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Feminismos
Chahim A’jam Vásquez Leal: “Las mujeres indígenas no somos Pokahontas, hablamos en primera persona política”

Chahim A’jam Vásquez Leal es activista, sanadora y defensora de los derechos de las mujeres indígenas y racializadas de Guatemala. Nació, dice, “con una corporalidad conocida por estos lares como intersexual” y participa en diversos espacios de activismo como Espacio de Resistencia Jalanil aj Q’eqchi.
La entrevistamos en Valencia, ciudad que visitó con el programa de apoyo a defensores de derechos humanos Periferies. En esta charla, muestra su visión de la resistencia y los desafíos que enfrentan las comunidades en Guatemala.
¿Cómo te defines?
Soy una mujer que nació con una corporalidad conocida por estos lares como intersexual, un cuerpo que nace de manera diferente, que crece de otra manera. Estoy atravesada por tres pueblos que son mi fuerza política y espiritual: maya q’eqchi’, afro y romaní. Soy integrante de la resistencia de mi territorio tanto cotidiana como política. También del Espacio de Resistencia Jalanil aj Q'eqchi que hace referencia a la pluralidad de mujeres en resistencia.
El territorio Maya Q'eqchi' es un territorio que lleva muchos años resistiendo en Ixim Ulew, lo que se conoce como Guatemala. Específicamente en el territorio de Tezulutlán donde se enfrentaron primero la invasión colonial y luego la invasión gringa y alemana. Mi abuela garífuna (de la población afrodescendiente) me enseñó a acompañar a otras mujeres sin invadir sus procesos y las estructuras de espacios organizativos.
Por otro lado, mi madre romaní me heredó la resistencia contra el olvido y contra la exclusión de los procesos políticos que a su vez, ella heredó de su madre que era zapatista. Así que el asunto político es parte de la lucha familiar. La mayor herencia que tengo de las mujeres de mi familia es la habilidad de sobrevivir, y no lo digo desde la victimización sino desde la realidad.
¿Cómo vives tus identidades en Guatemala? ¿De qué manera te afectan el racismo y el machismo cotidiano?
Guatemala es un territorio constantemente golpeado, tiene una sociedad muy herida, sin posibilidad de reponerse. A través de esto se han configurado instituciones del Estado-Nación colonial guatemalteco que son como un laberinto político en el que se puede ingresar con las mejores intenciones políticas, pero luego se retrasan y se pierden. Es una herida constante de frustración en lo más mínimo, por ejemplo, tomar un taxi, puede ser una situación de violencia sexual o de que no me quieran subir a un taxi porque ven mi apariencia física andrógina, o me ven hacer alguna práctica espiritual. Esas situaciones del día a día, se vuelven un acumulado de desgaste que te quita la vitalidad.
La resistencia tiene que ir ligada a la vitalización: los orgasmos, la comida, la música, el placer, la celebración. Las transgresiones personales, las emancipaciones comunales
Entonces ahí es cómo atraviesa mi cuerpo, pero también cómo yo puedo repeler todo eso. Ahí entran los baños con plantas, las invocaciones con mis ancestras, el fuego, el tabaco, los inciensos. Tirarle el mal de ojo a los machistas. No como un pensamiento mágico, religioso, animista, cristalitos de agua de colores, sino más bien como una acción de organización política para resistir, pero también para vivir. Porque se ha instrumentalizado mucho la identidad de resistencia occidental de los mártires. Pero yo creo que no, sino que la resistencia tiene que ir ligada a la vitalización: los orgasmos, la comida, la música, el placer, la celebración. Las transgresiones personales, las emancipaciones comunales.
La mayor fortaleza de todos los sistemas hegemónicos es el despojo de la identidad. Porque cuando te despojan de tu identidad son capaces de meter cualquier cosa en tu conciencia. Es un espejismo patriarcal. Que te pone situaciones que efectivamente están ahí, pero no son reales en tu corporalidad. Por ejemplo, me dicen: “…Es que las indígenas de antes eran más respetuosas y ustedes me retan hasta con la mirada…”. Es un racismo en el que el estado da cabida a la participación de las mujeres, pero sólo donde van a servir como un folclore emancipatorio. ¿Verdad? Y aún con el gobierno que tenemos hoy, es como un proceso para cooptar las luchas de las mujeres. El racismo y el machismo son como una gota de tinta que tiñe toda el agua en el vaso. Abarcan todas y cada una de las esferas en las que vivimos, hasta nuestra propia conciencia, nuestra identidad, cómo nos sentimos como mujeres, cómo percibimos nuestro propio cuerpo y nuestra propia experiencia de vida. Creo que esa es la lucha todavía más fuerte que tenemos que hacer, porque estarte defendiendo todo el tiempo te hace internalizar muchas cosas y a veces te pierdes cosas bonitas de la vida.
¿En qué consiste tu activismo?
Principalmente en el acompañamiento en lo que enfrentan las mujeres y las comunidades: el acceso cerrado a la tierra, los megaproyectos de la minería, el monocultivo extendido, la imposición del Estado Nación Colonial guatemalteco, el machismo indígena, también enfrentamos la instrumentalización por parte de la cooperación que no viene en primera persona política.
Estamos como priorizando lo que nos sirve primeramente para atender las emergencias: el hambre de las compañeras, priorizar la vida a través de muchas expresiones, a través del resguardo ante las violencias, la falta de medicinas en los partos, la violencia sexual, a través de la persecución por la transnacional de Jesucristo. Nos juntamos con compañeras que son trans, afro-q'eqchi', mujeres q'eqchi'. En general, mujeres que están transgrediendo su identidad asignada en la sociedad y en las comunidades, y que ni siquiera encuentran un espacio para dormir tranquilas o para estar 15 minutos en un espacio seguro.
Nos hemos dado cuenta de cómo funciona la economía de la cooperación: está sostenida por los cuerpos de las mujeres peores pagadas, racializadas
¿Por qué criticas la cooperación al desarrollo?
Porque nos hemos dado cuenta de cómo funciona la economía de la cooperación: está sostenida por los cuerpos de las mujeres peores pagadas, racializadas. Por ejemplo, un hombre blanco puede pagar impuestos porque no le paga bien a su empleada racializada. También sabemos que el dinero de la cooperación es de nosotras, es de nuestras abuelas. No es solidaridad. Todo el sistema que está construido aquí, las emancipaciones que se han tejido aquí, ha sido sobre el hombro y la espalda de las mujeres racializadas, la cooperación nació para controlar. El Banco Mundial vio que las resistencias crecían y dijo: “Mejor compremos su silencio”. Las comunidades con hijas violadas por megaproyectos deben actuar “en paz” para recibir ayuda. Ojo, que no estoy diciendo que no hay gente en las ONGs que es muy linda, que tiene intenciones nobles, que es muy fuerte, a quienes saludo y quiero mucho. El problema es el dinero que amarra las resistencias.
Es que a la cooperación le encanta que vengamos en plan Pocahontas del tercer mundo en el que somos víctimas, lloramos, y que cada lágrima que soltamos, ellos escuchan con los cheques. Pero que una mujer, en primera persona política diga “Yo sé lo que necesito. Necesito esto y esto. Y que me paguen además esto y esto” – eso no. Les gusta el sacrificio, les gustan esos discursos de que sufrimos. Nos hacen pensar que sólo así podemos ganarnos este dinero: es un premio por ser la más sufrida, por ser la más víctima.
¿Qué relación tienes con la izquierda guatemalteca?
Yo respeto mucho los lugares de denunciación de cada persona, aunque siempre he visto a la izquierda como un proceso de aspiración burguesa en mi país. Como digo, respeto mucho los procesos de quienes han entregado mucho corazón a los procesos en los que han creído, pero de manera de cómo se ha configurado la izquierda no me siento incluida. Por ejemplo, en el 2015 todavía en los encuentros de izquierda se hablaba de “nuestros pueblos, nuestros indígenas”.
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En los otros momentos, ha sido también un proceso de evidenciar muchísimo machismo, muchísimo paternalismo y muchísima lógica de ver de manera romántica los procesos del empobrecimiento y del asesinato de los mismos compañeros. Entonces yo creo que la izquierda de Guatemala debe reconfigurarse, debe tener una identidad política territorial, tiene que saber su lugar de enunciación, tiene que saber que son mestizos, que no descubrieron el agua tibia.
¿Por qué te dedicas a la radio y cual es la importancia para ti de la oralidad?
Las radios comunitarias a mí me encantan. Crecí cerca del ambiente de las radios por mi padre, que era locutor en San Juan Chamelco de algunas radios. Y luego tuve la oportunidad de hacer radio con las compañeras, compañeros del COPINH en Honduras, con Rebeca Sánchez. Para mí la radio es como una conversación pícara de todo lo que hacemos. Porque te imaginas la voz, el rostro de quien estás escuchando. La radio es una manera impresionante de la oralidad, Se ha escrito mucho de mujeres que luchan y se ha escrito muchas interpretaciones que ahora andan en tesis, que andan lejanas de donde surgieron o que andan en elaboración de proyectos, pero la oralidad rompe, desafía y tiene una certeza política sobre el individualismo. Y eso es lo que yo creo que es lo que más me ha gustado.
Cuando perdemos la oralidad, perdemos la conciencia comunal de que somos parte de todo. Una noticia escrita no es una oralidad, es solo la escritura y la lectura, la intelectualidad
Una cosa es hablar de los procesos personales y otra cosa es plantear algo de manera individual. Y creo que cuando perdemos la oralidad, perdemos la conciencia comunal de que somos parte de todo. Una noticia escrita no es una oralidad, es solo la escritura y la lectura, la intelectualidad. La oralidad son tonos que te pueden poner alterado, nervioso o tranquilo. Entonces, la oralidad es una medida de defensa política. Agradezco mucho la posibilidad de compartir la palabra como un acto de justicia. La justicia para las mujeres es muy negada, muy espejeada y creo que ponerle nuestro propio rostro a la justicia es tener la posibilidad de compartir todo esto en primera persona política y no como una faja. No como una testimonial, sino como un proceso de denuncia de lo que vivimos allá, pero también como un proceso de rebeldía ante el silencio que muchas veces tenemos que hacer de manera cotidiana porque hay que comer, hay que trabajar, hay que sobreponerse de todas las tragedias que tenemos y seguir adelante.
Así que en principio agradecer a todas las mujeres en los diferentes rincones del mundo, de la tierra, de todo lo que tienen que hacer para que la gente pueda vivir con su vida. Y también agradecer a todas las mujeres que nos acompañan en este proceso de rebeldía que nos acompañan con sus sueños, con sus necesidades, con sus esperanzas, con sus propias ideas, con sus propias emociones, con sus propias estrategias.