de la fábrica, avanza al respecto que “si bien no tendremos problemas en el mercado nacional porque se acabarán aceptando los nuevos precios, la incertidumbre se centra en la exportación ya que tememos que los clientes apuesten por cerámicas más baratas de otros países”. Esto, en un sector que exporta más del 60% de su producción, no supone un buen augurio. Es más, en el caso de una pequeña empresa de pueblo, el aleteo del mercado energético en confines remotos se puede sentir en todos los servicios y modestos negocios del municipio que penden de las nóminas procedentes del azulejo.
Cuando la provincia pasó del pleno empleo en 2006 a una tasa de paro del 25% en 2012, el azulejo presenció como mero espectador el rescate de bancos, medios de comunicación y fábricas automovilísticas sin recibir siquiera una palmadita de ánimo en la espalda
Un rasgo que sí suele caracterizar a la industria castellonense es que ni la patronal ni los trabajadores lanzan sus quejas al aire a la espera de una lluvia de millones procedentes de la administración pública. Más que nada porque en la última crisis, cuando la provincia pasó del pleno empleo en 2006 a una tasa de paro del 25% en 2012, el azulejo presenció como mero espectador el rescate de bancos, medios de comunicación y fábricas automovilísticas sin recibir siquiera una palmadita de ánimo en la espalda. Aún hoy, el agravio comparativo sigue perpetrándose con los 12 millones de euros anuales que la Generalitat Valenciana destina a sostener la actividad de la fábrica Ford de Almussafes, por poner un ejemplo. Por eso, uno de los botes salvavidas a los que la cerámica se ha tenido que aferrar en los últimos años ha sido elevar la profesionalización de los trabajadores de cualquier especialidad.
El Centro de Formación Profesional de Castellón es, desde 2015, el Centro de Referencia Nacional en el área profesional de Fabricación Cerámica, a raíz del convenio entre el Estado y el gobierno autonómico. Actualmente, y aquí es donde sí ha habido inversión pública, “la apuesta por la especialización del personal ha abarcado tanto la adquisición de maquinaria compleja idéntica a la que hay en las fábricas como el trabajo conjunto con el sector para ajustar el diseño contenido curricular a las necesidades reales”, explica Enric Nomdedeu, secretario autonómico de empleo de la Generalitat. Al respecto de la problemática con la energía, el representante político añade que no hay que olvidar que las azulejeras llevan tiempo asfixiadas por los derechos de emisión de CO2 impuestos por la Unión Europea y que las posibles alternativas a través de energías más limpias todavía no han dado la respuesta esperada puesto que son incapaces de producir la cantidad suficiente de calorías.
A diferencia de los ríos revueltos anteriores, es posible que en este contexto sí que haya ganancias de pescadores. La cerámica ha experimentado en los últimos años una concentración empresarial en manos de grandes tenedores así como la entrada de capital foráneo y esto levanta dudas sobre qué harán las empresas más potentes para evitar el impacto de los sobrecostes. Incluso el gigante Porcelanosa, que siempre ha jugado en otra liga, ha visto cómo una nueva agresividad en el sector le ha adelantado por la derecha en cuestión de pocos meses. Al tratarse de territorio valenciano no hay margen posible para un giro de guión en toda esta historia.
Quien ha rebasado el liderazgo histórico en volumen de negocio de Porcelanosa no es otro que Fernando Roig, hermano de Juan, que ya aplica al sector una declinación del modelo de éxito de Mercadona
Quien ha rebasado el liderazgo histórico en volumen de negocio de Porcelanosa no es otro que Fernando Roig, hermano de Juan, que ya aplica al sector una declinación del modelo de éxito de Mercadona. Primero, adquiriendo nuevas empresas con solera para su grupo, Pamesa, que sumó Navarti en 2014, Tau en 2016, la mitad de Argenta y Cifre en 2020 y Azuliber el pasado mes de septiembre. Para 2022, y gracias a estos movimientos, el grupo prevé sacar al mercado un total de 168 millones de metros cuadrados de azulejo, según publicaron varios medios tras la última operativa. Si el total de las fábricas suele producir unos 500 millones de metros cuadrados al año no hace falta mucho cálculo para determinar cuán grande es el trozo del pastel que corresponderá al conocido empresario.
Y aquí no acaba la cosa. También en los últimos años, Fernando Roig ha ido adquiriendo los diferentes atomizadores distribuidos por Castellón que proporcionan la materia prima procesada para la fabricación de la baldosa. Todas las empresas, exceptuando alguna de dimensiones muy grandes que dispone de su propio atomizador, dependen del servicio de esta especie de intermediario entre las minas de arcilla y los hornos de las plantas de producción. ¿Qué ha llevado a un miembro de la familia Roig a controlar prácticamente al completo una fase de la producción de la que dependen casi todas las empresas de la competencia? Pues, según parece, el tiempo dirá.