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Feminismos
8M de 2022: Día Internacional de la Mujer Trabajadora. No a la guerra
Este 8 de marzo de 2022, lo primero que como mujer quiero/queremos denunciar y exigir es el cese inmediato de la guerra en Ucrania (también del resto de conflictos armados que perduran en el mundo) y la instauración inmediata de la Paz para lo que es preciso la desmilitarización de toda la sociedad.
Cuando estamos saliendo de la sexta ola de la pandemia por covid-19 e intentamos aprender a convivir con la amenaza de nuevos contagios, una nueva guerra ha comenzado, en esta ocasión, lo suficientemente cerca de Europa como para que el trauma y el fracaso político y social que supone una guerra esté haciendo mella de manera directa en nuestra conciencia y el día a día.
La guerra es una realidad, no pertenece al pasado ni es algo que siempre le pasa a las y los otros lejos de nuestros espacios de confort. Estamos inmersas en una nueva guerra con tintes muy preocupantes ya que las armas que se comienzan a poner sobre la mesa son armas nucleares con una capacidad de destrucción inimaginable.
Las mujeres conocemos en primera persona, como víctimas, el sufrimiento de las guerras porque, históricamente, los ejércitos enemigos victoriosos nos han convertido en su botín más codiciado, en meros objetos que pasan a ser de su propiedad ejerciendo con toda crudeza su machismo y patriarcado más abyecto.
Las guerras no traen nada más que destrucción, embrutecimiento, barbarie, empobrecimiento, ruina y muerte; acontecimientos que repercuten en todas las personas y especialmente en las más dependientes y desfavorecidas — nuestros hijos e hijas, las personas mayores —.
Por otra parte, la violencia machista no cesa (la punta del iceberg de esa violencia queda recogida en unos datos vergonzantes —1.373 mujeres han sido asesinadas —) y vuelven, día a día, a matarnos impunemente porque simplemente somos mujeres, no somos personas libres, somos objetos que el hombre nos considera de su propiedad con lo que ello supone de injusticia, abuso, desprecio, miedo, oído, angustia en el día a día.
Además de salir a calle por la Paz y contra la Guerra, para condenar nuevamente los asesinatos de mujeres, este 8M, las mujeres volvemos a ocupar la calle, ciertamente en movilizaciones separadas fruto de la diversidad, pluralidad y riqueza de los feminismos actuales, como pleno ejercicio de la libertad de expresión, pensamiento y manifestación pero siempre desde una posición reivindicativa positiva y propositiva. Mi posición concreta como anarcosindicalista es la implicación en un movimiento inclusivo que profundice en la unidad de acción desde la libertad.
La lucha que día a día mantenemos las mujeres y que recordamos de forma simbólica cada 8 de Marzo: Día Internacional de la Mujer Trabajadora, no va a terminar hasta que revirtamos los pilares que sustentan esta sociedad patriarcal y capitalista.
La lucha que día a día mantenemos las mujeres y que recordamos de forma simbólica cada 8 de Marzo: Día Internacional de la Mujer Trabajadora, no va a terminar hasta que revirtamos los pilares que sustentan esta sociedad patriarcal y capitalista
Las mujeres formamos parte de la clase trabajadora, hacemos nuestra su lucha y participamos en defensa de las reivindicaciones históricas por las libertades y los derechos laborales, económicos y sociales de las y los trabajadores: las luchas por la derogación de las reformas laborales y las leyes represivas, por la defensa del sistema público de pensiones, de la sanidad y educación públicas, de los servicios públicos y sociales, el ecologismo social…
Las mujeres también tenemos una lucha transversal añadida que atraviesa toda nuestra existencia, la lucha por nuestra emancipación, contra la discriminación por motivos de género, contra la segregación integral por ser mujeres. Es el machismo casposo de los hombres quien les autoriza a matarnos, explotarnos, excluirnos, menospreciarnos, invisibilizarnos.
Las mujeres no nos resignamos porque soportamos la doble explotación de la jornada laboral, asumimos el desempeño del trabajo doméstico, el trabajo de cuidados, experimentamos discriminación en el desarrollo y expectativas profesionales… El patriarcado nos asigna en esta sociedad capitalista un papel secundario, de sumisión y pasividad, de reclusión en trabajos poco valorados. Socialmente el hombre nos considera mercancía, objetos a los que explotar laboral y sexualmente para finalmente llegar a sentirse propietario nuestro y disponer incluso de nuestra vida (las miles de mujeres maltratadas, violadas, vejadas, asesinadas… así lo certifican).
Existen 4,41 millones de mujeres pensionistas frente a 4,58 millones de hombres; la brecha salarial por motivos de género supera el 20% mientras que la brecha en pensiones se dispara al 37%; la inmensa mayoría de las pensiones no contributivas y mínimas las percibimos mujeres; los índices de paro y precariedad laboral son superiores entre nosotras; la doble jornada laboral nos la ha asignado el sistema patriarcal/capitalista casi en exclusividad, siendo el reparto del trabajo de cuidados y doméstico absolutamente desproporcionado en beneficio de los hombres, lo que queda asociado a una desvalorización de dicho trabajo, sin remuneración, sin contrato, sin reconocimiento y, por tanto, propio de las mujeres, según el paradigma socio/económico que maneja el hombre.
Las mujeres consideramos que la lucha es el único camino para cambiar la realidad. Es muy preocupante el dato sobre el negacionismo de la juventud hecho público en estos días por el “Barómetro Juventud y Género 2021”. Este informe señala que uno de cada cinco jóvenes varones de entre 15 y 29 años niega la existencia de la violencia machista argumentando que es “un invento ideológico feminista”, siendo esta una percepción que ha aumentado del 11% al 20% respecto a 2019. ¿Qué nos está pasando como sociedad? ¿Qué sistema educativo y de valores la regulan?
Los datos, sin duda, son importantes porque reflejan parte de la realidad pero solo tienen sentido si nos predisponen a la acción, a la movilización, para cambiar esa realidad fría que reflejan, porque mucho más importante que las abrumadoras estadísticas son las personas con nombres y apellidos que subyacen a dichos datos.
No cabe duda y resulta innegable el gran impacto social y mediático de unos datos contundentes como sucede con los datos referidos a la discriminación e injusticia sistemática que sufrimos las mujeres en este sistema. Pero las mujeres no nos movemos por datos sino por argumentos y convicciones de justicia social, ya que, mientras siga existiendo una mujer discriminada, asediada, minusvalorada, acosada, violada o asesinada, vamos a seguir luchando, sin resignarnos.
La emancipación de las mujeres nos espera al final de este camino de lucha que venimos recorriendo desde hace años hasta conseguir una sociedad de plena igualdad, ajena al patriarcado y el capitalismo en la que todos los seres humanos podamos vivir en armonía y solidaridad hasta configurar un nuevo sistema político-ideológico ajeno a toda connotación de autoritarismo, neofascismo y militarismo
En complicidad, las mujeres, de forma unitaria, todos los movimientos feministas, anarcofeministas, libertarios, no vamos a abandonar el camino de lucha que llevamos años recorriendo en pro de la emancipación integral total, a favor de una nueva sociedad de personas libres e iguales que vivan en paz.