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Balcanes
El coronavirus provoca una frágil tregua política en una Bosnia fracturada
El coronavirus ha apaciguado, por el momento, la situación de crisis permanente en la que sobrevive Bosnia. Un año y medio después de las últimas elecciones generales, todavía no se ha formado gobierno en un país que nunca se ha recuperado de la división que generó la guerra de la década de los 90.
En Banja Luka, la capital de la República Srpska, cuesta mucho encontrar la bandera estrellada del Estado bosnio. Ante el Parlamento de la entidad autónoma, ondean una veintena de enseñas, todas ellas tricolores, exactamente iguales a la oficial en Serbia, el Estado vecino. Parece como si en Bosnia y Herzegovina el tiempo se hubiera congelado hace un cuarto de siglo, al final de la cruenta guerra que desangró el país. Las élites han continuado enzarzándose en disputas, bloqueando las instituciones... hasta que llegó un enemigo externo inesperado: la pandemia del coronavirus.
Milorad Dodik, el representante serbio en la presidencia tripartita de Bosnia ─cada ocho meses van rotando un serbobosnio, un bosniocroata y un bosniaco─, instó a “todos los ciudadanos y políticos [de Bosnia y Herzegovina] a unirse en torno al mismo objetivo: salvar la vida de las personas”. Este es el mismo político que un par de meses antes había amenazado con realizar un referéndum de secesión si no se cambiaba la composición del Tribunal Constitucional, lo que sumió al país en la peor crisis constitucional de su historia.
“Esta pandemia es una oportunidad para la unión y para que haya conciencia de hasta qué punto la gente de Bosnia depende una de la otra... La respuesta inicial al brote covid-19 muestra hasta qué punto incluso los más ardientes detractores de la unidad de Bosnia son capaces de trabajar en las instituciones poniendo por delante el interés mutuo”, sostiene un informe del think tank Atlantic Council. Ahora bien, en el artículo se explica que es posible que la pandemia represente solo una tregua en unos conflictos políticos enquistados durante décadas. De momento, en el país, donde las autoridades decretaron un confinamiento parcial que se empezó a relajar en mayo, se han registrado 1.926 contagios y 78 muertes.
“Nosotros creemos en Bosnia, la independencia es solo la última opción si se siguen violando los acuerdos de paz de Dayton, que establecían una confederación”, afirma Radovan Kovacevic, un asesor de Dodik. Los nacionalistas serbobosnios creen que la comunidad internacional está apoyando un proceso de centralización puesta en marcha por la comunidad bosniaca, de religión musulmana, y que constituye poco más del 50% de la población.
Después de la guerra no se produjo una reconciliación nacional, y ahora en el país balcánico se vive más bien una situación de paz fría. “En las escuelas de cada grupo étnico se ofrece una visión diferente de lo que pasó en la guerra. No hay una narrativa conjunta”, lamenta Jovan Divjak, un militar jubilado director de una ONG que actúa en el ámbito educativo. Por ejemplo, los libros de texto serbobosnios explican que todos los bandos cometieron masacres y obvian que las tropas serbobosnias son responsables de un genocidio en Srebrenica.
Balcanes
Veinte años de la agresión de la OTAN a Yugoslavia
La campaña de bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia comenzó un 24 de marzo, hace 20 años. Se extendieron durante 78 días y causó al menos 1.200 muertos. Se arrojaron 9.160 toneladas de bombas. Entre 10 y 45 de aquellas toneladas contenían uranio empobrecido. Pero el mayor daño fue a largo plazo: cambió para siempre las reglas de juego de un nuevo mundo donde EE UU ya no tenía contrapeso.
Solo una pequeña parte de los refugiados pudieron volver a sus hogares una vez terminado el conflicto. Por ejemplo, muchos supervivientes de Srebrenica, que ahora se ha convertido en un pueblo de mayoría serbia, continúan viviendo en campos de refugiados en la ciudad de Tuzla. Más de dos décadas después, la limpieza étnica se ha consolidado. “Más del 90% de los habitantes de Sarajevo son ahora bosníacos, mientras que antes los serbios eran casi un tercio”, lamenta Divjak, un general serbobosnio venerado por los habitantes de Sarajevo por haber escogido defender la ciudad del asedio de las tropas serbias.
La ciudad de Mostar, la tercera del país, no celebra elecciones municipales desde 2008 por falta de acuerdo entre croatas y bosniacos sobre la ley electoral
Ahora bien, ahora ya es es posible encontrar distribuidas por todo el país minorías conviviendo con comunidades del otro bando. “Mi familia decidió volver a Banja Luka. Hace años, cuando reabrió la mezquita, hubo muchas tensiones, y la policía nos tuvo que proteger. Pero ahora ya hacemos vida normal. Muchos de mis amigos de la escuela son serbios ”, explica Tarek, un joven bosniaco que luce una larga barba, con un toque más hipster que salafista.
“Dayton fue útil para frenar la guerra, pero no lo ha sido para construir un Estado”, se queja Halid Genjac, secretario del SDA, el principal partido bosniaco. “Todas las decisiones importantes requieren el consenso de los representantes de los tres grandes grupos. El sistema funcionaría si hubiera buena fe, pero los serbios y los croatas utilizan el derecho a veto para bloquear el Estado. Quieren debilitarlo, que sea disfuncional, para poder escindirse en el futuro”, sostiene Genjac, un veterano político que formó parte del equipo negociador bosnio en Dayton.
Frustrados por las disputas partidistas y la corrupción, un creciente número de ciudadanos de las diversas etnias se muestran alienados por la política y pesimistas sobre el futuro del país
La entidad autónoma croato-musulmana no está exenta de disfunciones. Por ejemplo, la ciudad de Mostar, la tercera del país, no celebra elecciones municipales desde 2008 por falta de acuerdo entre croatas y bosniacos sobre la ley electoral. “No es cierto que los croatas nos queramos escindir. Lo que queremos es poder elegir a nuestros representantes. Por ejemplo, el miembro croata de la presidencia rotatoria, Zeljko Komsic, fue elegido con los votos de la mayoría bosniaca. Incluso hay algunos cargos electos supuestamente croatas que no lo son. Son bosniacos que han mentido sobre su afiliación”, remacha Damir Dzeba, diputado de la ciudad de Mostar por el partido nacionalista croata HDZ.
El reciente veto de Francia a una ampliación en los Balcanes amenaza con prolongar la situación de estancamiento que vive el país balcánico
Frustrados por las continuas disputas partidistas y la corrupción, un creciente número de ciudadanos de las diversas etnias se muestran alienados por la política y pesimistas sobre el futuro del país. Cada año emigran miles de jóvenes y, desde el final de la guerra, el país ha perdido medio millón de habitantes. Siendo uno de los países más pobres de Europa, la caída del 5% del PIB que pronostica el Fondo Monetario Internacional representa un duro golpe para las clases populares.
“La participación en las elecciones ya no llega ni al 50%. La gente no cree posible cambiar la élite política del país para que el sistema electoral deje de favorecer a los partidos nacionalistas, que además, se han blindado con una densa red clientelar”, sostiene Tania Topic, una analista residente en Banja Luka.
A menudo se ha presentado la entrada en la Unión Europea como la fórmula ideal para superar los conflictos de soberanía en Bosnia. Sin embargo, el reciente veto de Francia a una ampliación en los Balcanes amenaza con prolongar la situación de estancamiento que vive el país balcánico. Hace un año y medio de las últimas elecciones generales y todavía no se ha podido formar gobierno. “No creo que estalle una nueva guerra. Nadie la quiere, pero tampoco se puede descartar del todo. El futuro de Bosnia es una incógnita”, apunta Topic.