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España no es (solo) blanca
Lucía Asué Mbomío: “Que al feminismo se le tenga que apellidar ‘interseccional’ significa que no cuentan con nosotras per se”
Camino de convertirse en una de las caras más conocidas de la comunidad afroespañola, aunque rehúya esa condición, la periodista Lucía Asué Mbomío indaga en la comunicación.
Se niega a reconocerse como referente afro en España, y hasta parece que se enfada cuando se le insiste, pero su cara es una de las más conocidas de la comunidad afroespañola, y no solo porque aparece con frecuencia en las pantallas de TVE, primero con Españoles por el mundo y actualmente con Aquí la Tierra. Su libro Las que se atrevieron, su constante presencia en vídeos, talleres y eventos antirracistas y de sororidad feminista por toda España, sus denuncias públicas virales como aquella contra la publicidad de Cola-Cao, y sus cortometrajes y documentales, teléfono móvil en mano la mayoría de las veces, tienen mucho que ver.
“Ni referente ni ‘referenta’. No creo que una persona de mi edad [va a cumplir 37] pueda ser referente de nada. Para mí, referentes son personas que lleven mucho más tiempo en la lucha y que hayan conseguido o al menos hayan intentado cosas para la comunidad y no es mi caso. Y tampoco creo, como dices, que ya haya black celebrities en España —como sí sucede en Estados Unidos, Reino Unido o Francia—, entiendo, por otro lado, que eso depende más de quien lo ve que de las personas que puedan ser juzgadas como estrellas. O sea, sí es cierto que hay varias personas que van más a hablar en determinados sitios de según qué cosas, pero bueno eso se debe, fundamentalmente, a que hay personas que igual llevan más tiempo en esa exposición pública. Lo que sí veo es lo contrario, que la palestra se está abriendo mucho, se está recuperando, y también observo que, por parte de los medios de comunicación, hay como una especie de holgazanería, que los lleva a recurrir siempre a los mismos, habiendo mucha más gente interesantísima”.
Que Lucía es periodista de raza, de origen fang por parte de padre y segoviana por parte de madre, alcorconera de pro y encendidamente “barrionalista” como su fuente de identidad primaria y que reivindica siempre que puede, se nota enseguida en la corta distancia por la seguridad gestual que desprende, el discurso tan bien estructurado que transmite —aplicado en la práctica una y mil veces—, y porque en su obsesión por encontrar e impulsar el valor de las narrativas propias al margen del discurso mediático dominante (por ejemplo está detrás del canal de entrevistas de YouTube “Nadie nos ha dado vela en este entierro”), enseguida deriva la conversación a su especialidad favorita: la detección y denuncia del racismo más o menos sutil en los medios de comunicación.
“Por ejemplo, Desirée y yo utilizamos, cada una en un artículo diferente, el hashtag #PonUnaNegraEnTuMesa. Es decir, para la prensa generalista, el razonamiento es: tengo una interlocutora que hace las veces de fuente plenipotenciaria y que ya me sirve para todo, en lugar de hacer el ejercicio de buscar más variedad de fuentes, porque yo soy negra, pero no tengo por qué saber de todo. Para mí, es una cuestión de instrumentalización. Opino que lo interesante, en ese sentido, por responsabilidad hacia la comunidad, es que podamos derivar a la entrevistadora hacia la fuente que consideramos que sí sabe del tema que se quiere abordar, porque nos va a dejar mejor como comunidad”.
Colaboradora en Afroféminas y otras sororidades afrodescendientes, como la revista Negrxs, la cuestión es saber si la mujer afroespañola está de moda y empieza a tener tanta presencia o más que los hombres negros. “No sé si más, porque pienso en personas como Rubén Bermúdez (fotógrafo), Yeison F. García López (escritor y politólogo), Moha Gerehou (periodista), por citar algunos nombres, que ahora tienen bastante presencia mediática. Luego llevan toda la vida Abuy Nfubea, Luis Alberto Alarcón, Marcelino Bondjale, Santiago Zannou o Antumi Toasijé, entre otros muchos, así que no sabría decirte si más o no. Lo que está sucediendo es que hay más repercusión a nivel mediático y de redes sociales. Las mujeres negras siempre han estado (Remei Sipi, Sese Site, Noemí Ondo, Marcia Santacruz, Mónica Edjang, Leona J. Fernández, Asha Ismail, Rita Bosaho, Consuelo Cruz Arboleda …), lo que pasa es que ahora el movimiento está por fin más trufado de feminismo, como casi todo. Es una cuestión de avance”.
Con todo, sea por el pelo natural, sea por su belleza como target exotizado de la moda actual, las mujeres negras han ido cogiendo un peso tal en la afrodescendencia en España que tengo que preguntarle a ella, que colabora activamente en la revista digital Afroféminas y que interviene en campañas y otras sororidades feministas, si el papel del afrofeminismo empieza a reconocerse entre el feminismo institucional blanco, o todavía seguimos como hace cinco años.
“Yo recuerdo que, antes, las mujeres negras endocomunicábamos, como cuando estaba en el Consejo de las Comunidades Negras que nos teníamos que reunir en un CEPI (Centro de Participación e Integración de Inmigrantes de la Comunidad de Madrid) porque no teníamos local propio. Lo que hablábamos se quedaba entre las cuatro paredes del sitio, salvo cuando, en algún momento (cosa bastante inusual), nos contactaban de algún medio, la visibilización era mucho menor. En cambio, hoy, por ejemplo, salimos de un acto de estas características (organizado por Podemos en su centro de Delicias La Morada), pero que al feminismo se le tenga que apellidar ‘interseccional’ significa que no cuentan con nosotras per se, cuando tendrían que incluirnos desde un primer momento, aunque hay un avance paulatino de normalización. El problema es que se haga, a veces, con urgencia, que de repente nos llamen de todos los sitios a todas las negras que conocen para que hablemos de feminismo, por ejemplo, teniendo en cuenta que hay personas y grupos que podrían hacerlo genial. El Colectivo EFAE; la activista y académica Esther Mayoko Ortega; Antoinette Torres Soler, que ha creado y dirige Afroféminas; las compañeras de Kwanzaa, primera asociación universitaria afrodescendiente; Desirée Bela Lobedde, que desde Locas del Coño y sus redes ha abierto los ojos a mucha gente; Marisol Saelo, que trabaja en la unidad de violencia de género en un municipio tan afro como Fuenlabrada o Bianca Nguema, Astrid Jones y Silvia Albert, que pintando, cantando y actuando, transforman conciencias. Según tengo entendido, ahora en Zaragoza, se acaba de crear un grupo afrofeminista… O sea, hay que buscar y escoger la mejor interlocutora, insisto. No todas las personas negras podemos hablar de todo”.
Esta diversidad de la comunidad negra en España que reclama nos lleva a su serie de retratos en formato vídeoentrevista que refuta, con “experiencias encarnadas” por sus propios protagonistas, el estereotipo reduccionista de una comunidad que, lejos de tener una sola identidad, lanza a la cara del espectador la enorme complejidad de construir la identidad propia en territorio hostil.
“Bueno, Nadie nos ha dado vela en este entierro nace en un momento de furor nacionalista, en el que empezamos a ver cómo los balcones de nuestros barrios se empezaron a llenar de banderas. Y a mí, a nivel personal, me hace preguntarme cómo me siento y oscilo entre el frío unas veces, el miedo otras tantas, la exclusión viene después. El sentimiento inicial es preguntarte qué tiene un trozo de tela que a ti te hace sentir tanto. A veces casi diría que siento hasta envidia y curiosidad y me digo ‘qué guay que esta gente pueda tener un sentimiento de nacionalismo’. Para mí es imposible, porque no me han dejado, no me han sentido, me han ignorado. Tengo que hacer un ejercicio de autoafirmación de algo que no es más que producto de la casualidad, entre otras cosas, para que los malos no me digan a mí quién soy. Me gusta mucho utilizar una frase de Gorsy Edu (intérprete teatral y músico ecuatoguineano célebre por su obra “El Percusionista”) que cuenta que los fang, que son mi etnia, dicen que el ser humano tiene tres caras: una es la que muestras, otra es la que la gente ve y la tercera es lo que eres. Pues esto es aplicable, yo creo, a la identidad también aquí, en el caso de las personas afrodescendientes. Una es la que eres, y muchas somos personas nacidas aquí. Otra es la que muestras, y muestras como tú te sientes, que en mi caso es guineana y española. Y otra es la que la gente ve, que es que ¡¡jamás de los jamases vas a ser del Estado español!! El caso es que pensé que, si nadie cuenta con nosotras, teníamos que autodarnos vela en este entierro. Empezó así, con Kenny Province, que desde United Minds en Valencia, hizo también un par de entrevistas, hablando del nacionalismo catalán y el español, pero ha ido evolucionando y ahora me hablan de instituciones de socialización, de cómo la escuela ha condicionado esa construcción identitaria, de la forma en la que los medios de comunicación pueden moldear nuestro yo”.
Ya que hablas de televisión, cuando entras en una campaña de boicot, por ejemplo, la última contra Cola-Cao y su publicidad racista, se viraliza de inmediato. ¿Tanto poder te da salir en TVE sobre las redes?
Pues no creas. Considero que no, porque yo en redes sociales tampoco soy una persona ultra activa ni seguida, de hecho, ahora mismo ni siquiera tengo Facebook. Es cierto que, para nosotros, que tenemos más edad [risas], la televisión todavía tiene ese peso, pero para la gente joven no lo tiene en absoluto. O sea, hay muchas personas jóvenes que no me conocen de nada y que, sin embargo, se quejan de que no hay personas negras en medios de comunicación. La verdad es que no se equivocan, pero tampoco tienen constancia de los pocos que trabajamos en ellos porque no los ven.
No obstante, que la gente joven no vea ya la televisión no significa que todavía la población en general no le siga otorgando un cierto nivel por encima a cualquier persona que sale en la televisión, independientemente del mensaje. Es decir, el hecho mismo de salir en televisión, ya te da una posición en general de mayor influencia sobre el resto de los mortales, aunque no vean tu programa.
Yo creo que según en qué contexto. Lo que sí puedo decir es que el tema de Cola Cao funcionó, primero porque era una campaña llena de verdad, que no digo que otras no lo sean, pero en este caso es que dábamos muchas razones. No era un “no consumas Cola Cao” sino un “Cola Cao, ¿por qué no utilizas otro tipo de publicidad? Llevas igual más de medio siglo”. Y, aparte, nos coordinamos. Surgió en una conversación en redes sociales, hay que hacer algo con el último anuncio nos decíamos. Finalmente, empecé a escribir, luego hablé con Chojin, con Desirée (Bela Lobedde), con Silvia (Albert) o con Santi (Zannou), y se generó una movilización colectiva. No funcionó porque Lucía escribiera, funcionó porque la comunidad afro se unió para contar verdades.
Y para contar primero desde la información, explicar, por ejemplo, que el cacao venía de Guinea Ecuatorial, las condiciones de trabajo forzado o semiesclavo que se daban allí durante la colonia y sumarle a eso la parte personal, algo bastante valioso en un momento en que la experiencia encarnada tiene mucho peso en los discursos. O sea, explicar que a mí me han cantado desde pequeña la canción del “negrito del África tropical”. Los testimonios que mezclan corazón, con verdad, con historia y con denuncia, pueden funcionar, pero repito, no porque estuviera yo detrás.
Seguimos hablando de televisión, porque hablando de Aquí la tierra, tú que estás en contacto con tantos paisanos de la España “profunda”, ¿cuánto de racismo perverso y cuánto de mera ignorancia involuntaria te has encontrado por esos campos de España?
Recuerdo que, al principio, yo me decía, “voy a ir a un entorno rural, a ver qué me encuentro”. Sin embargo, he prejuzgado, al menos, yendo con el programa no me han hecho ni una pregunta marciana, ni siquiera el clásico de dónde eres, ni nada. Es cierto que yo soy la de la tele, por lo que es probable que, en ese rato, bajo ese paraguas, dejen de ver mi color. Sí te puedo hablar de otras experiencias al margen de mi trabajo en el entorno rural. Hace no mucho, estuve con dos amigas negras en un pueblo, paramos a preguntar una dirección, y nos terminaron preguntando si sabíamos quiénes eran Boney M entre risotadas. Probablemente les pareció graciosísimo, a sus 40 años, venirnos a hacer lo que ellos pensaban que era una gracieta. Otra vez, me preguntaron qué si yo era la que iba a cuidar a los abuelos, pero vamos, eso podría pasarme perfectamente aquí, también, en Madrid, una ciudad con millones de habitantes.
Claro y eso nos lleva a la polémica cuestión de si toda esa desigualdad de oportunidades que se denuncia tras el racismo en España se debe más a una estructura legal y política xenófoba y clasista que a un racismo estrictamente popular en el día a día, cuando en una comunidad tan diversa como la afrodescendiente, hay tantos estratos distintos con gente muy emancipada e instalada en la escala social, y otra que sigue en la cola de la marginación. ¿No se abusa demasiado de la crítica de lo obvio, y en cambio se construye poco con lo ya conseguido, sin fijarse tanto en que siempre habrá racistas e ignorantes, y que no puede seguirse actuando en función de lo que ellos os dicen que sois?
Es lo que tiene nuestra comunidad, que es diversísima. Que hay personas que se dedican a la manta, gente recién llegada que no habla el idioma, gente que viene de Guinea Ecuatorial que parten de un conocimiento de la sociedad española, más allá del lenguaje, latinoamericanos, estamos las personas que hemos nacido aquí o generaciones como la de mi padre que vinieron a estudiar hacia medio siglo y se quedaron. Y precisamente por eso, existen infinidad de discursos. Considero que es importantísimo que se visibilicen y que, a la hora de trabajar para transformar, partamos precisamente de aquel en el que más opresiones confluyan, hablo de la clase, por ejemplo, del género, de la diversidad funcional…
Por otro lado, y respondiendo de manera específica varias cosas:
1. Raza y clase suelen ir de la mano. Pregúntate a cuántas personas negras ricas conoces en el Estado español.
2. Ser rico y ser negro, puede librarte de algunas racistadas en algunos sitios, pero no te hace inmune a él. En el libro imprescindible Entre el Mundo y yo, de Ta- Nehesi Coates, se habla, precisamente, de eso, de cómo en EE UU tener dinero no evita que tu cuerpo negro esté en peligro, porque tu bolsillo no se ve tanto como tu piel. Con todo, por supuesto, cuando tu situación económica es más precaria, estarás peor. Tal y como señalaba la académica y activista Keeanga Yamattha Taylor, en su reciente visita a España, no es igual que un taxista no quiera llevarte o que te sigan en el supermercado porque crean que vas a robar, que te desahucien.
Opino que es bueno llevar a cabo, al menos, dos líneas de actuación al mismo tiempo. O tres o las que haga falta. Por ejemplo, yo hablo mucho de los exorcismos, de la necesidad que tenemos de gritar lo que nos hace daño: he vivido racismo, esto es racista. Es una válvula de escape que tiene que estar. Y a lo mejor yo ya no la necesito.
Tengo casi 37 años y llevo en el movimiento afro 16 o por ahí. Así que ahora estoy más interesada en la construcción. Y no importa que seamos una Torre de Babel porque todos los movimientos tan amplios lo son. Y la prueba de que sí estamos construyendo es que en estos últimos años un montonazo de gente está sacando libros, y estamos dejando un legado tangible y más fácilmente accesible (ojo, ya lo hicieron antes otros/as). Muchos hemos bebido de lo que otra gente hizo en los años 80 y 90 cuando se tuvieron que batir el cobre y no tenemos ni idea de que, aunque quede mucho por hacer, si hoy estamos como estamos es gracias a que otros lucharon por nosotros. Pero buena parte de ese trabajo hecho, de esa lucha, no está registrada en internet o en los libros, quizá, deberíamos recuperar un aspecto importante de nuestra africanidad y recurrir a la tradición oral, preguntar a nuestros mayores, a nuestras abuelas, tías, etc… que son anónimas para infinidad de personas pero que seguro que podríamos aprender un montón de ellas porque tienen mucho que contar.
El caso es que, a sabiendas de ese legado intangible que ahora debemos recuperar, es muy importante que hagamos, que dejemos, y que los siguientes se encuentren, por lo menos, un par de peldaños más arriba, para que lo que hagan no tengan que arrancar desde detrás.
Tú hablas mucho de construir la propia identidad cuando está mezclada, que hay que contar las propias historias. Hiciste un precioso documental con un móvil sobre el palenque colombiano de San Basilio que lo prueba. Pero también estuviste en Guinea, creo que llegaste a trabajar como periodista en la televisión de allí, pero a mí me cuentan que te trataron muy mal, no sé si porque te veían como española y no como propia. Explica eso y cómo la proyección que hacemos de nuestra identidad a veces no se corresponde con la realidad (como el rasta europeo que va a Jamaica pensando en el “One Love” y lo que encuentra es ‘Guns & slackness’).
De hecho yo dejé Españoles en el mundo en 2012, donde estaba muy bien, porque tenía una necesidad importante relacionada con mi identidad: me estaba recorriendo el planeta sin conocer bien de dónde venía más que por las escasas visitas vacacionales que había hecho a Guinea Ecuatorial.
En cuanto a lo que comentas, no es que me trataran fatal, tiene más que ver con las expectativas, con el hecho de ser mujer, con el sentirme guineana y negra y llegar ahí y que me llamaran ntangan (blanca/ extranjera en fang). Ahí caí en la cuenta de que la blanquitud es también una construcción socioeconómica puesto que a algunas personas negras nacidas en el país que llevan mucho tiempo fuera, también les llaman así por cómo andan, se visten o piensan. Y duele un poco, la verdad.
Pero tampoco depende de ellos, y las relaciones con la diáspora supongo que han provocado esto, pero hay una cosa que les diferencia, que no pasa aquí. Yo puedo ser ntangan, pero soy “su” blanca. Si yo digo que me llamo tal, mi padre es tal y que me siento de allí, soy de allí. Al final, los hijos de los que migran, somos un poco hijos del camino, ni de aquí ni de allí. Yo he decidido reconocerme en ambas tierras, porque soy suya y ellas son mías. Aparte, me identifico como alguien de Alcorcón, en mi barrio estoy en casa, tengo un nombre y no me hacen tantas preguntas.
A nivel imagen incluso, es cierto que algunos países que han sido colonizados miran a la gente más clara como objeto de admiración. Yo considero vital que Guinea se mire a sí misma, que tenga dibujos animados donde los niños sean negros, cuenten historias y se vean sus paisajes. Eso es fundamental. Contar su propia historia, desde su prisma y con sus propios protagonistas, porque continúan aprendiendo quién era Góngora sin saber que hay excelentes escritores de allí. Precisamente por eso cuando he trabajado en Guinea, casi siempre he preferido estar detrás de la cámara, para poner a esos protagonistas que tienen muchísimo que contar, mucho más que yo, y los que están viendo la tele tienen que escuchar para poner en valor, y empezar a mirar con otros ojos aquello que tienen delante, que hay muchísima riqueza, desde luego más allá del petróleo, un recurso advenedizo y finito. Las diferentes culturas y sus saberes son anteriores y estarán después de que “el oro negro” se acabe.
Y para acabar y hablando de contar las propias historias en lugar de que otros las cuenten, las valientes de tu libro Las que se atrevieron a vivir una historia interracial personal cuando aún era impensable, ¿qué te han enseñado sobre ser tu misma y no lo que los demás deciden o desean que seas, al estilo del capítulo final de la serie Nola Darling de Spike Lee?
Para mí, el atrevimiento no era estar con una persona negra, porque no es menos que una persona blanca, sino que, siendo mujeres y en ese tiempo hicieran lo que les dio la gana, a veces, enfrentándose para ello a sus propias familias. Era un desafío vivir con sus parejas antes del matrimonio, por ejemplo, o tener hijos siendo solteras. Ojalá yo hubiera tenido la valentía que ellas tuvieron de salirme de la norma, y mirar al frente y no atrás y a los lados. Yo he mirado más a los lados de lo que debería. A veces, eso quizá te retrasa porque no estás centrada.
El libro me resultaba necesario para mostrar que no hay fórmulas mágicas para educar a peques afrodescendientes aquí, que las relaciones entre personas de mundos diferentes llevan mucho tiempo produciéndose, mucho antes del periodo histórico que yo reflejo, que es el franquismo tardío, que los 14 kilómetros que separan la Península Ibérica de África llevan siglos cruzándose, que las grandes palabras que se usan ahora, migrantes de segunda generación, parejas mixtas, etc… son cárceles posteriores a que la realidad sucediera libre y sin prisiones léxicas, que las razas no existen desde un punto de vista biológico, pero muchas mujeres blancas tuvieron problemas con sus familiares por casarse con negros y si no los tuvieron, los descubrieron cuando sus hijos padecieron bullying, o sea, que el racismo existe y es el padre de la raza (de nuevo, Ta- Nehesi Coates).
El tema del racismo implica pasar por un proceso de toma de conciencia que me ha obligado a revisar muchas de mis relaciones, incluso con familiares y amigos y es doloroso. Es decirle a tu amigo o a tu prima que te quiere con toda su alma, “oye esto no lo puedes decir, porque me sienta mal” y ver cómo se ponen a la defensiva, porque te quieren mucho, y les duele que tú pienses que te quieren hacer daño. El proceso de toma de conciencia es duro, también hacia dentro porque reconoces errores y actitudes complacientes que has tenido en el pasado. Sin embargo, también es bueno pensar que en ciertos aspectos te has ido despojando de esas capas y saber, también, que lo puedes seguirlo haciendo.
La dejo hablando de su tema fetiche, su encendida defensa del “barrionalismo” alcorconero en contraposición al “afropolitanismo” elitista que algunos promueven, y de que, aunque haya ahora mucho más movimiento en la causa afro, o se hayan empezado a cobrar talleres, con 200 euros por conferencia no se puede vivir de ello y no existe aún una industria autosuficiente en el entorno. Con ella puedes seguir horas tocando con profundidad cualquier tema de actualidad. Y luego dice que no es referente y se queja de que la llamen de todas partes. Genio y figura.
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Grandísima periodista. Sus "barrionalismos" en El País son maravillosos. Debería tener ya una calle en Alcorcón.
Me parece estupenda la entrevista, aunque no entiendo el enunciado "es que no nos tienen en cuenta": toda comunidad reivindicativa debe afirmarse en función de su proceso histórico. A pesar de su extensísima trayectoria, el femenismo se enuncia en SP por primera vez en Mayùsculas este año. Voces que ahora asoman como recontraconvencidas y toman el micrófono plenamente convencidas a favor del feminismo, hace apenas dos o tres años torcían el ceño si les preguntaban por el asunto. Ese es el escenario donde tiene lugar el diálogo de hoy. La comunidad afroamericana tiene muchos años enunciándose en un entorno que no le es favorable. Sentir que el feminismo hegemónico "no os tiene en cuenta" es un síntoma de la dificultad de interpretar esas corrientes contradictorias a la par que confluyentes. Os tiene en cuenta más que ayer, y menos que mañana. El enunciado continuo es el que cambiará esa torna. En todo caso, cuando tomas una sociedad determinada en cuenta, al posicionarte críticamente tiene sentido partir del diagnóstico: reino de España. ¿Cuándo se enunció por primera vez en la plaza pública el feminismo? ¿Cuándo dio el paso por primera vez una feminista de origen africano? Sólo desde una visión que asume la naturaleza propia de cada corriente y las arritmias de los procesos sociales pueden interpretarse adecuadamente los errores o omisiones en el enunciado de los movimientos sociales.
Gran entrevista una vez más de este gran referente para la comunidad afro en España.Gracias a Lucía Mbomio y a El Salto por la publicación.