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Bangladesh
Los estudiantes de Bangladesh ponen contra las cuerdas al Gobierno de Sheikh Hasina
Bangladesh casi nunca es noticia en la prensa occidental. Durante los últimos 20 años este país del sur de Asia figura solo en algunas ocasiones clave. Una de ellas fue el derrumbe de la fábrica textil de Rana Plaza en 2013 donde murieron oficialmente 1.134 personas, la mayoría mujeres. Otra fue los festejos caóticos por el triunfo de la selección de fútbol argentina durante la Copa del Mundo en Qatar. El país se ha hecho famoso por las fuertes inundaciones que dejan a cientos de miles de personas sin hogar cada año y por ser uno de los lugares más contaminados del mundo.
Ahora Bangladesh ha vuelto a ser noticia desde principios de julio, a raíz de un espectacular movimiento estudiantil que reclama el fin del Gobierno de la primera ministra, Sheikh Hasina, quien lleva 15 años en el poder. La chispa de la revuelta fue el restablecimiento del sistema de cupos para funcionarios, que reserva el 30% de los puestos del Estado a los familiares de los héroes de la guerra de independencia de 1971, la mayoría vinculados con el Gobierno. Esta ley supondría un cuello de botella para conseguir un trabajo en el Estado, algo que asegura la estabilidad laboral en un país con índices de pobreza extrema y una alta concentración poblacional: Bangladesh es cinco veces más pequeño que España, pero cuenta con una población de 170 millones de personas, sin tejido industrial y una economía rural de subsistencia.Desde el inicio de la revuelta, protagonizada por decenas de miles de jóvenes estudiantes, más de 120 personas han muerto a manos de la policía del país, mientras que al menos 2.000 han resultado heridas. El 20 de julio, el Gobierno de Sheikh Hasina declaraba el Estado de sitio y cortaba las comunicaciones y el acceso a internet.
En la Historia de Bengala
El movimiento estudiantil tiene una larga tradición de lucha en Bangladesh. Aunque el sistema de cupos descansa sobre heridas —aún abiertas— dentro de la sociedad del país, según cuentan los jóvenes, es hora de hacer reformas. Mahib, estudiante de la Universidad de Jahangirnagar, explica que el sistema se ha utilizado para que la Liga Awami, el partido gobernante, “se perpetúe en el poder”.
Después de la independencia del Imperio británico y la partición de la India, en 1947, el territorio del golfo de Bengala fue llamado Pakistán Oriental durante dos décadas. Estuvo bajo la opresión de Pakistán Occidental —el actual Pakistán—, al punto que el urdu fue la lengua oficial impostada y se había prohibido el bengalí, lengua mayoritaria en Bengala.
Mahib, estudiante de la Universidad de Jahangirnagar, explica que el sistema se ha utilizado para que la Liga Awami, el partido gobernante, “se perpetúe en el poder”
En 1952, los universitarios lideraron fuertes protestas contra esta imposición, pero fueron brutalmente reprimidos. Años más tarde, en 1970, Sheik Mujibur Rahman ganó las primeras elecciones libres a la cabeza de su partido, la Liga Awami, pero el resultado no fue aceptado por el oeste. Para mantener el dominio absoluto del territorio, el general Agha Muhammad Yahya Khan intervino militarmente para arrestar a Mujibur. Esto desencadenó primero fuertes protestas estudiantiles en contra de la irrupción militar, luego huelgas salvajes de trabajadores industriales y del yute, lo que devino en una insurrección armada contra Pakistán del oeste.
La lucha liderada por el movimiento Muhti Bahini, un frente de organizaciones guerrilleras en la que participaban grupos de tendencia maoísta, estalinistas y nacionalistas, entre ellas la Liga Awami, derivó en una guerra de independencia. El conflicto se llegó a internacionalizar. Eran tiempos de la Guerra Fría, así que Estados Unidos y Gran Bretaña dieron apoyo al Oeste para evitar que la URSS o China ganen un nuevo aliado. Pero fue India quién dio el golpe de gracia al apoyar a la Liga Awami e inclinar la balanza en su favor geopolítico.
El pueblo bangladesí pagó con mucha sangre su independencia de Pakistán. No hay cifras exactas de la cantidad de muertos, pero se estima que fueron entre 500.000 y un millón. Durante ese genocidio, el partido Jammat al Islamia fue acusado de colaborar con Pakistán, ya que planteaba que había que sostener la unidad islámica por sobre los intereses nacionalistas más allá de todo en un país donde el 90% es musulmán. La organización paramilitar propaquistaní conocida con el nombre de Razakar fue responsable de crímenes de guerra, masacres, saqueos y violaciones.
Luego de la guerra de independencia, Sheik Mujibur se convirtió en presidente, pero dio comienzo a una fuerte centralización del poder y a perseguir políticamente a sus adversarios. La nueva nación había quedado devastada por la guerra y años de aislamiento con una profunda inestabilidad económica y millones de personas sobreviviendo en las zonas rurales. Mujibur dictó inmediatamente la Ley de Cupos de Empleo de 1971 para darle trabajo a los veteranos de la guerra de liberación. Esto le permitió captar un importante apoyo de la población. Pero en 1975 un golpe militar, liderado por el general Zia-ur-Rahman, asesinó a Mujibur dando comienzo a 15 años de dictadura. Los Zia son la otra familia dinástica del país que dirige el Partido Nacionalista de Bangladesh.
Durante los años de dictadura el país desmanteló el débil tejido industrial, liquidó los sindicatos y se insertó dentro de los parámetros requeridos por el FMI y el Banco Mundial para acceder a créditos. El crecimiento de la pobreza impulsó grandes movilizaciones para la vuelta del sistema democrático donde ambas familias, los Sheikh y los Zia, se disputarían el poder, convirtiendo a los partidos en su propiedad personal. De esa manera, cualquier negocio debe pasar por sus manos, lo que genera un clientelismo monumental en varios niveles.
Ambas familias están de acuerdo en que el poder estatal debe permanecer en manos de alguno de ellos, lo que lleva a que no puedan garantizar elecciones libres y se naturalice la persecución política a quienes cuestionen ese statu quo. Pero su mayor acuerdo es la permanencia de la estructura económica que ha atraído inversiones en el sector textil explotando su mayor ventaja comparativa: la mano de obra barata femenina.
Antecedentes de una revuelta
La actual primera ministra asumió nuevamente el cargo en 2009. Desde entonces, el país obtuvo un crecimiento sostenido del 6% anual basado en la inversión inmobiliaria y la exportación de prendas de vestir. Sin embargo, fueron noticia mundial las malas condiciones de las trabajadoras del sector tras el derrumbe de la fábrica de Rana Plaza en 2013, donde murieron más de mil trabajadoras y muchas siguen “desaparecidas en acción”—concepto utilizado para no pagar indemnización a las familias—. Hasina fue aumentando la centralización del poder apretando la persecución a sus opositores. Hay cientos de asesinados y desaparecidos en el país, tanto líderes políticos como dirigentes sindicales según organismos como Human Rights Watch.
Durante 2023 se desarrollaron protestas por el salario mínimo anunciando una situación incendiaria donde el 40% de la juventud no tiene empleo
Las protestas contra la hija del héroe nacional de la independencia del 1971 Sheikh Mujibur Rahman, que gobierna desde alrededor del 2009 y combinó el crecimiento económico con aumento de la represión interna, se convirtieron en habituales. Las últimas protestas antigubernamentales fueron desencadenadas por los recientes cortes de luz y el aumento en los precios del combustible, apenas un síntoma de los problemas económicos más profundos de Bangladesh.
Los años de pandemia fueron un duro golpe para el Gobierno. La disminución de las exportaciones de la industria textil y la reducción de entradas de remesas —sobre todo de trabajadores golondrina que viven en Medio Oriente u otros países— generaron una caída de reservas de divisas. De 2011 a 2021, la deuda externa total de Bangladesh aumentó un 238%.
Durante 2023 la tasa de inflación alcanzó casi el 9%, dejando a miles de trabajadores de la confección desempleados al borde del hambre. Los trabajadores del té que componen una enorme masa laboral cobran por debajo de dos dólares al día. Durante 2023 se desarrollaron protestas por el salario mínimo anunciando una situación incendiaria donde el 40% de la juventud no tiene empleo.
La reforma de la Ley de los Cupos
En las habitaciones de los campus de las universidades bangladesíes es posible encontrar poemas pintados de escritores revolucionarios como Shamsur Rahman o el rostro del Che Guevara. El debate de ideas está en el corazón de los estudiantes que, para evitar la persecución han construido en la clandestinidad redes de organización alrededor de ciclos de cine o de lectura, centros culturales y bibliotecas populares. Como decía Kais, un estudiante de Jahangirnagar, “el ingenio mata la dictadura”.
Aunque muchos percibían que las universidades vivían en una burbuja por su aislamiento dentro de los bosques selváticos de Bengala, porque se sienten privilegiados dentro de un mar de pobreza, eso ha cambiado. Los estudiantes al terminar sus carreras se enfrentan a los peores escenarios. El mercado laboral es un fuerte filtro. La peor pesadilla es trabajar como vendedores ambulantes de té o comida en las contaminadas calles de las ciudades.
En las habitaciones de los campus de las universidades bangladesíes es posible encontrar poemas pintados de escritores revolucionarios como Shamsur Rahman o el rostro del Che Guevara
Los que tienen mayor suerte pueden irse del país para aplicar sus conocimientos en otros territorios, algunos entrarán al sector privado, pero es mayor inestabilidad, mientras que otros buscarán entrar en los servicios del Estado. Aquí está el punto de las protestas, porque cada año cerca de 400.000 graduados deben competir por 3.000 puestos de trabajo en un examen para entrar al Estado.
El movimiento estudiantil se volvió a levantar una vez más para denunciar la estructura clientelar de Sheikh Hasina que sostuvo como base de su retórica la guerra de liberación contra Pakistán. Sostuvo la Ley de 1971 para reservar el 30% de los puestos de trabajo en el Estado a los descendientes de los luchadores de aquella guerra. En 2018, el Tribunal Supremo la suspendió tras fuertes protestas estudiantiles. Sin embargo, tras la cuarta reelección de Hasina, este año la volvieron a restablecer. El punto es que la ha convertido en base de su control del Estado, es decir solo le ha brindado esos cupos a militantes de la Liga Awami.
Desde la Universidad de Dhaka, Ferdewsi Rahman explica que no están “en contra de los luchadores por la libertad, ellos se merecían tener un trabajo luego de tanto esfuerzo”. Su lucha es, dice, “en contra del desempleo estructural y que utilicen los cupos para que la dictadura” acumule más poder. "Van cinco generaciones desde la independencia, es momento que nos permitan a más estudiantes poder tener un trabajo estable en el Estado, la entrada debería ser por mérito no por clientelismo”, añade.
Cada año cerca de 400.000 graduados deben competir por 3.000 puestos de trabajo en un examen para entrar al Estado. Este es el transfondo de las protestas en Bangladesh
A pesar de las altas temperaturas, el aire contaminado y la intensa humedad, miles de estudiantes salieron a tomar las calles, realizar sentadas en las enormes avenidas y combatir la represión. Desde Dhaka hasta Chittagong, el movimiento alcanzó escala nacional. Llegaron a frenar el flujo de trenes y desconectar las ciudades, provocando en los hechos un paro nacional desde hace más de una semana.
El Gobierno utilizó todos sus recursos para frenar las protestas. Primero envió a la policía antidisturbios para reprimir con gases, palos y gases lacrimógenos. Luego envió a su agrupación estudiantil, la Liga Chattra, considerada el brazo paramilitar de la Liga Awami, para golpear con palos y machetes a los estudiantes convirtiendo las calles en un campo de batalla. Esto no los frenó, los potenció.
La rabia aumentó cuando Hasina nombró a los estudiantes que se movilizan como “Razakars”, denominación que se utiliza para llamar a criminales de guerra y colaboradores de Pakistán durante la guerra de independencia. Luego desplegó al Ejército en las calles para intentar controlar la situación. Al cierre de este artículo, los periódicos locales anunciaban 120 muertos y más de 2.000 heridos, pero los manifestantes denuncian que son muchos más. La incertidumbre es enorme, desde el último viernes el Gobierno cortó internet y las comunicaciones, Bangladesh quedó aislado por completo. No hay noticias de lo qué está sucediendo. Las cuentas de redes sociales de muchos periodistas fueron bloqueadas y los periódicos no actualizan la información desde entonces. Desde AFP informaron que en el último fin de semana la policía secuestró a líderes estudiantiles para interrogarlos en lugares no identificados y difundir el miedo.
Aunque el Tribunal Supremo modificó la Ley y redujo este domingo los cupos al 5%, el movimiento ha continuado y se ha transformado en un cuestionamiento de todo el régimen. Además están exigiendo explicaciones sobre las muertes y la violencia desenfrenada. El movimiento anunció que durante 48 horas estarán suspendidas las protestas.
“El Gobierno nos teme, por eso no reprime con tanta fuerza. Para nosotros esto no tiene vuelta atrás, es una revolución o morir de hambre”, concluye un estudiante
Muchos esperan que se unan a las protestas las trabajadoras de la confección que ocupan un lugar estratégico, ya que el país vive de las exportaciones de prendas de vestir. Por eso Fahim, estudiante de la Universidad de Dhaka reflexiona que “este movimiento está despertando a todos los oprimidos del país, se han unido los estudiantes secundarios" y son cada vez más los sectores de trabajadores que están comenzando a participar. “El Gobierno nos teme, por eso no reprime con tanta fuerza. Para nosotros esto no tiene vuelta atrás, es una revolución o morir de hambre”, concluye.