Opinión
Llarena despertó a la bestia

La noticia de la detención de Puigdemont no solo atravesó el vermut a media Catalunya. La lanzó a la calle. Manifestaciones masivas, cortes de carretera, invasión de autopistas, etc. El independentismo se ha despertado definitivamente después de una hibernación anodina.

Tensión detención Puigdemont 1
Miguel López Mallach Tensión entre manifestantes y mossos tras conocerse la detención de Carles Puigdemont
26 mar 2018 13:00

Y el periplo belga de Carles Puigdemont ha tenido un brusco stop. En pleno roadtrip desde Finlandia.

La policía alemana detiene a Puigdemont. Glups, parece que se nos va a atragantar el vermut del domingo

Si pedíamos un giro de guión, esta es la sacudida más inimaginable posible a la trama belga. La que menos esperábamos que nos diera sorpresas a estas alturas.

En 2015 Alemania negó 198 peticiones de detención y entrega como la que hoy tiene encima de la mesa. Pero este, es evidente, no es un caso normal

Los mortadelos del CNI español fueron trazando el recorrido del coche del president y dieron el aviso a sus colegas alemanes para que dieran el alto.

No es casual. Ni en Finlandia, ni en Suecia, ni en Dinamarca. Si había un país europeo donde hacerlo, este era Alemania. De allí copiaron nuestros padres constitucionales su preciado articulo 155 y los artículos 81 y 82 de su código penal son los más parecidos al 472 que hoy blande Llarena contra el Govern encarcelado. Contra medio pueblo de Catalunya, de hecho.

Pero claro. Ambos especifican claramente la necesidad de la violencia para hablar de rebelión, piedra angular de este paripé jurídico en el que andamos montados. Y ahora Alemania va a tener que mover ficha. Y avalar de una forma u otra ese filibusterismo dialéctico, esa posverdad judicial, que ha llevado el juez Llarena a comparar una manifestación sin incidentes con un secuestro a mano armada. Las vías catalanas del 11 de septiembre con el 23F de Tejero.

Veremos cómo le sale la jugada al Estado español. Los expertos no acaban de tener claro qué puede pasar. Algunos ven clara e inmediata la extradición. Otros, la ven improbable. Algunos ven el tema resoluble en pocos días. Otros hablan de meses. En 2015 Alemania negó 198 peticiones de detención y entrega como la que hoy tiene encima de la mesa. Pero este, es evidente, no es un caso normal. Y la España de Rajoy, como antes la de Zapatero, ha sido fiel obediente al diktat de la troika. Y hoy quieren su paguita. Pero Alemania is not Spain. O no debería.

Sea como sea, una vez más ponemos en el terreno de la judicatura, hoy alemana, lo que es un problema político.

Desde luego, si el objetivo del exilio era la internacionalización del conflicto, objetivo cumplido. La detención de Puigdemont es hoy portada en los principales medios europeos. El tema catalán vuelve a estar encima de la mesa. Algunos con sonoras bofetadas al Estado español. Y no solo eso. Puigdemont puede ser un grano en el culo de Merkel, en una frágilmente recién renovada legislatura. La canciller está obligada hoy a posicionarse en un tema del que ha querido pasar de puntillas. Pero no solo ella. Las ordenes de arresto de Llarena van a obligar a posicionarse a las judicaturas de Alemania, pero también las de Bélgica, Suiza y hasta Escocia, donde Clara Ponsatí va a ser defendida por los servicios jurídicos de la Universidad de Sant Andrews. Casi nada.

Catalunya ha vuelto a vivir las 72 horas más tensas desde octubre. El tema estaba dormido, en plena mutación en neoprocés anodino. Pero llegó Llarena y despertó a la bestia. Primavera catalana, dicen algunos. Y el arresto de Puigdemont ha sido la guinda.

Waterloo couldn't escape if I wanted to
Waterloo knowing my fate is to be with you

La noticia no solo atravesó el vermut a media Catalunya. La lanzó a la calle. Manifestaciones más masivas que las del viernes en casi todas las ciudades del país. Cortes de carretera, invasión de autopistas, ocupación con pintada de fachada de la delegación del Gobierno en Girona. Y más tensión que nunca. Notable otra vez frente a la delegación del Gobierno en Barcelona. También en Lleida.

En la capital catalana se cuentan cerca de cien heridos y nueve detenciones. 15 contenedores quemados y 60 más maltrechos. Mossos subidos de tono repartiendo a diestro y siniestro, furgones policiales arrasando con todo y a punto de llevarse a alguien por delante.

La tensión ha subido unos cuantos decibelios. Esto ya no es octubre. Ni la revolución de las sonrisas, ni quizá ya la del cirio en la mano. Pero, francamente y a pesar de lo que quieran explotar algunos medios, la confrontación sigue siendo minoritaria, casi anecdótica diría, y sigue estando, francamente, muy controlada. Aunque sea un aumento de la tensión, y a pesar de todo lo vivido, que no es poco, tampoco anda muy lejos de lo visto ya en decenas de huelgas generales, manifestaciones antifascistas o desalojos de centros okupados. Aunque sorprenda a mucho yayo que se tira de los pelos viendo infiltrados y provocadores por todos lados y nos pasemos, una vez más, medio día discutiendo sobre legitimidad, violencia y resistencia. Algo también muy anodino, por otra parte.

Pese a ello, la posibilidad del desborde de la calle parece clara.

Mientras, Moncloa dice sentirse aliviada con la detención, pero Rajoy aguanta el aire ante la confrontación que esto le pueda suponer no solo con mamá Merkel en Europa si no, sobre todo, con el aita PNV en Madrid. Y del aita este dependen sus presupuestos. Albert Rivera, de claro subidón, abre sus botellas de cava. “Se acabó la fuga del golpista”. Chupito para Ciudadanos.

Tensión detención Puigdemont 2
Tensión entre manifestantes y mossos tras conocerse la detención de Carles Puigdemont Miguel López Mallach

Aunque sería inteligente por su parte ser cauto. Por si acaso. En plena resaca, anunciaba esta mañana haber llegado a un acuerdo con el PP por el tema presupuestos. Con sus 500 millones para maderos y picoletos, a quienes hay que dar las sentidas gracias por sus piolines de octubre. Y dándole una necesaria bocanada de aire a Rajoy. Un morreo en toda la boca. Pero, chiquillos, aún siguen faltando los vascos.

Lo que parece claro es que esto puede haber ayudado a deshilachar el complejo entramado de la formación de govern. Por lo menos hoy Catalunya esta más cerca de ello. Aunque sea reactivamente. Parece claro que si unas nuevas elecciones podían ser un lastre para un soberanismo adormecido hace una semana, hoy ya podrían ser su espaldarazo definitivo. Las CUP aprietan para que se vote a Puigdemont y así tensar más la cuerda. Junts per Catalunya se acoge a la oferta a la desesperada. Como el que encuentra un salvavidas o un tronco de madera en medio del océano tras caerse del Titanic.

Catalunya tiene la oportunidad política histórica hoy de tejer una alianza antirrepresiva los más amplia posible. Un frente resistente amplio. Domènech ofreció la mano para ello el pasado sábado en el Parlament. Torrent recogió el guante ayer en su inusitado discurso institucional. Ello pondría contra las cuerdas hasta al PSC. En los últimos días ha habido quien ha puesto el nombre de Ernest Maragall encima de la mesa. Como ejemplo de transversalidad y posible nombre de consenso. Quizá podemos añadir el de David Fernández, quien genera simpatías en casi todas las casas.

El soberanismo tiene a su dirección tocada. Sus principales caras visibles están políticamente anuladas. Entre rejas, inhabilitadas o fuera del país. Pero es evidente que ahora es el momento de demostrar que esto no iba de nombres ni tampoco de siglas.

O quizás sí.

Sea como sea, cuando creíamos que esto se nos iba a pasar de largo (tra vez el procés, la república y la histriónica Pilar Rahola) llegaron vientos del Supremo que han avivado la llama. La oportunidad está encima de la mesa.

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