El Reverendo - 01
Ethan Hawke y Amanda Seyfried, en ‘El Reverendo’. © A24 Films
@veroortego
12 oct 2018 06:00

“Cuando se escribe sobre uno mismo, no se debe mostrar piedad”. El reverendo Ernst Toller es un párroco solitario de una pequeña iglesia en el estado de Nueva York. Nada más arrancar la película, Toller inicia un diario escrito a mano a modo de experimento en el que volcar sus pensamientos durante un año. Después el diario quedará reducido a cenizas.

Pero es una conversación la que actúa como catalizador de la historia. Toller accede a hablar con el marido de una feligresa embarazada, un ecologista radical con ideas homicidas. Un hombre que tiene miedo a perderlo todo frente a otro que se siente culpable por lo que ya perdió. Un pulso de certezas que termina siendo un símil entre la situación irreversible del planeta y el camino del protagonista que marca su punto de reacción.

Schrader describe una condena de un hombre enfermo y lo hace de manera austera, con una planificación estática en la que predominan los planos fijos y las secuencias largas, encerrándolo todo en un ratio 4:3 para apuntalar la falta de escapatoria.

Una inmovilidad que se traslada al relato de manera que todo lo que se presenta alrededor de Toller resulta impasible y enfatiza la paulatina implosión del personaje. Un individuo ajeno a la sociedad en la que vive, que observa incrédulo mientras guía un tour por una iglesia en la que el órgano no suena, mientras vende una gorra porque no le quedaban camisetas o mientras recibe una propina.

La película se sostiene sobre dos pilares, el primero es el guión, que de haber sido lo suficientemente robusto en su último acto habría sido brillante. A Schrader le entran las prisas de repente y cambia de ritmo para cerrar la película de una forma demasiado abrupta. Un cierre poco convencional con espacio para las lecturas que aunque coherente con el discurso de fondo, no es el cierre poco convencional que podría esperarse.

Y el segundo pilar es el propio Ethan Hawke, ya que consigue una de sus mejores interpretaciones enfrentándose a la soledad, la culpa, la desesperación, o a todas las pulsiones reprimidas que va matizando en el reverendo Toller.

“Una vida sin desesperación es una vida sin esperanza”. El Reverendo no es una película perfecta, incluso podría decirse que ni siquiera Schrader quiere que lo sea, pero no habrá ninguna otra película en la cartelera de este año (o de los próximos) que a través de una oscuridad tan contundente consiga desprender semejante halo de optimismo.   

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