Estados Unidos
Por qué ganó Trump el voto rural

El 8 de noviembre de 2016, la victoria de Donald Trump desconcertaba a los analistas y abría un escenario relativamente nuevo: un Estados Unidos en decadencia con un presidente de extrema derecha. Un año después, analizamos el papel que tuvo el voto rural blanco en la victoria del candidato republicano.

Donald Trump en Arizona
El entonces candidato republicano Donald Trump en marzo de 2016. Gage Skidmore / Wikipedia
Traducido por Pilar Gurriarán
8 nov 2017 10:29

Un año después siguen pesando las preguntas centrales de las elecciones de 2016. ¿Por qué el electorado blanco rural votó tanto por Donald Trump? Según las encuestas a pie de urna, derrotó a Hillary Clinton por un margen de casi dos a uno en las zonas rurales y pequeños núcleos urbanos de Estados Unidos. Trump logró sus mayores márgenes entre los hombres blancos de las zonas rurales (72% frente a un 24%). Pero aún más, superó a Hillary Clinton por 28 puntos entre las mujeres blancas de las zonas rurales, un logro asombroso para un hombre que abiertamente alardeó de conductas sexuales inapropiadas y que se estaba enfrentando a la primera mujer candidata a la presidencia del país.

En junio, el Washington Post concluyó a partir de los datos de encuestas que "la división política entre las zonas rurales y urbanas de Estados Unidos es más cultural que económica"

En los análisis sobre la aplastante victoria de Trump en las zonas rurales, los factores culturales tienen mayor peso que los intereses económicos. En junio, el Washington Post concluyó a partir de los datos de encuestas que "la división política entre las zonas rurales y urbanas de Estados Unidos es más cultural que económica, está enraizada en las profundas dudas de la población rural sobre la rápida y cambiante demografía de la nación, su sensación de que el cristianismo está bajo asedio y su percepción de que el Gobierno federal atiende más a las necesidades de las personas en las grandes ciudades".

El declive de la economía rural, y en particular las dificultades del sector industrial, fueron considerados de importancia secundaria. Si bien la desaparición de la industria fue un tema recurrente en la retórica de la campaña de Trump, que retomó en su discurso inaugural cuando señaló a "las fábricas oxidadas esparcidas como lápidas por todo el paisaje de nuestra nación", muchos comentaristas han descartado su impacto sobre el comportamiento electoral.

Las interpretaciones económicas sobre el trumpismo no han logrado convencer a muchos, en gran parte, porque muy pocos conocen la historia industrial de las zonas rurales de Estados Unidos. De hecho, la expansión de la industria ha sido una pieza central de la agenda económica de los políticos en el Medio Oeste rural, desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Y los cambios en la tendencia de voto a las presidenciales en la región son casi paralelos a los altibajos en su economía industrial. Los resultados electorales desde la década de 1950 describen a un electorado en las zonas rurales y los pequeños núcleos urbanos profundamente sensible a las tendencias económicas.

Sin embargo, la abrupta caída del empleo industrial desde el año 2000 ha afectado las áreas rurales, produciendo los tipos de miseria e inestabilidad que contribuyeron al éxito de Donald Trump
Un periódico rural de Arkansas proclamó en 1954: "Es el sueño y la ambición de todos los pueblos convertirse en un centro industrial. Prácticamente todas las cámaras de comercio tienen un comité industrial... buscando nueva industria y nuevas nóminas. Vaya prácticamente a cualquier pueblo y pregúntele al primer hombre que vea, qué es lo que más necesita su pueblo, y lo más probable es que diga 'más industria'". Originada en la década de 1940, esta cruzada por el desarrollo industrial rural alcanzó sus mayores éxitos en la década de 1960 y 1970. Si bien la industrialización disminuyó en los años 1980 y 1990, la industria siguió siendo un pilar de la economía rural a lo largo del siglo XX. Sin embargo, la abrupta caída del empleo industrial desde el año 2000 ha afectado las áreas rurales, produciendo los tipos de miseria e inestabilidad que contribuyeron al éxito de Donald Trump.

Para entender esta historia es fructífero mirar al sur de Iowa. Un área predominantemente blanca y rural, que experimentó algunos de los mejores resultados republicanos en las elecciones del año pasado. En 2016, el margen de voto del GOP (Grand Old Party / Partido Republicano) en el sur de Iowa fue un 25% más alto que en 2012.

Como en otras partes del Medio Oeste rural, la población agrícola del sur de Iowa disminuyó notablemente a mediados del siglo XX, causando durante décadas una crisis económica que se trasladaría a todos los acontecimientos políticos. El declive se moldeó siguiendo la tendencia en el empleo: muchos agricultores invirtieron en maquinaria para ahorrar trabajo, pesticidas comerciales y otros avances en un esfuerzo por maximizar la productividad. Estas acciones no sólo disminuyeron la demanda de trabajo agrícola, sino que también crearon un entorno hipercompetitivo que forzó a millones de pequeños productores a salir del sector agrícola. La mayoría de los pequeños agricultores vendieron sus propiedades a grandes operadores, dejando un número menor de grandes agronegocios en el área.

Las familias de agricultores que ‘liquidaron’, en general abandonaron las áreas rurales y fueron en busca de trabajo a otra parte. Entre 1920 y 1960, la población agrícola en el condado de Appanoose, en la frontera con Missouri, disminuyó más del 60%, de 12.252 a 4.815 personas. Con menos gente, las instituciones rurales tenían dificultades para sobrevivir. Las empresas y los bancos fracasaron. Las iglesias rurales cerraron sus puertas y apuntalaron sus ventanas, al no haber familias de agricultores que llenasen el cepillo. La población expresó sus temores a que sus comunidades se convirtieran en pueblos fantasmas.

El deterioro rural estimuló la demanda de desarrollo industrial. Pueblos del sur de Iowa enviaron delegaciones comerciales a las áreas metropolitanas en un intento de llevarse a los fabricantes urbanos. Ofrecieron a potenciales inversores un sinfín de subsidios, como edificios de fábricas ya construidos, préstamos con intereses bajos y exenciones de impuestos. Para atraer capital móvil, algunos pueblos repavimentaron caminos, actualizaron los sistemas de agua y alcantarillado, mejoraron las redes eléctricas, embellecieron los edificios municipales e incluso construyeron aeropuertos. Las comunidades financiaron estas mejoras vendiendo bonos municipales o presionando para obtener ayuda del gobierno (tanto estatal como federal).

Estos esfuerzos se verían recompensados, ya que el sur de Iowa se benefició de una expansión industrial nacional en las décadas de 1960 y 1970. Durante esas dos décadas, por ejemplo, el condado de Appanoose consiguió seis nuevas industrias importantes, incluida una filial de Union Carbide, y sumó casi 1.900 nuevos empleos industriales, cuando la población total del condado era sólo de 15.000 personas.

Aunque el desarrollo industrial rural se volvió cada vez más volátil después de mediados de la década de 1970, la industria siguió siendo una parte vital de la economía no metropolitana hasta el año 2000

Un movimiento popular a favor de los negocios llegó a dominar la política en el sur de Iowa. Al igual que sus homólogos en el Sunbelt (como ha documentado Elizabeth Tandy Shermer), los impulsores trabajaron para mejorar el "clima de negocios" del sur de Iowa, apoyando políticas antisindicales como la ley estatal de derecho al trabajo. Las élites empresariales locales también intentaron organizar el código impositivo a todos los niveles del gobierno, haciendo hincapié en los impuestos sobre la propiedad y las ventas sobre los gravámenes comerciales en un esfuerzo por trasladar la carga de las corporaciones a los consumidores y propietarios.

A la vez, los líderes empresariales de los pequeños núcleos urbanos favorecieron el generoso gasto público, siempre que los fondos se destinasen a usos "productivos". Los impulsores locales aplaudieron al gobierno estatal y federal, por asegurar mejores carreteras y servicios. Para cuadrar el fuerte gasto con los impuestos comerciales bajos, los impulsores enfatizaron la necesidad de "eficiencia" del gobierno, argumentando que la eliminación de despilfarro en el sector público ahorraría una enorme cantidad de dinero. Esta posición siempre fue más un arreglo ideológico que una realidad económica, ya que nunca hubo tanto donde recortar para compensar estas políticas contradictorias.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la tendencia de voto a la presidencia en el sur de la Iowa rural ha seguido de cerca los altibajos industriales de la región. Durante las décadas de 1930 y 1940, la población del sur de Iowa se debatió entre su lealtad tradicional al Partido Republicano y los obvios beneficios económicos del liberalismo del New Deal. Esto contribuyó al comportamiento electoral esquizofrénico de Iowa, produciendo mayorías presidenciales demócratas en 1932, 1936 y 1948 y victorias republicanas en 1940 y 1944.

Sin embargo, a medida que el desarrollo industrial se afianzaba en la posguerra, la población rural del sur de la Iowa se inclinaba hacia los candidatos republicanos moderados, cuyas políticas públicas favorables a las empresas parecían prometer crecimiento industrial. La elección de Dwight Eisenhower en 1952 inició dos décadas cargadas de votos republicanos en el estado, a excepción de la victoria aplastante de Johnson en 1964.

Pero una rápida desaceleración en el crecimiento industrial rural a mediados de la década de 1970 trajo una creciente competencia partidista al campo. En 1976, Jimmy Carter casi se repartió el voto rural nacional con Gerald Ford (47% frente a un 53%), aunque ganaba casi todos los condados en el sur de Iowa. El condado de Appanoose, que había perdido varias plantas industriales importantes durante los años de Ford, dio el 52% de sus votos a Carter.

En gran parte, esta apertura política se vio facilitada por una deriva hacia la derecha en el Partido Demócrata, a medida que el liberalismo del New Deal dio paso a una política centrista más alineada con las demandas empresariales. La población del sur de Iowa volvió al redil republicano durante la era Reagan. Pero después de una desalentador comportamiento de la economía industrial rural durante la década de 1980, con muchas empresas cerrando como resultado de la Recesión Reagan y las políticas monetarias restrictivas, la región estaba una vez más en rebelión. En 1988, la mayoría de los condados en el sur de Iowa votaron a Michael Dukakis frente a George H. W. Bush, lo que ayudó al demócrata a ganar el estado por diez puntos.

La recesión económica de 2001 marcó el comienzo de una tremenda disminución del empleo industrial. La entrada de China en la OMC en 2001 estimuló una reubicación masiva de la industria en el exterior

Debido en gran parte a su incapacidad de restablecer la economía doméstica, Bush perdió el Estado otra vez en 1992, esta vez frente a Bill Clinton. Criado cerca en Arkansas, Clinton ganó fácilmente el sur de Iowa ese año. Cuatro años después, respaldado por un fuerte crecimiento económico y un aumento en la industria rural, ganó un porcentaje mayor de votos en los pequeños núcleos urbanos de Estados Unidos que su oponente, Bob Dole, y aplastó al candidato republicano en la parte sur de Iowa.

Aunque el desarrollo industrial rural se volvió cada vez más volátil después de mediados de la década de 1970, la industria siguió siendo una parte vital de la economía no metropolitana hasta el año 2000. Pero desde el cambio de siglo, la economía industrial del campo ha seguido una espiral descendente. La recesión económica de 2001 marcó el comienzo de una tremenda disminución del empleo industrial. La entrada de China en la Organización Mundial del Comercio en 2001 (garantizando relaciones comerciales normales y permanentes con los Estados Unidos) estimuló una reubicación masiva de la industria en el exterior.

Al tratar de mantenerse en una economía global competitiva, muchos fabricantes estadounidenses intentaron reducir los costes y aumentar la productividad reemplazando a los trabajadores con maquinaria informatizada sofisticada. El sector industrial sufrió otro golpe importante cuando la economía estadounidense colapsó en 2008. Durante la década del 2000, Estados Unidos se desprendió de 5,9 millones de empleos industriales, lo que representa una disminución del 33,8%.

Las áreas rurales y pequeños núcleos urbanos fueron duramente afectadas por estos acontecimientos. Algunas de las industrias más vulnerables a la competencia extranjera, como la textil y la moda, estaban concentradas en las zonas rurales. Muchas industrias rurales que estaban vinculadas a la construcción de viviendas, como productos de madera, cemento, vidrio y cerámica, sufrieron como resultado del colapso del mercado de la vivienda en 2008. Entre 2000 y 2010, las áreas no metropolitanas superaron ligeramente al conjunto de la nación en pérdida de trabajo industrial, representando una disminución del 35%.

Durante la década del 2000, Estados Unidos se desprendió de 5,9 millones de empleos industriales, lo que representa una disminución del 33,8%
En el sur de Iowa, una multitud de cierres de plantas plagó la economía local. En 2006, Rubbermaid decidió cerrar su filial en Centerville, lo que resultó en una pérdida de más de 500 empleos. Un pilar de veintiún años de Centerville y el condado de Appanoose, la empresa optó por cerrar a pesar de los generosos incentivos ofrecidos por funcionarios del Estado. El cierre de Rubbermaid fue parte de una reestructuración más grande que castigaba la región. En 2013, Gits Manufacturing anunció que cerraría sus operaciones en la ciudad de Creston, trasladando la producción a plantas en México y China. La fábrica, que producía válvulas para motores diésel, había sido parte de la comunidad local desde 1945. Aunque el empleo en la industria rural estatal y nacional ha repuntado modestamente en los últimos años, el crecimiento ha sido demasiado lento para compensar los trabajos que se han perdido.

Hace una década, esta recesión ayudó a alimentar el regreso de los demócratas en el sur de Iowa y en las zonas rurales de todo el país. En las elecciones primarias de 2006, los demócratas le dieron la vuelta al segundo distrito del congreso de Iowa, que abarca muchos condados del sur. En las elecciones presidenciales de 2008, Barack Obama recibió el 45% del voto rural nacional, mientras John McCain obtuvo el 53%.

Si bien los votantes afroamericanos en el sur profundo sin duda contribuyeron a esta fuerte proyección, Obama obtuvo resultados notables en la Iowa rural, predominantemente blanca, ganando cincuenta y dos de los noventa y nueve condados del Estado, muchos de los cuales no eran metropolitanos. En el sur de Iowa, Obama ganó varios condados, con McCain obteniendo escasa mayoría en la mayoría de los demás.

Las zonas rurales y los pequeños núcleos urbanos de Estados Unidos nunca se recuperaron completamente de la Gran Recesión

Dada la relativa apertura de los votantes rurales a Barack Obama en medio de la agitación económica de 2008, es difícil evitar la conclusión de que el triunfo final de Donald Trump en el campo estadounidense refleja el fracaso del sistema político para abordar, o incluso reconocer, las dificultades que atraviesa la economía rural.

Las zonas rurales y los pequeños núcleos urbanos de Estados Unidos nunca se recuperaron completamente de la Gran Recesión. En las áreas urbanas, el empleo general logró un repunte completo, superando ampliamente sus cifras previas a la recesión en 2015. Sin embargo, en las áreas rurales, el empleo disminuyó, con cifras totales de 2015 muy por debajo de las de 2007. El descenso cataclísmico en la industria no metropolitana es casi con certeza culpa de este desfase. A finales del siglo XX, las áreas rurales y los pequeños núcleos urbanos dependían mucho más de la industria que las ciudades, donde las industrias de servicios y financieras han creado abundantes empleos nuevos.

En 2012, ninguno de los principales partidos políticos hizo un intento serio de abordar la difícil situación de las zonas rurales de Estados Unidos. Mitt Romney había pasado gran parte de su carrera profesional en una empresa de capital privado conocida por despedir trabajadores después de hacer millones a través de compras de empresas financiadas por terceros.

Muchos de los logros de Barack Obama, especialmente la ampliación de la cobertura sanitaria, sin duda aliviaron el sufrimiento en todo el campo. Pero ni la retórica de la campaña de Obama ni sus políticas económicas se dirigían específicamente a solucionar la crisis estructural del empleo que arruinó el campo. La baja participación de votantes rurales en 2012 reflejó un desencanto generalizado con una élite política sin voluntad o incapaz de lidiar con el sufrimiento económico del campo. Esta sensación de abandono hizo que los estadounidenses de las zonas rurales fueran más receptivos a candidatos no oficiales y a una retórica política poco convencional. Lo que sucedió en 2012 hizo que los estadounidenses blancos de las zonas rurales se abrieran al tipo de mensajes que Trump les mandaría cuatro años más tarde.

Ni la retórica de la campaña de Obama ni sus políticas económicas se dirigían específicamente a solucionar la crisis estructural del empleo que arruinó el campo
El consistente mensaje de Trump sobre la pérdida de empleo industrial, las políticas comerciales "desastrosas" y las regulaciones "paralizadoras" claramente tocó la fibra sensible de la población blanca rural que había sido criada según una tradición de políticas favorables a los negocios. Muchas de sus posiciones habían sido dogmas de fe en las zonas rurales y pequeños núcleos urbanos de Estados Unidos desde la presidencia de Eisenhower.

Las promesas de Trump de liberar dinero para grandes mejoras infraestructurales, mediante la eliminación del despilfarro burocrático y la corrupción, reflejaban la visión de "buen gobierno" de los líderes empresariales de los pequeños núcleos urbanos. Su promesa de negociar personalmente con las compañías industriales que estaban considerando su reubicación tuvo eco entre una cultura política de cámara de comercio que giraba en torno a las negociaciones cara a cara.
Las promesas de Trump de liberar dinero para grandes mejoras infraestructurales, mediante la eliminación del despilfarro burocrático y la corrupción, reflejaban la visión de "buen gobierno" de los líderes empresariales de los pequeños núcleos urbanos
Si bien el ascenso de Trump obviamente es motivo de preocupación, todavía hay esperanza para la izquierda en la historia de la industria rural de Estados Unidos. Desde que tomó posesión de su cargo, la administración Trump hasta ahora no ha logrado la mayoría de sus prioridades nacionales, salvo por el desmantelamiento de las reglamentaciones ambientales y una represión draconiana contra los inmigrantes (que a su vez encuentra resistencia tanto en áreas rurales como urbanas).

Ninguna de las dos ha contribuido a evitar que caiga el apoyo de la administración. Si el último fracaso para revocar el Plan de Salud de Obama es un indicador, Trump y el Congreso controlado por los republicanos tendrán problemas para cumplir las principales promesas de campaña en las zonas rurales de Estados Unidos, incluida la legislación para modernizar la infraestructura del campo.

Teniendo en cuenta la elevada retórica de la campaña de Trump y las altas expectativas de los votantes, el incumplimiento de una mejora significativa de la economía rural casi con seguridad generará una gran desilusión. Si las recientes oscilaciones del electorado rural son un indicador, muchos votantes abandonarán a Trump si no ven que su situación material mejora. Los demócratas tienen la oportunidad de sacar provecho de esta posible consecuencia, pero deberán ofrecer una visión de revitalización de la economía rural. (En su búsqueda de una identidad post-2016, el partido hasta ahora ha progresado poco en este frente). A pesar de todo, la historia ha demostrado que el electorado rural blanco no puede darse por sentado, y la continuidad del éxito de Trump en el campo dista mucho de ser seguro.

Fuente original: Dissent Magazine


Sobre el autor
Keith Orejel es profesor adjunto de Historia en Wilmington College. Recibió su doctorado de la Universidad de Columbia en 2015 y actualmente está trabajando en un libro manuscrito sobre política rural y pequeños núcleos urbanos en el corazón de Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial.

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