Crisis climática
La esperanza no estaba en la COP, está en la Cumbre Social

La COP25 ha finalizado con decepciones y desacuerdos, pero en la Cumbre Social han imperado la cooperación, la solidaridad y el entendimiento de cientos de activistas que vinieron de todas las partes del mundo. Ese es el camino a seguir.

Manifestación por la justicia climática en Cibeles, Madrid, durante la COP25.
Manifestación por la justicia climática en Cibeles, Madrid, durante la COP25. Javier Pamplona Gómez
Fridays For Future
16 dic 2019 07:26

Un año de movilizaciones históricas, una juventud convencida arrastrando a toda la sociedad ante un problema civilizatorio sin precedentes. Millones de voces alrededor de todo el globo alzándose para pedir acción y voluntad política. Sociedades occidentales clamando por la justicia climática, demostrando así, que la ciudadanía reconoce su responsabilidad histórica con los pueblos del sur antes que sus propios gobiernos. Una adolescente de dieciséis años demostrando más coherencia que las grandes corporaciones multinacionales y un pueblo chileno que se rebelaba contra un sistema que les exprimía desde hacía años. Este era nuestro punto de partida a comienzos de diciembre.

Parecía que había consenso, esta COP improvisada en apenas un mes, trasladada de Santiago de Chile a Madrid, estaba condenada al fracaso. Pese a tenerlo muy claro, personalmente no me resignaba a la derrota, y en la última muestra de esperanza, con la inocencia del incrédulo que se resiste a aceptar la ilógica realidad, pensaba que la Comunidad Internacional despertaría ante la incontestable movilización ciudadana de este año. Ahora, ya tenemos la certeza, aún duermen. Aún hay una enorme mayoría de gobiernos y corporaciones que siguen anteponiendo, sin ningún escrúpulo, los intereses económicos de sus negocios, frente al interés general de las sociedades. Serán los cómplices ante la historia de esta vergüenza internacional. Aún, la mayoría de gobiernos siguen presos del dinero, de la presión de la codicia, y eso, exprime nuestras democracias hasta dejarlas exhaustas. Esos mismos gobiernos que, ante el colapso del sistema financiero, no dudaron en salir al rescate. Esas mismas corporaciones que, ante la posibilidad de quiebra, ponen todo su potencial a trabajar. Sin embargo, ante el colapso climático y ecológico se cruzan de brazos, ante las muertes desencadenadas nos muestran su silencio, y ante el consenso de la comunidad científica en este tema, su desprecio.

Esos mismos gobiernos que, ante el colapso del sistema financiero, no dudaron en salir al rescate. Esas mismas corporaciones que, ante la posibilidad de quiebra, ponen todo su potencial a trabajar. Sin embargo, ante el colapso climático y ecológico se cruzan de brazos.

Dos semanas atascadas en un artículo seis que pretende regular el mercado de emisiones de carbono, con el que gran parte de expertos y grupos ecologistas no estamos de acuerdo por no respetar los Derechos Humanos y por mercantilizar lo que debería ser una obligación; respetar nuestro aire y nuestra vida. Dos semanas en los que la reducción de emisiones y la adaptación a la emergencia climática han sido temas en los que no han sido capaces de ponerse de acuerdo, o no han querido. En un último y desesperado intento algunos países han presentado los principios de San José, liderado por Costa Rica. Sin embargo, tampoco tienen en cuenta garantías de protección a los Derechos Humanos, claves para respetar la justicia climática. Recogiendo la frase de Greta Thunberg: “¿cómo se atreven?”.

En definitiva, su falta de ambición nos condena a superar ampliamente los 2 grados que ellos mismos acordaron en París no sobrepasar. Sus negociaciones han terminado cuando muchas delegaciones de países empobrecidos ya se habían ido y no podían tener voz. Países que sufren las consecuencias de que el norte global siga ávido de alimentar esta maquinaria frenética de generación de emisiones, de depredación de recursos, de expolio de pueblos, que es nuestro sistema económico y productivo actual. Esquilma nuestras vidas y nos empuja a un futuro de colapso.

Sin embargo, en estas dos semanas no solo ha tenido cabida la desesperanza, la impotencia o la indignación ante la indiferencia política. Cerca de la COP, apenas a unos kilómetros de ella, donde no llegaban las cámaras de los medios de comunicación, ni los mandatarios internacionales, ni donde las empresas iban a hacer su greenwashing, se estaba gestando lo que ha demostrado ser el verdadero germen de esperanza y futuro estos días. Si para un Estado con apoyo de la ONU es difícil montar una COP en un mes, imaginad lo que supone construir para una sociedad una cumbre con decenas de charlas, ponencias, debates, talleres, con centenares de activistas llegando de todas las partes del mundo, y a su vez, preparando la que ha sido la mayor movilización climática del país en la historia. Lo que se ha visto en la Cumbre Social es la cooperación internacional entre pueblos diferentes. La escucha activa a pueblos indígenas que luchan diariamente contra la devastación de sus hogares. Cada día, se ha ido tejiendo una complicidad entre colectivos y gentes de todo el mundo que es el verdadero flanco de resistencia. Una semana que ha sido un constante compartir de conocimiento sobre diferentes ejes.

Cerca de la COP, apenas a unos kilómetros de ella, donde no llegaban las cámaras de los medios de comunicación, ni los mandatarios internacionales, ni donde las empresas iban a hacer su greenwashing, se estaba gestando lo que ha demostrado ser el verdadero germen de esperanza y futuro estos días.

El ecofeminismo supone un punto de convergencia entre el ecologismo y el feminismo ante un sistema depredador, tanto material como humano. La economía social y solidaria demuestra que podemos organizar nuestras sociedades de otra manera. Que sí, que hay alternativa. Como la hay para nuestros cultivos, como la hay para las maneras en las que nos relacionamos las unas con las otras. Porque, si algo podemos aprender de la comunidad indígena, es el buen vivir. El comprender que la satisfacción humana no está necesariamente en el consumo ilimitado de recursos, sino en el cuidado de sus gentes y pueblos. El comprender que la sociedad no deja de ser una gran familia que debe cuidarse los unos a los otros, y que la economía debe estar para garantizar la justicia social, o, dicho de otro modo, para que nadie se quede atrás. Porque negamos rotundamente la falsa idea de que una persona puede ser feliz conviviendo con la miseria de sus semejantes. Porque el futuro está en la cooperación humana, en tejer lazos de convivencia. Porque la transformación ecosocial de nuestras sociedades no se llevará a cabo desde la ambición, la codicia o el poder. Como dice Yayo Herrero: “se hará desde el amor”, no en su sentido romántico, sino el sentido del cuidado a las personas, en el apoyo conjunto para avanzar con paso firme.

En el cierre de la Cumbre Social, una compañera decía: “la COP nos ha fallado, pero nosotras, no nos hemos fallado a nosotras mismas”. Es más, creo que hemos hecho una demostración de fuerza y cooperación popular que, sin duda, es el camino que debemos seguir en el futuro. Porque, ante el intento de las clases dirigentes por hacernos ver como un movimiento dramático y catastrofista, nosotras nos reivindicamos como el movimiento de la esperanza y la cooperación. La COP ha fracasado, pero hemos aprendido mucho de esta nueva caída. Y no tenemos alternativa, porque rendirse no está ni estará en nuestro vocabulario. Porque ponemos la vida en el centro, porque no nos resignamos a que el mundo lo guíen intereses económicos de unos pocos, sino los intereses colectivos para avanzar como una sociedad más justa y libre. Puede que haya personas que critiquen la emoción con la que he escrito estas palabras, quizás, es la emoción que debíamos haber utilizado para salir con un acuerdo de esta COP. Reivindico la emoción frente a la frialdad con la que tratan las muertes y sufrimientos de los pueblos del sur.

Sonriamos, porque la lucha es nuestra, porque es de todas y cada una de las personas que se rebelan contra la resignación. Puede que perdamos, pero si poco a poco se van generando pequeños núcleos de poder colectivo, de cooperación, de transferencia de conocimiento y unión popular, habremos vencido un poco más al egoísmo neoliberal y estaremos más cerca de acabar con la hegemonía política que nos pone en riesgo. Recordemos el grito que desbordaba las calles de Madrid el pasado seis de diciembre:

WE ARE UNSTOPPABLE, ANOTHER WORLD IS POSSIBLE.

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