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Coronavirus
Los grupos de apoyo mutuo rompen el aislamiento y la soledad de la gente mayor
Las personas mayores son uno de los sectores más vulnerables ante el confinamiento y sus efectos psicológicos y emocionales. Colectivos vecinales se organizan para dar una respuesta comunitaria a las consecuencias de la pandemia y trabajan para acompañar y cubrir las necesidades de este colectivo.
La situación de emergencia sanitaria ha evidenciado la crisis de cuidados y dependencia en el modelo neoliberal. El estado de alarma, decretado hace un mes, ha puesto en relieve la fragilidad y la vulnerabilidad de las personas mayores, considerados uno de los principales grupos de riesgo. Ante esta situación, redes de apoyo mutuo y entidades del tercer sector se organizan para buscar soluciones.
Las personas mayores forman parte de un colectivo heterogéneo, al que afectan muchos factores: la clase social, la edad, el estado de salud. También depende del lugar donde viven, las características de sus viviendas, los recursos que cuentan para los cuidados, la alimentación... Todos estos factores ahora se encuentran alterados por una pandemia en la era de la globalización. “Hablamos de sociedades digitales, de una economía inmaterial. Lo más material que tenemos son los inmuebles y las monedas, pero, en realidad, todo se mueve por una cuestión bancaria, ficticia”, explica Aina Faus, socióloga en la Universidad de Valencia. En estos tiempos de tecnología, inteligencia artificial, big data y “de una especie de control a través de satélites”, según Faus, la gente mayor queda excluida y sufre una grave discriminación.
“Con el alargamiento de la esperanza de vida, el Gobierno siente que tiene que pagar muchas pensiones. De ahí la idea neoliberal de que, al llegar a cierta edad, la gente tiene que morir”
Tal como matiza Faus, una persona se considera “mayor” cuando tiene más de 65 años y, por tanto, ya se ha jubilado o se encuentra a punto de jubilarse. Sin embargo, existe una discriminación hacia las mujeres, ya que su vejez se plantea en términos de reproducción biológica, cuando llega la menopausia. También entran en juego términos económicos: “En realidad, ser mayor se define por dejar de ser productivo económicamente”, remarca la socióloga, quien añade que se suele relacionar a las personas mayores con las enfermedades o la decrepitud, aunque “son independientes y autónomas”. “Se ha demostrado —continúa— que las enfermedades que generan cronicidad y dependencia solo suceden en los últimos períodos de vida”. Es por ello que las expertas remarcan la necesidad de poner fin al estigma que sufren las personas mayores, las que, aunque tengan algún tipo de dependencia, tienen el derecho a una vida digna y autónoma.
La actual situación de emergencia también está poniendo en el punto de mira al sistema sanitario, que se encuentra con graves dificultades para frenar la curva de contagio. En los últimos años, el sistema de salud se ha visto afectado por los recortes, lo que ha llevado a que hoy en día haya menos profesionales, respiradores, camas... Este planteamiento privatizador de la sanidad, según Faus, afecta principalmente a las personas mayores, ya que “ante la falta de recursos los sanitarios han tenido que elegir a quien salvan” y, en cierto modo, está ligado a la exclusión que sufren las personas mayores: “Con el alargamiento de la esperanza de vida, el Gobierno siente que tiene que pagar muchas pensiones. De ahí la idea neoliberal que al llegar a cierta edad la gente tiene que morir”. Y añade: “Se está poniendo sobre la mesa el sistema de cuidados y de dependencia, sin tener en cuenta que el Estado no las podría pagar y que una buena parte de los cuidados recae sobre los mayores”.
Las profesionales sanitarias están siguiendo las consultas de las personas mayores de manera telefónica, lo que conlleva, según explica Rosa González, médica del centro de salud de Algirós (Valencia), que se encuentran aisladas en sus casas. “No salen porque es un peligro para ellas y, entonces, hay muchas que se encuentran solas. Algunas tienen familiares, pero otras no. Quizás tienen una cuidadora, pero con la pandemia algunas no van”.
Redes de apoyo y solidaridad con las personas mayores
En los Países Catalanes, han aflorado muchas redes de apoyo mutuo para detectar las necesidades del vecindario y ayudarle ante la crisis sanitaria, económica y social. Es el caso, por ejemplo, de la red de apoyo del barrio de Benimaclet (Valencia), de la que forman parte diferentes entidades, colectivos y comercios locales, con el objetivo de construir una respuesta que ponga las personas en el centro. “Lo primero que se debe tener en cuenta es que la red nace antes de la pandemia. Es una iniciativa impulsada sobre todo por la Asamblea Feminista de Benimaclet y en la que colabora también Cuidem Benimaclet”, explica Guillem Sanz, miembro de Cuidem Benimaclet y Entre Barris.
Una red de apoyo en Benimaclet (Valencia) ha activado diferentes iniciativas con las que se quiere “retomar la idea de que entre las vecinas debemos cuidarnos, poner en el centro los cuidados”
La red de apoyo ha activado diferentes iniciativas, con las que se quiere “retomar la idea de que entre las vecinas debemos cuidarnos, poner en el centro los cuidados”, incide. Asimismo, muchas de estas iniciativas se centran en apoyar, acompañar y cuidar a las personas mayores, que ahora no pueden salir a pasear o mantener conversaciones como lo hacían antes. “Como no tienen redes sociales, hemos visto que tienen la necesidad de establecer un contacto directo con alguien, poder expresarse en estos momentos”, exponen desde la red de Benimaclet. En este barrio de Valencia se ha intentado concienciar a la gente mayor sobre el peligro que supone ir a comprar a las grandes superficies, una tarea que también se ha llevado a cabo desde los comercios o farmacias de barrio, que han puesto a disposición de la clientela sus contactos. “Lo que hemos hecho, principalmente, es informar sobre los pequeños comercios y ayudarnos”, concluye Sanz.
También se han ofrecido para realizar las actividades más cotidianas, como comprar, bajar la basura o cualquier otra necesidad básica que puedan tener. Las últimas semanas se están centrando en ofrecer asistencia psicológica con la ayuda de profesionales, ya que las personas mayores son uno de los sectores más vulnerables ante el confinamiento y sus efectos mentales y emocionales, sobre todo si viven solas o en residencias. “No sabemos exactamente lo que vendrá, hay mucha incertidumbre. Todo va muy deprisa y es muy complejo, pero la base es hacerlo desde las vecinas para las vecinas”, apostilla Sanz.
Una red de apoyo mutuo de Sant Pere de Ribes i Olivella, en la comarca del Garraf (Barcelona), ha organizado una línea telefónica para atender consultas de personas mayores
En la línea de los efectos psicológicos, Araceli Esparducer, psicóloga y psicoterapeuta voluntaria de la red de apoyo mutuo de Sant Pere de Ribes i Olivella, en la comarca del Garraf (Barcelona), recalca que han establecido una línea telefónica para atender consultas. Esparducer expone que están recibiendo muchas demandas logísticas, tanto de personas afectadas por la covid-19 como de personas mayores vulnerables, así como de apoyo emocional. “Nadie te llama, pero cuando empiezas a hablar con ellos, ves que necesitan hablar”, lamenta la psicóloga. “Hay días que la llegada de alimentos se detiene, que se sienten aisladas —continúa—, por tanto, poder sentir que hay gente fuera que les da soporte tiene un efecto tranquilizador para las personas mayores” .
Las expertas remarcan el sentimiento de miedo que siente la gente mayor debido a la sensación de aislamiento, la falta de recursos, la pérdida de la autonomía o de la conexión con el resto. “Cogen miedo, la que puede generar una sensación de descontrol y estrés de manera continua”, expone Esparducer. Y añade: “Por eso es importante estar conectados, hablar de sus problemas, que alguien escuche sus necesidades y demandas, e intente cubrirlas”. Todo esto hace que las personas estén mucho más tranquilas y puedan pasar el confinamiento de la mejor manera desde el punto de vista psicológico y emocional.
La asociación Amics de la Gent Gran (Amigos de los Mayores) hace más de 20 años lucha contra la soledad y la exclusión social de este colectivo mediante el trabajo de voluntarias que acompañan emocionalmente las personas mayores, así como a través de la sensibilización de la sociedad. En 2019, apoyaron 2.800 personas gracias a la labor de las 2.700 voluntarias que se encuentran en 56 municipios de los Países Catalanes y el resto del Estado español.
La organización Amics de la Gent Gran ha lanzado la campaña 'Llamadas contra el silencio' para garantizar el acompañamiento emocional de las personas mayores y detectar nuevas necesidades
Ante la crisis del covid-19, Antonia Tamayo, integrante de Amics de la Gent Gran en Garraf, explica que lo primero que han hecho es coordinarse con los actores territoriales, estableciendo una relación con las diferentes redes de apoyo, ayuntamientos y servicios sociales. “Tradicionalmente atendemos a personas mayores que sufren soledad a través de acompañamientos individuales, personas que están en los domicilios o personas que viven en las residencias”, explica. El último mes han continuado realizando los acompañamientos, pero por teléfono. Han lanzado la campaña Trucades contra el silenci (Llamadas contra el silencio) para garantizar el acompañamiento emocional y detectar nuevas necesidades.
Francisco Gisbert, integrante de Amics de la Gent Gran de 88 años, vive solo en Vilanova i la Geltrú (Garraf). La sensación de angustia y sufrimiento le condiciona el día a día, pero, según explica, gracias a las voluntarias de la red recibe la comida en la puerta de casa y establece un contacto con ellas. Gisbert, que sufrió la Guerra Civil española, no recuerda haber vivido una situación como esta: “En la guerra hay mucho más de odio y nos matamos unos a otros. Ahora nos ayudamos, aunque las dos situaciones son malísimas”. Y remata: “Todo es malo, pero esto es una crisis sanitaria, más preferible que una guerra. Antes se mataban por bandos e intereses creados”. Isabel Fuentes, de 87 años, también vive sola en Vilanova i la Geltrú. Tiene dos hijos, uno vive en Barcelona y otro en Cubellas. Ambos le llaman cada día. “Nosotros hemos trabajado mucho para que ellos tengan un futuro. Son ingenieros y ahora, gracias a Dios, me ayudan con todo”, dice. El confinamiento le resulta agotador, porque antes salía con sus amigas y podía airearse. “Yo creo que esto será una guerra para la juventud. Tengo nietos con 20 años y están empezando a trabajar, pero no lo veo nada fácil”, expresa.