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El 24 de julio de 2008, cuando la Asamblea Constituyente de Montecristi terminó de redactar el borrador de la nueva Constitución de Ecuador, se intuía el nacimiento de un nuevo país. Las ilusiones duraron lo poco que tardó Rafael Correa en imponer su estilo autoritario en el poder, en cortar amarras con los movimientos populares e indígenas que lo habían llevado al poder y en apostar a una suerte de estado del bienestar clientelar que nada tenía que ver con la Constitución emanada de Montecristi y ratificada en referéndum el 28 de septiembre.
Montecristi marcó una ruta: la búsqueda del buen vivir, el respeto a las diferentes nacionalidades que cohabitan Ecuador, la libertad de comunicación, los derechos de la Naturaleza, la economía social… Nada de eso encontró asiento en los gobierno de Correa y de una Revolución Ciudadana que se fue alejando de sus orígenes y de sus fuentes originarias. Correa rompió con el movimiento indígena –a los que consideraba una tranca para el “desarrollo”-, rompió con el movimiento ecologista –al que calificaba de brazo local del imperialismo-, rompió sus compromisos respecto al Parque Nacional Yasuní, rompió muchas de las esperanzas de los que apostaban por construir un nuevo modelo de país partiendo del impulso de su llegada al poder y de la apertura de la Constituyente originaria. Apostó Correa por lo de siempre y es verdad que mejoró las cifras macroecnómicas, que dio un fuerte impulso a la educación formal aún alejándose de los principios del buen vivir, que convirtió a Ecuador en un lugar atractivo para inversores y que logró que quedaran más impuestos en el país que antes de sus mandatos. Fue la herramienta útil de las élites al estabilizar políticamente el país, controlar los anhelos subversivos de los movimientos de base y ampliar la base capitalista del país.
Pero no cambió la estructura, sino que la reforzó y, según vamos conociendo, apoyado en un modelo clientelar carcomido por la corrupción. Los resultados de la consulta de este domingo no dejan dudas. La alta participación no es noticia, porque las multas por no votar son un buen acicate para ejercer el derecho al voto, pero el resultado sí es noticia. Eran 7 preguntas y los resultados provisionales, ya casi finalizado el conteo, no deja lugar a dudas: hay en la práctica un 70% de votos a favor de profundas reformas que caminan en la dirección de Montecristi, y un 30% que apoyan lo hecho por el anterior Gobierno.
Como explica Alberto Acosta, el que fuera presidente de la Asamblea Constituyente de Montecristi, "a pesar del contundente triunfo del 'sí' en las urnas, Moreno no puede adjudicárselo totalmente. Hay muchos partidos y grupos políticos de izquierdas y derechas que estuvieron empeñados en bloquear al correismo. En realidad, ahora empieza el gobierno de Lenín Moreno, que ya no está bajo el tutelaje de correa y que debe superar la herencia que le dejó el caudillo".
Los medios internacionales, tan acostumbrados a lo binario, han vendido el referéndum como una batalla a muerte entre Lenín Moreno, el actual presidente que cuando corrió en las elecciones era el “hombre de Correa” y el propio Rafael Correa, que abandonó su plácida estancia en Bélgica para hacer campaña a favor de un no plural a las propuestas del actual Gobierno. Es cierto que con los resultados en la mano se desarman dos de los elementos de poder de Correa: la reelección indefinida, que le permitía aspirar de nuevo a la Presidencia, y la actual configuración del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, su principal herramienta de control de cargos.
Pero la consulta también indagaba sobre la posibilidad de ampliar la reserva natural del Yasuní, la derogación de la ley de plusvalía, ciertas limitaciones a la minería, la inhabilitación permanente a condenados por corrupción y la no prescripción de los delitos de pederastia. La consulta era limitada y no garantiza que el espíritu de Montecristi se restablezca, pero al menos abre la puerta para que el movimiento popular de Ecuador así lo exija y fuerce al Gobierno de Lenín Moreno a ser fiel a la Constitución que aprobó el pueblo y que claramente había sido ‘congelada’ en la práctica por Rafael Correa. Por eso, Acosta hace una breve lista para El Salto sobre cuáles son los principales retos para descongelar esa Carta Magna: "Hay muchas cuestiones pendientes en la Constitución de Montecristi. impedir el acaparamiento de tierra y agua, reconociendo que el agua es un derecho humano fundamental y que no puede ser privatizada; cristalizar la vigencia de los Derechos de la Naturaleza; impulsar decididamente la economía popular y solidaria; empezar a caminar en la construcción del buen Vivir o sumak kawsay... En definitiva, alentar un proceso de permanente radicalización de la democracia".
Moreno, ya en octubre de 2017, dio un paso importante para permitir el disenso y abrir espacios al contrapoder, al derogar el Decreto 739 que Correa había firmado en 2015 para limitar la acción de las organizaciones no gubernamentales. También ha reformado algunos aspectos de la economía que apuntan hacia un sistema de impuestos progresivos. No es suficiente, pero son señales que hay que aprovechar para seguir presionando al Gobierno para que, de verdad, ponga en marcha la Constitución de 2008 y mande obedeciendo, según el espíritu inicial de la Revolución Ciudadana y de la Asamblea de Montecristi. Hay en Ecuador, aún y a pesar de Correa, un vigoroso movimiento social, popular e indígena que puede y debe aportar a la transformación real del país. Una transformación que parta del buen vivir, que no recurra al extractivismo y a las multinacionales como receta mágica, que respete la diversidad no sólo de forma nominal sino con políticas públicas reales.
Este domingo el espíritu de Montecristi ha tomado nuevo aliento. La hipótesis de un desarrollo no desarrollista, del equilibrio entre seres humanos y naturaleza, de poder popular articulado con poder institucional… No será fácil. El ciclo de bonanza económica que acompañó a Correa hasta 2015 y que le permitió ampliar la base de consumidores al servicio de los grandes capitales se acabó y las élites ecuatorianas van a presionar a Moreno hasta el hartazgo para que desmonte el sistema de subsidios y los servicios sociales que había articulado Correa. Y Moreno, con una débil posición política desde que llegó al poder, deberá enfrentar ahora esas presiones con un partido, Alianza País, roto por la corrupción y por la salida en masa de los correistas. El papel político que decida jugar Rafael Correa, el perdedor, a partir de ahora será determinante, pero también las alianzas y complicidades que sea capaz de reinventar Lenín Moreno. No le quitemos el ojo a Ecuador.
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no tiene la menor idea de lo que representó la consulta. Fue el punto de partida de disputa hegemónica del liberalismo en la política ecuatoriana. Al dia siguiente las cámaras marcaron la agenda: TLC, REducción de influencia de empresas públicas, dinero electrónico entregado a la banca... a no ser que en su lectura el espíritu de montecristi sea el espíritu de los banqueros nada de lo que explica tiene sentido