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Cómic
‘20th Century Boys’, un manga más grande que la vida
¿Qué es lo que pasa cuando aparece una sensación de vacío tras vivir una experiencia tan intensa como la lectura de Monster? Dicha pregunta se la hizo un servidor y seguro que miles de personas que, tras haber alcanzado la satisfacción plena de haber leído el thriller de terror por antonomasia, pensaron que nunca podrían llenar ese hueco con algo que pudiera generar tal caudal de emociones.
Pocos podrían llegar a imaginarse que el mono dejado después de cerrar la última página del manga más conocido de Naoki Urasawa lo curaría él mismo mediante una solución materializada en 20th Century Boys, una nueva inmersión en las entrañas del thriller psicológico, aunque en esta ocasión con matices que le proporcionan rasgos totalmente autónomos.
Pero comencemos con las similitudes, y es que pocos seres más aterradores como Johan en Monster y Amigo en 20th Century Boys. Uno de los grandes pilares sobre los que se sustenta la adicción a una trama de misterio es la necesidad de acentuarla mediante un villano o personaje tan oscuro como atractivo. Tanto que pueda llegar a generar un irresistible guilty pleasure en el lector. En este sentido, la estela dejada por Amigo es tremendamente inquietante, más si lo visualizamos como la idealización del mal más puro.
Pero Amigo no es el único personaje de cinco tenedores que transita las páginas de este manga, publicado entre 1999 y 2006, que Urasawa nos presenta en diferentes épocas, a través de las que somos partícipes de un trabajo memorable en la composición de dos líneas temporales clave en la historia de Japón: la que abarca de finales de los años 60 hasta principios de los 70 y la que va de finales de los 90 a principios del siglo XXI.
Estos dos segmentos definen un paralelismo bastante evidente con el grupo de niños que se hacen mayores en It, una de las obras capitales del irreductible Stephen King. No en vano, los protagonistas principales de 20th Century Boys también son un grupo de niños predestinado a enfrentarse a un mal mayor años después, ya como adultos.
A diferencia de la obra del genio de Maine, estos cambios de época son una excusa perfecta para que Urasawa despliegue un gran mapa de acontecimientos políticos y culturales que subrayan la idiosincrasia nipona en aquellos años.
Uno de los aspectos más fascinantes de este manga es el hecho de servir como reflejo de la actualidad reinante mientras Urasawa construía estas páginas
Estos períodos no solo contemplan saltos entre décadas y siglos, sino profundas transformaciones sociales y económicas que cambiaron todo un país, pero también su reverso occidental. De hecho, uno de los aspectos más fascinantes de este manga es el hecho de servir como reflejo de la actualidad reinante mientras Urasawa construía estas páginas, tal como también hizo antes que él el maestro Tezuka a través de puntos y aparte de la historia del manga como MW, cuya vena periodística reluce soberana y valiente.
La gran diferencia entre Urasawa y el dios del manga es la forma de describir hechos como el ataque a las Torres Gemelas. Así, tal como llegó a reconocer Urasawa en su momento: “Fue solo unas semanas antes de los eventos del 11 de septiembre, y acababa de entregar el manuscrito de un capítulo donde estos dos robots gigantes luchan y arrasan todos los edificios altos de Shinjuku. Cuando vi la tragedia de la vida real de ese evento en Nueva York, ya no tuve el corazón para ilustrar esa escena. Entonces, en cambio, entregué casi un capítulo completo de Kenji simplemente cantando su canción. En ese momento, estoy seguro de que era algo inaudito en una historia del manga, pero quería que Kenji expresara cómo me sentía en ese momento”.
Urasawa compone la historia de Japón por medio de una metáfora de contornos fantásticos, en la que sobrevuela siempre una apabullante fluidez de géneros
Urasawa compone la historia de Japón por medio de una metáfora de contornos fantásticos, en la que sobrevuela siempre una apabullante fluidez de géneros. Uno de ellos es el humor, quizá la característica más divergente con Monster, en la que no había espacio ni para el más mínimo respiro o levedad oxigenante.
La química que irradian Kenji y su grupo de amigos consigue dotar de una naturalidad desarmante, aún más empática debido a su apabullante dominio invisible del slapstick, pero sobre todo debido al contraste tan extremo que se produce cuando entramos en terrenos tan escalofriantes como las correspondientes al círculo de crímenes y misterios cosidos alrededor de Amigo.
En las viñetas dibujadas por Urasawa, no hay rincones ni grandes espacios en blanco. Su dibujo es de un detallismo crónico. El genio nipón capta hasta la más mínima expresión de sus creaciones, las alimenta con planos detalle y primerísimos primeros planos que llegan a conmover del pavor que pueden llegar a irradiar.
Así como sucede en Monster, 20th Century Boys avanza como una novela río, donde entran y salen personajes. Se mezclan historias más cortas y las subtramas que, a primera vista parecen versos libres, acaban por ser definitorias en el monumental guion armado para la ocasión. El mismo en el que somos testigos de cómo Urasawa es capaz de reenganchar cabos sueltos, como una escena resuelta 200 capítulos después de su aparición. Tal precisión quirúrgica de los tiempos y escenas dispersadas en el mural acentúa el grado de misterio, así como cuando Urasawa comentaba lo siguiente: “Recuerdo la primera vez que visualicé esa escena en el formato de tráiler, y puse la escena al principio del arco de la historia. Por cierto, cuando estaba trabajando en esa escena, podía escuchar a un bebé llorando en la tienda de al lado (de su casa), y en ese momento no me di cuenta de que Kanna y ese bebé eran la misma persona. Sabía que tenía que poner esa escena en el manga, y luego me sorprendí cuando me di cuenta de que estaban conectados como la misma persona. Después de ilustrar al bebé varias veces, me di cuenta: ‘¡Oh, esa es ella, ella es la indicada!’. Y me sorprendió tanto como debieron de estarlo los lectores”.
Con todos estos ingredientes, 20th Century Boys emerge como una manifestación irrepetible en su carnaval de personajes. Urasawa se basa en la máxima de dejarse llevar por sus propias creaciones. En todo momento, somos enganchados irremediablemente a través de una sucesión de escenas cocinadas a través de una perspectiva bipolar de las situaciones planteadas. Así, tal como también aprendió de la ortodoxia tezukiana, Urasawa destila arte a la hora de mezclar drama y comedia, como si de una máscara de teatro se tratase.
Brillante y aterradoramente visionario, 20th Century Boys es la respuesta definitiva para toda alma sedienta de una ración irrepetible de manga y misterio. Sin duda, la prueba definitiva de que las experiencias más adictivas provienen de haber alcanzado techos de ambición narrativa vertiginosos. Y que, en este caso en concreto, se hace carne por medio de una de las tramas más excitantes y milimétricas que nos ha proporcionado el noveno arte en este siglo.