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Contaminación
Cuando la contaminación no te deja salir de casa
La hipersensibilidad a la contaminación que tienen las personas con el Síndrome de la Sensibilidad Central limita su forma de relacionarse con el mundo.
La contaminación ha hecho que la vida de José Córdoba dé un giro de 180 grados en solo cinco años. Hay días que los agentes tóxicos y los componentes químicos del aire le impiden salir de su casa, en el pueblo catalán de Lloret de Mar. Y en otros, una mascarilla pasa a ser su única opción para pisar la calle. “No es que me sienta aislado, es que estoy aislado”, cuenta Córdoba a El Salto por teléfono.
Córdoba contrajo fibromialgia (FM), fatiga crónica (SFC) y sensibilidad química múltiple (SQM) en 2013, después de pasar 25 años en contacto con productos químicos trabajando como carpintero. Estas enfermedades, que forman parte del Síndrome de la Sensibilidad Central (SSC), le hacen hipersensible a la contaminación y, por tanto, limitan su forma de relacionarse con el mundo cada vez que respira tratamientos fitosanitarios, perfumes, desodorantes, productos de limpieza o desinfectantes. Una batería de olores intensos que, según el jefe de la unidad de SSC del Hospital Clínic de Barcelona, el doctor Joaquim Fernández, pueden provocar síntomas como “dolor muscular, fatiga, falta de concentración, dolor de cabeza, náuseas, trastornos del sueño o una intolerancia a la comida que antes no tenían”.
Estas dolencias no solo han privado a Córdoba de salir de casa siempre que quiere, también de trabajar y de su pasión por correr, por lo que, a veces, no puede evitar dudar si aún existe lugar para él. “En ocasiones pienso en ir a vivir al campo, pero allí estás solo y más aislado. Mi aislamiento es a excepción de mi familia y los amigos que son amigos de verdad. Si me marchara, también les perdería a ellos”, admite con la voz entrecortada.
Un vuelco sin anunciar
Estas patologías no tienen cura por el momento y sus causas directas son desconocidas, pero se han identificado algunos desencadenantes. “Están relacionadas con un traumatismo físico o emocional, infecciones víricas, estados de ansiedad prolongada y toxicidad ambiental”, apunta Míriam Almirall, coordinadora de la unidad de SSC del Hospital Vall d’Ebron de Barcelona. Al mismo tiempo, añade que el 2,4% de la población española tiene fibromialgia, entre el 0,5% y el 2% fatiga crónica y, “en cuanto a la sensibilidad química múltiple, no hay datos claros: van desde el 0,1% al 5% dependiendo de la gravedad”. O, lo que es lo mismo, aproximadamente el 6% de las personas que viven en España podrían estar atrapadas en momentos tan invalidantes como los que vive Córdoba.
Sentada en un centro cívico del barrio barcelonés de Sants, Núria O. explica a El Salto que la sensibilidad química múltiple, la fibromialgia y la fatiga crónica irrumpieron en su vida en marzo de 1999. Una espada de Damocles que se gestó mientras limpiaba las habitaciones de un hotel de lujo de Barcelona, recién fumigadas. Nadie la alertó de los riesgos que corría. “La gobernanta del hotel nos decía: ‘No, no, no, si esto no es tóxico’, e iba con la nariz tapada… ¿No es tóxico? Joder, ¡pues menos mal!”, recuerda Núria con una mirada encendida que denota que hay ciertas heridas imposibles de cerrar.
Hoy convive con una hipersensibilidad a los productos tóxicos que, cada día, le recuerda que nada es como antes. Ya no puede trabajar ni ir a cines, teatros o fiestas donde corre el riesgo de respirar perfumes, desodorantes o ambientadores. “Siento síntomas como ahogo, irritación o que se me va la cabeza, que no puedo concentrarme y, a veces, no me salen las palabras”, dice Núria sobre unas dolencias que también le privan de disfrutar del exterior todo lo que le gustaría. “Hay días en los que hay tanta polución en Barcelona que he de decirme: ‘Hoy no salgo de casa’”, aunque esto implique alejarse más de aquella vida activa que no pasa día sin echar de menos. “El problema eres tú, no las personas a las que has dejado de ver, porque eres tú el que no puede hacer lo que hacía antes”, agrega por su parte Córdoba.
Vivir con una enfermedad poco reconocida
El poco reconocimiento que hay en torno a las limitaciones físicas y psíquicas de estas patologías puede provocar, de acuerdo con Almirall, que no se reconozca la invalidez a algunos pacientes. Una realidad que, inevitablemente, puede condenarles a tener que trabajar y acabar empeorando su salud o a encontrarse en riesgo de exclusión social. Aunque sus síntomas hacen que, para ellos, trabajar pueda ser equivalente a intentar escapar de un laberinto sin salida.
A Núria le dieron la invalidez después de probar, “a base de muchos abogados”, que desde el hotel no habían tomado las medidas de seguridad adecuadas. No esperaron a que pasaran 48 horas para que las camareras de piso fueran a limpiar las habitaciones y no ventilaron porque “las ventanas no se abrían y el aire condicionado funcionaba como quería”.
Núria se libró de llegar a vivir una situación desesperada, pero para el experto Fernández, nadie debería tener que llegar a este punto. “Si tienen que ir a juicio para conseguir la invalidez… ¿qué estamos haciendo? Judicializar enfermedades. Hay personas que se encuentran en conflictos”.
Otra de las peores facetas de la invisibilidad de estas patologías es aquella en la que a los pacientes les resulta difícil encontrar un atisbo de apoyo. Fernández conoce casos de parejas que no les comprenden. Otro afectado, Santi Cutura, de médicos que les han dicho que eran “unos vagos que no querían trabajar”, y Núria uno plagado de desprecio: “La esposa de un amigo se pensaba que este hacía cuento y le hacía dormir en el balcón con un colchón cuando se quejaba por el olor a desodorante y perfume”, lamenta con la mirada fija en el suelo.
La urgente necesidad de un cambio de modelo
Desde el centro cívico de Sants, Cutura explica a El Salto que 22 años trabajando como mecánico en un taller que no cumplía con las medidas se seguridad le hicieron contraer las tres enfermedades. Un antes y un después en su vida que, en 2006, le llevó a convertirse en el presidente de la asociación catalana de afectados por la intoxicación ambiental en el lugar de trabajo y otros espacios, Apquira. Desde entonces, no solo ha alertado a sus asociados cada vez que hay un episodio de alta polución en cualquier punto de Catalunya, también ha denunciado sin descanso las malas prácticas que hay en torno al uso de productos químicos.
Tratamientos fitosanitarios a las 12 de la noche de un verano, cuando es habitual dormir con la ventana abierta, o una avioneta arrojando estos productos al lado de un camping de la localidad catalana de Pals, son algunas de las que ha grabado con su cámara. ¿Su meta? Acabar con ellas y concienciar a la ciudadanía de que existen unas negligencias que nunca deberían haberse dado. “Hacer estos tratamientos con avionetas… ¿Pero vosotros qué sois? ¿Asesinos?”, condena. “El problema es que pagamos unos impuestos y nuestros políticos no protegen nuestra salud”, agrega.
A pesar de que es urgente un mayor control y un cambio de modelo menos contaminante, el experto Fernández opina que estamos lejos de pisar un escenario alejado del aluvión de componentes químicos con los que convivimos a diario. “Deberíamos limitar el tráfico a las ciudades, las calefacciones que emiten gases y las industrias que más contaminan. ¿Pero qué pasa? No estamos dispuestos a pagar este precio porque no hemos llegado a un punto tan crítico como para cambiar”. Aunque sea una realidad que la contaminación ha hecho que demasiadas personas hayan tenido que dejar de ser lo que un día fueron.
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La toxicidad de los perfumes
Los cosméticos o perfumes que hoy en día nos echamos al cuerpo, son posiblemente tan nocivos y tóxicos como el tabaco.
Las personas a veces piensan que tienen alergias, en realidad es debido a este tipo de sustancias que respiramos y que nos ponemos en el cuerpo, volviéndonos luego sensibles a cosas naturales que no deberían de hacernos mal.
Para saber a qué sustancia tenemos alergia nos hacen un test, pero si se hicieran el test personas sin ningún tipo de alergias también aparecerían resultados de alergia en dicho test sin que uno padezca alergias.
Por eso los test no son tan útiles en las personas como se piensa, sólo sirven para vender más corticoides, antiestaminicos y que las farmacéuticas se enriquezcan más.
Estos productos están provocando una gran irritación en el aparato respiratorio causando asma crónica, en la nariz provocando rinitis, en los ojos generando conjuntivitis, en oídos una inflamación, en la piel causando dermatitis, escemas y…etcétera.
Irritación continua en zonas, como si tuviéramos una herida abierta, sobre todo en los pulmones y mucosas exponiéndonos más al contacto de bacterias e infecciones,
Generando fácilmente una bronquitis, una gripe, u otra enfermedad infecciosa más grave.
Muchos enfermos mejorarían su salud instantáneamente en el momento de dejar exponerse a esta agresión, sin necesidad de tomar medicamentos.
Personas sensibles que inhalan estos químicos pueden causarles dolor de cabeza, mareo, sensación de desvanecimiento, cansancio y se deprimen por el mal físico, Inconscientemente hay personas que lo interpretan más tarde erróneamente y lo justifican como si tuvieran una fobia a estar en público. siendo en verdad por estos perfumes que siempre están presentes cuanto más publico hay.
Estas personas para su tranquilidad mental, estaría bien que supieran, que no tienen para nada una fobia social y lo que tienen es intolerancia a estos químicos.
Las sustancias dañinas que se usan para la elaboración de perfumes, cremas hidratantes, desodorantes, champús, geles, deberían de estar tan prohibidos y regulados como el tabaco.
Ese tipo de cosméticos sobre todo los perfumes, deberían de evitarse y prohibirse, en el transporte público, en sitios cerrados, en una oficina, en una fábrica, por las molestias, incomodidades y daños que causan al resto de personas y más si sufren asma y otra enfermedad respiratoria.
En comercios, clínicas y Supermercados también, suelen tener una máquina que fulmiga todas las zonas de un local, creando un ambiente hostil. A la hora de perfumarse o poner un perfume ambientador en un local deberíamos de pensar en los clientes, trabajadores y en las personas intolerantes a estas sustancias, personas que hay que tener en cuenta, como afortunadamente se están empezando a tener en cuenta a las personas intolerantes a algún alimento.
Un comité o sindicato debería de reconocer que existe este peligro en los centros de trabajo y que es un problema como otros que hay que atajar.
Sus posibles efectos secundarios:
Son carcinógenos o pueden causar cáncer, interfiere con las funciones hormonales, pueden dañar el sistema nervioso central, tóxico para el sistema inmunológico, piel, pulmones e hígado por eso causan reacciones alérgicas, pueden favorecer el crecimiento de tumores, posibilidad de mutaciones genéticas que producen problemas reproductivos.
Lo nocivo que son los químicos que se añaden en los perfumes hay que tenerlo en cuenta y tenemos que empezar una campaña en contra de ellos, convencer sobre sus consecuencias y conseguir su retirada.
El Listado de químicos es amplio:
Parabenos, Triclosán, Aluminio, Lauril Sulfato de Sodio, Compuesto de Polietilenglicol (PEG), Butilhidroxianisol (BHA), Butilhidroxitolueno (BHT), Pfelendiamina, Dietanolamina,
Ftalato de Dibutilo, Siloxanos, moléculas sintéticas, etc.
Debería de hacerse una estadística a personas que usan productos que somos todos, un estudio a fondo a los que más lo sufren, que son los afectados por sensibilidad química múltiple,
Convencer a científicos y médicos a que investiguen sobre esto, para elaborar una prueba de fe, a políticos y jueces que ejecuten su prohibición, y que no se entrometa en la investigación ninguna multinacional implicada en los productos elaborados con estos químicos nocivos.
Como se están teniendo en cuenta las consecuencias del aceite de palma desde el 2014 que entró en vigor el reglamento europeo sobre la información alimentaria de lo dañino que este aceite vegetal.
También con el tiempo se ha demostrado que un material de construcción llamado amianto causa cáncer de pulmón, después de tanto tiempo de lucha, La prohibición del amianto en España se impuso en diciembre del 2001.
Hay personas diagnosticadas por médico indicando que tienen alguna patología o creyendo que tienen alergias a otra cosa como a ácaros, polen, cuando en realidad es por la toxicidad de estos perfumes a los que se exponen.
También habría que hacerse una revisión a productos de droguería, cómo detergentes jabones, suavizantes, ambientadores, etc.
Los insecticidas también son un problema similar y que hay que tener en cuenta a la hora de fulmigar en lugares públicos.
Estas grandes multinacionales que fabrican con químicos y la gran industria farmacéutica que están asociados o son los mismos dueños, han elaborado los protocolos, los libros universitarios para la sanidad pública y privada, para que los médicos y personal sanitario se formen y estudien honestamente su carrera y seguir renovándose a lo largo de su vida laboral , pero sin ser ellos conscientes con un fondo muy oscuro de adoctrinamiento , con protocolos y métodos de actuación, con el fin de tener estas empresas enormes ingresos en su negocio, a costa de jugar con nuestra salud, ocultando cosas que los sanitarios y la gente no sabe .
A estas farmacéuticas les sale muy rentable que se comercialicen estos atractivos perfumes, para que existan más enfermos a quien vender sus productos, para tratar los síntomas y enfermedades que causan los químicos que lleven, como los Parabenos, el Triclosán, Moléculas sintéticas, que les han añadido para engañar a nuestro olfato y nuestro cerebro estimulando la secreción de neurotransmisores, que no se sabe si para bien o para mal.
Las formas de actuación de las farmacéuticas, serían quitar los síntomas a pesar de los efectos secundarios de sus medicamentos, pero poco empeño en curar una enfermedad, para que estas multinacionales no dejen de tener enfermos a quien vender o imponer sus productos, con el fin de enriquecerse de forma desmedida a costa de nuestra salud.