We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Opinión
Hacemos falta en otros sitios
El pasado 6 de enero, en Washington, capital del Imperio, ordas de seguidores de Trump y diversas facciones fascistas con cierto recorrido en USA se atrevieron a asaltar el Capitolio. Esto no hubiese sido posible sin la aceptación tácita de la policía ni su white privilege. La misma que no tiene problema en reprimir sin pensarlo durante las protestas del Black Lives Matter, pero muestra todo el pudor del mundo si tiene que retener a un mierda de los suyos. Nunca vamos a estar a favor de ningún tipo de represión, y menos por parte de la policía, pero mentiríamos al decir que no hubiésemos disfrutado si les hubiesen calzado un par de ostias a Jake Agnelli y los suyos, y se hubiesen marchado calentitos pa casa.
Mientras tanto, en las redes probablemente lo más curioso era la incapacidad de una respuesta. Porque describir no es enfrentar. Tampoco escandalizarse o lanzar advertencias auto-afirmativas. Leyendo los TLs podías hacer una tesis sobre las facciones de la new far-right en USA y, a la vez, nadie se atrevía a lanzar una convocatoria. A proponer algo que pudiese señalar como lo que son a quienes aquí callaban mientras asentían. O hacer una demostración de fuerza por todas aquellas que sí lucharon contra el fascismo cara a cara, y dieron su vida por ello.
De hecho, si somos sinceras, veíamos con cierta envidia la determinación y la valentía de lo que hicieron, aunque los despreciemos con toda la rabia que nos quepa en el pecho.
Que quede claro que, en ningún momento, estamos infravalorando lo ocurrido. Que miles de fascistas declarados tengan el valor de asaltar el Capitolio, con la aceptación por parte de la policía, no es algo que vayamos a minimizar. De hecho, si somos sinceras, veíamos con cierta envidia la determinación y la valentía de lo que hicieron, aunque los despreciemos con toda la rabia que nos quepa en el pecho. Sabemos que en cualquier otra situación lo estaríamos celebrando, pero en esta ocasión no éramos nosotras las que dábamos el paso. Sin embargo, tampoco lo ocurrido va a hacernos sobredimensionar el enemigo, ni tampoco perder el horizonte de cómo lo vamos a vencer. Sabemos que el enemigo existe, que se mueve y avanza, y si renegamos de una vida en la que asumamos tomar partido del conflicto que la atraviesa, les dejaremos el campo de batalla para ellos solos.
En ese camino, quizá la “normalidad” que nos impone este mundo sea el principal lastre. Si al día siguiente hubiésemos querido hacer una demostración de fuerza, muchas ni nos lo hubiésemos planteado. Da igual el motivo. El trabajo, estudiar, el estado de alarma o la impotencia que forma parte de nosotras. Somos presas del mundo para el que contribuimos día a día. ¿Y aún así nos extraña que el enemigo avance?
Queremos abandonar la escandalización de lo trágico, o la equidistancia a la hora de celebrar las victorias de nuestra gente. También queremos abandonar los miedos que nunca explicitamos. El miedo a no tener una estabilidad económica, a no tener las comodidades que siempre nos han impuesto como objetivo vital. No queremos ser una nueva clase media. Es más, queremos hacer una apuesta decidida por crear nuevos mundos que se opongan frontalmente al que nos han impuesto. No podemos pretender disputar la vida desde nuestra aceptación de todo tal y como está, porque desde ahí llevamos las de perder. El enemigo es el que ha diseñado este mundo, y nos toca a nosotras darle la vuelta.
Queremos juntarnos con muchas a quienes ni conocemos, y a otras tantas con las que nunca pensaríamos compartir trinchera. Generar alianzas inexploradas.
Para eso, partimos de un punto en común: sabemos quiénes son nuestros enemigos, pero no basta con eso. La tarea que nos toca es ampliar ese “nosotras” que lo confronta. Queremos juntarnos con muchas a quienes ni conocemos, y a otras tantas con las que nunca pensaríamos compartir trinchera. Generar alianzas inexploradas. Con nuestras vecinas, nuestros compañeros de curro, con nuestras amantes o con nuestras colegas de toda la vida.
Porque esa ampliación nos ayudará a reducir las incertidumbres de esta vida, a atravesar sus dificultades con la alegría del que está acompañado, y asegurar que solo nuestro bando será el que no pare de crecer. Sabemos que en momentos de tensión la tentación del desafío es muy grande, independientemente de donde venga, y es posible que algunas no se decidan e incluso otras caigan del otro lado. Por eso necesitamos construir otras formas de cómo estar juntar en comunidad enfrentando problemas reales, y haciéndolo juntas. Ampliar el nosotras para hacerlo indestructible.Queremos que ante el próximo movimiento del enemigo no perdamos tiempo hablando de cómo lo ha hecho, sino de cómo deshacer su avance. Da igual que el enemigo sea nuestro jefe del curro, nuestro casero, el banco o un grupo fascista, porque las comunidades a las que aspiramos son totales y absolutas. En esta construcción todavía no nos contamos por miles, pero no tenemos otra forma de confrontar la normalidad de este mundo, únicamente con nuestras propias vidas. No vamos a dar marcha atrás, hemos decidido que todo o nada.