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Cine
La década de bodrios de Will Smith
Géminis, dirigida por Ang Lee, es la cinta más reciente de un rey de Hollywood que está de capa caída.
Will Smith ya es un cincuentón. Tan solo el concepto es un choque generacional, pero más aún viendo sus trabajos como actor desde el año 2008. La frescura de su Fresh Prince no desaparece porque él de verdad es así, ya lo era con 20 años y lo será con 85. Sin embargo, el estreno de Géminis corrobora una triste teoría, la de quien era en el último cuarto de siglo uno de los auténticos reyes de Hollywood y que, sin embargo, ahora está de capa caída.
La película dirigida por Ang Lee, con la talegada de Jerry Bruckheimer entre otros muchos nombres, se enreda en el 3D y en el CGI facial para ofrecer una historia insulsa, más propia de telefilm de sobremesa que de un repaso con moralina al género de ciencia ficción. Aunque se convierta en candidata a los Premios Razzies de 2020, para Smith, Lee y Bruckheimer quizá no sea algo que les quite el sueño mientras la recaudación funcione, especialmente en China.
La financiación de Alibaba Pictures es el gran sustento de Géminis y la taquilla china suele salvar hoy en día cada fiasco hollywoodiense. No en vano, que la tendencia se repitiera le vendría genial a Guo Guangchang, uno de los artífices monetarios de esta cinta. Con ello olvidaría por un momento la quiebra del turoperador Thomas Cook, controlado desde el verano de 2019 por Fosun, el enorme conglomerado empresarial que dirige Guangchang.
Entre el vaivén de cientos de miles de millones, ya sea en yuanes o dólares, un buen pellizco se le dedicó a Géminis para completar su rodaje en la primavera de 2018. Smith puso entonces el colofón a su particular década de bodrios, pasando para Forbes de ser el actor mejor pagado del mundo a ser el segundo más pagado en exceso. Johnny Depp, otro ilustre del Hollywood actual, le arrebató ese dudoso honor en un par de listas anuales.
A ambos, no obstante, les sale trabajo casi cada año. Y ese fenómeno responde a que son muy buenos intérpretes; sí, de verdad, en serio, a pesar de que Depp sea una oveja negra últimamente por sus problemas con el alcohol, la depresión y las deudas. En el caso de Smith, patriarca de familia numerosa y con una imagen mucho más afable, el declive de su brillo quizá se deba principalmente al cambio de paradigma que vive la industria cinematográfica.
En su prolífico, exitoso y envidiable currículum como actor y rapero, destaca la brecha de cuatro años sin estrenos entre 2008 y 2012. Bien es cierto que su rol como productor maquilló ese pequeño vacío, restando importancia al abandono de álbumes musicales desde 2005. Es de sobra conocido que fue una época en la que intentó impulsar la carrera en el cine de su hijo Jaden, así como la carrera entre canciones de su hija Willow.
Esas dos misiones fallaron y el antiguo príncipe de Bel-Air volvió a la gran pantalla con Men in Black 3 (2012), un cierre bastante enrevesado para la trilogía original. Para mayor inri, los buenos fichajes de Josh Brolin y Michael Stuhlbarg no se exprimieron por completo. Emma Thompson sí ha permanecido en la peli posterior, Men in Black: International (2019), como vínculo de una saga que en 1997 presentó al Agente J gritando "¡N-Y-P-D! Significa ‘Nadie como Yo para Pringaos Detener’'".
La megalomanía de ‘After Earth’
En 2013, se estrenó el mayor resbalón artístico de Will Smith hasta la fecha. After Earth (dir. M. Night Shyamalan) 'solo' funcionó en taquilla con una recaudación global de casi 244 millones de dólares, habiendo gastado un presupuesto de 130. Los ingresos fuera de Estados Unidos beneficiaron a un proyecto megalómano, en el que confiar a Jaden el papel protagonista empañó la credibilidad familiar. Ese chaval no cuaja en el mundillo de la interpretación y Shyamalan fue la cabeza de turco.
Concussion es un ejemplo idóneo para ver que las aristas actorales del padre, nominado por este filme a un Globo de Oro, no fueron heredadas por el hijo. Sin embargo, dicha cinta venía precedida de la anodina Focus, desluciendo así el buen año 2015 para Will. No mostraba entonces demasiada química con Margot Robbie, como augurio del tremendo gatillazo que supuso Escuadrón Suicida (2016) para todo el Universo Cinematográfico de DC.
Deadshot, siendo justos, fue de lo más aceptable en ese trampantojo que DC busca enmendar ahora con James Gunn a los mandos. El 'reboot' ha prescindido de su personaje, por lo que Will Smith retornará a su zona de confort con la saga de Bad Boys junto a Martin Lawrence. Y quizá visite otra vez a Pablo Motos cuando toque promoción, algo perfectamente comprensible porque ese bucle sigue generando dinero aunque ya no aporte prestigio.
Es más, la maquinaria cinematográfica está tan engrasada a nivel mundial que incluso un mejunje como Belleza oculta obtuvo ganancias en 2016. Con Bright, al año siguiente, sus creadores también durmieron tranquilísimos al mirar su cuenta bancaria. La peli de David Ayer fue vista por 11 millones de suscriptores durante su primer fin de semana, por lo que Netflix se hizo eco al instante de que habría recaudado más que Star Wars: Los últimos Jedi si se hubiera estrenado esos días en salas.
La conjetura era capciosa a la par que oportuna, hasta el punto de confirmar el rodaje de Bright 2 pese a las críticas machaconas. Ya olía complicado plantear una única peli usando narrativa de serie para tan distópica historia con hadas, elfos y orcos en el mundo actual de los humanos. Pero en tiempos de franquicias inabarcables y proyectos entrelazados desde cualquier formato o plataforma audiovisual, Ayer exprime el jugo de sus planes igual que los demás.
Y en eso quien arrasa es Disney, que recurrió a Will Smith para su versión 'live-action' de Aladdín (2019). Nostalgia en vena y con el cincuentón favorito de Philadelphia saliendo bien del atolladero, más por su respeto hacia Robin Williams que por el margen de maniobra que tenía el Genio de la lámpara. Equipararse a Williams, un mago de la voz, habría sido un error y sin duda lo que jamás ha perdido Smith en esta década ha sido una cosa: la mesura.