Asia
Corea del Sur se libera de la correa de Estados Unidos

Corea del Sur ha comenzado a dar pasos para "independizarse" de Estados Unidos y tender la mano a la Corea del Norte de Kim Jong-un.  

Corea del Sur
El presidente surcoreano, Moon Jae-in, con el presidente estadounidense, Donald Trump, en octubre de 2017. Foto: Casa Blanca
Traducción: Eduardo Pérez
29 ene 2018 12:58

Los principales medios de comunicación de EE UU, cuando se trata de la idea de conversaciones entre los gobiernos de Corea del Norte y del Sur, se centran en la idea de que el líder norcoreano Kim Jong-un está intentando introducir una cuña entre la República de Corea y los Estados Unidos. Sin duda eso es verdad, pero este enfoque pasa por alto una parte principal de la historia.

Lo que realmente estamos viendo es al presidente surcoreano Moon Jae-in haciendo un movimiento audaz para afirmar la independencia de Corea del Sur de los Estados Unidos.

Nadie debería sorprenderse de lo que hace Moon, quien llegó al poder gracias a una oleada de votantes (ganó con un 41,1% contra dos partidos conservadores que recibieron el 24 y el 21,1%) el año pasado por su promesa de tender la mano a Corea del Norte e intentar juntar las dos mitades en conflicto de la península de Corea (técnicamente están todavía en un estado de guerra que comenzó en 1950, casi hace 68 años).

Dar el aparentemente pequeño paso que ha dado de invitar a Corea del Norte a competir en los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebran en febrero en Corea del Sur puede parecer algo pequeño, pero en realidad fue un paso audaz para Moon. Lo que la mayoría de los estadounidenses no saben es que Corea del Sur es técnicamente una especie de colonia de EE UU, dado que su Ejército está todavía bajo el control de los Estados Unidos. Esto se debe a una resolución de seguridad de la ONU aprobada en 1950 que autorizaba una acción militar de la ONU contra el Norte y designaba a EE UU como la principal autoridad de la operación de la ONU, un papel de control al que EE UU todavía se aferra.

Soltar la correa

Esa situación explica la extravagante advertencia sobre negociaciones bilaterales Norte-Sur dada por el antiguo secretario ayudante del Departamento de Estado de EE UU para Asuntos de Asia Oriental y Pacífico de la era Obama, David R. Rusell, que es citado en un artículo de Mark Landler en The New York Times del 3 de enero de 2018 diciendo, de forma reveladora, “está bien que los surcoreanos tomen la iniciativa, pero si no tienen a EE UU detrás, no llegarán lejos con Corea del Norte… Y si dan la impresión de estar soltándose la correa, eso exacerbará las tensiones en la alianza”.

Imaginen a diplomáticos de EE UU diciendo a aliados de la OTAN como Reino Unido, Alemania o Francia que no “se suelten la correa” en negociaciones bilaterales, digamos, ¡con Rusia! Claro, hasta cierto punto a ellos también les ata una correa, pero nadie asociado con el Departamento de Estado de EE UU se lo restregaría jamás en su cara de esa manera.

Según Leo Chang Soon, una historiadora coreana-estadounidense y autora de una importante historia de EE UU y Corea, cuyo padre se enfrentó a una amenaza de asesinato por enfrentarse, como vicepresidente, al dictador coreano Rhee, “Corea del Sur ha estado bajo la correa estadounidense desde que Syngman Rhee voló a Corea en el avión del general Douglas MacArthur para convertirse en el primer presidente de Corea del Sur el 2 de septiembre de 1945”.

En su historia de lectura obligada sobre el rol de EE UU en la Guerra de Corea y el posterior control neocolonial sobre Corea del Sur, titulado Reflections on the Roots of US Involvement in Korea [Reflexiones sobre las raíces de la participación de EE UU en Corea] (Levellers Press, 2013), Chang escribe: “Incluso un general estadounidense, el difunto Richard G. Stilwell, comentó que el grado de control operativo del que gozaba desde julio de 1950 Estados Unidos en Corea es ‘la concesión de soberanía más notable en el mundo entero”. 

Chang dice que la destitución el año pasado de la presidenta conservadora coreana Park Geun-hye, la hija del antiguo dictador surcoreano Park Chung-hee, frente a las protestas masivas conocidas como “el movimiento de las velas” contra su corrupción y sus vínculos con los gigantes conglomerados industriales surcoreanos conocidos como chaebol, y la subsiguiente elección del progresista Moon, un defensor del acercamiento con el norte y de una relación más independiente con los Estados Unidos, ha “cambiado de forma fundamental el carácter de la dinámica política en Corea del Sur para los próximos años”.

Comprensiblemente, a EE UU, acostumbrado a manejar el cotarro en Corea del Sur, no le hace gracia. Ignorando la apertura entre norte y sur, EE UU organizó un encuentro de aliados en Vancouver (Canadá) denominado “cumbre de Corea del Norte”. Fueron invitados representantes de las 15 naciones —como Francia, Reino Unido y Sudáfrica— que participaron con EE UU en la acción militar “de la ONU” contra Corea del Norte y sus aliados, China y la URSS, en la Guerra de Corea. Significativamente, no fueron invitados al encuentro ni China ni Rusia, naciones que obviamente tendrían que jugar papeles clave en cualquier acuerdo de paz sobre la actual crisis coreana. Ambos países definieron la conferencia como una farsa.

Una eventual unificación

Lo último que el Gobierno de EE UU quiere es la eventual unificación de las dos Coreas, que inevitablemente acabaría siendo una nación neutral bajo la influencia de sus dos vecinos más grandes, China y Rusia. Como señala Chang, el fin de la Guerra de Corea y de la posibilidad de más hostilidades en la península coreana sería un golpe enorme para la industria armamentística estadounidense. Corea del Sur compra armas estadounidenses por valor de miles de millones de dólares cada año, y también sirve como base para tropas y buques militares estadounidenses, y ahora también para sistemas antimisiles que pueden apuntar tanto a China como a Rusia.

Todo esto se perdería con la unificación coreana, o incluso con un fin de las hostilidades entre norte y sur.
Mientras que el Gobierno de Estados Unidos está haciendo todo lo que puede para asustar a los estadounidenses sobre la supuesta capacidad de Corea del Norte para atacar ciudades estadounidenses con sus misiles con carga nuclear, los surcoreanos, cuyo país sería devastado de nuevo por una guerra entre el Norte y EE UU (como lo fue por la Guerra de Corea a principio de los 50, cuando millones murieron, en su mayoría por una campaña de bombardeos estadounidense, incomprensiblemente enorme y brutal, particularmente contra Corea del Norte pero también contra Corea del Sur), parecen confiados en que no ocurrirá de nuevo. Si bien hay derechistas en el Sur que odian y temen el Norte y se oponen a la reunificación, la mayoría de surcoreanos entiende que el programa nuclear de Corea del Norte busca impedir una invasión estadounidense dirigida a cambiar el régimen, no atacar EE UU o Corea del Sur.

Hay un enfado y antipatía tremendos en Corea del Sur —y entre los coreanos-estadounidenses en EE UU— por los insultos y las amenazas de borrar Corea del Norte en un ataque nuclear estadounidense contra esa sufrida nación. Muchos tienen parientes que viven en el norte, y también recuerdan la crueldad del Ejército de Estados Unidos en los 50. Muchos coreanos todavía recuerdan que el Ejército estadounidense supervisó el asesinato de alrededor de 100.000 izquierdistas y nacionalistas coreanos en el sur tras la guerra durante la ocupación estadounidense, y que los generales de Washington en Corea dieron el OK a la masacre de cientos de estudiantes durante un levantamiento en la ciudad surcoreana de Gwangju en 1980.

Algunos líderes en EE UU, especialmente la congresista por Hawai Tulsi Gabbard, han criticado las amenazas de Trump. Gabbard, una comandante en la reserva que estuvo en Iraq, ha ido incluso tan lejos como para explicar que las armas nucleares de Corea del Norte están claramente destinadas a la defensa contra la amenaza de los esfuerzos estadounidenses para “el cambio de régimen”, y también ha dicho que los intentos del Gobierno de EE UU de pedir la desnuclearización de Corea del Norte como precondición para las conversaciones de paz son inútiles.

Tiene razón. Kim Jong-un ha visto cómo trató Estados Unidos a Muamar el Gadafi en Libia, después de que abandonara las armas nucleares, y con Sadam Hussein, que no tenía ninguna, y ve que la posesión de bombas nucleares creíblemente viables es su mejor apuesta para evitar la acción militar estadounidense contra su régimen.

Está también la realidad de que China no va a permitir que Estados Unidos se haga con el control de Corea del Norte, que pondría tropas estadounidenses en su frontera. Fue la amenaza de que eso ocurriera en 1950 lo que llevó a una China mucho más débil, solo un año después de que sus fuerzas hubieran vencido en su larga revolución y tomado el poder en Pekín, a unirse a la batalla en el lado norcoreano cuando parecía probable que las fuerzas del general Douglas aplastaran el Ejército de Corea del Norte.

Una situación sin precedentes

En este punto, la situación en Corea no tiene precedentes. La República Popular Democrática de Corea (RPDC, el Norte) tiene hasta 20 armas nucleares, bombas de hidrógeno incluidas, que probablemente pueden alcanzar territorio estadounidense en misiles norcoreanos. Mientras tanto, la República de Corea en el sur está mostrando signos de sacudirse al menos algo del control que Estados Unidos ha ejercido desde hace mucho tiempo sobre sus relaciones con el Norte. Al mismo tiempo, bajo el presidente Trump, detrás de toda la bravuconería EE UU está dando marcha atrás a sus anteriores esfuerzos por comportarse como la “única superpotencia” del mundo, y está siendo forzado, por una renaciente Rusia y una China que es un rival económico dominante y cada vez más potente militarmente, a reconocer los límites del poder militar y económico de Estados Unidos.

Ya que realmente no hay manera de que EE UU pueda simplemente salirse con la suya militarmente contra una Corea del Norte con armas nucleares, en algún momento EE UU va a tener o bien que negociar con la RPDC, o bien dejar que Corea del Sur lo haga, con las cuatro o más potencias de alrededor, China, Rusia, Japón y los Estados Unidos, desempeñando papeles secundarios.

Cuanto antes reconozca EE UU esa realidad, mejor.

*Artículo publicado originalmente en Counterpunch.


 


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javier
29/1/2018 17:18

mentira que este articulo es chavista izquierdista come sorete de las cloacas

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