Agroecología
Allariz, de la destrucción agroindustrial a la solución agroecológica

La localidad ourensana, que representa un bastión de la agroecología y la ganadería extensiva, acoge el segundo encuentro del movimiento por la soberanía alimentaria “Nos Plantamos”.
Nos plantamos
Foto: Nos Plantamos.

Instituto de Sociología y Estudios Campesinos (ISEC)-

Sindicato Labrego Galego.

9 oct 2024 09:42

Allariz es una localidad gallega donde la agroecología y la ganadería extensiva están muy presentes en el día a día del modelo agroalimentario, pues posee una estrategia de cuidado del territorio y de agricultura campesina. Sin embargo, muy cerca de este municipio, la comarca de A Limia sufre las consecuencias de la ganadería y agricultura industrial, industrias que se apropian del territorio y sus recursos afectando a las personas productoras y al resto de la población. Los suelos y los acuíferos de A Limia están contaminados por los vertidos de purines con los consiguientes problemas ambientales y de salud.

Es precisamente este territorio el que hemos escogido para el encuentro de Nos Plantamos, el movimiento por la soberanía alimentaria y la agroecología campesina formado por decenas de colectivos y centenares de activistas de todo el Estado, que se dará cita del 17 al 20 de octubre en el segundo encuentro estatal del movimiento.

La cita tendrá lugar en esta zona, pero podría haber sido en cualquier otro de los lugares que se ven degradados por la agricultura y la ganadería industrial en todo el Estado español y Europa. Son múltiples las regiones perjudicadas por la expansión de esta lacra, pero en prácticamente todos los territorios hay resistencia ciudadana, hay campesinas organizadas que promueven otras formas de producir y comercializar alimentos, al igual que hay movimientos y plataformas locales que defienden sus territorios.

Las productoras cada día están peor pagadas en un círculo vicioso donde cada vez deben producir más

La construcción colectiva de los movimientos por la soberanía alimentaria, la denuncia de los impactos territoriales de la agricultura y la ganadería industrial, y la propuesta y construcción de alternativas a un modelo agroalimentario depredador son clave para avanzar hacia un sistema donde sea la población la que construya la alimentación que quiere.

Mantener este modelo de producción agroindustrial es inviable a la vez que irresponsable, pues se trata de un modelo que todo lo destruye. Esta forma de producir alimentos solo beneficia a las grandes superficies y a la industria agroalimentaria, que ganan cada vez más dinero. Ni la gente come mejor ni las personas productoras —agricultores, agricultoras, ganaderos, ganaderas— viven mejor. Este modelo productivo hegemónico tampoco cuida del territorio, ni de su cultura, ni de su biodiversidad, y deteriora la calidad de vida de sus habitantes, siendo un obstáculo más para revivir y fijar población rural.

Las productoras cada día están peor pagadas en un círculo vicioso donde cada vez deben producir más, se endeudan para comprar maquinaria, alquilar o disponer de más tierras, para tratar de ser más eficientes y productivas. Un callejón sin salida, en el que sólo las grandes explotaciones y los grandes grupos empresariales pueden mantenerse en pie.

El problema del campo es Mercadona, es Carrefour, es Danone, es Lactalis, es El Pozo, es Fertiberia, es BASF y Bayer, y lo son también los acuerdos de libre comercio

Aun así, las personas productoras siempre están con la espada de Damocles sobre sus cabezas, pendientes de cualquier evento externo que suponga la subida de precios en los costes de producción. Sin embargo, la cantidad de dinero que reciben por los alimentos producidos está estancada desde hace años, a la vez que los precios de los alimentos para las consumidoras aumentan, un margen de beneficio en los precios no llega nunca a los bolsillos de las productoras. Entonces, ¿quién se lleva los beneficios?

El modelo de producción agroindustrial fuerza a quien produce a tener explotaciones más grandes; más animales, más fertilizantes, herbicidas, plaguicidas y antibióticos, y más problemas de contaminación de aguas, de tierra, de los propios alimentos y de las propias personas que trabajan en las explotaciones. Cada vez es más habitual que los pequeños y medianos productores tengan que cerrar sus fincas porque no les salen las cuentas.

Y en este panorama desolador no podemos permitir que la agroindustria y la extrema derecha se apropien de los problemas del campo. Lo volvemos a decir: el problema de los productores no es la ley de restauración de la naturaleza, ni la demanda ciudadana de alimentos ecológicos a un precio razonable, ni que las instituciones digan que hay que comer menos carne. El problema del campo no es el ecologismo, no es el animalismo, no es Marruecos, no es el “anti-patriotismo”. El problema del campo es Mercadona, es Carrefour, es Danone, es Lactalis, es El Pozo, es Fertiberia, es BASF y Bayer, y lo son también los acuerdos de libre comercio hechos para la especulación agroalimentaria.

Hace unos meses, el malestar y los problemas en el sector agropecuario reventaron en tractoradas orquestadas y manipuladas por la extrema derecha y la agroindustria en beneficio propio, tratando de mantener el statu quo y generar un desestabilización política de corte reaccionario, sin querer, en ningún modo, dar respuesta a los verdaderos problemas del campo. Muchos tractores salieron a las calles pidiendo, como rehenes de la agroindustria, más intensificación, más químicos y menos ecologismo. Piden lo único que conocen porque están desesperados y porque se les ha robado su identidad y su utopía: ser campesinos, es decir, cuidar de sus tierras y hacerlo bien y poder vivir dignamente de ello y estar orgullosos de ello. Al contrario, la extrema derecha pretende apropiarse de lo agrario y culpar de todo a los ecologistas, a los migrantes, a la Agenda 2030… Esa visión violenta, antiecologista, antifeminista, negacionista climáticamente, xenófoba, autoritaria, neoliberal, no representa al sector agrario ni puede ser el futuro del medio rural ni de la agricultura.

Desde Nos Plantamos queremos que se cultiven alimentos locales y agroecológicos, que nos los encontremos en los mercados de toda la vida, que los precios que pagamos las consumidoras sirvan para que las agricultoras y ganaderas puedan vivir dignamente. Necesitamos un sector agrario revitalizado, joven, y con el protagonismo de las mujeres, que son las que alimentan al mundo y, como en todos los sectores, las grandes invisibilizadas. Nuestra demanda es un sector agrario y un mundo rural digno de ser vivido. Apostamos por un sector agrario campesino para cuidar los territorios, haciendo que la agricultura y la alimentación dejen de ser un problema ambiental. Porque sabemos que la agricultura campesina alimenta al mundo y enfría el planeta.

La comarca de A Limia, donde se realizará el encuentro, está contaminada por los vertidos de purines con los consiguientes problemas de amoníaco, nitratos y fósforo, entre otros

Nos Plantamos es una rebeldía común por la agroecología campesina en todos los territorios, con el fin de que los productores organizados (incluyendo a las personas trabajadoras y jornaleras del campo) tengan su espacio al igual que el movimiento ecologista y climático, el ámbito académico activista, los colectivos de consumidoras, la gastronomía o el ámbito sanitario.

La comarca de A Limia, donde se realizará el encuentro, está contaminada por los vertidos de purines con los consiguientes problemas de amoníaco, nitratos y fósforo, entre otros. Se merece, al igual que el resto de territorios, poder decidir sobre el modelo agroalimentario que quiere, que proteja a las personas y los ecosistemas. Se trata de una de las zonas con una de las concentraciones de producción de carne en intensivo más altas de Europa, con más de 500 explotaciones que crían en naves cerradas miles de becerros, cientos de miles de cerdos y millones de pollos Antela. Además, el territorio sufrió la desecación de la laguna de Antela en los años 50 debido a la agricultura industrial a costa de destruir un paisaje cultural y natural de primer nivel.

Hoy los impactos continúan: acidificación del suelo, necesidad de regadío que afecta de manera radical a los ríos locales en períodos de sequía, y pérdida de su función de sumidero de CO2. Su habitantes saben que A Limia necesita menos granjas intensivas, menos carga ganadera, más pastoreo y menos agricultura industrial que sirve para que comamos patatas Lays o Matutano, que es a lo que se destina más del 60% de la producción de esa zona.

Necesitamos territorios y sociedades que estén orgullosas de su cultura y de sus paisajes, territorios que puedan tener una forma de vida digna. Desde Nos Plantamos apostamos por modelos de agricultura y ganadería agroecológica, mercados locales, necesitamos un cambio para que productoras y consumidoras estén en el centro del modelo alimentario. Por este motivo os invitamos a sumarte al movimiento alimentario y al encuentro en Allariz, para avanzar hacia un sistema agroalimentario basado en la soberanía alimentaria de los pueblos.

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