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Catalunya
Correlación de debilidades y nudos en la investidura
Aun con la victoria electoral del PSC, el escenario político catalán está claramente marcado por un retroceso de las fuerzas de izquierdas pero también por un retroceso electoral del independentismo. En este marco, la investidura de Carles Puigdemont como President parece imposible. Por mucho que desde Junts se empeñen en mantener viva esa opción, el posicionamiento de la CUP cerrando la puerta a votar un candidato de Junts la hace aún más inviable.
Nos encontramos pues ante una encrucijada de dos opciones: o una presidencia del PSC de Salvador Illa con los votos de Comuns y ERC, o una repetición electoral en octubre. Dos posibilidades que ahora mismo tienen prácticamente las mismas probabilidades de convertirse en realidad.
Ironías de la vida, ahora quien tiene la capacidad de decidir es el partido que más votos perdió en las elecciones, Esquerra Republicana. Y es esta situación la que está generando una crisis interna de gran magnitud en las filas republicanas. La publicación de un manifiesto que pedía la renovación del partido para volver a ser “la izquierda nacional”, y que fue firmado por más de 500 altos cargos de ERC, con Marta Rovira y Pere Aragonès entre ellos, ha mostrado al público que la línea estratégica establecida hasta ahora por Junqueras no es hegemónica dentro de su partido. Esta última se puede deducir del artículo publicado por Joan Tardà en El Periodico, “Supervivents avui, victoriosos demà” en marzo pasado, donde aboga por una competencia virtuosa con el PSC basada en la colaboración institucional: “Sería bueno, entonces, que el PSC y ERC no alimentaran la política de bloques y los vetos cruzados”. Estrategia de frente amplio que Rovira y Aragonès cuestionan en aras de alguna suerte de frente patriótico.
ERC, la fuerza que tiene la capacidad para decidir cuál de las dos opciones se impone se está partiendo por la mitad entre los partidarios de llegar a un acuerdo de investidura con los socialistas para después reconstruirse desde la oposición
Como decíamos, sólo hay dos opciones, y la fuerza que tiene la capacidad para decidir cuál de las dos opciones se impone se está partiendo por la mitad entre los partidarios de llegar a un acuerdo de investidura con los socialistas para después reconstruirse desde la oposición, y los partidarios de forzar una repetición electoral para reconstruir una mayoría independentista.
Por su parte, los Comuns son presos de la dinámica que establecieron ellos mismos en la campaña electoral según la cual estas elecciones eran un plebiscito entre un gobierno progresista (entiéndase con el PSC) o un gobierno con la participación de Junts. Por lo tanto, cualquier opción que no sea participar de la investidura de Salvador Illa es inconcebible para la mayoría de sus votantes. Eso les confiere una posición política en la que su tarea es ser algo así como la argamasa entre PSC y ERC para un acuerdo de investidura. Una posición desde la cual es muy difícil poder situar demandas políticas ambiciosas para el futuro gobierno. Aun así, sus portavoces han manifestado querer negociar primero un programa para la posible investidura para decidir después sobre la posibilidad de formar parte o no del ejecutivo de Salvador Illa. Aunque esa sea una decisión que depende más de las ganas que pueda tener el PSC de jugar a la geometría variable que de la voluntad de los Comuns, es probable que sea un posicionamiento para no quedar atados a Illa en una posible repetición electoral.
De otro lado está la CUP, que como decíamos, ha expresado su voluntad de no dar apoyo ni a Junts ni al PSC. Una decisión consecuente con el hecho de que Illa y Puigdemont comparten una buena parte de sus programas y agendas en materia social y económica. Es pues una decisión de carácter reactivo que les sitúa en una posición pasiva si la legislatura echa a andar y que bloquea cualquier iniciativa propia para plantear alternativas parlamentarias y de gobierno, pero que les permite tener mayor margen de movimiento si se acaban repitiendo las elecciones.
Nos encontramos ante un escenario de correlación de debilidades de las izquierdas que produce un nudo. Pero esa correlación, bien jugada, puede obligar al PSC (y al PSOE) a asumir cambios a los que inicialmente no estaba dispuesto
Parece claro que nos encontramos ante un escenario de correlación de debilidades de las izquierdas que produce un nudo. Pero esa correlación, bien jugada, puede obligar al PSC (y al PSOE) a asumir cambios a los que inicialmente no estaba dispuesto. En ese sentido, poner encima de la mesa una financiación singular es seguramente un buen elemento para deshacer el entuerto. Pues da respuesta a una demanda justa que, de rebote, puede beneficiar a otros territorios de España en tanto que una vez abierto el melón de la reforma va a ser muy difícil para el gobierno del Estado cerrarlo solamente en Catalunya.
Desde un punto de vista redistributivo podría ser una oportunidad para perseguir el fraude fiscal de las grandes empresas, así como para poner coto a las grandes fortunas que lucen su riqueza en la revista Forbes, introduciendo un suelo fiscal para todas las comunidades. Pero para eso, las izquierdas soberanistas, sean catalanas o españolas, tienen que aclararse si quieren ser montaña, pantano o gironda. Porque como decía Joaquín Maurín: «Cuando no se es la Montaña jacobina, se puede ser la Gironda de los Verniaud. Pero no ser ni Montaña, ni Gironda, sino el pantano, es de poco realce».
Además, la lógica de frente amplio sea en su versión patriótica —pivotando sobre Junts— sea en su versión progresista —alrededor del PSC— parece difícilmente justificable para cualquier tentativa de cambio en la medida que ambas opciones han asumido una agenda de orden en todos los terrenos. Si alguna lección se puede sacar de la política francesa es que la política de orden —sea con Macron, Hollande o Sarkozy— ha sido la levadura de la extrema derecha. El auge de las tres cabezas de la extrema derecha en el parlamento de Catalunya (PP, Vox y Alianza Catalana) parece la consecuencia de la misma dinámica de lepenización de los espíritus.
Quizás ahora es el momento de una apuesta estratégica como defendiera aquella Esquerra Republicana que frente al auge de la extrema derecha y ante el catalanismo conservador apostaba sin ambages por el Frente Popular. La construcción de alianzas que ponían en el centro a las clases trabajadoras llevó a Lluís Companys y Léon Blum a trayectorias convergentes. Esto ha sido posible en el pasado, es una opción en el presente francés y podría ser un futuro en Catalunya si se toma un rumbo diferente al actual, es decir, si se impugna el orden y aquellas fuerzas que lo sustentan.