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Argentina
Postales de una rebelión estudiantil contra Milei
“Universidad de los trabajadores y, al que no le gusta, ¡se jode, se jode!”. El canto, coreado por miles de estudiantes, es contagioso. Desde hace diez días, resuena en facultades tomadas, reverbera en las calles, se escucha en hospitales en lucha, en las marchas de los jubilados. Llega incluso a lugares impensados, como a la gala de entrega de los premios Martín Fierro al cine argentino, cuando actores y guionistas toman la palabra en apoyo a las universidades públicas.
Con el triunfo de Javier Milei, hace un año, Argentina se transformó en laboratorio mundial de la extrema derecha. Ahora es también un laboratorio de luchas y zona de resistencias. Con más de 70 facultades ocupadas en todo el país, asambleas y movilizaciones, la rebelión estudiantil contra Javier Milei sigue creciendo. El lunes 21 de octubre y el martes 22, hubo paro nacional docente y se realizaron más de cien clases públicas en la Plaza de Mayo. En los próximos días, están convocadas nuevas asambleas, acciones y asambleas “interfacultades” para profundizar la lucha.
Con más de 70 facultades ocupadas en todo el país, asambleas y movilizaciones, la rebelión estudiantil contra Javier Milei sigue creciendo
Decían que la juventud se había vuelto de derecha. Pero la rebeldía y la radicalidad vienen por la izquierda. “¿A favor de la moción de tomar la facultad?”, grita una estudiante por megáfono. Las manos se levantan, la asamblea decide. Estallan los aplausos. Una postal que hace mucho tiempo no se veía, hoy se multiplica. La tomas y acciones estudiantiles no solo irrumpen en facultades humanísticas y sociales, sino también en las más tradicionales como Medicina, Derecho y Ciencias Exactas.
Incluso la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) sale a cortar la calle. Magalí Peralta, estudiante de esa facultad y militante de la agrupación En Clave Roja, cuenta que se vienen organizando “desde abajo en grupo de autoconvocados en defensa de la educación pública” donde participan docentes, estudiantes, no docentes y graduados. “En nuestra facultad el 70% de los docentes trabajan de forma gratuita y el 30% que recibe una renta perdió más de la mitad del poder adquisitivo”, explica Magalí.
El fenómeno no se limita a las grandes universidades de la ciudad de Buenos Aires, La Plata, Córdoba y Rosario, también se ocupan universidades del interior del país. En la Universidad de La Matanza, localidad obrera y popular de la zona oeste del conurbano bonaerense, cerca de mil estudiantes votan en asamblea una ocupación con clases públicas.
Milei despertó un gigante
Javier Milei vetó una ley aprobada por el Congreso y el Senado destinada a aumentar el financiamiento universitario. El aumento no era mucho, pero permitía actualizar los degradados salarios docentes, que han perdido un 63% de su valor desde la asunción del Gobierno ultraneoliberal. Muchos docentes, con una dedicación de 40 horas semanales, se encuentran bajo la línea de pobreza.
La única forma de evitar el veto era que el Congreso volviera a ratificar la ley, con el voto positivo de dos tercios de la cámara. Sin embargo, gracias al apoyo de los diputados de la derecha macrista y la colaboración de algunos diputados peronistas y radicales de la “oposición”, Milei logró imponer el veto. Eso no fue todo. En un acto de provocación mayor, Milei salió por TV diciendo que “la universidad pública nacional no le sirve a nadie más que a los hijos de la clase alta y a los hijos de la clase media alta, en un país donde la gran mayoría de los niños son pobres”. Cinismo para tratar de encubrir un plan de destrucción de las universidades públicas. Sus palabras inflamaron el ambiente. Y la llama prendió.
“¿A favor de la moción de tomar la facultad?”, grita una estudiante por megáfono. Las manos se levantan, la asamblea decide. Estallan los aplausos. Una postal que hace mucho tiempo no se veía, hoy se multiplica
La respuesta no se hizo esperar: con el hashtag #EducacionParaRicos y el lema “No sabía que soy millonario” los estudiantes salieron a responder en redes sociales, mientras se convocaban nuevas asambleas:
“Soy Fernando, Lic. en trabajo social, recibido en la #UNLaM Primera generación universitaria de mi familia. Mi vieja ama de casa y costurera y mi viejo portero. No sabía que era millonario. ¡Viva la lucha del movimiento estudiantil!”
“Soy Yohia, hija de una trabajadora de comercio y un empleado de mantenimiento. Soy la primera universitaria en mi familia, psicóloga y docente universitaria. No sabía que era millonaria.”
Los datos desmienten los bulos que usa Milei para atacar la educación pública. En Argentina, según una publicación del Ministerio de Educación, el 70% de los ingresantes a la universidad pública son primera generación de estudiantes universitarios. Y de acuerdo con la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), el 40% provienen de los sectores de menores ingresos. Aun así, es un hecho que gran parte de los estudiantes que provienen de sectores más empobrecidos no logran terminar los estudios. Porque, si bien las universidades argentinas mantienen la gratuidad de la enseñanza de grado, es muy difícil estudiar cuando aumentan las tarifas del transporte, se encarecen los alimentos y hay que trabajar y estudiar al mismo tiempo.
Milei salió por TV diciendo que “la universidad pública no le sirve a nadie más que a los hijos de la clase alta y a los hijos de la clase media alta”, cuando el 70% de los ingresantes son la primera generación de estudiantes universitarios
“La universidad no es una isla, a nosotros también nos afecta el aumento del transporte, el aumento de los alquileres, de los servicios. Todos tenemos alguna abuela que no puede llegar a fin de mes. Por eso queremos seguir con las clases públicas”, comenta Luca Bonfante, estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, militante de la juventud del PTS. Luca explica que “en las clases públicas y asambleas se está discutiendo mucho cómo preparar una nueva marcha federal educativa que sea masiva”.
“Es fundamental que esa marcha nacional esté acompañada de un paro general. Nosotros pensamos que la CGT tiene que tomar cartas en el asunto, no solo por las universidades, sino por los jubilados, por los trabajadores de la salud”, asegura.
Una tradición de asambleas y unidad obrero-estudiantil
El movimiento estudiantil en Argentina cuenta con una rica tradición de luchas combativas. En 1918, la lucha por la Reforma Universitaria irrumpe en Córdoba, quebrando el reinado de las camarillas oligárquicas y la Iglesia en las universidades. “Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana”, afirmaba su Manifiesto Liminar. Los ecos de la Revolución rusa llegaban hasta el Conosur.
Otro hito del movimiento estudiantil tiene lugar con los “azos” desde 1969 en adelante: el Cordobazo, el Rosariazo, el Tucumanazo. Los estudiantes toman universidades y se movilizan por miles. Enfrentan la represión y se radicalizan, confluyendo con los sindicatos más combativos. En Córdoba, ocupan el barrio universitario y forman barricadas junto a la clase trabajadora contra la dictadura de Onganía. En 1971, masivas asambleas aprueban el control estudiantil de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, para que el cuerpo de delegados reorganice junto a los docentes los contenidos de las asignaturas. Incluso en los años 90, en la dura década neoliberal menemista, los estudiantes salieron a luchar, ocupando universidades y coordinándose en “asambleas interfacultades”. En aquel entonces, muchos de quienes estudiábamos en la universidad pública comenzamos a organizarnos y militar en la izquierda. Hoy, una nueva generación -que presencia la decadencia de aquel orden neoliberal- se suma masivamente a esta rebelión estudiantil.
En esta primavera de resistencias, están encontrando espacios para confluir con las trabajadoras y trabajadores de los hospitales, que se movilizan en defensa de la sanidad pública
Lo más importante es que no están solos. En esta primavera de resistencias, están encontrando espacios para confluir con las trabajadoras y trabajadores de los hospitales, que se movilizan en defensa de la sanidad pública. Con los trabajadores de Aerolíneas Argentinas, que enfrentan la privatización. Con los empleados del metro de Buenos Aires, que abrieron los molinetes para que los estudiantes pudieran ir a la manifestación sin tener que pagar el billete.
“Venimos discutiendo de cara al presupuesto 2025 que la pelea por el presupuesto de la salud y la educación son dos peleas que van de la mano. Incluso venimos del triunfo del Hospital Bonaparte, un hospital nacional que el gobierno quiso cerrar y que los trabajadores con asambleas y organizándose desde abajo defendieron y lograron que todos sean reincorporados. Es un ejemplo enorme que tenemos que seguir. Y también la unidad con jubilados que trabajaron toda la vida y no se pueden comprar ni los medicamentos”, explica Magalí Peralta. “Tenemos que unirnos para dar todas esas peleas de conjunto y también darle fuertes mensajes al gobierno que logró pasar un veto, pero también logró despertar un movimiento estudiantil que va a enfrentarse a todo su plan de ajuste”. Luca Bonfante apunta en el mismo sentido: “Este movimiento va más allá del reclamo salarial; se trata de discutir qué modelo de país queremos y al servicio de qué ponemos nuestro conocimiento”.
El movimiento estudiantil y sectores de trabajadores en Argentina están mostrando que es posible un camino de lucha y autoorganización para enfrentar a la extrema derecha y los planes del FMI, muy diferente a la parálisis a la que nos condena el “mal menor”, que solo lleva a un mal peor. Muchas veces en la historia, la irrupción en escena del movimiento estudiantil ha sido el prefacio de cambios profundos y nuevos ciclos de lucha de clases. Los estudiantes de Argentina hoy son ejemplo. Su lucha se suma a quienes en varios países ocuparon campus universitarios en apoyo al pueblo palestino. A los que rechazan el racismo de las extremas derechas. A los miles de jóvenes que luchan por el derecho a la vivienda y contra la precariedad. ¿Será esta rebelión estudiantil el anuncio de algo nuevo?