Control social
Descontrolados

Pronto chegará o verán e os expertos no clima confirman que nos chegará descontrolado. Con temperaturas descontroladas, con incendios descontrolados, con ferocidade descontrolada.
Chaleco amarillo mujer
Unha muller maniféstase preto da Praza da Bastilla. Escrito no seu chaleco: “Non abandonaremos”. Teresa Suárez Zapater
Diego Ameixeiras
@diegoameixeiras
27 may 2023 08:00

Un condutor baixou do coche e esnaquizou a marteladas un radar despois de que saltase o flash do aparato. Perdeu o control. Iso foi o que dixo cando se presentou na policía local. Que se lle cruzaron os cables. Que perdeu o control. Ocorríalle algo semellante a Paul Newman no inicio de A lenda do indomable, que tamén experimentaba esa perda. Perdía o control, pero no seu caso sen perder o sorriso máis magnético da historia do cine. Tranquilamente, perdía o control. Era de noite, ía calor e aburríase logo de tomar unhas cervexas. Unha atmosfera perfecta, desas para quedar sen control. Entón, unha misteriosa conta por saldar —no filme nunca se chegan a explicar os motivos do arrouto—, acababa por arrastralo cara a un curioso obxectivo: romper todos os parquímetros que se lle cruzan polo camiño. Un intrigante descontrol, o do indomable Newman. Unha decisión pola que paga dous anos de cárcere, condenado a traballos forzados. A deixar de ser libre. A estar baixo control.

Pronto chegará o verán e os expertos no clima confirman que nos chegará descontrolado. Con temperaturas descontroladas, con incendios descontrolados, con ferocidade descontrolada. Posiblemente se sitúe fóra de control cando marchemos de vacacións e esteamos pasando polo control de seguridade dos aeroportos, ou cando xa non haxa máis sesións de control ao goberno por esta tempada. Daquela, en pleno descontrol, será posible que botemos de menos os traballadores franceses, que este ano volveron amosarse coma os máis completos descontrolados de Europa. Os líderes do descontrol. A vangarda do anticontrol. Expertos en descontrolarse durante días, semanas, meses. Con cazos e tixolas descontrolados porque se negan, os traballadores, a seren controlados. Descontrolados con pancarta no barrio, nas fábricas, polas avenidas. Diante dese edificio oficial que hoxe mesmo —perdón, que me descontrolo— debería caer baixo control. Descontrolados contra o goberno porque non queren que se lles descontrole o futuro, que tende a estar sen control a final de mes.

Daquela, en pleno descontrol, será posible que botemos de menos os traballadores franceses, que este ano volveron amosarse coma os máis completos descontrolados de Europa. Os líderes do descontrol. A vangarda do anticontrol

Paul Newman e o seu sorriso descontrolado acababan liderando na película unha estupenda fábula antiautoritaria, capaz de facernos sentir máis libres, de empurrarnos contra os sinistros controladores contemporáneos. Dentro do seu personaxe habitaba un individuo sen nada que perder, descontroladamente libre. Sempre hai algo ambiente, aínda que xa non estea Newman e a súa beleza descontrolada entre nós, que chama a poñerse fóra de control. Ocorre agora, no tránsito final da primavera cara ao verán, cando a luz solar se descontrola. Pero hai que atreverse. A descontrolar. A tomar o control do descontrol. Non a esnaquizar un radar ou uns parquímetros, descontroles de escasa pegada, senón a perder o control coma Roque Dalton, outra lenda indomable que nunca se deixaba controlar: “Entre las piedras y el fuego, / frente a la tempestad / o en medio de la sequía, / por sobre las banderas / del odio necesario y el hermosísimo empuje / de la cólera”. Atreverse así a todo: con forzas descontroladas. Atreverse cun sorriso perigoso, coa boca fóra de control.

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