Economía social y solidaria
¿Dónde está la juventud en la Economía Social y Solidaria? Un relevo que se teje entre retos y oportunidades

Cada vez más jóvenes se acercan buscando formas de vida y empleos coherentes con sus valores. Sin embargo, su participación sigue enfrentando barreras: precariedad, estructuras poco flexibles y falta de relevo real.
Sesión de la Escuela de Activismo Económico (Autoría: Ecooo)
Sesión de la Escuela de Activismo Económico (Autoría: Ecooo)

En una Comunidad de Madrid donde el 30% de la juventud está en riesgo de exclusión —altas tasas de temporalidad laboral y alquileres que devoran más del 80 % del salario neto— la Economía Social y Solidaria (ESS) se erige como un espacio donde estas problemáticas se puedan abordar de forma colectiva. Frente a una vida precaria y atomizada, la ESS ofrece la posibilidad de evadir las lógicas mercantiles para construir proyectos con sentido, arraigo y compromiso comunitario.

Sin embargo, abrirse paso en este ecosistema no es sencillo. A las barreras estructurales que impiden una emancipación digna, se suman el desconocimiento, la falta de referentes y una cultura dominante que refuerza los valores del individualismo, la competitividad, el productivismo y el éxito basado en la acumulación. En este contexto, jóvenes como Valeria, Xabier, Irene, Claudia, Alba o Alberto representan una generación que se abre paso en la ESS con una mirada crítica, creativa y profundamente política, a pesar de los obstáculos.

Llegar a la ESS desde la búsqueda de sentido

Muchas trayectorias juveniles que confluyen en la ESS comparten un origen común: la necesidad de encontrar coherencia entre valores personales y formas de vida sostenibles. Para algunas, ese tránsito parte del desencanto con experiencias previas; para otras, es un proceso de exploración en busca de referentes comunitarios.

La Escuela de Activismo Económico ha sido punto de partida para decenas de jóvenes madrileñas y madrileños que hoy forman parte de iniciativas cooperativas o ciudadanas

“Las condiciones estructurales no permiten a la juventud involucrarse fácilmente en la ESS. Pero hay un interés potencial muy grande, sobre todo cuando conectamos los valores cooperativos con preocupaciones personales como la sostenibilidad, los cuidados o la participación”, explica Valeria Racu, cuya entrada no fue casual: ya venía de trayectorias vinculadas al feminismo, el ecologismo y el antirracismo, pero le faltaban herramientas para vincular esas luchas con la economía. Hoy es co-responsable de la Escuela de Activismo Económico de Ecooo, un proyecto que nació precisamente para tender ese puente. “Muchas jóvenes llegan a la escuela con intuiciones políticas muy claras, pero sin haber escuchado nunca hablar de cooperativismo. Y salen diciendo: ‘¿Cómo no sabía esto antes?’”, afirma Racu.

La Escuela ha sido punto de partida para decenas de jóvenes madrileñas y madrileños que hoy forman parte de iniciativas cooperativas o ciudadanas. Una de ellas es Claudia Ballesteros, de 23 años, que participó en la primera edición cuando apenas alcanzaba la mayoría de edad. Volvió en 2024, después de un recorrido vital y académico: “La ESS y esta menda como materia indivisible, indisoluble», dice con humor, pero también con convicción. Su implicación ha pasado de lo formativo a lo laboral: hoy trabaja en la propia cooperativa que organiza la escuela. Y lo vive como una conquista colectiva e individual: “Hace apenas tres meses parecía muy complejo encontrar un trabajo alineado con mis valores donde sintiera que, de algún modo, lo que hago con mi fuerza de trabajo es activismo”, explica.

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Ese deseo de coherencia también marcó el camino de Alberto Moreta, de 29 años. Durante la pandemia, sufrió un episodio de ansiedad laboral que le hizo replantearse todo. “Me resultaba extremadamente distópico cómo, en plena emergencia global, las empresas capitalistas seguían exigiendo crecimiento y aumento de los ritmos de producción mientras los cuidados y las condiciones laborales empeoraban”. Lejos de buscar una empresa diferente, entendió que el problema era estructural. Hoy es cofundador de la cooperativa tecnológica Simbiótica.

En otros casos, el primer contacto llega desde espacios universitarios. Irene Romero Esteban, de 26 años, descubrió la ESS en una charla organizada por Economistas Sin Fronteras en su ciclo anual Otra Economía Está en Marcha en la Universidad Autónoma de Madrid. “Fue un mundo nuevo que no conocía. Me atrajo la idea de generar un espacio laboral desde una perspectiva colaborativa y sin fines lucrativos, como un modelo para sostener la vida y con una mirada más social”. Aunque reconoce que, para muchas personas jóvenes, la ESS aún es algo lejano, incluso invisible, su recorrido laboral habla de un vínculo sostenido: trabajó más de tres años en el Mercado Social de Madrid y hoy dirige el proyecto cultural Fogo.

En todos estos relatos se repite una misma idea: encontrar en la ESS no solo un espacio de trabajo, sino una forma de vida que alinea principios personales con acción colectiva

También desde el activismo climático se tejen puentes con la ESS. Así fue para Xavier Matas Cerdán, de 29 años, realizador audiovisual en proyectos de comunicación en redes sociales. “En los espacios juveniles y activistas existe una necesidad muy fuerte de organizarnos de otra manera, más democrática, con autonomía económica. Pero falta la conexión con el cooperativismo, que a veces se ve como algo de otra generación“, lamenta Matas. 

Deseo, conciencia y obstáculos: lo que la juventud espera de la ESS

En todos estos relatos se repite una misma idea: encontrar en la ESS no solo un espacio de trabajo, sino una forma de vida que alinea principios personales con acción colectiva. Para muchas personas jóvenes, el atractivo de la ESS no reside únicamente en su estructura jurídica o en su potencial como salida laboral, sino en su capacidad para ofrecer una vida con sentido, coherencia ética y posibilidades reales de transformación. Más que un empleo, buscan un marco donde sostener su vida sin renunciar a sus valores. La ESS aparece así como una alternativa deseable frente a un mercado laboral precarizado, alienante o directamente incompatible con una vida digna.

“Es difícil definir qué es una persona joven, pero coincidiremos en que la energía, la motivación, incluso diría la pasión, suele ser una característica definitoria”, señala Ballesteros. Pero no se trata solo de entusiasmo: hay una mirada política que atraviesa el vínculo de esta generación con la ESS. “Me interesa su carácter político, su capacidad para reorganizar la vida desde la colectividad y el deseo”, apunta Racu.

Ese deseo conecta con una necesidad profunda: recuperar el trabajo como un espacio de cuidado y sentido, no solo de subsistencia. Como dice Matas, “la ESS ofrece una vida con más sentido y menos alienación. No se trata solo de que sea viable, sino de si queremos vivir así”. Se trata, en última instancia, de elegir entre modelos de vida: ¿competencia o cooperación?, ¿relaciones mercantilizadas o comunitarias?

Alba de la Cal, de 25 años, lo plantea en términos estratégicos: “Mi generación puede enamorarse de esta idea —la ESS— y usar las herramientas que se nos han dado por nacimiento y por nuestros privilegios educativos para hacerla visible, creíble y estructuralmente expansiva”. Moreta, por su parte, reivindica la dimensión política del trabajo: “Debe dejar de ser un medio de explotación y convertirse en una herramienta de empoderamiento. Eso es lo que me atrajo de la ESS: la posibilidad de construir justicia económica desde abajo”.

La precariedad, la dificultad de acceso a la vivienda o la sobrecarga por pluriempleo limitan la implicación sostenida en proyectos transformadores

Sin embargo, las condiciones materiales no siempre acompañan. La precariedad, la dificultad de acceso a la vivienda o la sobrecarga por pluriempleo limitan la implicación sostenida en proyectos transformadores. Incluso dentro de espacios autoorganizados, las barreras estructurales persisten. “El problema es que muchas veces nos acercamos desde el deseo, desde la ética o la utopía, pero sin la certeza de que sea sostenible”, resume Valeria.

La juventud no llega solo con preguntas; también con propuestas y exigencias. Reclaman condiciones dignas, espacios flexibles y culturas organizativas que escuchen y cuiden los límites individuales. “Hay una cultura de lo colectivo que a veces puede ser asfixiante. No todo el mundo tiene la misma disponibilidad vital”, señala Racu. “Es importante que los espacios sean flexibles, que cuiden y escuchen también los límites y los tiempos de cada quien”, finaliza.

Al mismo tiempo, denuncian el riesgo de reproducir lógicas que pretendían superar. “A veces nos acercamos a la explotación sin darnos cuenta, porque el límite entre lo voluntario y lo laboral es muy estrecho”, reflexiona Romero. Ballesteros lanza una advertencia a las propias organizaciones: “Una entidad que forma parte de la ESS tiene que cumplir con ciertos requisitos de organización y repensar sus dinámicas. Es necesario predicar con el ejemplo”.

La falta de referentes y de visibilidad también obstaculiza el relevo. “La normalización del capitalismo hace que muchas personas jóvenes ni siquiera se planteen una alternativa”, advierte Alberto. Alba coincide: “Necesitamos marcos de financiación y políticas públicas más estables. También que la ESS tenga más capacidad de crecimiento y cree empleos sólidos donde pueda entrar la gente joven”.

Entidades impulsadas por jóvenes introducen prácticas colaborativas, herramientas digitales y nuevas formas de cuidado comunitario en sectores como la agroecología, la cultura o los cuidados

A pesar de todo, hay brotes que apuntan al futuro. Entidades impulsadas por jóvenes introducen prácticas colaborativas, herramientas digitales y nuevas formas de cuidado comunitario en sectores como la agroecología, la cultura o los cuidados.  Irene Romero lo resume así: “Echo de menos gente que tire del carro, pero también entiendo que para implicarse hace falta tener recursos. El voluntariado es finito y, si no hay medios, muchos proyectos se paralizan”.

Las nuevas generaciones no buscan solo otra manera de trabajar. Esperan —y necesitan— una forma diferente de estar en el mundo. Una ESS que combine justicia, comunidad, ecología y deseo. Y que lo haga con alegría, con sentido… y con futuro.

Hacia una ESS generacionalmente inclusiva

La ESS lleva décadas construyendo alternativas colectivas al modelo económico dominante. Sin embargo, muchas organizaciones del sector se enfrentan hoy a una pregunta urgente: ¿cómo garantizar el relevo generacional? Aunque la juventud muestra afinidad con los valores del cooperativismo, no siempre encuentra espacios reales de participación. Y cuando los encuentra, a menudo carecen de las condiciones necesarias para una implicación sostenida o un liderazgo efectivo. La brecha generacional revela tensiones estructurales que van más allá de la edad: hay resistencias culturales, políticas y organizativas.

“Muchas veces las personas jóvenes nos encontramos con discursos bienintencionados, pero condescendientes”, señala Racu. “Nos dicen «qué bien que vengáis», pero no hay una cesión real de espacios de decisión”. Para ella, la falta de diálogo sobre los conflictos intergeneracionales bloquea el recambio: “Hay una parte envejecida de la ESS que no suelta el mando, y otra parte joven precarizada que no se siente legitimada para tomar decisiones”.

Esta tensión se traduce en dificultades para renovar liderazgos o actualizar formas de hacer. Xabier observa resistencias en cooperativas con trayectorias largas: “Cuesta confiar en que las personas jóvenes podemos tomar el relevo y hacer las cosas bien, aunque sea a nuestra manera”. Alberto coincide: “Los sesgos siguen presentes. Se presupone que tenemos menos experiencia y no se delegan tareas clave. Así surgen espacios solo de jóvenes, mientras los colectivos consolidados desatienden el relevo”.

Cuando hay apertura, sin embargo, el vínculo puede ser muy fértil. “Queremos formar parte de proyectos transformadores, pero también necesitamos tiempo, estabilidad y condiciones materiales. El entusiasmo no basta. Hay que acompañar, formar, facilitar redes. Ahí las entidades más veteranas tienen mucho que aporta”, apunta Romero. Claudia Ballesteros resalta el valor del aprendizaje mutuo en aquellas entidades que sí han abierto su estructura a nuevas generaciones.

Mientras tanto, proyectos impulsados por jóvenes están introduciendo prácticas que reformulan el modelo: ritmos laborales más sostenibles, salarios conscientes y dignos, protocolos colaborativos y una desjerarquización real. Son experiencias que combinan tecnologías digitales con consumo consciente y estructuras más horizontales.

El desafío está claro: si la ESS quiere formar parte del imaginario de las nuevas generaciones, debe actualizar no solo su relato, sino también sus prácticas

Ahora bien, no todo depende del sector. Las condiciones materiales de la juventud —precariedad laboral, dificultad para emanciparse, pluriempleo— limitan su participación. “Para muchas personas jóvenes, hablar de trabajo es hablar de precariedad. En ese marco, pensar en emprendimiento cooperativo no siempre es viable”, explica Valeria.

Y sin embargo, el deseo de lo común persiste. “Se dice que la juventud no se implica, pero es falso. Hay muchísimo interés por lo colectivo, solo que se expresa con otros lenguajes y en nuevas formas de participación”, insiste. El desafío está claro: si la ESS quiere formar parte del imaginario de las nuevas generaciones, debe actualizar no solo su relato, sino también sus prácticas. Porque sin juventud, no hay futuro colectivo.

¿Y cómo se imaginan el futuro?

Las respuestas son claras: más conciencia climática, flexibilidad y ganas de cambio. “La juventud viene con energía, creatividad y pensamiento crítico, y también con otra sensibilidad para construir comunidad”, dice Racu. Romero añade: “Me gustaría vivir en un modelo cooperativo integral: vivienda, trabajo, comunidad… con ilusión por transformar el mundo”.

Para quienes buscan un primer acercamiento a la ESS, las recomendaciones son claras y variadas, desde empezar por el consumo ético, explorando alternativas que ya existen en el día a día: cooperativas de energía, de alimentación, finanzas éticas o comercio justo. “Si tienes una mirada crítica sobre cómo está montado el mundo, el cooperativismo te va a interesar”, asegura Romero. Alberto, por su parte, sugiere formarse y participar en espacios que permitan comprender el alcance transformador de este modelo. “Un buen punto de partida es el Mercado Social de Madrid”, indica, y añade como referencias la Escuela de Emprendedoras Juana Millán, centrada en el impulso de iniciativas lideradas por mujeres desde una perspectiva feminista.

Este tejido de escuelas, federaciones y espacios de acompañamiento resulta fundamental para que las personas jóvenes no solo se acerquen a la ESS desde el deseo, sino que encuentren condiciones reales para implicarse, emprender y permanecer en ella

También destacan iniciativas como El Nido, de Economistas sin Fronteras, un espacio de encuentro y acompañamiento para jóvenes que quieren emprender desde valores sociales y solidarios, donde se combina el asesoramiento colectivo con una red de apoyo entre iguales. Y, para quienes ya están desarrollando proyectos o buscan consolidarlos, existen entidades clave del ecosistema madrileño que ofrecen acompañamiento, formación y redes de intercooperación, como Fecoma (Federación de Cooperativas y de la Economía Social de Madrid) o Cooperama (Unión de Cooperativas de Trabajo de Madrid).

Este tejido de escuelas, federaciones y espacios de acompañamiento resulta fundamental para que las personas jóvenes no solo se acerquen a la ESS desde el deseo, sino que encuentren condiciones reales para implicarse, emprender y permanecer en ella. Como recuerda Alberto, “no basta con abrir la puerta: hay que eliminar las barreras que impiden cruzarla”.

El relevo generacional ya está en marcha: a veces tímido, otras impetuoso, siempre atravesado por incertidumbres y aprendizajes. Se construye con escuelas que siembran semillas, colectivos que acogen nuevas voces, cooperativas que ceden protagonismo, y jóvenes que apuestan por modelos justos y sostenibles, pese a la precariedad estructural.

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