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Antiespecismo
Juan Ignacio Codina: “El antitaurinismo no es una simple moda”
El periodista y doctor en Historia Contemporánea Juan Ignacio Codina explica en Pan y Toros que los argumentos contra la tauromaquia y a favor de los animales ya eran esgrimidos hace siglos por destacadas personalidades de la filosofía, ciencia, letras, religión y política.
Desde Quevedo a Ramón y Cajal; desde Emilia Pardo Bazán a Antonio Machado, pasando por Jovellanos, Unamuno, Larra, Carolina Coronado, Pío Baroja, Juan Ramón Jiménez, Azorín y muchos otros. Muchas son las personalidades que, a través de los siglos, han dado voz a los argumentos antitaurinos.
Juan Ignacio Codina, periodista e historiador, ha estado presentando por la península en estos días su libro Pan y Toros. Breve historia del pensamiento antitaurino español (Plaza y Valdés, 2018) elaborado a partir de su tesis doctoral, que defendió ya hace algunos años en la Universitat de les Illes Balears. Para su elaboración, dedicó más de tres años a sistematizar el estudio del antitaurinismo y explica que, “cansado de leer en algunos medios de comunicación que el antitaurinismo era una simple moda, decidí investigar al respecto”, encontrando que “el antitaurinismo es tan antiguo como la propia tauromaquia”, y que “el pensamiento antitaurino no solo no es una moda, sino que forma parte de una antigua y arraigada tradición histórica en nuestro país que ha ido consolidándose y evolucionando con el paso del tiempo”.
Desde que se celebró en España el primer espectáculo taurino, ya hubo gente que se opuso a élCodina argumenta a lo largo de su libro que, “si los espectáculos taurinos son reivindicados por ser, supuestamente, parte de la historia de este país, el antitaurinismo forma, del mismo modo, parte de nuestra historia y de nuestra identidad cultural”. Explica que la primera muestra de antitaurinismo en España se remonta al siglo XIII, momento en el que Alfonso X califica a los toreros de infames, a pesar de lo cual “los taurinos han pretendido, a base de insistencia, desprestigiar el antitaurinismo relegándolo a un fenómeno casual, a una moda moderna y urbanita, pero nada más lejos de la realidad”.
Los cuatro grandes argumentos antitaurinos han sido esgrimidos desde siempre“A pesar de que puedan parecer razonamientos modernos y actuales, si reducimos a cuatro los argumentos antitaurinos básicos presentes a lo largo de la historia —declara Codina—, vemos que estos llevan siendo esgrimidos muchos siglos ya”. Estos cuatro grandes argumentos serían, según el historiador, la problemática del maltrato animal, el efecto nocivo que la violencia taurina genera en la sociedad, la mala imagen que se proyecta de nuestro país al resto del mundo y el uso del dinero público para posibilitar estos espectáculos.
La primera de estas grandes reflexiones que destaca el autor, la denuncia de la crueldad hacia los toros, y la puesta de manifiesto de la “nobleza del toro, un animal herbívoro naturalmente pacífico”, ha sido algo “que se ha evidenciado desde muy antiguo, en contra de lo que se podría pensar”. Así, para sorpresa del mismo Codina cuando comenzó con su investigación, “ya en 1513 el destacado humanista del Renacimiento español Gabriel Alonso de Herrera se preguntaba ‘qué placer puede haber en matar a cuchilladas a una res, de quien ningún mal se espera’”. Este argumento lo han intentado contradecir los taurinos empleando su ya ajado mito de que “el toro no sufre”. Codina responde a ello afirmando que “tauromaquia y ciencia nunca se han llevado muy bien, y negar el sufrimiento del toro es como negar el cambio climático; hace años que la ciencia evidenció que el toro siente y padece los daños que le son causados durante las corridas”.
El segundo gran argumento antitaurino es el efecto nocivo que la violencia tauromáquica provoca en la sociedad. Codina explica que “numerosos autores y autoras, ya desde muy antiguo, han denunciado esta cuestión, argumentando que la exposición y habituación de una persona al estímulo violento de la corrida de toros deshumaniza, insensibiliza y embrutece”, e incide en que “lo que se aprende en las plazas es lo contrario a valores como empatía, compasión, caridad y civismo”, y que “acaba afectando, no solo al individuo, sino a la sociedad en su conjunto”.
El tercer razonamiento histórico contra la tauromaquia reside en “la mala imagen que de nuestro país se transmite al resto del mundo” que hace que relacionen España con “fenómenos ominosos como la tauromaquia y la inquisición”, dándonos, “ante el mundo —en palabras de Emilia Pardo Bazán— una imagen de primitivismo incivilizado”.
El cuarto argumento es el despilfarro de dinero público para celebrar o fomentar las corridas. Y es que, según Codina, “el dinero público ya en el siglo XVI se derrochaba para celebrar corridas de toros”. Ya en aquel entonces había autores como Juan Rufo que recomendaban “no gastar dinero en organizar corridas de toros, atroz espectáculo que en su opinión no aportaba nada, celebrando mejor en su lugar otros juegos y fiestas de mayor provecho para la juventud”.
Codina destaca en su libro la cuestión del pan y toros como “forma de control social a base de sangre”, haciendo un paralelismo entre el pan y circo romano. Explica que los gobernantes españoles, “tradicionalmente siempre han querido a un pueblo inculto” y que “la tauromaquia ha sido usada en nuestro país como una forma de control del pueblo, ya que es una distracción que tradicionalmente ha impedido la fiscalización de la actividad del gobierno”. “Una sociedad insensibilizada y embrutecida por las corridas será menos exigente frente a los poderes públicos que una sociedad culta, instruida y sensible”, añade. Según cuenta Codina, “el mismo Ortega y Gasset, del que no hay sospechas de antitaurinismo, decía que la tauromaquia era una droga estupefaciente, que en la sangre tiene un poder orgiástico sin par que frenetiza al animal y al hombre”.
Uno de los autores que ya criticó este pan y toros en el pasado, según Codina, fue León de Arroyal, jurista y escritor nacido en Gandía en 1755 y autor de Pan y toros (1793), conocido irónicamente como Oración apologética en defensa del estado floreciente de España. En esta obra, Arroyal criticaba este tipo de políticas, “señalando a la tauromaquia como símbolo de una España decadente que ha dado la espalda a la ciencia y al conocimiento y que se ha atrincherado en la barbarie taurina, dejando de lado cualquier intento modernizador”. Para Codina, “la tesis que sostiene Arroyal es que las corridas de toros son utilizadas por los gobernantes como un elemento de control social y político sobre el pueblo español”. Y también comenta que “su mensaje debió hacer daño desde el primer momento, porque Oración fue tenazmente perseguida por las autoridades civiles y religiosas, teniendo que circular de manera clandestina”.
En palabras de Codina, las políticas de pan y toros “han sido ampliamente reconocidas como una de las prácticas más habituales de la política española”, y esto tiene su máximo exponente en el momento de regreso a España de Fernando VII, “que lo primero que hace al volver es fomentar la tauromaquia creando una escuela taurina en Sevilla, y cerrando al mismo tiempo las universidades y restaurando la Inquisición”. Explica Codina que “tal vez sea esta la ecuación que mejor representa el pan y toros: se cierran universidades a la vez que se abre una escuela de tauromaquia”, resume el autor, apostillando seguidamente que, precisamente, “ahora mismo, hoy en día hay más escuelas de tauromaquia para niños y niñas que nunca, la mayoría de ellas subvencionadas con dinero público: ahora que la tauromaquia está en horas bajas tienen una estrategia a futuro; buscan poner una semilla para que brote de aquí a veinte años”.
La presencia de la mujer en el pensamiento antitaurino merece un capítulo aparteEl autor homenajea en su libro los aportes al antitaurinismo “que han llevado a cabo las mujeres en todas las épocas, quienes a pesar de la desigualdad de oportunidades y de las dificultades a las que han debido hacer frente debido al patriarcado, no han dudado en exponer públicamente su antitaurinismo”.
Así, en el epígrafe que dedica a las mujeres en el pensamiento antitaurino, destaca a personalidades del pasado, como Cecilia Böhl de Faber —que tuvo que firmar sus obras bajo el seudónimo masculino Fernán Caballero— y a voces como las de Carolina Coronado, la periodista y escritora asturiana María Luisa Castellanos o la gallega Emilia Pardo Bazán, que cuando era joven “era algo taurina, pero, a medida que fue haciéndose mayor, se hizo decididamente antitaurina”, explica Codina. “Es lo que tiene crecer, que uno conoce mundo, madura, estudia, lee y se hace antitaurino”, apostilla.
Codina también destaca a mujeres antitaurinas de nuestros días como Alicia Puleo, Rosa Montero, Silvia Barquero, Ruth Toledano, Ana Pardo de Vera, Marta Tafalla, Catia Faria, Olga Campos o Espido Freire.
La justicia está de nuestro lado, hagamos que sea posibleEl autor termina su presentación animando a las espectadoras —la mayoría de las presentes en su charla somos mujeres— a que tomemos el testigo “de los personajes destacados de nuestra historia que nos han precedido trabajando contra la tauromaquia para acabar de una vez por todas con esta miseria”. Finaliza insistiendo, tras explicar que llevamos más de cien años de manifestaciones antitaurinas, en que “hay que reclamar cambios a los entes públicos”. “Lo fundamental, para encontrar el fin y que este sea un final duradero, es que sea la propia sociedad la que demande a los representantes públicos una y otra vez el fin de la tauromaquia”, concluye.
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Los mitos de la tauromaquia, desmontados
Quienes defienden la celebración de corridas de toros suelen emplear argumentos que, en ocasiones, pueden sonar a ciencia ficción. Hemos consultado a varias personas expertas qué hay de veraz en estas premisas.
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