Europa del Este
Marta Ter: “Chechenia pasó de ser la piedra en el zapato del Kremlin a su principal aliado”

Marta Ter Ferrer, especialista en el Cáucaso Norte relata en su libro ‘La Chechenia de Kadírov’ las duras condiciones de vida que sufre la población chechena bajo el régimen de Ramzán Kadírov.
Marta Ter entrevista a familiares de desaparecidos en Chechenia. / Archivo personal
Marta Ter entrevista a familiares de desaparecidos en Chechenia. / Archivo personal

Periodista

20 may 2024 06:00

“Lo que sucede es lo de siempre, que muchos ven el imperialismo cuando es norteamericano, pero no cuando es ruso”. Así terminó la entrevista Marta Ter. No sería justo dejar de advertir que mi pregunta resaltaba lo incómodo que me sentía tras leer su último libro, La Chechenia de Kadírov. El régimen de Putin en el Cáucaso (Ed. Comunicación Social, 2024), donde recoge el enorme catálogo de crímenes de Estado que ha padecido la población chechena en las últimas décadas. ¿Qué tienen de antipáticos los chechenos —me interrogaba— para que ningún militante hable de ellos en las asambleas en las que sí se recuerda el sufrimiento de los palestinos, saharauis y otros pueblos ocupados?

Marta Ter, que ha viajado hasta en tres ocasiones al Cáucaso Norte y que lideró la campaña humanitaria “Txetxènia, trenquem el silenci", me cuenta que la zona es “un agujero negro” para las libertades políticas. Recuperando informes de organizaciones humanitarias y sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, pero, sobre todo, a través de testimonios exclusivos de civiles chechenos, ha documentado prácticas sistemáticas de malos tratos, desapariciones, reclutamientos forzosos y falsos positivos.

“Cuando asesinaron a la periodista Anna Politkóvskaya, ella estaba investigando cómo gran parte de los condenados por terrorismo lo fueron con confesiones obtenidas bajo tortura. También era habitual que en las ‘operaciones especiales’, las fuerzas de seguridad chechenas asesinaran a civiles que nada tenían que ver con el asunto, haciéndolos pasar por terroristas abatidos. Eran montajes, en los que llegaron a disfrazar cadáveres con los uniformes de los insurgentes. Con ello, los hombres de Kadírov, el actual presidente de Chechenia, conseguían condecoraciones, ascensos y mejores estadísticas en la lucha antiterrorista”.

“¿Qué tienen de antipáticos los chechenos para que ningún militante hable de ellos en las asambleas en las que sí se recuerda el sufrimiento de los palestinos, saharauis y otros pueblos ocupados?”

Gran parte de estas torturas sucedieron en los conocidos como “puntos de filtración”, cárceles que hasta 2009 estuvieron gestionadas junto a personal de Moscú. La mayoría de quienes acabaron en aquellos campos fueron hombres de entre 15 y 60 años, y muchos jamás salieron. Se calcula que hay alrededor de 5.000 desaparecidos en Chechenia. Sus madres y viudas aún conservan en sus casas los retratos, como protesta silenciosa. “Algo que me ha impactado —me dice esta especialista en el Cáucaso Norte— es que jamás he encontrado un checheno que no tuviese un familiar asesinado. Ya fuese a manos de los rusos en las guerras o por la represión de los kadirovtsi”, que es como se conoce comúnmente a los militares de Kadírov. 

Las desapariciones forzadas, sobre todo, las llevaron a cabo el ejército ruso. “Con ellos fue su punto álgido. Cuando detenían a alguien en las operaciones de limpieza (zachistki), a menudo sacándolos de sus propias casas, los llevaban a los puntos de filtración. Las familias iban allí a interesarse por los detenidos y, si los liberaban, generalmente era previo pago y con signos de tortura”. Sin embargo, esta compra no siempre daba sus frutos. “En ocasiones, sus parientes pagaban y eran estafados, o lo único que recuperaban eran los cadáveres”, concluye, con pesar, la autora.

 Marta Ter Ferrer, autora de La Chechenia de Kadírov / Archivo personal
Marta Ter Ferrer, autora de La Chechenia de Kadírov / Archivo personal

Dinastía Kadírov: de padre a hijo

Tras el desmoronamiento de la Unión Soviética, el líder independentista Dzojar Dudáyev declaró, con el apoyo de su parlamento, la independencia de Chechenia. Como respuesta al desafío, en 1994 el ejército ruso invadió la República, causando una enorme destrucción urbana, pero fallando estrepitosamente en su propósito de recuperar la soberanía rusa del territorio. A la capitulación rusa le siguieron tres años de caos, en los que mafiosos y yihadistas árabes trataron de imponer sus propias agendas, violentas y contrarias al gobierno nacionalista. Este clima de tensión y desorden dio pie a Rusia para reiniciar las hostilidades en 1999, bombardeando Grozni, la capital chechena, y reduciéndola a escombros. No en vano, Naciones Unidas la calificó como “la ciudad más destruida del mundo”.

Se calcula que hay alrededor de 5.000 desaparecidos en Chechenia. Sus madres y viudas aún conservan en sus casas los retratos, como protesta silenciosa

En esta segunda guerra, el nuevo dirigente nacionalista, Aslán Masjádov, no fue capaz de controlar a las guerrillas yihadistas, que cometieron secuestros y atentados estremecedores. Al contrario, y aunque promovía una política secular para el país, optó por “dejarles hacer” mientras fueran útiles a la causa independentista, una decisión que terminó siendo impopular. Entre sus críticos destacó Ajmat Kadírov, progenitor del actual líder prorruso, cuyo conocimiento profundo del islam le valió el nombramiento de muftí, un título otorgado a los juristas y eruditos.

Kadírov padre, como muchos otros, miraba con recelo las prácticas religiosas importadas por los árabes, que eran ajenas, conservadoras y, a veces, contradictorias a las tradiciones norcaucásicas. Su oposición le costó varios atentados yihadistas, por lo que se unió a la causa rusa y fue designado en 2003 por Vladímir Putin como presidente de Chechenia, creando así una nueva institucionalidad subordinada a Moscú. Un año más tarde fue asesinado y, poco después, le sucedió su hijo Ramzán. Hasta hoy.

“Ajmat Kadírov también aplicó métodos expeditivos”, me comenta Ter. “De hecho, muchas de las vulneraciones de derechos humanos de las que hemos hablado antes también se cometieron bajo su mandato. Aun así, la población tiene mejor recuerdo suyo que del hijo. Al padre, al menos, le conceden que fue un hombre respetable, inteligente y que no pervirtió las tradiciones, cosa que sí ha hecho Ramzán”.

La autora recoge el testimonio de varias mujeres que decidieron protestar contra los reclutamientos forzosos de sus hijos y, como escarmiento, los kadirovtsi obligaron a sus maridos a golpearlas con tubos de plástico rellenos de cemento

Las personas a las que ha entrevistado, y cuyos nombres ha tenido que ocultar —“esto es lo que más me preocupa”, me confiesa, “que de alguna forma puedan dar con sus identidades. Si eso ocurriese, en el mejor de los casos podrían ser detenidos, pero en el peor no me lo quiero ni imaginar”—, insisten en que Ramzán Kadírov no respeta los códigos y costumbres de los montañeses del Cáucaso (adat). “Para los chechenos el honor es algo fundamental, y en no pocas ocasiones los kadirovtsi, cuando no el propio Kadírov en persona, los humillan con castigos públicos”. En su libro, la autora recoge el testimonio de varias mujeres que decidieron protestar contra los reclutamientos forzosos de sus hijos y, como escarmiento, los kadirovtsi obligaron a sus maridos a golpearlas con tubos de plástico rellenos de cemento.

Asimismo, Kadírov ha impuesto normas de vestimenta y de comportamiento supuestamente inspiradas en el islam, pero que no obedecen a las tradiciones chechenas. “Obedecen a su propia voluntad. Ha creado un ambiente esquizofrénico en el que si eres mujer debes ir tapada, pero no tanto como para que puedas parecer salafí y, por tanto, cómplice de los terroristas”, me explica Ter. La corrupción de su gabinete es galopante, también en su círculo cercano. "Cuando me puse a investigar su patrimonio no podía creer la cantidad de «ceros» que encontré. Por no hablar del nepotismo. Casi toda su familia trabaja en alguna institución gubernamental”.

Vladímir Putin y Ramzán Kadírov en una reunión oficial celebrada en 2015 / Kremlin
Vladímir Putin y Ramzán Kadírov en una reunión oficial celebrada en 2015. / Kremlin

La paz de los cementerios

Los chechenos se han ganado a pulso la fama de guerrilleros. Sobrevivieron a una invasión en el siglo XIX, que fue sobradamente retratada en la literatura rusa decimonónica, luego a una deportación masiva en 1944 y, finalmente, a dos guerras modernas. Siempre han opuesto resistencia. No por nada se saludan al grito de “Ven en libertad” (marsha vogila). Por ello, resulta difícil explicar que Kadírov encuentre cada vez menos oposición frontal. La razón, en cambio, es elocuente. Han llegado un punto, cita esta investigadora en boca de un disidente checheno, que “han tenido que escoger entre la guerra y la dictadura, y la mayoría ya prefiere vivir en la paz del totalitarismo que en la libertad de la guerra”. 

No obstante, también debe reconocerse que Kadírov cuenta con adeptos sinceros. No faltan quienes se sienten satisfechos con la evidente reconstrucción de Grozni. “Y no solo de la capital, también de otras poblaciones menores. La mayoría me contó que después de ver cómo estaba el país a inicios de siglo, no se imaginaban viviendo en ciudades tan limpias, modernas y bonitas”, admite Ter.

Además, la hipermasculinización que promueve el Gobierno parece conectar con una parte de la juventud chechena. Kadírov se mueve hábilmente en las redes sociales, y en su canal de Telegram —antes de las sanciones internacionales lo hacía en Instagram— ofrece una imagen ostentosa con la que toda una generación criada musicalmente en el drill y el trap se siente cómoda. “Kadírov aparece en su canal con armas, con las mejores mujeres, practicando artes marciales, con caballos de carrera y todo tipo de lujos. Todo esto seduce a algunos hombres jóvenes, que consideran ese estilo de vida como algo guay”.

“Kadírov aparece en su canal con armas, con las mejores mujeres, practicando artes marciales, con caballos de carrera y todo tipo de lujos. Todo esto seduce a algunos hombres jóvenes”

Ramzán Kadírov se ha convertido, por las buenas y por las malas, en el hombre de Putin en el Cáucaso. Un delfín que garantiza la paz en una región históricamente conflictiva, aunque a un alto costo. El nombre de Kadírov está vinculado a asesinatos que escalan hasta a diputados chechenos de Rusia Unida, ha desafiado al servicio secreto y la progresiva islamización de la República no es vista con buenos ojos por los neotradicionalistas rusos. “Al principio yo también creía que Putin soportaba como mal menor este tipo de inconvenientes, pero ahora creo que le parece bien. Mientras se maten entre ellos [los chechenos]… Chechenia ha pasado de ser la piedra en el zapato del Kremlin a ser su principal aliado, con un líder que le apoya incondicionalmente y que siempre está dispuesto a proporcionarle músculo”. Se estima que más de 7.000 kadirovtsi combaten hoy en Ucrania. 

Sin embargo, en los últimos meses Kadírov ha protagonizado apariciones erráticas. Con el rostro hinchado y balbuceante, no son pocos los que bisbisean que se encuentra gravemente enfermo. Semanas atrás, y por primera vez, estos rumores se han puesto en negro sobre blanco, lo que ha disparado la discusión sobre su eventual sucesión. “Las personas con las que he hablado”, discurre Ter, “dicen que el próximo presidente de Chechenia se decidirá en el Kremlin. No necesariamente será alguien de su clan o su círculo cercano. Será una persona de la confianza de Putin y, a ser posible, con un perfil más controlable”. ¿Algo así sería permitido por el gabinete de Kadírov? ¿No hay riesgo de rebelión, como cuando hace un año Yevgueni Prigozhin, exjefe de los mercenarios Wagner, volvió a sus combatientes rumbo a Moscú? “Yo también me pregunté lo mismo. Lo que me respondieron mis fuentes fue que no ocurrirá nada parecido. En Moscú tienen pruebas más que suficientes de los crímenes que han cometido los kadirovtsi estos años, y si rechistan podrían abrirles una causa penal y deshacerse de ellos”.

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