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Opinión
Richard Gere tiene razón: o nos entendemos o nos hundimos

La humanidad se enfrenta a grandes retos. Hemos traspasado siete de los límites planetarios; esto abre muchas dudas sobre la reproducción futura de la vida en la Tierra. Aumentan los conflictos armados tanto entre como dentro de países. La gente escapa de tierras donde la vida es especialmente frágil. El sueño de la paz y la prosperidad parece haber acabado.
De todos los retos, hay uno especialmente preocupante: la polarización. Este reto es clave para poder avanzar en los otros. Si nos mantenemos anclados en el tribalismo, como lo llamó Richard Gere en su discurso en la reciente ceremonia de los Goya, las heridas se van abriendo y nos desangramos sin poder encontrar soluciones.
La polarización no es simplemente desacuerdo sino una división maniquea que nos separa en bandos de “nosotros contra vosotros”. Estos bandos se construyen sobre una división simplista, típicamente partidista, en la que se resumen muchas diferencias. Esta división funciona como unas gafas con las que interpreto toda realidad, de forma visceral y sin dejar tiempo a la reflexión.
Me opongo porque lo dice el otro, sin entrar siquiera a valorar el contenido de lo que dice.La polarización conlleva un desprecio ciego al adversario y un rechazo a las posiciones conciliadores o negociadoras. El acuerdo con los míos es tan monolítico como el desacuerdo con los contrarios. No cabe el matiz, la duda, el por un lado, pero por el otro lado. Es blanco y negro, sí o no, conmigo o contra mí.
En esencia, la polarización es meterse en una trinchera donde el diálogo con el otro no es posible. Se alimenta de discursos políticos que demonizan al adversario, de medios que diseminan el desprecio hacia los oponentes políticos en las noticias y en los comentarios, de algoritmos que van creando burbujas donde solo escucho a mis iguales o abren puertas para poner a parir a los otros, sin más intención que destruirles. Uno tiene tendencia a pensar que en esto solo caen los otros, pero al final nos vemos todos embebidos, de una manera u otra, en esta dinámica
El resultado es doble: el ánimo partidista acaba con el altruismo y la cooperación en la vida pública, fractura a las comunidades, impide la negociación y hace vulnerable la democracia; acaba dominando la vida privada y determinando elecciones como dónde vivir, qué marcas comprar, en qué empresas trabajar o con quién compartir la vida.
Mientras nos vamos fragmentado y agotando en esta constante expresión de odio y desprecio, los grandes problemas siguen creciendo y acabarán por devorarnos.
La psicología positiva dice que solo cabe un trabajo continuo sobre uno mismo para no verse abducido por esta dinámica. Y a algo parecido nos invitaba Richard Gere en su discurso; algunas las dijo él y otras las añade la investigación. Entender de dónde viene y por qué el contenido que se me ofrece en redes sociales y si no puedo ya revertirlo, quizá plantearme de las burbujas ideológicas. Exponerme intencionadamente a lo diferente, escuchar sin juzgar, porque escuchar no significa validar la proposición del otro ni siquiera reconocerla como verdad.
Solo es un esfuerzo deliberado para entender las razones del otro. Desarrollar el oneness o el sentido de ser uno con los demás seres, por ejemplo, con meditaciones de compasión que nos hagan interiorizar que no hay bandos, que estamos todos entretejidos de los mismos dolores y tristezas, de las mismas alegrías y expectativas, decía Gere.
Expresar una opinión con amabilidad, con un lenguaje no polarizante, buscando deconstruir la demonización de los bandos. Introducir moderación y sosiego, descontando las opciones extremas y buscando propuestas que puedan ser aceptables por las partes y que avancen en la solución de los grandes retos.
Sin este trabajo sobre nosotros, sin hacernos más empáticos, más comprensivos, más moderados, no vamos a superar esta dinámica. Y si no la superamos, no podremos mirar con esperanza a los años que vienen.
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Economistas sin Fronteras no se identifica necesariamente con la opinión de la autora y ésta no compromete a ninguna de las organizaciones con las que colabora.