En saco roto (textos de ficción)
Viajante

Solo en el último catálogo surgía la esperada sorpresa, el objeto de edición limitada que ofrecía a personas de confianza, a quienes le unía un nexo, decía, más allá del mero vínculo comercial.
Javier de Frutos
17 dic 2024 06:00

Sombrero, gabardina, paraguas y cartera negra de piel. Su atuendo mantenía una etiqueta de otros tiempos y sus ademanes ceremoniosos también parecían ya en desuso. Pero él se esforzaba en mantener la ficción del hombre de viaje, ocupado, llegado del otro extremo del país para ofrecer una mercancía que solo él atesoraba.

Saludaba, se atusaba el bigote y pronunciaba su ración de cumplidos durante unos minutos. Luego, con lentitud, extraía de la cartera un catálogo y lo posaba sobre el mostrador para que el propietario de la tienda pudiera observarlo con detenimiento. En todo caso, era él quien, desde su posición, iba pasando las páginas plastificadas mientras comentaba las novedades de la muestra y abarcaba con la mirada el local, dando a entender que los objetos del catálogo tendrían un lugar adecuado en los anaqueles, los expositores o el escaparate. Cuando llegaba un cliente a la tienda, el viajante daba dos pasos atrás, pues era evidente que cualquier venta, por pequeña que fuera, era prioritaria. Cuando el cliente se retiraba, el viajante nunca ahorraba un comentario sobre cómo los objetos de su catálogo habrían encontrado acomodo en la transacción que acababa de producirse. Terminado un catálogo, pasaba al siguiente. Y luego al siguiente, como si fuera retirando poco a poco las telas que cubrían una obra. Solo en el último catálogo surgía la esperada sorpresa, el objeto de edición limitada que ofrecía a personas de confianza, a quienes le unía un nexo, decía, más allá del mero vínculo comercial.

Un año, la esperada sorpresa fue una escribanía de piel, con tintero de cristal, portalápices de madera y hasta un sacapuntas de baquelita con forma de cubo. El conjunto era una obra distinta, singular, con muy pocas unidades disponibles, decía mientras señalaba con la mano derecha las fotografías del catálogo y con la mano izquierda extraía de la cartera un sacapuntas de baquelita con forma de cubo. “Aquí tiene una muestra para que pueda hacerse una idea”, decía mientras posaba el sacapuntas sobre el mostrador. Y, en efecto, el propietario de la tienda se hacía a la idea de que iba a encargar aquella escribanía, porque esa era la costumbre, el pacto no escrito forjado con el paso de los años. Había que hacerse con una de esas unidades tan difíciles de lograr y había que mantener la ficción de que tendría salida, buena venta.

Con precisión nunca desmentida, la esperada sorpresa no se vendía. Ni en la temporada de regalos ni en la de saldos había forma de colocarla. Así que, cuando estimaba transcurrido un tiempo prudencial, el propietario de la tienda solía arrinconarla en un altillo junto con otras piezas igual de únicas e igual de invendibles de años anteriores.

Con el paso de los años, el muestrario de piezas invendibles adquirió una presencia propia en el altillo. Allí quedaban petrificados los objetos. El propietario de la tienda no se atrevía a moverlos de aquel retiro, pues cada año le aseguraba al viajante que la esperada sorpresa del año anterior había sido muy alabada y había sido vendida, casi como un favor personal, a un cliente de toda la vida. Eran tantos los clientes que se habían interesado por aquella pieza única que al final, decía el propietario, venderla había sido un complicado equilibrio, la solución a una ecuación de compromisos cruzados.

Con el tiempo, las conversaciones entre el viajante y el propietario de la tienda se tornaron más amistosas. De forma casi inevitable, empezaron a abordar la inminente jubilación de ambos. Bromeaban sobre quién sería el primero en dar el paso, y el viajante no tuvo dudas de que su colega se le había adelantado cuando una mañana se acercó a la tienda y observó cómo un equipo de albañiles se afanaba en desguazar el escaparate. Recordó entonces una conversación sobre la presencia de la tienda como una prolongación de la casa. La puerta del portal adyacente a la tienda estaba abierta. Ascendió por una escalera hasta el primer piso de aquel edificio de tres plantas. La puerta de la vivienda también estaba abierta. Llamó y una voz lejana le invitó a entrar. En el comedor le esperaba un hombre jubilado. En las estanterías asomaban un estuche de tres pisos para estilográficas, una bola del mundo sobre una peana de forja, una escribanía de piel… Conversaron con calma, como si estuvieran solos en una estancia desnuda, y se despidieron hasta el próximo año con un apretón de manos.

Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

En saco roto (textos de ficción)
En saco roto Alerces
¿Perder me ha gustado siempre? ¿Obligar al adversario a ganar? Se lo pregunta porque intuye que quizá el lugar en el que vive no es en su caso fruto de un deseo, sino consecuencia de circunstancias sobrevenidas.
En saco roto (textos de ficción)
En saco roto El cuarto
No iba a tocar nada porque aquel era el cuarto en el que había nacido su madre. Así que a Laura le gustaba imaginarlo a mediados de los años 40 del siglo pasado.
En saco roto (textos de ficción)
En saco roto Trayecto
“El objetivo principal de cualquier reunión es dejar convocada la siguiente”, dijo uno de ellos. Y el otro estuvo de acuerdo y añadió una anécdota sobre un encuentro en una casa palaciega que tenía de todo excepto una sala para reunirse.
Altri
Altri Galiza elixe o rumbo da loita contra Altri nas eleccións á directiva da plataforma Ulloa Viva
A veciñanza da comarca máis afectada presenta dúas listas separadas logo de non chegar a unha proposta de consenso. Por unha banda, concorre unha candidatura continuísta e, pola outra, unha alternativa que se achega máis o nacionalismo institucional.
Medio rural
Medio rural A esperanza da xestión colectiva fronte ao espolio: os comuneiros de Tameiga contra o Celta
Mentres varios proxectos industriais tentan privatizar e destruír os ecosistemas galegos, algúns grupos de veciños e veciñas organizadas fan oposición social construíndo alternativas comunitarias. Ás veces, tamén gañan ao xigante.
O Salto medra contigo
Crowdfunding O Salto Galiza abre un crowdfunding para empapelar Altri
Queremos investigar os responsables políticos e empresarias do que podería ser o maior atentado ambiental da historia recente de Galiza.
Ourense
Ourense Ourense organízase para loitar contra patrullas de extrema dereita nos barrios máis empobrecidos da cidade
A veciñanza e os movementos sociais responden ao discurso do medo promovido por Frente Obrero e sinalan a súa estratexia de criminalizar a pobreza e sementar odio en contextos de exclusión e abandono institucional.

Últimas

O Teleclube
O Teleclube 'O Teleclube' alucina no deserto con Óliver Laxe e 'Sirat'
Laxe leva o seu cuarto premio de Cannes, esta vez en competitición, polo seu novo filme que explosiona na gran pantalla.
Medio ambiente
Medio ambiente A loita polo monte galego: lumes, eucalipto e ameazas á propiedade común
Galiza concentra un terzo dos incendios forestais rexistrados no Estado. Mentres a Xunta apunta aos montes veciñais, comuneiros e ecoloxistas denuncian unha estratexia política para favorecer a privatización e a expansión da industria madereira.

Recomendadas

Feminismos
Feminismo Dous anos sen reparación tras sufrir lesbofobia nun Rexistro Civil de Pontevedra cando ían inscribir a seu fillo
Un funcionario negouse a inscribir ao fillo de Antía e a súa parella. Un erro de redacción na lei trans está detrás dos argumentos que o funcionario esgrime para defender a súa actuación.
Culturas
Erika Lust y Sara Torres “El deseo tiene una potencia inagotable para transformar la realidad si lo liberamos de las normas”
Sexo, deseo o ética del placer son algunos de los temas que hilan la escritora Sara Torres y la productora de cine porno Erika Lust en ‘La abundancia del deseo’.