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Cine
La ficción audiovisual en la era del covid-19
La hecatombe provocada por el coronavirus ha removido las placas tectónicas del tejido cultural global. El cine no ha esquivado la tremenda sacudida. Ahora los principales interrogantes se ciernen sobre esta fase de reactivación de los rodajes con la que se pretende aliviar la atrofia muscular del sector. Hablamos con algunos cineastas de relevancia de nuestro territorio para que arrojen algo de luz al respecto de la ficción cinematográfica venidera y el difícil trance hacia el horizonte más inmediato.
La semana pasada la totalidad del territorio español pasó a la fase 1 del plan de desescalada diseñado por el Gobierno. Un estadio en que se permite reavivar los rodajes; medida que afecta a las más de 300 producciones que el estallido de esta crisis dejó en el dique seco. Sin embargo, muchas han decidido postergar su arranque, dejando los proyectos en stand by ante el mar de dudas legales, sanitarias, y los permisos y protocolos de incierta aplicación.
En la propia unidad básica para la producción de ficción, el rodaje en plató o exterior, se cierne un reguero de dudas sobre lo factible de respetar las medidas de distanciamiento entre el equipo, la ausencia de contacto entre los actores, el embrollo con las aseguradoras, la asunción de ciertas prácticas que desajustarán los presupuestos —las concentraciones blindadas de los equipos en hoteles, por ejemplo— y la implantación de otras medidas sanitarias que entrarán en juego antes y después del chasquido de la claqueta.
“No sé si van a tener necesariamente un efecto sobre la creatividad per se, pero los protocolos de seguridad van a ralentizar de forma inevitable el ritmo de rodaje”, dice el director Àlex Pastor
Un escenario inaudito, complejo y peliagudo, tal y como pronostica el director Àlex Pastor: “Primero de todo hay que decir que estas medidas de carácter obligatorio son perfectamente entendibles y necesarias, pero, obviamente, va a ser un reto para los rodajes. No sé si van a tener necesariamente un efecto sobre la creatividad per se, pero los protocolos de seguridad van a ralentizar de forma inevitable el ritmo de rodaje. Esto va a repercutir en la cantidad de días y semanas necesarias para rodar una película o un capítulo de televisión, lo que, a su vez, va a causar una subida de los costes de producción”.
Una carga añadida que podría encontrarse con una hipótesis más preocupante y temida, tal y como elucubra el director barcelonés. “Por otro lado, cabe también el riesgo de que haya un brote de infección en la preproducción o el rodaje y eso haga que la producción se cancele, con la posibilidad muy real de que nunca se reanude por una cuestión de costes”.
Ante un escenario tan costoso, complejo, arriesgado, y con protocolos a seguir muy restrictivos —con la difícil aclimatación que supone para técnicos y equipo artístico—, han empezado a proliferar alternativas acordes con los tiempos de distanciamiento social y enclaustramiento.
Unas muestras adaptadas a la nueva realidad que encontraron su razón de ser durante la etapa más crítica del confinamiento a través de una nueva narrativa que se expandió a través del terreno de los videoclips —siempre en la vanguardia por su reducida estructura de producción y los bajos costes—, pero también a través de cortos e incluso proyectos de mayor envergadura.
El actor Luis Tosar y su mujer Maria Luisa Mayol han llevado a cabo un rodaje de ficción durante la cuarentena, sin salir de su hogar y con ellos mismos ejerciendo de cámara, electricista, vestuario y maquillaje bajo las directrices que el productor y director Álvaro Longoria (Morena Films) les iba transmitiendo vía Skype. También proyectos televisivos como En casa, una antología de HBO España que ha reclutado a algunos directores de renombre de nuestra geografía para que grabaran historias mínimas con la ayuda de un móvil, escasos recursos y cumpliendo con el estado de alarma y sus exigencias. Uno de estos autores participantes es Carlos Marqués-Marcet, ganador del último Gaudi a la mejor película y de la Biznaga de Oro con El dies que vindran.
“Se hace difícil de pensar en una escena que transcurra en una calle llena de extras. Habrá una tendencia a hacer cosas más reducidas y recogidas, por una cuestión de lógica y práctica”, vaticina el director Carlos Marqués-Marcet
“En realidad hablamos de dos horizontes. Por un lado, está lo que pasará en un futuro inmediato, cuando se reabra la posibilidad de hacer rodajes. Cómo serán estos, y de qué manera las limitaciones puramente físicas o de estructura van a marcar la súper estructura, y, en función de esto, lo que se puede grabar o no. Esto es más fácil de imaginar. Se hace por ejemplo difícil de pensar en una escena que transcurra en una calle llena de extras. Habrá una tendencia a hacer cosas más reducidas y recogidas, por una cuestión de lógica y práctica”, opina el director catalán sobre las nuevas dinámicas en el set.
Por su parte, el cineasta Isaki Lacuesta aporta una visión más concreta y personal al respecto: “En mi caso, tenemos previsto iniciar el rodaje de un largometraje de ficción en los próximos meses, en otoño, entre Francia y España. Y como todo cambia a diario, y dependemos de legislaciones de dos países, aún no está muy claro si mantendremos las fechas previstas o retrasaremos. En todo caso, trabajo pensando en distintos escenarios. Y de cara al futuro, preparo proyectos con distintas estrategias, algunos compatibles con confinamiento y otros que requieren de rodajes tradicionales. Me planteo ambos extremos con la misma ambición”.
“Resolver este tipo de problemas forma parte inherente del oficio, así que ninguna limitación puede servirnos nunca de excusa para hacer un cine peor”, dice Isaki Lacuesta
El autor de Entre dos aguas amplía la reflexión y conjetura alrededor de si estas restricciones pueden entorpecer y/o afectar la voluntad creativa de los autores cinematográficos. “Los cineastas siempre trabajamos construyendo a partir de limitaciones de todo tipo, y lo importante es que estas limitaciones sean inspiradoras y provechosas para dar forma a una poética, y que está poética nos lleve aún más lejos y más hondo. Resolver este tipo de problemas forma parte inherente del oficio, así que ninguna limitación puede servirnos nunca de excusa para hacer un cine peor. Si consideras que tus medios son escasos, lo mejor es cambiar de idea y de forma, y rodar solo cuando los medios y las formas sean los más adecuados”.
Si la primera fase de desescalada en el cine ha empezado ya a alterar las agendas y los planes de rodaje, por lo tanto, a inmiscuirse en la rutina laboral de los directores reunidos para este artículo, más inciertas y difíciles de dilucidar resultan las consecuencias que tendrán estas nuevas dinámicas y realidades en el propio corpus fílmico y en los relatos que captan el interés de guionistas, directores y productores. Marqués-Marcet abre la lata: “Luego hay otro horizonte, que viene más adelante, que es ver como todo esto afecta al espíritu de los tiempos, al zeitgeist; en el sentido de cómo nos afecta profundamente a todos hasta el punto de cambiar nuestra forma de relacionarnos, y cómo el cine va a recoger todo esto. Creo que es algo que vendrá más tarde, se irá descubriendo con el paso del tiempo, porque a mí, ahora mismo, me resulta muy difícil imaginar. Quizá incluso habrá sentimientos más difíciles de recoger en pantalla. Porque al cambiar el contexto, cambia la interpretación de todos los gestos”.
Àlex y su hermano David anticiparon la distopía vivida en los últimos dos meses cuando plasmaron una Barcelona postapocalíptica en El fin de los días. Desde el momento que la realidad supera o se asemeja a la ficción catastrofista y agorera, se podría dar paso a virajes en los géneros y a la apuesta por tratamientos más livianos. Marcet apunta en esa línea: “Yo creo que habrá un movimiento en el sentido de lo que es trágico hacia lo cómico, y de lo que es cómico hacia lo trágico. O a lo mejor todo vuelve a la normalidad, y el capitalismo vuelve a hacer girar su rueda y aquí si ha pasado algo no me acuerdo”.
Algo que no comparte en su totalidad el menor de los hermanos Pastor: “Habrá de todo, y el público va a necesitar escapismo, pero creo que también seguirá necesitando exorcizar sus miedos y temores a través del terror, el thriller y la ciencia ficción. Ha pasado siempre. Con la guerra de Vietnam, el 11 de septiembre, la crisis económica... Todo cataclismo alimenta la imaginación y la ansiedad que genera necesita ser liberada de alguna forma u otra. Quizás las historias no serán literalmente de pandemias, o del fin del mundo, pero se abordarán temas como la desconfianza hacia el vecino o los seres queridos, la paranoia, el miedo hacia el propio cuerpo, su decadencia y corrupción, las amenazas invisibles”.
Por su parte, Isaki Lacuesta se interesa por otros ángulos: “Me parece muy interesante que algunas películas que hace tres meses eran consideradas de ciencia ficción ahora hayan pasado a ser catalogadas como dramas. Y en paralelo, escenas escritas hace un año o unos meses, a la luz de la situación actual ahora tienen nuevas lecturas superpuestas, inesperadas. Eso es enriquecedor”.
El ganador de dos Conchas de Oro es más cauto a la hora de pronosticar un cambio de paradigma en los relatos cinematográficos. Lo explica de la siguiente manera: “El cine es un fenómeno tan amplio, se hace de tantas formas distintas, complementarias, incluso opuestas, que apuesto a que nos encontraremos con ficciones cuyas situaciones hubieran sido inimaginables el año pasado y con películas exactamente iguales a las que ya teníamos. No espero que haya ningún cambio absoluto, irreversible y definitivo de paradigma, sino que la ficción cinematográfica —igual que la literaria, o la teatral— volverá a dar muestras de su elasticidad, tanto en la industria como en los márgenes de la artesanía. Tendremos viejos y nuevos amores, viejos y nuevos miedos, y viejos y nuevos dolores”.
Incertezas que se irán despejando a medida que estas producciones que buscan su encaje en las nuevas fases de “normalidad” vuelvan a engrasar los proyectores e iluminar las grandes pantallas de los cines.