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Bolivia
Bolivia: la guerra fratricida que está autodestruyendo el proceso de cambio
El proyecto con mayor apoyo popular, estabilidad económica y solidez política que ha dado el denominado “ciclo progresista” en América Latina va camino a su autodestrucción. La preocupante deriva boliviana no tiene como causa principal, como en ocasiones anteriores, la injerencia estadounidense o los afanes golpistas de la derecha vernácula. Tampoco la aparición de algún outsider de la nueva internacional reaccionaria al estilo Jair Bolsonaro o Javier Milei. El mayor peligro del “proceso de cambio” viene de una feroz lucha interna entre el líder histórico del proceso, Evo Morales, y el actual presidente, Luis Arce, quien fuera su ministro de Economía durante once años.
La irrupción en 2006 del primer mandatario indígena significó un hito en la historia de Bolivia. Y el inicio de un extendido proceso de reformas que transformaron las condiciones de vida de las grandes mayorías y la geometría del poder en el que era el segundo país más empobrecido de la región.
Con la nacionalización de los hidrocarburos como bandera principal, Bolivia comenzó a crecer a un ritmo anual del 4,9% y la pobreza extrema se redujo del 38,2% al 17,1%. A esta inédita estabilidad tras décadas de golpes de Estado recurrentes, se le sumó la inclusión y el reconocimiento de los pueblos originarios —el país pasó a llamarse Estado Plurinacional—, un hito de fuerte carga simbólica para ese más del 40% de la población históricamente excluida y discriminada.
Todo se interrumpió abruptamente con el golpe cívico-militar de noviembre de 2019 y su emblemática imagen de los golpistas ocupando la Casa de Gobierno con una Biblia en mano y quemando banderas whipalas. Tras un año de Gobierno de facto, desde su exilio en Buenos Aires Evo Morales eligió como candidato a Luis Arce, al que llamaban “el padre del milagro boliviano”.
Con el 55% de los votos, el MAS volvía al Palacio Quemado. Pero ya en su discurso de asunción, el nuevo presidente obvió nombrar a su predecesor y se encendió la mecha de una tensión que se fue acentuando con el poco lugar otorgado en el gabinete a los exministros de Evo.
La confrontación entre Morales y Arce se fue expandiendo aguas abajo hasta decantar en una división que involucró también a los movimientos sociales y que incluso derivó en enfrentamientos físicos
La relación entre ambos se desgastó aún más cuando Evo anunció, tempranamente, su candidatura presidencial para 2025 y comenzó a hacer públicas sus diferencias con Arce. Adriana Salvatierra, politóloga boliviana y presidenta del Senado durante el Gobierno de Evo, explica a El Salto que “ya al inicio de la gestión hubieron observaciones sobre la orientación de ciertas políticas, por ejemplo sobre la lucha contra el narcotráfico y la participación de Estados Unidos, proyectos vinculados al litio o a obras que fueron abandonadas”. La ruptura, dice, se “generó en torno a la continuidad de muchos proyectos estratégicos”.
Causas y consecuencias
¿Se trata de una disputa de egos, por el liderazgo del proyecto, o existen diferencias programáticas de fondo? Salvatierra pone énfasis en lo segundo: “Creemos que el Gobierno fue progresivamente desmantelando el modelo económico hasta dejarlo vacío de herramientas para la democratización de la riqueza. Hoy ya podemos hablar de dos proyectos políticos distintos, dos versiones del MAS, la de Evo Morales que implicó un Gobierno de balance general muy positivo y la actual gestión que es rechazada por más del 60% de la población”.
De a poco, la confrontación entre Morales y Arce se fue expandiendo aguas abajo hasta decantar en una división que involucró también a los movimientos sociales y que incluso derivó en enfrentamientos físicos. La ruptura se formalizó con congresos distintos de cada sector y bancadas separadas en el Parlamento.
Morales tildó varias veces de “traidor” a Arce y calificó a su gobierno como “el peor de nuestra historia democrática”. Desde el Ejecutivo llegaron a acusar de narcotráfico al movimiento cocalero que lidera Evo en el Trópico de Cochabamba
Del otro lado de la grieta interna, Hugo Moldiz, economista y asesor del presidente Arce, sostiene que sería una “ingenuidad reducir las diferencias a un tema electoral”, sino que hay también diferencias políticas e ideológicas. “Evo ha ido desarrollando una serie de prácticas que podemos definir como de nacionalismo conservador, mientras Lucho mantiene una posición más marxista. Y en esta coyuntura, Evo además tiene posiciones extremadamente funcionales a la estrategia imperial, que busca debilitar el proceso de cambio atizando aún más las contradicciones internas, lo que pone en peligro la propia existencia del Estado Plurinacional”, explica a El Salto.
Cada sector acusa al otro de “hacerle el juego a la derecha” y el tono de la disputa ha ido escalando con una virulencia inesperada. Morales tildó varias veces de “traidor” a Arce y calificó a su gobierno como “el peor de nuestra historia democrática”. Desde el Ejecutivo llegaron a acusar de narcotráfico al movimiento cocalero que lidera Evo en el Trópico de Cochabamba.
El frustrado golpe de Estado del 26 de junio, lejos de abroquelar fuerzas y acercar posiciones, profundizó aún más la fractura. Ese día, un sector de las Fuerzas Armadas, encabezado por el comandante en jefe del Ejército, Juan José Zúñiga, ocupó la plaza central y la antigua sede del Gobierno. Tras varias horas de tensión e imágenes confusas, y un rápido repudio internacional, la asonada fue abortada principalmente por no conseguir amplificar apoyos.
En un primer momento Evo llamó a movilizarse en defensa de la democracia, pero una vez fracasada la intentona redobló la confrontación y salió a denunciar la tesis del “autogolpe”, de que todo había sido una puesta en escena del presidente y el general Zúñiga, quien el día anterior había amenazado a Morales con detenerlo si insistía con su candidatura.
Si bien la jornada dejó secuencias extrañas y muchas dudas sobre las intenciones de sus protagonistas, la especulación de un montaje de tal magnitud pareciera carecer de sustento. Como sea, la intentona encendió alarmas y rememoró la tradición golpista de los militares bolivianos —desde 1950 hubo 23 golpes de Estado—, a la vez que desnudó la debilidad institucional de un Gobierno en declive.
Economía a la baja
El principal pilar donde se asienta esa debilidad es el deterioro de la macroeconomía. La caída de la exportación petrolera y de los precios del gas, su principal exportación, se tradujeron en una creciente escasez de dólares, desabastecimiento de combustibles, bajo nivel de reservas y una inflación que rondaba el 2% anual y ahora escaló 3,5%.
El descontento creciente con la gestión económica agudizó las críticas del evismo. “Lamentablemente, el Gobierno ha vaciado la legitimidad de origen con la que fue electo ―señala Salvatierra―. Entonces apuesta por judicializar la política: a través de sentencias judiciales pretende apoderarse del partido y cumplir así con la agenda de la oposición, que es proscribir a Evo Morales, el líder de este proyecto”.
El ala del Gobierno pareciera querer resolver la cuestión en los tribunales para ver quién se queda con las siglas del MAS, ya que rechazó la propuesta del evismo de decidir la candidatura en elecciones primarias.
La batalla se libra también en el territorio judicial. Allí se dirime la disputa por las siglas del MAS y allí se terminará definiendo si Morales estará o no habilitado para postularse. El ala del Gobierno pareciera querer resolver la cuestión en ese plano, ya que rechazó la propuesta del evismo de decidir la candidatura en elecciones primarias.
Futuro incierto
El exvicepresidente Álvaro García Linera convivió con ambos líderes durante los tres mandatos anteriores y se mantiene distante de la pugna interna y hasta ha intentado —infructuosamente— servir de mediador.
De él es la descripción de “guerra fratricida” entre Morales y Arce que le da título a este artículo. También la calificó como “una pelea intestina, muy egoísta y muy mezquina, en la que cada cual está viendo cómo sacar rédito en su batalla contra el otro”. En una entrevista reciente, reflexionó: “Ambos líderes son responsables del deterioro. No se debate cómo salir de la crisis económica sino quién debe ser el candidato presidencial, sin entender que están jugando con fuego. Así de simple y terrenal es el problema”.
El exvicepresidente García Linera calificó la lucha entre Morales y Arce como “una pelea intestina, muy egoísta y muy mezquina, en la que cada cual está viendo cómo sacar rédito en su batalla contra el otro”
El gran dilema es si aún queda alguna rendija para destrabar el asunto o si la ruptura alcanzó un punto de no retorno. “Lo veo cada vez más difícil, cada vez más irreversible”, comenta Moldiz. Para Linera, “siempre habrá una puerta abierta, pero está claro que es una puerta cada vez más diminuta, casi molecular, debido a la cantidad de agravios y acusaciones”. Y deja en el aire una advertencia contundente: “Si el MAS va dividido, pierde las elecciones”.
Unas elecciones programadas para agosto de 2025 y en las que la principal fortaleza de la izquierda es la debilidad en la que está inmersa la derecha, sin liderazgos de peso y deslegitimada por la nefasta experiencia del Gobierno de facto de Jeanine Áñez. Un largo año en el que parece quedar poco margen para cicatrizar heridas tan profundas, reconstruir algún puente de diálogo y salvar el proyecto popular que hegemonizó la política boliviana en los últimos 18 años.
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El problema de Arce es que era el padre del milagro económico boliviano y eso se está desmoronando. Ya hay un mercado paralelo de cambio de dólar que es un 50% superior al oficial, la única solución a la escasez de combustible fue ir a negociar con Putin hace menos de un mes, las instrucciones públicas se están quedando sin recursos (ahora mismo hay miles de focos de incendios forestales y los están combatiendo con bomberos voluntarios)… Y frente a él tiene a Evo que desde hace años se coloca por encima del proyecto político creyéndose una especie de nuevo Tupac Amaru. Las posibilidades de acuerdo son cada vez menores. Sin ir muy lejos, esta semana Evo quería ir a El Alto a realizar un acto político de cara a su campaña presidencial y sectores de los movimientos sociales arcistas le amenazaron de muerte si pisaba la ciudad.
La derecha será débil, pero está oliendo la posibilidad de hacer daño. Está volviendo a aparecer gente como Marinković y hay personajes estridentes como el alcalde de Santa Cruz Jhonny Fernández que sin ser reaccionario su proyecto político es populista.
Linera tiene mil cosas discutibles, pero parece el único que está viendo lo que puede suceder de seguir en esta línea.