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Cine
La desembocadura racista de ‘Queen & Slim’
Daniel Kaluuya y Jodie Turner-Smith protagonizan el primer largometraje de Melina Matsoukas, gran impulsora estética de Beyoncé.
Melina Matsoukas empezó a realizar videoclips en el 2006 y pronto dirigió a estrellas como Ludacris, Pharrell Williams, Snoop Dogg, Jay Z, Kylie Minogue, Lady Gaga, Katy Perry, Lily Allen, Whitney Houston, Rihanna, Leona Lewis, Alicia Keys, Jennifer Lopez, Christina Aguilera y un sinfín de artistas. Lo más granado del pop y del rap ha estado a sus órdenes durante más de una década, destacando su docena de trabajos con Beyoncé y los dos premios Grammy que brillan en su palmarés.
Creció en Co-op City, barrio del Bronx con viviendas de protección oficial, y a los ocho años se instaló junto a su familia en Hackensack (Nueva Jersey). Sin embargo, Matsoukas gastó su adolescencia en varios clubes nocturnos del territorio neoyorquino, forjando una estética que ya ha plasmado en cada videoclip y que ahora traslada a su debut en el largometraje con Queen & Slim.
Mientras disfrutan de su primera cita, un hombre y una mujer negros son parados por la Policía tras una leve infracción de tráfico. Lo que parece una situación tranquila acaba siendo trágica cuando el hombre, interpretado por Daniel Kaluuya, dispara al policía en defensa propia. Aterrorizados por las posibles consecuencias, ambos deciden huir sin darse cuenta de la videocámara instalada en el salpicadero del coche patrulla.
El incidente ha quedado grabado y se vuelve viral, como recordatorio de que el gran hermano siempre vigila. La pareja se convierte involuntariamente en un símbolo del trauma que aflige a muchos afroamericanos por todo el país. Tanto él como ella, interpretada por Jodie Turner-Smith, han sufrido la represión del sistema y por ello luchan día a día, aunque de formas muy distintas, bajo el mismo paraguas de subversión.
Estos dos fugitivos se descubren a sí mismos en circunstancias desesperadas, a lomos de un coche donde construyen un azaroso cariño mutuo. Hay carreteras secundarias, gasolineras en mitad de la nada, escondrijos a plena vista y favores pedidos a amistades del pasado; se pone en liza la empatía o el rechazo hacia los protagonistas en una película con mayor trasfondo que Bonnie and Clyde (1967), Thelma & Louise (1991) u otras de género similar.
El Mes de la Historia Afroamericana en EE.UU. avisa cada febrero que la discriminación perdura y que un problema de blancos, como puedan tener Bonnie Parker, Clyde Barrow, Thelma Dickinson o Louise Sawyer, es aún más grande cuando el problema es de negros. Queen & Slim subraya este concepto, con planos que recuerdan a Moonlight (2016) y sirven como desembocadura de una historia sinuosa, mitigada con música de la que Matsoukas se empapó en esos clubes nocturnos.
Su filme encaja con otros recientes como Detroit, dirigido por Kathryn Bigelow, y Kings, por Deniz Gamze Ergüven. Estrenados los dos en 2017, engrosan una lista de títulos que ponen en duda los finales alegres, algo que se intuye en Queen & Slim conforme gastan neumático. Porque ser negro y vivir en EE.UU., como ocurre en otros muchísimos países teóricamente avanzados, hoy en día ofrece pocas historias con final alegre.