Diario de la Pandemia portada
Fotógrafa
11 jul 2020 06:12

Unos días antes de la cuarentena y el aislamiento total de Guayaquil, mi madre tuvo la ruptura de su fístula, una conexión anormal entre dos partes del cuerpo. En este caso la arteria y la vena se han unido quirúrgicamente para poder realizar la hemodiálisis, el tratamiento para la insuficiencia renal crónica que la mantiene con vida desde hace cinco años. Previo a esta emergencia de la que se logró recuperar, a mi padre le dio una trombosis, la mitad de su cuerpo se desconectó de su cerebro dejando una parálisis y la pérdida de sensibilidad en todo su lado derecho.

Durante estos últimos años he acompañado y sostenido las crisis de mis padres causadas por las alteraciones de su salud. Esta situación ha afectado en cierta medida los vínculos y nuestras dinámicas familiares más íntimas. Con el panorama actual que nos obliga a demarcar límites físicos, límites dentro de casa, estas líneas invisibles se difuminan en pos del cuidado del otro.

En este diario fotografío un ejercicio en donde lo afectivo y lo vulnerable se superponen continuamente. Este espacio colaborativo entre mis padres y yo nos ha llevado a crear nuevas formas de convivencia, de volver a valorar el tiempo y reconstruir el vínculo de los afectos más íntimos, de los recuerdos que tenemos y los que nos faltan por vivir.

Naturaleza. De vez en cuando prendemos palo santo para ahuyentar a los mosquitos y colgamos eucalipto para purificar el ambiente, olores que nos recuerdan otras formas de disfrutar la naturaleza en medio del confinamiento.
Mi madre es la mujer más fuerte que conozco, la capacidad de sostenerse en medio de la adversidad y el dolor me hacen recordar que cada acto poético es una oportunidad de sanar y volver a nacer.
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