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En 2015, más de cincuenta millones de envases desechables llegaron cada día a los puestos de venta al consumidor, de los que apenas un 30% fueron recogidos, previa clasificación. Todo lo demás fue transportado a un vertedero, consumido en incineradoras o arrojado al medio urbano o natural. Hace más de treinta años, había todo tipo de envases retornables en el mercado y muchos menos de un solo uso. Por esta razón, muchos expertos en gestión sostenible de residuos aseguran tener la sensación de que no hubo mucha diligencia en las decisiones que se han tomado hasta la fecha.
Investigaciones de la Fundación Ellen MacArthur revelan que el 72% de los envases de plástico no se recupera: una tercera parte son abandonados en todo tipo de lugares y un 14% acaban en los hornos de las incineradoras. El resto, casi el 15%, es reunido para el reciclaje. Sin embargo, únicamente el 2% se convierte en plásticos similares al original, lo que queda se utiliza en aplicaciones de menor valor o se pierde en el procesamiento de los materiales.
Bajo este marco, el Sistema de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR) de envases aparece para muchos sectores del Govern como el bálsamo llamado a resolver el problema.
En la actualidad, el Sistema Integrado de Gestión (SIG) del contenedor amarillo sólo consigue captar dos de los siete millones de envases que se consumen a diario en el País Valencià y asegurar su llegada a las plantas de reciclaje. Para el grupo valenciano de Ecologistas en Acción, “es ridículo que, después de veinte años de SIG, las tasas de recuperación de envases sean de una tercera parte de lo que llega al contenedor amarillo, mucho menos de lo que aseveran las empresas encargadas del servicio". "Además", agregan, "siempre se alardea de las toneladas de que se reciclan pero, ¿y todo lo que se queda fuera?”.
Es ridículo que, después de veinte años de SIG, las tasas de recuperación de envases sean de apenas el 12%
El SDDR facilita la reincorporación de los envases al circuito de producción al incentivar su recuperación. Suele tomar la forma de una red de máquinas que registran el retorno y devuelven la tasa abonada con la compra del producto. Por esta razón, su principal virtud reside en la puesta en valor de los residuos.
Los ecologistas, por su parte, se apoyan en la experiencia europea para sostener “que el SDDR, además de evitar la pérdida de recipientes en el entorno, garantiza la calidad de los mismos y elude, en consecuencia, los costes de descompactar el plástico recogido en los contenedores amarillos: en Alemania han conseguido reciclar cerca el 90% de los envases gracias al sistema de retorno”.
Pese a sus ventajas aparentes, múltiples sectores y entidades se han opuesto a la implantación de este modelo. Fuentes de la organización ecologista aluden sobre el particular que la razón de dicho antagonismo es el carácter “altamente lucrativo” del negocio de gestión de envases. Ecoembes es uno de los organismos que defienden el SIG con gran dedicación y resulta cuanto menos llamativo que entre su accionariado se encuentren marcas del calibre de Danone, Nestlé o Coca-Cola.La responsabilidad del productor
Por otra parte, existen mecanismos fiscales que pueden intervenir en el mercado a favor de la producción de envases con materiales reciclables y sostenibles. Hay recipientes que entorpecen las labores de recuperación por aparecer, en la mayoría de las ocasiones, contaminados de materia orgánica o ser de un tamaño muy reducido. Es el caso de las cápsulas individuales de café, mantequilla, mermelada o leche. Fuentes de la organización Zero Waste Europe recuerdan que ese tipo de envases, como las botellas de agua, están prohibidos en la oferta de productos de los edificios públicos de ciudades como Hamburgo.
Asimismo, añaden que “en Bruselas, estamos trabajando para impulsar una nueva legislación de responsabilidad ampliada del productor”. La propuesta no está exenta de lógica: “Los materiales tóxicos se tienen que prohibir, los materiales que no se pueden reciclar han de ser gravados con nuevos impuestos y los materiales más ecológicos deben ser respaldados por subvenciones extraídas del dinero recaudado a partir de malas prácticas”.
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Bravo por la Comunidad Valenciana. Espero que siga el ejemplo en las demás CCAA
un negocio basado en que haya basura
una tomadura de pelo capitalista cortoplacista
no consumir basura para no ser responsable de la cadena de producción
vidrio, lo demás es bodrio