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Alicante
Las bibliotecas de Alicante llevan cuatro años sin comprar libros
“¿El ascensor no funciona?”, pregunta una persona con dificultad para andar. “No recomendamos usarlo, a no ser que sea totalmente necesario”, es la respuesta del bibliotecario. Hace meses que los ordenadores tampoco funcionan, pero el ayuntamiento no lo soluciona. En otra biblioteca se escuchan las cañerías de los edificios de arriba. Un bajo de pocos metros sirve como espacio de estudio en el barrio Pla-Carolinas, de casi 19.000 habitantes.
El cierre de tres bibliotecas: Mercado, Francisco de Asís y Juan XXIII deja sin servicios a tres barrios de Alicante, dos de ellos con un nivel adquisitivo bajo. Esto ha causado movilizaciones de los vecinos desde hace años al ver vulnerado su derecho de acceso a la cultura. Manifestaciones delante de las instalaciones, peticiones de las asociaciones vecinales y carteles reclaman la apertura. “Por fabor comprar livros y avrir la vivlioteca”, rezaban los carteles en las puertas de las bibliotecas, abiertas o cerradas.
Hui en Les Carolines!! #RecuperemAlacant de barris i de cultura pic.twitter.com/oz2WncTcTQ
— Recuperem Alacant! (@Recuperalacant) April 23, 2022
Sin ninguna biblioteca en toda la ciudad que abra los fines de semana y los festivos, los estudiantes tienen que trasladarse hasta San Vicente, la localidad más cercana. Salvo dos, no abren a medio día, y la mayoría cierran a las 19:15 de la tarde. “Los estudiantes te dicen que todo el mundo va a la universidad de Alicante, a otro municipio, para tener una sala de estudio 24 horas y condiciones aceptables, en vez de tener algo así en Alicante”, declara Sento Oncina, perteneciente a la Asociación Vecinal Las Carolinas.
“Cerrado hasta nuevo aviso”
Esta frase es la que se encuentra en tres de las 11 bibliotecas de Alicante. Las asociaciones vecinales de los barrios afirman no haber recibido del ayuntamiento, que dirige el PP con el apoyo de Ciudadanos, ninguna información de apertura, a pesar de las numerosas denuncias realizadas por el problema que suponen los cierres. Si se compara con otras ciudades como Elche, ambas tienen el mismo número de bibliotecas abiertas, nueve, siendo Alicante la capital de provincia y con una diferencia poblacional de 100.000 habitantes: más de 335.000 habitantes en Alicante y casi 234.000 en Elche. Esta última, además, cuenta con 11 salas de estudio, servicio que no ofrece la capital.
Desde la Biblioteca Central Florida-Babel explican que no se van a abrir por el momento, hasta que se disponga de nuevo personal. Es el principal problema, junto con la falta de adquisición de libros, al que se enfrentan las bibliotecas. La carencia de plantilla se debe principalmente a que a finales del año pasado tres personas se jubilaron y otras tres salieron de la red. Encarnación Torregrosa, secretaria de Acción Sindical de la sección sindical de Comisiones Obreras (CC OO) declaraba en La Ser que esto ocurrió porque “no vieron un futuro laboral adecuado”.
“Es el ayuntamiento la que emplea unas plazas u otras en función de las prioridades políticas, y ahí es donde creemos que habría que hacer un esfuerzo para dimensionar adecuadamente la plantilla”
Sin embargo, la situación se remonta a antes de 2019, cuando se empezó a denunciar la falta de personal para cubrir las bajas o las vacaciones de los trabajadores de este sector. Como consecuencia, actualmente no hay técnicas de biblioteca y una bibliotecaria ha tenido que encargarse de esta función.
Desde la Asociación de Vecinos Mercado Central afirman que hay intenciones por parte del ayuntamiento de cambiar la situación, pero siempre les dicen que van a estudiarlo. “La última reunión al respecto la tuvimos en febrero, me dijeron que me iban a contestar en dos semanas y no recibí nunca una respuesta”. Por su parte, este periódico ha intentado ponerse en contacto con el ayuntamiento y con el concejal de cultura, Antonio Manresa, sin éxito. Este, a finales de 2021 en La Ser afirmó que “se tenían que convocar plazas, algo mucho que ver con recursos humanos y la RPT (Relación de Puestos de Trabajo)”. Confirmó, además, que “es un problema atávico, viene de lejos, pero estamos trabajando ya desde concejalía de cultura para solucionarlo”. Remarcó que era un cambio que “no va a ser para mañana”.
Torregrosa no niega esto, y entiende que en los presupuestos generales del Estado se establece un límite a la tasa de reposición anual de efectivos. Sin embargo, como señala, “es el ayuntamiento la que emplea unas plazas u otras en función de las prioridades políticas, y ahí es donde creemos que habría que hacer un esfuerzo para dimensionar adecuadamente la plantilla”. “Es más complicado de lo que parece”, explicó Manresa al Diario Información a mitad del año pasado.
Una de las que permanecen temporalmente cerradas es la del barrio Mercado, sin ningún servicio bibliotecario a menos de 20 minutos caminando. “Hay cinco espacios diferentes, pero ninguno disponible para los vecinos”, explica Jesús Martín, representante de la asociación vecinal. Antes de la pandemia, el barrio contaba con un servicio de préstamo de libros “bastante pobre”, según Martín, situado en el mercado central, solo abierto dos días a la semana por la mañana. Sin servicios de préstamo de libros ni lugar donde realizar actividades culturales en el barrio, “una biblioteca ya es ciencia ficción”, declara.
El caso de Juan XXIII
Uno de los barrios más grandes y humildes de la ciudad, con más de 10.000 habitantes, y con una de las rentas per cápita más bajas de España, no tiene biblioteca desde la pandemia. El barrio Juan XXIII, distrito de la zona norte de la ciudad, carece de servicios para que los ciudadanos accedan a la cultura. Este centro daba recursos a casi seis centros educativos, cuyos menores se han visto sin lugar donde poder estudiar en un ambiente tranquilo. Teniendo en cuenta las dificultades de las familias de este barrio, no disponer de un espacio donde leer el periódico de manera gratuita, proporcionar acceso a internet y contribuir a eliminar la brecha digital dificulta la igualdad de oportunidades y la inclusión de las personas más vulnerables. Las entidades de la Zona Norte denuncian que el cierre haya sido en barrios con más necesidad de estos servicios.
Hay un presupuesto de un euro dentro de las partidas simbólicas, por lo que las bibliotecas de los barrios se tienen que nutrir de la beneficencia
Bibiana Sánchez, colaboradora en la Mesa Comunitaria Zona Norte y perteneciente a la plataforma Coordinadora Zona Norte, afirma que cerrar una biblioteca en Juan XXIII supone no darle el derecho a la cultura a la población. “En este barrio, que tiene muchas problemáticas, hay gente que en su casa no tiene las situaciones idóneas para estudiar, porque hay cortes de luz, no tienen una habitación adecuada, no tienen conexión a Internet u ordenador… les están quitando igualdad de oportunidades”, remarca.
El edil de Compromís del gobierno municipal, Rafael Mas Muñoz, afirma que “ahora mismo toda esa zona y sus equipamientos educativos no tienen ni un sitio donde poder estudiar o intercambiar o acceder a la cultura de forma gratuita”. Él apela a la dificultad de las familias para conciliar si quieren formarse. “Es muy complicado ser padre o madre, tener hijos, y apostar por reciclarte haciendo un curso formativo, de Labora, o un módulo, si tienen en casa niños y no tienes ningún espacio público abierto, y los pocos que tienen, cierran al mediodía y los fines de semana”, denuncia.
Como consecuencia de esta carencia, ha nacido una campaña de apoyo y visibilización a las bibliotecas públicas, organizada por la Mesa Comunitaria Virgen de los Remedios y con la colaboración de Coordinadora Carolines. La idea se le ocurrió a Sánchez y busca concienciar a la población de la importancia del servicio bibliotecario a través de vivencias. Para ello, incitan a la gente a que den su testimonio de lo que les ha supuesto tener una biblioteca cerca. “Creemos que si se les pone nombre y rostro a esas historias se darán cuenta de que es un problema para todos”, explica. Con esta acción quieren que se consiga dar voz a todas aquellas personas que pudieron cumplimentar sus estudios gracias a estos servicios.
“Las bibliotecas abiertas cerrarán solas por inanición”
En un barrio periférico de Alicante, un vecino se gasta más de 200 euros en libros nuevos para dárselos a la biblioteca y que disponga de novedades. Otros donan los que tienen en casa y no utilizan. Los actores quieren permanecer en el anonimato. Son ya más de cuatro años que el ayuntamiento no compra ningún libro y no hay una partida presupuestaria específica para ello. Lo que hay es un presupuesto de un euro dentro de las partidas simbólicas, por lo que las bibliotecas de los barrios se tienen que nutrir de la beneficencia. “Llevamos mucho tiempo exigiendo que se recupere esa partida y se vuelvan a suministrar novedades a las bibliotecas, porque si no, cerrarán solas por inanición”, declara Torregrosa desde CC OO.
La falta de personal también es un problema. Mayormente solo hay un bibliotecario por centro, por lo que si se enferma, coge una baja u ocurre cualquier imprevisto, tiene que cerrar y dejar sin servicio a todo el barrio, alterando así los planes de los usuarios. La plantilla está por debajo de las necesidades de la Red de Bibliotecas de la ciudad. No obstante, lo que no se puede hacer, como expone Torregrosa, “es perjudicar al personal, exigirle un esfuerzo superior de manera continuada”. Desde Compromís, Rafael Mas afirma que “aunque es cierto que hay una falta de personal, y que por eso no pueden abrir las bibliotecas, llevamos ya cuatro años con lo mismo. Hay un maltrato sistemático a las trabajadoras al recortar servicios y hacerlas a ellas responsables de que, si se ponen enfermas, se quede el barrio sin biblioteca”.
La biblioteca Virgen de los Remedios solo tiene en funcionamiento uno de los cuatro ordenadores de los que dispone, porque los demás no funcionan y llevan meses sin que nadie vaya a repararlos
Como consecuencia, con un bibliotecario por turno los centros no pueden estar abiertos a mediodía ni los fines de semana, algo que acrecienta la deficiencia del servicio. Impensable es ofrecer un servicio 24 horas, necesario para los estudiantes, y que está presente en ciudades con menos población, como Elche o San Vicente. Este servicio es el que reclaman también partidos como Compromís. “Mucha gente tiene que cogerse taxis o autobuses para ir a la universidad de Alicante y acudir a la biblioteca 24 horas. Y en época de exámenes, piden la tarjeta universitaria y mucha gente que estudia módulos, ciclos formativos y que no tiene la posibilidad de estudiar en sus casas, se queda sin opciones”, denuncia Rafael Mas.
Sin embargo, la problemática no termina ahí. Cualquier incidencia que los bibliotecarios comuniquen al ayuntamiento, significa que acuden los técnicos, se pone un parte, se estudia, pero ya no ocurre nada más. Sin una solución a corto plazo, los trabajadores se ven obligados a buscar ellos remedios. Si hay goteras, ponen cubos, con el peligro de que los libros se estropeen por la humedad; si un ascensor tiene fallos, recomiendan no usarlo. No es que no se notifique al ayuntamiento; es que el ayuntamiento no pone soluciones por mucho que se comunique. Tal es la situación, que la biblioteca Virgen de los Remedios solo tiene en funcionamiento uno de los cuatro ordenadores de los que dispone, porque los demás no funcionan y llevan meses sin que nadie vaya a repararlos.
Respecto a las actividades que se realizan, la mayoría son financiadas por la Generalitat, “el ayuntamiento no pone dinero público de la administración local”, denuncia Mas. Los cuentacuentos y las actividades para los niños son más escasas de lo que les gustaría. “Las bibliotecas tienen que ser espacios de confluencia, de intercambio de cultura y un centro vivo para el barrio, pero las de Alicante organizan actividades muy escasas y empobrecidas”, expone el edil de Compromís.
Biblioteca Pla-Carolinas
En Las Carolinas, un bajo hace de biblioteca para todo un barrio. Casi 19.000 habitantes solo tienen un lugar donde poder refugiarse en la lectura, poder estudiar, tener internet y ordenadores y acceder a libros de manera gratuita. Sento Oncina, perteneciente a la asociación vecinal Carolinas Bajas y enlace de esta con Coordinadora de Carolinas, afirma que es “un bajo infradotado para toda la población, situado bastante lejos de los dos barrios, porque está en el límite septentrional de Carolinas Altas”. No es una novedad que los usuarios se quejen del ruido que hacen las tuberías, ya que se encuentra en la planta baja de un edificio de pisos.
Este local fue adquirido por el ayuntamiento al no disponer de ningún lugar público en la zona. Sin embargo, los pocos metros cuadrados dificultan que se realicen actividades para mucha gente. “Los vecinos sienten abandono. Es un barrio viejo, se empezaron a construir casas sin ningún ordenamiento… y no hay espacios públicos”, explica Oncina. A excepción de la biblioteca, la zona no cuenta con ningún lugar municipal donde poder realizar actividades culturales ni de ningún tipo. “Ni se han edificado ni se han adquirido más tarde para ponerlos a disposición de los vecinos, y para una biblioteca ni se plantea”, denuncia Sento. La asociación no tiene locales gratuitos para los residentes, y la asociación paga el alquiler de la petanca del barrio.
Ahora, en Cigarreras no va a haber biblioteca, ni hay espacio ni hay presupuesto
Para ellos, la biblioteca “no es solo un espacio de lectura y estudio, sino también, un refugio para la gente; para leer el periódico gratis, para estar en un espacio con aire acondicionado en verano, donde pueda ir la gente sin trabajo o sin casa y que se sientan seguros, donde haya aseos, oferta cultural… que sea un lugar de encuentro. Ahora mismo, solo puedes reunirte consumiendo en bares y en los dos parques que hay”, expone Sento.
La falta de material nuevo ha llevado a la asociación vecinal a autogestionar una biblioteca en su sede que funciona como depósito de libros. y ha organizado ocho puntos de intercambio con donaciones. “La idea es que cojan unos y dejen otros, aunque como nos ha donado mucho, la gente se puede llevar sin traer otros. Luego en San Jordi organizamos una feria de intercambio autogestionado en los jardines comunitarios del barrio. Dejamos mesas con libros y la gente durante todo el día puede pasar y coger los libros que quiera”. Con todas estas acciones, lo que buscan es reivindicar la necesidad de una biblioteca y no dejar a la gente sin acceso a la cultura.
Propuestas en el aire
Tanto las asociaciones como los partidos políticos del gobierno municipal han propuesto alternativas o posibles soluciones para paliar estas deficiencias. Las entidades vecinales, junto con Salvem el Nostre Patrimoni, se pusieron en marcha para proponer convertir el espacio de Las Cigarreras en una gran biblioteca que dotara de servicios a Carolinas y Mercado. No obstante, y a pesar de que el ayuntamiento envió la propuesta a estudiar por los arquitectos, se desestimó porque las condiciones espaciales no eran acordes a la superficie mínima que debía cumplir una biblioteca.
Asimismo, también se llevó al ayuntamiento la alternativa de “La Casa del Médico”, un espacio dentro de las Cigarreras, pero finalmente se va a demoler. “Nuestra pelea, nuestro proyecto, era hacer una biblioteca en la Casa del Médico para que no la demolieran, pero no se ha conseguido, lo van a demoler igual. Ahora, en Cigarreras no va a haber biblioteca, ni hay espacio ni hay presupuestos. No ha habido un entendimiento entre los ciudadanos y el ayuntamiento para hacer un espacio en este recinto”, explica Jesús Martín, de la AVV Mercado. Desde los barrios sienten que no se toman en cuenta sus peticiones: “Hemos presentado propuestas, tenido reuniones, pero lo único que hemos conseguido es perder el tiempo, ya que ningún área del ayuntamiento está dispuesta a asumir ni una sola propuesta, ya sea de tipo cultural, social o de servicio a los ciudadanos”, expone Martín.
Por otro lado, Compromís se ha hecho eco de la problemática y proponen una biblioteca por barrio, abrir salas de estudio, habilitar un bibliobús para recorrer las pedanías y poner puntos de conexión a internet abiertos por toda la ciudad, algo que Elche ha impulsado con 200 puntos wifi gratuitos. Junto con esto, quieren proyectar una biblioteca 24 horas en la ciudad. “Las salas de estudio podrían ser autogestionadas por los vecinos, un modelo que tienen en otras ciudades, aunque yo creo que un ayuntamiento que tiene 100 millones de euros de superávit puede tener dinero suficiente como para poner conserjes o contratar personal para los centros comunitarios en cada barrio y habilitar así salas de estudio o salas de biblioteca”, expone el edil.
Hacer todos estos cambios no es tarea fácil y requiere de una inversión importante. Torregrosa lo subraya. “El problema es que ni siquiera hay un plan que pueda conducir a eso. Entendemos que no se pueda hacer de un día para otro, ni siquiera un ejercicio presupuestario, pero sin diseñar ni un plan para conseguir cosas año tras año para poder decir que se ha conseguido el objetivo… Ese plan no existe y lo que lamentamos es que la cultura no parece ser una prioridad para el ayuntamiento”, denuncia Torregrosa.
Todos concuerdan en que la Red de Bibliotecas de Alicante está muy empobrecida. “Horarios muy ridículos, cierran al medio día, cuando falta una trabajadora, tienen que cerrar in extremis poniendo un cartel en la puerta, la no compra de libros, la precariedad de las trabajadoras… todo eso es una evidencia de que quieren hundir y asfixiar la red de bibliotecas de la ciudad”, afirma el edil. “Llevamos tres años con este tema, seis iniciativas del pleno denunciando, preguntando, haciendo declaraciones institucionales. El último recurso que nos queda es acudir al Sindic por la vulneración de uno de los derechos fundamentales: el acceso a la cultura. No descartamos ninguna medida legal o reclamación administrativa y acudir al Sindic como no se garantice ya a los ciudadanos de Alicante un acceso a este derecho universal que claramente se está vulnerando”, expone Mas.
La situación actual ha llevado a que si un ciudadano quiere leer un libro, lo tiene que comprar, como denuncian las asociaciones vecinales, “pagar 15-20 euros porque no hay colecciones ni ediciones nuevas en la ciudad”, remarca el edil. Y aunque muchos se lo pueden permitir, otros se ven privados de acceder a la cultura. “Lo que pedimos es que haya espacio para la ciudadanía”, demanda Jesús Martí; “tener espacios para leer, para estudiar o para acceder a la cultura: lo normal”, declara Rafael Mas. Para los vecinos, según Bibiana Sánchez, esta situación que se lleva dando desde hace más de cuatro años les conduce a una sola conclusión: “Nos niegan el derecho a la cultura”.