Crisis económica
            
            
           
           
Cédric Durand: “Estamos viviendo la segunda muerte del neoliberalismo y esta vez será la definitiva”
           
        
         
Cédric Durand (1975) es uno de los principales representantes de la actual escuela marxista de economistas en Francia. Este profesor de la Universidad París XIII ha concentrado su trabajo en la huida hacia adelante del neoliberalismo a través de la financiarización, con obras como Le capital fictif (El capital ficticio, publicado en castellano por Ned Ediciones) o contribuciones en los libros En finir avec l’Europe o Penser la monnaie et la finance avec Marx.
Hace dos años impulsó un seminario sobre la planificación ecológica cuando era una idea marginal en el debate público. Ahora con el Gran Apagón no solo la izquierda francesa reivindica este concepto para impulsar la reconstrucción, sino que incluso el presidente Emmanuel Macron se ha referido a él. Asociada a la URSS, pero también a la Francia gaullista y el New Deal de Roosevelt, la planificación se abre paso como una palanca dar una salida progresista a la crisis de la covid-19, que ha reflejado la impotencia del sector privado ante los acontecimientos extremos.
“Los mercados se han mostrado ahora incapaces de hacerse cargo de una serie de cuestiones fundamentales. Esto deslegitima la ideología neoliberal”, asegura Durand a El Salto. En una entrevista por Skype de casi una hora, analizó el presente y futuro del neoliberalismo y detalló su propuesta de una planificación ecológica, inspirada en los postulados de la Teoría Monetaria Moderna (MMT, por sus siglas en inglés) y el proyecto de “Green New Deal” de Alexandria Ocasio-Cortez y Bernie Sanders.
¿Cómo  analizas las medidas adoptadas por los gobiernos para hacer frente a  la recesión económica provocada por la covid-19? ¿Estamos ante una  reedición del “socialismo para los ricos y neoliberalismo para los  pobres” como en 2008?
El  futuro no está escrito y difícilmente sabemos lo que sucederá.  Pero creo que estamos viviendo la segunda muerte del neoliberalismo,  y esta vez será la definitiva. Aunque esta crisis no haya sido  provocada por el sector financiero, nos ha enseñado que cuando las  cosas se ponen difíciles no se puede contar con los mercados y hace  falta que el Estado intervenga. En 2008 constatamos el mal  funcionamiento de los mercados, pero ahora estos se han mostrado  incapaces de hacerse cargo de una serie de cuestiones fundamentales.  Esto deslegitima la ideología neoliberal.
Los mercados tienen una gran dificultad para preparar el largo plazo y adaptarse a los acontecimientos extremos
¿En  qué aspectos la crisis actual ha revelado los límites de la gestión  de la economía a través de la lógica del mercado?
El  primero de ellos ha sido la ausencia de anticipación. El  neoliberalismo siempre había presumido de la eficiencia de los  mercados. Pero en realidad esta solo se produce a corto plazo y en  cambio los mercados tienen una gran dificultad para preparar el largo  plazo y adaptarse a los acontecimientos extremos. Cuando las cosas se  complican realmente, los mercados son ineficientes dado su  funcionamiento descentralizado. En un momento de crisis extrema, hace  falta concentrarse en unos objetivos concretos y esto requiere una  centralización que el mercado no sabe organizar. Esto se ha  evidenciado con la crisis actual con los problemas de escasez de  mascarillas, test de la covid-19 u otros medicamentos.
En Francia, la mitad del sector privado ha sido financiado por el Estado y las pérdidas de las empresas privadas subsanadas por las arcas públicas
Además,  con los planes de rescate masivos ha quedado en evidencia el mantra  de que “no hay dinero mágico”.
Los  Estados han intervenido de forma masiva y hemos alcanzado unos  niveles de sociabilización inéditos en las economías modernas. En  Francia, la mitad del sector privado ha sido financiado por el Estado  y las pérdidas de las empresas privadas subsanadas por las arcas  públicas. Esto no durará eternamente, pero hemos descubierto la  capacidad de reacción de los poderes públicos. Lo que contradice la  idea de que “no hay dinero mágico”. Es decir, el mantra de que  se debía respetar la austeridad presupuestaria para conservar la  confianza de los mercados, ya que el dinero no cae del cielo. Ahora  hemos visto una gran capacidad de intervención estatal. Su verdadero  límite no ha sido monetario o financiero, sino de los recursos  materiales. Lo que ha escaseado durante esta crisis no han sido los  euros, sino las mascarillas y los test. En realidad, el lenguaje  monetario ejerce de intermediario entre los verdaderos recursos y las  necesidades a satisfacer.
Nos dirigimos hacia una fase de capitalismo regulado, con un mayor peso de la economía nacional y una rivalidades geopolíticas acentuadas
Pero  una vez pase la fase más crítica de la crisis sanitaria y  económica, ¿no temes que se produzca un retorno a la austeridad  presupuestaria?
Aunque  la burguesía lo desee, creo que no es posible un retorno a la  austeridad en los próximos meses. Incluso la patronal alemana,  francesa e italiana pidieron una mutualización de los recursos para  financiar un plan de reconstrucción. Quizás más adelante  regresarán las medidas draconianas, pero a corto plazo predominará  la necesidad de reactivar la economía a través de políticas  keynesianas. No creo que volvamos al mundo precedente basado en la  austeridad, la estabilidad financiera y la liberalización en todos  los ámbitos. Me parece, en cambio, que nos dirigimos hacia una fase  de capitalismo regulado, con un mayor peso de la economía nacional y  una rivalidades geopolíticas acentuadas. Pero esta nueva fase del  capitalismo no significa obligatoriamente una buena noticia para la  izquierda.
¿Por  qué este capitalismo post-neoliberal no puede implicar una  recuperación de derechos sociales?
No  digo que no sea posible, pero que no es obligatorio que comporte un  avance de las ideas progresistas. La izquierda debe entender que se  puede producir una forma distinta de la del capitalismo neoliberal,  pero que también resulte muy insatisfactoria. No es descabellado  imaginar que se implante un modelo más nacionalista, en que se  combine una mayor intervención estatal con una precarización del  mercado laboral. La actual coalición entre conservadores y verdes en  Austria puede servir como laboratorio de un capitalismo verde que  apueste por reforzar el rol del Estado, una forma de proteccionismo  ecológico y al mismo tiempo unas políticas muy duras contra los  extranjeros. Lo más probable es que se termine la etapa neoliberal.  ¿Pero quién acabará con el neoliberalismo? ¿Qué modelo se  impondrá? Todo esto dependerá de la batalla política.
Para  dar una salida progresista a la crisis, propones impulsar una  planificación ecológica. ¿En qué consistiría?
La  planificación se caracteriza por tres elementos. El primero consiste  en hacer un cálculo económico no solo en función del precio, sino  de las prioridades de la sociedad. El segundo es que permita afrontar  el largo plazo y favorezca la anticipación y la preparación, a  diferencia de los intercambios mercantiles inmediatos. Y el tercero  es que no depende de las decisiones de agentes descentralizados ni de  las preferencias individuales, sino de un proceso deliberativo que  determine las preferencias colectivas. En definitiva, la  planificación ecológica consiste en decidir de forma democrática  un modelo de desarrollo sostenible y determinar las etapas con las  que se llevará a cabo.
La independencia de los bancos centrales ha servido para consolidar el poder del sector financiero. Ahora descubrimos que la moneda también se puede gestionar con criterios políticos
¿A  través de qué mecanismos se puede llevar a cabo esta planificación?
Primero,  hace falta establecer dos tipos de límites. Por un lado, unos  objetivos de mínimos de poder adquisitivo y derechos sociales que se  deben garantizar a todo el mundo. Por el otro, unos límites de  máximos que garanticen la sostenibilidad ecológica. Para decidir  cómo se reparten los esfuerzos para llevar a cabo la transición  energética, se deberían impulsar nuevas herramientas democráticas;  por ejemplo, una asamblea formada por científicos y ciudadanos. Otro  mecanismo sería utilizar las políticas monetarias y utilizar la  selección del crédito en beneficio de unos determinados intereses.  Y una última herramienta consistiría en impulsar nuevos modelos de  consumo desarrollados a través de mecanismos de decisión colectiva,  en lugar de favorecer que estos se vean determinados por la  publicidad y las estrategias de márquetin de las empresas.
Para  impulsar esta planificación ecológica también hace falta acabar  con dogmas neoliberales sobre la política monetaria, como el que  impone la independencia de los Bancos Centrales.
Sí,  exacto. Hace falta que los Bancos Centrales dejen de estar al  servicio de la hegemonía financiera y lo hagan a favor de un  proyecto de desarrollo. La independencia de los bancos centrales ha  servido para consolidar el poder del sector financiero. Ahora  descubrimos que la moneda también se puede gestionar con criterios  políticos. Esto se hace a través de la gestión del crédito y que  esta sirva para determinar la dirección que se le quiere dar a la  economía. El hecho de que se gestione la moneda con criterios  políticos no significa que se dispare la inflación. Así lo  muestran estudios recientes sobre las décadas de los cincuenta y  sesenta que muestran cómo una gestión política del crédito fue  compatible con una inflación baja.
En  un artículo reciente en Le  Monde Diplomatique,  aseguras que “las inversiones solo pueden ser sostenibles si dejan  de depender de la lógica de la competencia capitalista”. ¿Por  qué?
La  lógica de las inversiones privadas es muy cortoplacista ya que se  deben a aportar resultados casi inmediatos a los inversores si uno no  quiere que baje el valor de sus acciones y se quede sin recursos.  Esto hace que las empresas se concentren en los resultados finales de  cada año en lugar de prepararse a largo plazo. Por eso, en la teoría  financiera se habla de la tragedia de horizontes. Ahora hemos visto  cómo los mercados no supieron anticipar la caída del precio del  petróleo, que no se debió únicamente a la covid-19. Esta crisis  del petróleo ejemplifica cómo los mercados no están bien  capacitados para reflexionar sobre las cuestiones a largo plazo.
Una  de las críticas habituales a la experiencia de la planificación  soviética es que esta se llevaba a cabo de forma tecnocrática y  desconectada de las necesidades reales de la sociedad. ¿No sucedería  lo mismo con tu propuesta de planificación ecológica?
La  planificación soviética tuvo dos grandes problemas. Por un lado, la  URSS era una dictadura con un aparato estatal centralizado y cuyos  intereses se centraban en cuestiones militares. Lo que hacía que se  produjera una “dictadura sobre las necesidades”, según la  expresión de la socióloga húngara Agnes Heller. Este modelo no  tiene nada que ver con la mayor expresión democrática en que se  basa la planificación ecológica. Por el otro, el modelo soviético  también era ineficiente por su dificultad para disponer datos  fiables y esto hacía que los planes estatales se vieran alterados  cuando se producía cualquier imprevisto. Pero ahora Amazon dispone  de una capacidad de cálculo un millón de veces superior a la del  Gosplan [comité para la planificación económica en la Unión Soviética]. Las nuevas tecnologías de la información ofrecen métodos  de cálculo muy eficaces, lo que contradice la idea de que la  planificación resulta menos eficiente que la economía de mercado.
La planificación, para que sea interesante, debe reunir una dimensión ecológica y socialista. Un sinónimo de la planificación sería la civilización de la plena consciencia
La  planificación suele asociarse a la Unión Soviética, pero esta  también estuvo presente en la Francia gaullista y formó parte del  New Deal de Roosevelt.
Sí,  es un concepto que evoca distinta experiencias del pasado. Un  diputado de la derecha francesa sorprendentemente dijo hace unas  semanas que sería interesante apostar por la planificación y  recuperar el Estado estratega. Estoy sorprendido por la manera en que  este concepto está ganando peso en el debate público en Francia.  Hace dos años impulsé un seminario universitario sobre la  planificación cuando era una idea completamente marginal. Y ahora  incluso el presidente Emmanuel Macron se refirió a ella en uno de  sus discursos durante el confinamiento. Pero la planificación, para  que sea interesante, debe reunir una dimensión ecológica y  socialista. Un sinónimo de la planificación sería la civilización  de la plena consciencia. Que la humanidad sea consciente de sus  límites sociales y ecológicos y que tome las decisiones necesarias  para adaptarse a ello. Para ello, se deben reforzar los mecanismos  democráticos y que la gente aprenda a hacer política de forma  distinta a votar una vez cada cuatro o cinco años.
Al contrario de aquellas teorías que nos hablaban del final del trabajo, la crisis del coronavirus nos ha mostrado que hay una serie de tareas fundamentales y vitales para la sociedad
¿Cuáles  serían estos mecanismos para reforzar la participación democrática?
Hace  falta un sistema de representación distinto al de la representación  electoral tradicional. Como comenté antes, por ejemplo, impulsar una  cámara formada tanto por ciudadanos como científicos. Una parte de  sus miembros podrían ser elegidos por sorteo y otra a través de  elecciones. Lo fundamental es desarrollar asambleas que sean  realmente deliberativas y que sea un proceso realmente abierto, en el  que todo el mundo pueda participar. Actualmente, disponemos de una  democracia política muy débil, en que muchas de las decisiones  económicas se toman en estructuras que no son democráticas, como  las empresas.
También  defiendes que esta planificación debería ir acompañada por un  programa de empleo garantizado. ¿Por qué prefieres una política de  empleo garantizado en lugar de una renta básica universal que deje  en la persona la libertad de elegir su manera de vivir?
Prefiero  el empleo garantizado en lugar de la renta básica porque, si toda  una parte de la población no trabaja durante un largo periodo aunque  quiera hacerlo, difícilmente podrá encontrar un trabajo a pesar de  que le den una renta. Las políticas de empleo garantizado no solo  quieren garantizar unos ingresos a toda la población, sino también  el estatus social que otorga el trabajo y el reconocimiento de la  contribución de los individuos en la sociedad. Seguramente, algunas  personas podrán vivir muy bien con una renta básica y sin trabajar.  Pero me temo que se produciría una fuerte división en la sociedad  entre una parte importante que subsistiría con una renta que tampoco  ofrecería unos ingresos demasiado elevados y otros que se ganarían  la vida con su trabajo o contribución en la economía. Al contrario  de aquellas teorías que nos hablaban del final del trabajo, la  crisis del coronavirus nos ha mostrado que hay una serie de tareas  fundamentales y vitales para la sociedad. Por eso, necesitamos la  contribución de todo el mundo.
Coronavirus
        
            
        
        
Covid-19, el petróleo, el virus de Wall Street y Estados Unidos
        
      
      El reciente desplome del precio del petróleo es una oportunidad para advertir de nuevo sobre el inexorable declive de los combustibles fósiles y denunciar la dinámica destructiva de los mercados financieros.
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