Meter prisa al repartidor en medio de un temporal

La falta empatía de los clientes, la precariedad y la ausencia de una normativa clara que les defienda hace que los repartidores de comida se jueguen la vida cuando hay un temporal como el que ha arrasado recientemente la costa mediterránea.

glovo temporal
Un rider de Glovo durante el temporal de enero de 2020 | Foto de Eudald Espluga
24 ene 2020 09:00

Primero su comida y luego mi seguridad. Fredy ordena las prioridades del cliente cuando éste le azuza por teléfono al ver que se retrasa con el pedido. Son cerca de las dos y está jarreando en València. Tormenta, frío, viento en rachas de 80 km/h; el temporal Gloria no se guarda nada, pero la deferencia en el trato con el rider de Glovo sigue siendo la acostumbrada: “Aún en circunstancias difíciles siento que al cliente no le preocupa lo que pase con los repartidores. No es su problema”.

Entregue la comida impoluto o calado hasta los huesos, las conversaciones y las propinas son casi siempre nulas. Luego, en lo relativo a las condiciones laborales, el salario con lluvia se incrementa “un 30% si completas la hora y realizas un mínimo de dos pedidos, ganando entre 8 y 10 euros”, cuenta el rider entre servicio y servicio. “Estos días la empresa no para de mandar bonus salariales y tú decides si trabajas asumiendo el riesgo”, enuncia Fredy. Como el temporal no ha caído en fin de semana o festivo —días señalados “de alta demanda”—, la empresa no penaliza por dejar la bici aparcada.

Los días de temporal la empresa no deja de mandar bonus salariales y el rider decide si trabaja asumiendo el riesgo

Con València en alerta sorprende ver tantas mochilas amarillas, azules y verdes cruzándose en el bicicarril de calle Colón, en una suerte de danza del trabajador explotado. Avanzan afanosos quienes pedalean contra el viento. Irreconocibles en sus chubasqueros largos. Algunos echan pie a tierra tras dos repartos, hartos de jugarse el tipo. Una chica que evita dar su nombre por temor a las represalias —de no sabe muy bien quién—, dice que el lunes dejó a medias la faena porque no le rendían las piernas. “¿Si me reconocieron el esfuerzo? La gente solo quiere su comida a su hora”.

Pero no solo los riders sufren la falta de empatía. Joan reparte en furgoneta para una tienda de comidas a domicilio y, aunque tiene mejores condiciones, el trato de los clientes también le revuelve las tripas. “Muchos me desprecian incluso en mitad de la borrasca, después de cargar con paellas para 35 personas, con los pies mojados y sudando como un pollo, luchando contra el vendaval, entrando y saliendo de oficinas con calefacción —narra—. Aun así llaman y meten prisa por WhatsApp. El lunes un cliente escribió diciendo que tenía una reunión en dos minutos. Yo le dije que estaba una planta por encima esperando a que sus compañeros pagaran la comida, que viniera a por su paella. Era subir una planta. Me canceló la comida”.

No extraña por tanto que, junto a los destrozos y las olas de ocho metros, el paso de Gloria haya dejado un comentario compartido: arrastrar a los riders al temporal es de tener muy poca empatía. Pero luego está la otra perspectiva. Los repartidores consultados afirman que no pueden permitirse el lujo de librar incluso en las horas más difíciles. Como autónomos —especialmente los rider—  podrían renunciar, pero no lo hacen por razones evidentes. Aun con alertas meteorológicas, valoran recibir pedidos porque necesitan el dinero. 

Arrastrar a los riders al temporal es de tener muy poca empatía, pero los repartidores consultados afirman que no pueden permitirse el lujo de librar incluso en las horas más difíciles

¿Entonces? “Yo no digo que haya que dejar de pedir o que haya que prohibir las plataformas de reparto. Lo que tenemos que hacer es cambiarlas”, opina Pepe Fores, de Riders X Derechos València. “Hemos de hacerlo legal para que dejen de emplear a trabajadores en régimen autónomo y de ese modo puedan reventar precios. Que cada uno llame a quien quiera, pero por lo menos pensemos un poco en cómo estas empresas tratan a los chavales y tomemos partido”. Es decir, que el compromiso obrero no se esfume con el primer rayo de sol. Una presión sostenida tal vez mejore sus condiciones materiales durante todo el año.

Sobre las insistencias y los desprecios de los últimos días Fores se explica en el lenguaje del marketing. Quizás así llegue a más usuarios. “Supón que pides la comida por Uber Eats y pagas el reparto a 1,80 euros. Teniendo en cuenta que como repartidor lo mínimo a cobrar son 2,80 euros, ya hay un euro que estás dejando de pagar: contratas un servicio low cost, pero llamas y exiges como si fuera premium”, ejemplifica el activista. “Cuando envías algo por Fedex pagas el doble para que llegue urgente. Aquí pagas lo mínimo y siempre reclamas esa urgencia”.

¿Quién me protege?

Al orbitar sobre el comercio y las emociones pudiera desviarse la atención del problema de fondo, la carencia de ciertos derechos, absolutamente transparente cuando el temporal lo empapa todo. Aquí conviene recordar que todos y todas las trabajadoras sin distinción están regulados por el Estatuto de los Trabajadores, la Ley de Prevención de Riesgos Laborales y los convenios colectivos de cada sector.

Pero, ¿qué ocurre en días de alerta roja? Si me niego a trabajar y me obligan, ¿quién me ampara? “Existe una figura en la Ley de Riesgos Laborales que se llama el riesgo laboral grave e inminente. Es aquel que resulta probable, racionalmente, que se materialice en un futuro inmediato y pueda suponer un daño grave para la salud de los trabajadores”, explica Daniel Patiño, secretario de Salud Laboral de CCOO PV.

Aunque la facultad para paralizar la actividad la tiene la empresa o la Inspección de Trabajo, el sindicalista afirma que si por el temporal un trabajador comunica a la empresa que le es imposible trabajar, en el supuesto caso de que la empresa tome medidas disciplinarias de descuento salarial o de compensación de inactividad, el derecho laboral garantiza la defensa en esas situaciones de riesgo. “El lunes había elementos objetivos susceptibles de ser defendidos, como los avisos de emergencia de toda clase”.

Eso en el caso de los asalariados en empresa privada. En el de los autónomos bastaría con no pisar la calle ese día. ¿Qué ocurre con los riders? “Les llaman “colaboradores”, pero los riders son trabajadores por cuenta ajena, así lo dicen numerosas resoluciones judiciales, de modo que un repartidor que sufre cualquier tipo de represalia en situación de riesgo laboral debe ir al juzgado y defenderse”, explica Patiño.

La fórmula del riesgo inminente contemplada por la ley es tan amplia y ambigua que perfectamente puede caer en saco roto

No es tan sencillo: si una persona forzada a trabajar en el temporal plantea un pulso a su empresa y lo gana, la empresa deberá afrontar una sanción administrativa. Una simple multa. Luego, en la práctica no hay alertas que determinen claramente ese riesgo, pues la llamada “alerta roja” no tiene implicaciones a nivel laboral; no es vinculante. Y por último, la fórmula del riesgo inminente contemplada por la ley es tan amplia y ambigua que perfectamente puede caer en saco roto. Además, ¿cuántos trabajadores pueden permitirse pleitear con sus empresas?

Toca tirar de sindicato y muchos riders lo están haciendo, aunque después sus empresas incumplen permanentemente las resoluciones. “Glovo tiene actas de infracción en diferentes provincias, pero sin un recurso de casación para la unificación de doctrina seguirán demorándose en su cumplimiento”, afirma Patiño. “El problema de estas plataformas es que actúan con maneras mafiosas. Y luego estamos los consumidores, a los que también hay que darnos de comer aparte”. 

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