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Arte político
Soledad Urzúa: “Utilizar un desecho agrícola para crear obras de arte permite transmitir un mensaje de amor”
En el corazón de Madrid, la galería Rosenblut & Friedmann alberga Metáfora Vegetal, una exposición de la artista chilena Soledad Urzúa. Sus obras, creadas armónicamente con colores de óleo y materiales desechados como hojas de maíz, despiertan los sentidos y sumergen al espectador en una reflexión social profunda. Cada pieza simboliza la resiliencia de la naturaleza y la fuerza invisible de las mujeres marginadas, ofreciendo una crítica al capitalismo desechable y una oda a la fecundidad y protección del ecofeminismo.
Urzúa ha dedicado su vida a visibilizar las luchas de las mujeres encarceladas en San Joaquín, Chile. Transformando lo que otros consideran basura en arte significativo, sus hojas de maíz encuentran un nuevo propósito: convertirse en símbolos de resistencia y protección, reflejando historias invisibles de mujeres desechadas por la sociedad.
Metáfora Vegetal se extiende desde el 20 de junio hasta el 27 de julio de 2027, fusionando estética y política para convertir el arte en una herramienta de cambio. Gracias a sus historias contadas a través de sus obras, la artista nos invita a encontrar belleza en lo desechado y a reconocer la invaluable contribución de las mujeres que han dado vida a esta muestra única colaborando con ella.
¿Cómo te defines como artista y cómo describes tu conexión con la naturaleza? ¿Cómo se refleja esta relación en tus obras?
Me considero una gran admiradora del medio ambiente y la naturaleza. Admiro cómo se produce, se reproduce, se sana y su resiliencia. Creo que los seres humanos somos soberbios al no reconocer que estamos degradando el planeta. El planeta será capaz de regenerarse por sí mismo; somos nosotros quienes, con nuestras acciones, lo estamos poniendo en peligro. Este respeto hacia la naturaleza me ha llevado a crear obras de arte cada vez más sostenibles. En esa búsqueda, descubrí las hojas de maíz. Esto tiene mucho sentido para mí, ya que las hojas de maíz no solo son propias de América Latina, de donde provengo, sino que también son un subproducto de la cosecha agrícola. El maíz, aunque originario de México, se cultiva en todo el mundo, pero generalmente solo se aprovecha el grano, mientras que las hojas se desechan. Últimamente, se han realizado estudios que demuestran la resistencia de estas hojas y se están empezando a utilizar en construcciones sostenibles, pero en su mayoría se queman o se entierran. Vi una analogía profunda en la hoja de maíz con el hecho de ser madre. La hoja del maíz es impermeable para proteger el grano, al igual que las madres protegen a sus hijos. Sin embargo, así como las hojas se desechan, las madres a menudo son invisibilizadas. Me niego a aceptar esto y rescato estas hojas para crear poesía visual y tribal con ellas.
En Chile, muchas mujeres cometen delitos para alimentar a sus hijos. Una vez en la cárcel, el 75% de sus parejas las abandona
¿Cómo utilizas tu arte para resaltar casos específicos de injusticia social y derechos humanos, especialmente en relación con las mujeres?
Mi familia y yo vivimos la violencia directa en Chile, especialmente con la delincuencia. Sufrimos un asalto violento y, por eso decidimos mi marido y yo fundar una ONG (Victimas de la Delincuencia) hace 18 años para ayudar a las víctimas en Chile. Diseñamos un sistema de atención a las víctimas, proporcionando apoyo psicológico, social y legal. A menudo recibimos a víctimas que han perdido hijos por homicidio. Nos dimos cuenta de que el Estado de Chile no proporcionaba el apoyo necesario a las víctimas, mientras que el victimario recibía un abogado defensor. Llenamos este vacío con nuestra ONG, atendiendo a muchas víctimas y llevando a cabo campañas de concienciación. Finalmente, mi marido replicó este modelo a lo largo de todo Chile desde el Ministerio del Interior y decidió cerrar la fundación para dedicarse a la política.
Esta experiencia me hizo desarrollar una conciencia política y social importante. Este trabajo me permitió conectar la política con el arte, trabajando particularmente con mujeres invisibilizadas, incluyendo un grupo de mujeres en la cárcel. Ellas no saben que fui víctima, pero yo las miro con cariño y ternura, entendiendo que, aunque cometieron delitos, siguen siendo mujeres. Mi trabajo con ellas es doloroso, pero me invita a mirar la sociedad desde la ternura y el cuidado. En Chile, muchas mujeres cometen delitos para alimentar a sus hijos. Una vez en la cárcel, el 75% de sus parejas las abandona, y sus hijos quedan bajo el cuidado del Sename, que no funciona bien. Mi labor es intentar repararlas emocionalmente, enseñarles que pueden salir adelante y acompañarlas hasta que se reintegren en la sociedad.
Espero que mi exposición ayude a crear conciencia entre los jóvenes sobre la belleza del útero, la fertilidad y el feminismo, luchando por los derechos de las mujeres
¿Qué mensaje deseas transmitir sobre la naturaleza y el medio ambiente a través de estos materiales naturales?
Utilizar un desecho agrícola como las hojas de maíz, emplear pigmentos naturales y trabajar manualmente para crear obras de arte sostenibles me permite transmitir un mensaje de amor, creatividad y respeto hacia el medio ambiente. Quiero mostrar que es posible crear arte con nada, que se puede hacer con amor y voluntad.
¿Puedes hablarnos sobre las obras que componen Metáfora Vegetal y el impacto que esperas que tenga en el público y en las políticas relacionadas con la sostenibilidad y la equidad de género?
Las obras de Metáfora Vegetal están acompañadas por ecos ancestrales, representados en hojas de maíz pintadas al óleo, que simbolizan íconos, figuras e historias que me han acompañado a lo largo de mi vida. Estas piezas incluyen máscaras africanas, elementos de la naturaleza como volcanes, animales mitológicos, peces que hacen referencia a Jesús y su milagro de la multiplicación, nenúfares de Japón y papiros de Egipto. También he incorporado óvulos de fecundación, úteros y una madre con un niño en brazos. Estas obras narran mi historia personal, pero creo que trascienden mi experiencia individual, ya que son imágenes universales.
Espero que mi exposición ayude a crear conciencia entre los jóvenes sobre la belleza del útero, la fertilidad y el feminismo, luchando por los derechos de las mujeres y trayendo estos temas al presente. Tengo mucha fe en la nueva generación, que ya respeta las diferencias y el planeta. A través de mi trabajo colaborativo, espero mostrar que las fronteras no están para dividirnos, sino para unirnos.
¿Cuál es la historia detrás de las telas que utilizas en tus obras?
En Chile, la fábrica textil más grande, Algodonera Colon, me dona los restos de géneros que quedan en los conos, generalmente de uno o dos metros. No solo reciclo y uso estas telas, sino que también las he estado donando durante muchos años a distintos grupos, como mujeres que fabrican bolsas. Además, llevo muchos años entregando estas telas a las mujeres privadas de libertad en la cárcel de San Joaquín. Cuando comencé a trabajar con ellas hace seis meses y me presenté como artista, me dijeron que ya habían hecho arte con estas telas, creando flores y carteras, y que yo las había ayudado a venderlas sin saber que yo era la donante. Esta revelación creó una conexión especial entre nosotras y me permitió ser aceptada por ellas. Así empezó nuestra historia juntas a través de la tela.
Las obras no están completas sin habitar en el alma y el corazón de las personas
¿Quieres añadir algo más?
A pesar de vivir tan lejos, decidí quedarme cuarenta días durante la duración de la exposición, hasta el 27 de julio. Dejé a mi familia en Chile e hice un gran esfuerzo porque no quiero perder la oportunidad de conectar con cada alma que viene a ver mi trabajo. Las obras no están completas sin habitar en el alma y el corazón de las personas. Estoy aquí todos los días porque creo que cuanto más personas vengan, más se justifica mi presencia lejos de mi país.