19 abr 2018 20:40

Guardo algunos recuerdos inolvidables de mi primer paso por la Audiencia Nacional. Uno de ellos es la primera pregunta que me hizo la fiscal de la sección de menores. Poneros en escena: sala de ambiente fúnebre, rojigualda XXXL, caras largas, fotito del Borbón, un niñato acojonado, y entonces la Pregunta:

¿Así que tiene usted ideas contrarias al Régimen?

Pequeño detalle: esto fue antes del “desafío separatista”, antes de la reforma de la legislación antiterrorista de 2015, antes de la ley mordaza, y antes incluso que de Twitter. (Si, jodidos millenials, realmente hubo un “antes” de twitter.) A mí entonces me faltaban algunas sopas para pillar el calado político de aquella pregunta, pero los ojos de mi abogado salidos de sus órbitas ya me daban pistas. En cualquier caso no había problema porque en los años siguientes tendría nuevas oportunidades de tropezar con el entramado antiterrorista, y así irme enterando mejor de qué va la movida. Puesto que ahora ya le cuelgan la etiqueta de terrorista a cualquiera, y que cada vez vamos a ser más en esta gran familia de desalmados, quiero compartir cuatro ideas que rondan por mi mente fanática. Allá va:

1. El antiterrorismo no combate el terrorismo, lo produce.

Cuando vi en portada las fotos de los detenidos por el atentado de las ramblas, lo primero que me salió es identificame con ellos. Loco, ¿verdad? ¿Pero cómo no iba reconocerme? Miro las fotos y veo el mismo calabozo de la Guardia Civil donde he pasado la noche con otros detenidos, la misma puesta en escena de los encapuchados, siendo mostrados como un trofeo ante las cámaras; el mismo relato periodístico intoxicador, lleno de morbo y medias verdades; el espectacular despliegue de policías de aspecto militar, acordonando calles y registrando domicilios... Los mismos lugares, los mismos recorridos, las mismas palabras: declaraciones, fianzas, petición fiscal, operación abierta, secreto de sumario, Soto, Estremera, prisión preventiva, libertad provisional.

Lo perverso de todo esto es que bajo la etiqueta de “terrorista” han unido actos tan diversos como escribir un libro, cantar una canción contra el rey, atropellar a una multitud en nombre de Dios, pelearse borracho en un bar de Altsasu, hacer una obra de títeres o levantar un peaje con un CDR. Esto nos recuerda a como históricamente han sido nuestras prácticas para sobrevivir, las de la peña jodida, las que se han convertido en delitos y como con nacimiento de la prisión todas se unieron en la figura del delincuente. Ahora parece que esto ya no sirve, y que será con la figura del terrorista donde juntará todo el odio y desprecio de los que nos joden.

2. El antiterrorismo no tiene que ver con la violencia, sino con el poder.

La idea de violencia se ha convertido en una pesadilla, ese concepto difuso, que todo el mundo rechaza, pero que nadie se pone de acuerdo en darle un contenido concreto. Si en algun momento sirvió asociar la palabra violencia a actos particulares como una agresion física, o un daño material, desde luego esto ya no sirve para los hechos a los que estamos acostumbrados hoy en día. Las canciones violentan, los tuits violentan, los libros violentan, los referéndums violentan, hay violencia ambiental, violencia contemplada, carreteras violentamente cortadas o violentamente despejadas. Hay tanta violencia que lo que no es considerado violento ya comienza a resultar sospechoso.

*TRUCO*:

Yo cuando leo “(cosa) violenta”, traduzco “(cosa) que molesta al Poder”. Coged El Pais, el Mundo o la Sexta -da igual- y haced la prueba. Funciona. Simplemente te queda todo mucho más claro. El delito de terrorismo cada vez gira más entorno a las finalidades, y no a los hechos concretos.

3. El antiterrorismo no necesita de una organización criminial, solo de un enemigo.

Que sí, que desde la última reforma legislativa del 2015 te imputan terrorismo sin necesidad de tener que acusarte de estar en una organización, pero es que en el fondo nunca les ha sido imprescinidible su existencia. No ha hecho falta nunca porque si no la hay, simplemente se la inventan. Nada más habitual en este tipo de operaciones que encontrarte en el calabozo enmarronado con peña que igual conoces de vista, o sin más vínculo que el de tener colegas un común. De aquello que os veis y os decís mutuamente “¡¿Pero qué hostias haces tú aquí?!”. Y ya se encargara el juez de decir si tú eres el responsable de financiar la 'organización' y él de reclutar, o al revés; o de si estabais coordinados por internet, o la pedrada que se le ocurra al madero que le haya tocado escribir el auto.

Y es que en su justificada paranoia, para el Estado es criminal e ilegal todo lo que se organiza a su margen y tiene voluntat de crear nuevos mundos. Es la mafia que ha ganado a todas las mafias, y por lo tanto, trata de eliminar la competencia. La primera ley antiterrorista española nace a principios de siglo pasado, pero no cuando los obreros comienzan a tirar bombas, sino cuando empiezan a organizarse en la Internacional.

4. El antiterrorismo es más que unas leyes de excepción, es una forma de gobernar.

Ser procesado por terrorismo no es solo ser juzgado por un tribunal especial, recibir una sentencia y cumplir una pena. Va mucho más allá. Significa ser situado en una posición muy particular a nivel social. Implica que tratan de ponerte en cuarentena, generar un determinado ambiente a tu alrededor. Que tu cara salga en los periódicos, y policías-periodistas escriban sobre tu vida en los medios. Que pierdas el curro o te cueste encontrarlo. Que te pongan en listas negras. Que tus vecinos hablen de ti, que te vigilen. Que tengas problemas para cruzar fronteras, o que la policía venga a despertarte cuando vas de viaje y te registras en un hostal. Que tus seres cercanos se aparten por miedo a ser incluidos en la “organización”, que la gente de tu entorno se asuste y deje sus actividades políticas, o sufra demasiado y se queme, y necesite desaparecer. Que en el instituto te vigilen por sospechoso de “radical”, o que en la cárcel te tengan aislado e incomunicado del exterior.

El antiterrorismo es un entramado que va mucho más allá de los jueces, es una forma de gobernar a la población, desde los medios de comunicación hasta la comunidad de vecinos. Cuando el antiterrorismo no encuentran resistencia, sino complicidad, es cuando puede funcionar. Si no hubiera sido por la masiva respuesta de la semana pasada de toda la gente así como los partidos indepes, los comuns y PSC, contra la acusación de terrorismo a los CDR, probablemente los detenidos estarian en el talego. Solo una desobediencia generalizada a su moral, sus conceptos y sus leyes, puede acabar con sus intentos de aterrorizarnos a todas.

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