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Rojava
El Estado y la Revolución en Mesopotamia
La tarea que se propuso el movimiento revolucionario kurdo fue desgajar el concepto de Nación del concepto de Estado, realizando una nueva síntesis de los elementos de socialismo, liberación nacional y democracia, para levantar una alternativa radical y sistémica a la crisis estructural del Sistema capitalista.
¿Por qué la revolución soviética, que según el programa esbozado en El Estado y la Revolución estaba llamada a extinguir la forma Estado y abrir paso al protagonismo de las masas en todas las esferas de su vida, desembocó en un aparato burocrático-militar en todo punto ajeno al proyecto comunista? ¿Por qué las luchas de liberación nacional posteriores a la Segunda Guerra Mundial no sólo no emanciparon al conjunto de la nación, sino que generaron además nuevas dinámicas de opresión nacional? ¿Por qué las revoluciones socialistas del pasado siglo no fueron capaces, además de apropiarse estatalmente de los medios de producción, de emancipar a los trabajadores de la alienación y la disciplina fabril del proceso productivo, así como de articular la organización social que controlase este proceso y lo sometiese conscientemente a sus propias necesidades de desarrollo humano? ¿A qué se debe la paradoja de que las revoluciones pasadas detuviesen su impulso emancipador a las puertas de las casas y de las estructuras patriarcales que esclavizan a las mujeres, pese a que éstas constantemente aparecen a lo largo de la Historia como punta de lanza de estas revoluciones?
El derrumbe del campo soviético y la integración del Socialismo Real en el Sistema Capitalista no sólo supuso la posibilidad de completar la contrarrevolución neo-liberal que hoy es hegemónica a nivel global, también sentenció un proceso de desarme ideológico de generaciones enteras en todo el mundo, la pérdida de una cosmovisión y un horizonte contrapuestos al capitalismo realmente existente.
El desarrollo del paradigma ideológico de la Modernidad Democrática formulado por Abdullah Öcalan responde a la necesidad de reconstruir este horizonte universal desde el punto de vista concreto de la nación sin Estado kurda. El Partido de los Trabajadores de Kurdistan (PKK), fundado en el 1978 como un partido marxista-leninista a imagen de los movimientos de des-colonización y liberación nacional de la época, evolucionó ideológicamente dentro de este proceso global de crisis del socialismo, elaboró su nuevo paradigma tratando de sintetizar las lecciones históricas de los procesos de emancipación que le precedieron y trató de explicarlos mediante una investigación crítica y profunda de la forma Estado, y más concretamente del Estado-nación moderno.
Öcalan afirma que “vincular el derecho a la autodeterminación con la visión de un Estado para cada nación ha resultado clave para agravar el problema” de los conflictos derivados de la opresión nacional
Aproximación socialista a la cuestión del Estado
Si analizamos la historia del pensamiento socialista de los últimos siglos, podemos decir que tanto el anarquismo como el marxismo han constatado la necesidad de liquidar el Estado en tanto que institución separada de la sociedad, y que lo que los ha enfrentado ha sido mas bien el análisis de las condiciones en las que esta destrucción del Estado podría darse. Para la tradición ideológica anarquista, el Estado debe ser destruido en el propio acto de la revolución: su abolición es la condición de posibilidad de la política propiamente dicha. Para la tradición ideológica marxista, en cambio, es la abolición de la relaciones sociales capitalistas la condición que permite la disolución del Estado, dentro de un proceso de transición al comunismo en el que los resortes estatales son necesarios para someter al viejo orden que lucha por volverse a imponer, es decir, para reordenar orgánicamente el conjunto de los elementos de la vieja sociedad capitalista hacia la nueva sociedad comunista.
Öcalan ha criticado de la tradición marxista una insuficiencia teórica en su análisis del Estado, que se ha tendido a concebir como una “fortaleza a tomar” o una “máquina”, un mero instrumento al servicio de una u otra clase o de uno u otro proyecto, y en último término como el horizonte y el campo de lucha central de la política transformadora. Para Öcalan el Estado no es un aparato neutro ni tiene el rol de estabilizar el conflicto de clases, sino que es la forma política de un monopolio, una concentración de poder que se organiza como una superestructura a través del uso de diferentes herramientas ideológicas y coercitivas para exprimir la plusvalía y la riqueza social1, adquiriendo el carácter de un fetiche divinizado y excluyendo/privando de la vida política al conjunto de la sociedad. Esta forma de monopolio seria según Öcalan el hecho determinante, al margen de quien “controla” el Estado, o de las luchas y transformaciones que se dan dentro de su campo. En este sentido, el estato-centrismo en la tradición marxista habría dificultado a las experiencias del Socialismo Real poner el foco del proceso revolucionario en el desarrollo de la iniciativa protagonista de las masas y su plena autodeterminación política. En vez de extinguir el aparato estatal, alumbraron un nuevo monopolio sobre la gestión de los asuntos comunes. Su concepción lineal y progresista del curso histórico, así como su falta de crítica a la lógica del productivismo, habrían llevado a priorizar el aumento de la producción y el desarrollo técnico a expensas de la superación de la alienación en el trabajo y el sometimiento del proceso productivo por parte de los propios productores, al fin de incrementar lo que en otras latitudes se ha denominado como el Buen Vivir, el potencial creativo de la sociedad y su relación armónica con la Naturaleza.
Por otra parte, a la tradición del pensamiento anarquista le atribuye haberse quedado en una política centrada en la forma individuo, sin haber logrado dotarse de una base social significativa y desarrollar un sistema alternativo al Estado-nación capitalista. En su opinión, el anarquismo “sabe muy bien lo que hace el capitalismo, pero no sabe muy bien qué hacer con él”, y “el hecho de que exigen que el poder y el Estado sean eliminados de inmediato, es utópico y un acercamiento que no tiene mucha suerte de realizarse en la práctica.”2
Respecto a la cuestión nacional, Öcalan afirma que “vincular el derecho a la autodeterminación con la visión de un Estado para cada nación ha resultado clave para agravar el problema” de los conflictos derivados de la opresión nacional, criticando la concepción moderna de un mundo partido en fronteras que delimitan comunidades nacionales homogéneas bajo la lógica “un territorio, una nación, una lengua, una bandera, un Estado”. La situación del pueblo kurdo y en general el escenario de crisis en Oriente Medio es según Öcalan el resultado último de este modelo, que fue impuesto de la mano del colonialismo y las guerras de rapiña y reparto interimperialistas sobre territorios y sociedades extremadamente plurales y heterogéneas en sus identidades, culturas y formas de vida. Sociedades en las que por otra parte el proyecto liberal del “ciudadano” atomizado ha resultado siempre un hecho incompleto, debido a la densidad de los vínculos y lealtades comunitarias opacas a las técnicas de gobierno del Estado moderno. El intento de forzar la coincidencia entre dicha lógica nacional estatista con la realidad de estas sociedades “abigarradas” resulta necesariamente en la opresión nacional, el etnocidio y el genocidio, y un proceso de liberación que siga encadenando los conceptos de la nación y del Estado moderno como inseparables sólo puede perpetuar esta dinámica.
En definitiva, el líder ideológico del movimiento kurdo concluye que los marcos teóricos de emancipación social precedentes no fueron capaces de despegarse lo suficiente de las categorías de la Modernidad que quisieron subvertir, y las propuestas englobadas dentro de lo que ampliamente se llama “posmodernidad” tampoco aportaron ninguna alternativa seria, como mucho ayudaron a desarticular parcialmente estas categorías.
En el período del “fin de la Historia” decretado por la intelectualidad burguesa neo-liberal, la tarea de Abdullah Öcalan será por tanto actualizar la tradición revolucionaria socialista en un proyecto emancipatorio para el pueblo kurdo, con vocación internacionalista y universal puesto que “no es la esencia del socialismo la que ha colapsado, sino que han fracasado viejas tácticas y estrategias, que no eran apropiadas para la época actual”. Además, “ la comprensión de esta revolución de la democracia se desarrolla de lo local a lo universal y, por lo tanto, no solo propone una solución a los kurdos, sino a todos los pueblos que, como ellos, experimentaron opresión, violencia y colonización.”3
Öcalan subraya ante todo el carácter dinámico de la construcción nacional, los procesos históricos mediante los cuales las naciones desarrollan una mentalidad común que las une en una identidad compartida.
La política democrática contra el Estado
En el pensamiento de Abdullah Öcalan, los conceptos de Estado y democracia son opuestos. Es preciso remarcar aquí que el término democracia no hace referencia -como en la teoría política burguesa- a unos procedimientos formales en base a una igualdad jurídica abstracta (que esconde relaciones de explotación y opresión estructurales), sino al proceso mediante el cual el conjunto de la totalidad social desarrolla la capacidad concreta para intervenir en las decisiones sobre su vida colectiva. El tiempo de la doble revolución -industrial inglesa y política francesa- que dió a luz al Estado-Nación capitalista y a la democracia liberal burguesa, universalizó una forma histórica y un imaginario político que en vez de impulsar la democratización, reforzó el poder del Estado extendiéndolo a todos los poros de la sociedad, estableciendo la lógica del pueblo como un conjunto de individuos identificables homogéneamente con la Nación, y de la Nación como sinónimo del Estado.
Öcalan afirma que hablar de Estado democrático es una contradicción en los términos: por muy democrático que se auto-adjetive un Estado, no puede haber democracia cuando la mayoría de la población no tienen ninguna capacidad de decisión sobre la riqueza social que producen, ni cómo o para qué la producen; si su creatividad, fuerza, tiempo, y productos de trabajo son secuestrados por un monopolio con control absoluto sobre los mismos. No puede haber democracia si los pueblos son perseguidos o sujetos a procesos de asimilación, negación y exterminio, si sus gentes son expulsadas de sus tierras y privadas de su territorio y bienes comunales. No puede haber democracia si las mujeres son formalmente reconocidas como individuos libres mientras en la práctica son esclavizadas bajo el despotismo de la estructura y las normas patriarcales, sometidas a un régimen de violencia y objetivación permanentes tanto en el espacio público como el privado.
Según Öcalan, Estado y democracia coexisten de forma contradictoria a lo largo de la historia de la Humanidad. De la misma forma que podemos rastrear la presencia del Estado y del Capital en períodos de hace miles de años pero solamente en la era actual resultan ser las formas hegemónicas, la historia de los pueblos no es ajena al socialismo comunal y la organización democrática. Las pulsiones emancipadoras que mantuvieron vivos y desarrollaron estos modelos organizativos llegan hasta nuestros días, pero se expresan de forma dispersa y fragmentaria, a menudo en una posición defensiva, de resistencia aislada, sin articularse en una alternativa sistémica a la altura de los desafíos de la época actual.
La tarea que se propuso el movimiento revolucionario kurdo fue desgajar el concepto de Nación del concepto de Estado, realizando una nueva síntesis de los elementos de socialismo, liberación nacional y democracia, para levantar una alternativa radical y sistémica a la crisis estructural del Sistema capitalista actual. La fórmula política que desarrolló para pensar la emancipación nacional más allá del Estado-nación capitalista fue el dúo conceptual de Nación y Autonomía Democráticas.
I) Nación Democrática
A lo largo de su obra Öcalan reconoce la dificultad de definir con precisión el concepto de Nación. De forma amplia, lo ha caracterizado como una realidad social en la que individuos que comparten rasgos culturales, históricos y lingüísticos comunes se imaginan como parte de una misma comunidad. El hecho de que este fenómeno sea imaginado (en el sentido de que trasciende los vínculos interpersonales directos e inmediatos) no significa que sea una ilusión o un engaño, o que no tenga un carácter social objetivo ligado a efectos materiales determinantes. Öcalan subraya ante todo el carácter dinámico de esta realidad, los procesos históricos mediante los cuales las naciones desarrollan una mentalidad común que las une en una identidad compartida.
La cuestión clave es el contenido de este proceso de construcción nacional. Las naciones que se construyen como Estados-Nación tienden a validar el monopolio político, a desarrollar identidades nacionales homogéneas y excluyentes, a encubrir las relaciones de explotación y opresión bajo la igualdad abstracta y jurídica del “ciudadano”, y exacerbar una mentalidad chovinista. Por contra, una vía de construcción nacional democrática parte de la diversidad realmente existente en la sociedad; no pretende homogeneizar esta diversidad, sino unificarla entorno a una mentalidad y un proyecto democrático común que permita la expresión política de esta heterogeneidad; desarrolla una identidad nacional abierta y no excluyente, y promueve un proceso de politización y auto-organización social en el que las clases subalternas, las mujeres y las distintas comunidades minorizadas se auto-instituyen como sujetos protagonistas de la construcción de la nación. Las instituciones populares de auto-gobierno surgidas de este proceso articulan la Autonomía Democrática, la forma política que permite la existencia de la Nación Democrática.
II) Autonomía Democrática
Los procesos de autodeterminación que se piensan desde la forma Estado tienden a concebir la liberación nacional como la secesión del Estado-nación existente, como un proceso de “desconexión” en el que las instituciones territoriales correspondientes del aparato estatal se autonomizan y adquieren el rango de Estado propio. La Nación Democrática, por contra, sitúa el punto de partido de su auto-gobierno en las instituciones populares democráticas creadas por la propia sociedad. La unidad mínima de estas instituciones es la comuna, porque esta es la forma política que permite la intervención democrática directa de la totalidad social. En el desarrollo de la Autonomía Democrática, las comunas se articulan horizontal y verticalmente junto con consejos, cooperativas, organizaciones de trabajadores, grupos juveniles, academias, asambleas y casas de mujeres, medios de comunicación popular, ligas de artistas, escuelas,... construyendo:
a) una nueva gobernabilidad que va de la escala local a la regional y nacional.
b) una Autoridad Democrática que escala sus procesos de decisiones según el principio del poder obedencial, esto es, en la coordinación entre delegados y delegadas revocables que supeditan el plano de la democracia representativa al plano de la democracia directa local, bajo la consigna de “mandar obedeciendo”.
c) el principio de la organización autónoma de las mujeres en todas las estructuras, y de la co-representación paritaria a todos los niveles, puesto que la nación democrática no parte de una igualdad formal y abstracta, sino de la historia concreta de opresión de la mujer y su necesidad de voz propia e independencia política. Öcalan ha enfatizado la conexión entre el surgimiento del Estado y el del Patriarcado, constatando que el desarrollo de la propiedad privada y el monopolio estatal requirieron desplazar y someter a la mujer en tanto que portadora de los valores sociales y relacionales comunitarios.
d) estructuras políticas, culturales y militares propias para cada comunidad nacional/étnica/religiosa, y voz propia en las comunas y consejos.
e) una estructura confederal que trasciende las fronteras de los Estados-Nación y se contrapone al centralismo.
f) el principio del derecho a la autodefensa de la instituciones populares democráticas en oposición al monopolio de la violencia ejercido por el Estado, puesto que no es posible abrir ninguna área de libertad política si no se tiene tambien la capacidad militar de defenderla.
g) la disolución de la apropiación privada de la riqueza y el desarrollo de una económica socializada, controlada democráticamente por la sociedad, que tenga a esta sociedad como fin en si mismo y no como medio de la valorización capitalista, y que se desarrolle en armonía con la Naturaleza.
Un proceso de construcción nacional que se articule de esta manera puede desarrollar una identidad nacional kurda que gravite más entorno a una mentalidad y valores democráticos que entorno a unos rasgos étnicos-culturales homogéneos. A su vez, permite articular esta sentimiento de pertenencia con identidades nacionales más amplias en las que los kurdos puedan reconocerse junto con otros pueblos como parte de naciones democráticas compartidas. Así, en el proceso revolucionario de construcción nacional democrático, los pueblos y los individuos no solo cambian sus condiciones de vida, sino que necesariamente también se cambian a si mismos. La nación democrática no es posible sin desarrollar una conciencia y cultura democráticas opuesta al individualismo y a una mentalidad basada en la idea del interés propio, esto es, sin una conciencia basada en el sentido de responsabilidad del individuo respecto a su comunidad, y de la comunidad respecto a sus individuos.
El reconocimiento por parte del Estado-nación dominante de la Autonomía Democrática kurda es según Öcalan el requisito mínimo para convivir bajo un techo común. En caso de que estos Estados se nieguen a aceptar la soberanía del auto-gobierno democrático, “los kurdos no tendrán más remedio que adoptar una movilización y una posición de guerra a gran escala para proteger su existencia y vivir libremente contra los ataques de uno o varios Estados-Nación (principalmente Irán, Siria y Turquía). Los kurdos no se contendrán a la hora de convertirse en una nación democrática y de desarrollar todas sus dimensiones y aspiraciones, poniendo en juego toda su capacidad hasta que se llegue a un acuerdo o se logre la independencia mediante la guerra.”4
Desde la adopción de la hoja de ruta de la nación y la autonomía democrática, el movimiento de liberación kurdo llevó a cabo tentativas diversas para validar en una escala social significativa este proyecto nacional: la construcción del campo de refugiados de Maxmur (Irak) levantado en los años 90, el desarrollo de la autonomía democrática en el Kurdistan Norte (Turquía) que culminó en la llamada “Guerra de las ciudades” de 2015, y la revolución de Rojava surgida de la guerra civil siria que estalló en 2012.
En agosto del 2014 las recién creadas instituciones populares declaraban formalmente la Autonomia en las regiones de mayoría kurda del Norte de Síria. El hielo se había roto, se daba paso a uno de los mayores experimentos sociales de nuestro siglo. Un proceso revolucionario que involucraría a millones de personas y que en medio de un escenario de guerra civil e interimperialista probaría la hipótesis de una nueva alternativa socialista para la crisis del Capitalismo y el modelo del Estado-Nación.
Notas
1. Capitalism: The Age of Unmasked Gods and Naked Kings. Manifesto for a Democratic Civilization, Volume II., Abdullah Öcalan
2. The Sociology of Freedom: Manifesto for a Democratic Civilization, Volume III., Abdullah Öcalan
3. Extracto de “Sosyalizmde Israr - Insan Olmakta Isrardir” (Insistir en el Socialismo es Insistir en la Humanidad), Abdullah Öcalan
4. Nación Democrática. Abdullah Öcalan
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Gracias por sacar este tema de nuevo a debate. El "experimento" de Rojava es, en efecto, muy aleccionador sobre cómo un socialismo no autoritario y antidogmático es la mejor alternativa de organización social INCLUSO (o cabría decir, más bien, SOBRE TODO) en territorios tan conflictivos como el de Rojava. Pero creo que la crítica que se hace en este artículo al anarquismo ("el anarquismo no sabe qué hacer con el capitalismo") lo reduce caricaturalmente a su vertiente más individualista. Tras décadas de socialismo real y gulag está crítica, que entronca con la crítica tradicional del dogmatismo marxista-leninista a la falta de operatividad y pragmatismo anarquista, no puede ser hoy más que pueril o sesgada o quizás ambas cosas. El hecho de que Ocalan no se sienta, lógicamente, identificado con el individualismo, no significa que no reivindique abiertamente la aportación de pensadores anarquistas como Murray Bookchin, uno de los pioneros del movimiento ecologista, quien, como buen conocedor de las colectividades durante la guerra de España, sabía perfectamente lo que al anarquismo podía hacer frente al capitalismo.
Hola. La cita sobre el anarquismo es directamente tomada de Abdullah Öcalan, la escribe en el libro Sociología de la Libertad. A mi parecer es una opinion que refleja bien el estado general del anarquismo ibérico, pues salvo excepciones tiene una gran tendencia al liberalismo y al individualismo, y no es capaz de poner una propuesta política de calado sobre la mesa. Por otro lado decirte que Öcalan no usa el concepto "antiautoritario", y de hecho critica el rechazo anarquista a la autoridad, enfatizando la necesidad de una autoridad democrática. Un saludo.