Feminismos
Natza Farré: “Si la derecha gana las elecciones, vamos hacia ‘El cuento de la criada’”

Tras la reválida de la huelga feminista, la periodista y guionista reflexiona sobre una revolución que da “esperanza en la oscuridad” ante el chaparrón regresivo que puede caer en el plano institucional. ¿Miedo? Sí. ¿Humor? Sin duda. Es su salvavidas, reconoce: “Hay quien vive sin mojarse. No es mi opción. No puedo”, explica.

Natza Farré
La periodista y comunicadora feminista catalana Natza farré. Victor Serri

Utilizar su espacio en medios de comunicación mainstream para contribuir a popularizar la mirada feminista es una decisión que la periodista y guionista Natza Farré (Barcelona, 1972) hace años que pone en práctica con puño, letra y humor. Este es, asegura, su salvavidas en un mundo de opresiones e injusticias. Y resulta, también, su herramienta de transformación todoterreno. Sobre papel, radio y televisión, activa diariamente el humor para intentar desordenar, en miles de personas, un orden que sirve la desigualdad al natural.

Farré ha sido una de las mujeres que puso voz al manifiesto de la huelga feminista en el acto central del 8M en Barcelona, tras una segunda huelga feminista de movilización masiva. Suele presentarse como una “pesimista de origen” aunque, con lo visto en las calles, reconoce que se lo pone difícil para mantener la carta de presentación. “Persistente de adopción”, también, advierte que no hay mucho margen para relajarse: frente al riesgo de regresión de los derechos conseguidos durante décadas y para avanzar “del papel a lo efectivo”, hay un pulso histórico aún por ganar.

Escribías en un artículo, poco antes del 8 de marzo, que “las feministas hemos hecho salir a los dráculas y ahora andan sedientos”. Da un poco de miedo pensar que el auge del feminismo alimenta esto...
No, no. Esta peña se alimenta sola. Lo que pasa es que cuando los movimientos revolucionarios mueven a tanta gente, ven que puede cambiar algo, que es justo lo contrario de lo que pretenden estos partidos políticos [de derecha y ultraderecha]. Esta gente ve peligrar sus privilegios. Y esto es un buen síntoma. Ahora bien, también da mucho miedo. Porque son odiosos. Llevan odio dentro y solo generan odio. No solo contra las mujeres. Contra todo lo que no les gusta.

En el escenario de auge de las adhesiones a la causa, previo al 8M, aparece el feminismo liberal. ¿Qué hacemos con él? ¿Podemos rescatar algo de la propuesta?
Cualquier partido de derechas —he aquí el caso— que pretenda hablar de feminismo es oportunista, no un partido feminista. El feminismo solo puede ser de izquierdas, porque la derecha pretende que no cambie nada; que el sistema quede bien enraizado: o bien que no se mueva o bien profundizar aún más las raíces que nos llevan al desastre. Uno de los postulados del feminismo es romper el sistema y esta gente no pretende romper nada. Se contradicen y tienen ideas de bombero muy dañinas. Defender la gestación subrogada está ligado al liberalismo de “lo podemos vender y comprar todo”. Qué casualidad que, quienes tienen que vender, siempre son las mismas. A esta gente tampoco le conviene un reparto más justo de la riqueza. Con la excusa del liberalismo, ahora dicen que cada mujer tiene derecho a hacer lo que quiera y que si quiere ganar dinero quedándose embarazada y dando su hijo, es su opción. Pues no. Esto es El cuento de la criada de Margaret Atwood. Y si ganan las elecciones vamos hacia allí.

Con los resultados de Vox en Andalucía como precedente, ¿qué posición crees que debe adoptar el movimiento feminista si las elecciones generales confirman la entrada oficial de la ultraderecha a las instituciones del Estado?
Lo que podemos hacer es no quedarnos de brazos cruzados, como ha pasado en otros países en los que gobierna la extrema derecha. En Polonia, por el intento de restringir más el derecho al aborto, las mujeres salieron a la calle y se retiró la propuesta del Gobierno. En Turquía, ha habido manifestaciones muy sonadas. Las mujeres han salido a la calle porque su gobierno fundamentalista tuvo la fantástica idea de que una solución frente a las violaciones era que el hombre fuera obligado a casarse con la mujer que ha violado. Cuando veo esto, pienso: “Qué fuerza”. Y también que los gobiernos, a pesar de ser extremistas, llega un momento en el que retiran los intentos. ¿Qué pasa en el caso de España? Que esto no pasa mucho. Que la gente protesta y siguen. Esto es lo preocupante de aquí. Me da miedo que, a pesar de grandes movilizaciones, les entre por una oreja y les salga por la otra, como con otros casos. Nosotras no podemos parar de reivindicar todos los derechos que aún no tenemos. Y si se recortan aún más, hará falta seguir en la línea.

Lo que ha cambiado es que hay una cierta obligación, para no quedar muy mal —a no ser que seas de Vox— de que las mujeres tengan un espacio

Delatar y remirar el machismo con ironía y desde la cotidianidad es el propósito de Curs de feminisme per microones (Ara Llibres, 2016), con el que has conseguido situar una publicación de crítica feminista a la cabeza de las ventas de libros de no ficción durante semanas y, por ahora, llegar a la novena edición. Del momento en el que te planteas la necesidad de escribir un manual para tomar consciencia de las desigualdades de la educación al lenguaje, pasando por los medios de comunicación, la cultura y la política, a ahora, ¿qué piezas se han movido en el tablero? ¿Qué ha cambiado en este breve e histórico período?
Ahora, cada mes podría cambiar todos los ejemplos que pongo en el libro. Esto significa que hay un foco de atención hacia esta información. Hemos conseguido que al organizar debates, se planteen si es conveniente que no haya ninguna mujer. Lo mismo al otorgar premios o al conformar jurados. Lo mismo en los festivales, los conciertos, el teatro... Lo que ha cambiado es que hay una cierta obligación, para no quedar muy mal —a no ser que seas de Vox— de que las mujeres tengan un espacio. La voz de las mujeres se hace oír de una manera brutal. Esto no existía. Las librerías han tenido que hacer un espacio al feminismo porque había cuatro libros y ahora llenan mesas enteras. ¡También se han hecho camisetas carísimas con la palabra feminista! Ha habido un cambio de mentalidad para mucha gente. Ahora bien, queda un trabajazo por hacer.

Desde donde llegas a más personas, es a través del programa de radio La Competencia, en Rac1. Más de 200.000 oyentes cada día
Es un programa que lo escucha mogollón de gente y mucha se ha quedado con la copla, a través de la insistencia que hacemos cada día, entorno al machismo y al feminismo. Tener un altavoz y hacerlo es una cuestión de responsabilidad. En mi caso, hacemos un teatro radiofónico: hablo con una mujer, Angelines, que en realidad es interpretada por un hombre. Soy la única mujer del programa. Si en algún momento te sientes representada por un personaje como Angelines, o como Jep, tienes un problema. Porque son personajes que hacen el ridículo. Es una máquina de generar consciencia.

El humor es un terreno con alta permisividad ante discursos machistas, igual que LGTBIfóbicos y racistas ¿Es difícil hacerse un espacio profesional siendo mujer y, sobre todo, desde el discurso feminista?
Esto está cambiando. Hay muchas mujeres jóvenes que están haciendo humor. Muchas más que en mi generación. Aquí veo un cambio sustancial. Tradicionalmente, se ha dicho que las mujeres hacemos menos gracia; que no sabemos explicar tan bien las cosas. También, tenemos un sentido del ridículo más exagerado, por donde se nos supone que tenemos que estar nosotras, como mujeres. En el programa, soy la única mujer y la más antipática de todos, y la que tiene relación con la audiencia. Es un papel que rompe con el tópico de la mujer de radio que lee los mensajes de la audiencia o que responde a las llamadas y es toda ella cordialidad. Choca más que lo haga yo que no si lo hace un hombre. Si él se ríe de todo, la gente está más acostumbrada que no si lo hace una mujer.

En la revolución “para cambiarlo todo”, ¿qué papel atribuyes al humor?
Es una herramienta para vivir. El mundo me afecta mucho y la mayoría de veces me desespera. A menudo quedo perpleja de pensar que no hemos aprendido nada. No doy crédito de lo que pasa. Trabajar con la actualidad no ayuda a ser optimista. Y el humor es un refugio y un salvavidas. Pero además, tú puedes reírte, pero estar explicando cosas. Esto es una buena combinación: muchas de estas cosas quedan en la gente porque, como te has reído, te dejan buen rollo.

Tengo muchas ganas de dejar de ser feminista: es mi objetivo. Pero no bajas del papel porque no te queda más remedio 

Posicionarte o, quizás, ser etiquetada, como ‘la’ feminista en tu entorno profesional, ¿te ha comportado dificultades? ¿Te has visto cuestionada por ello?
No. Lo que yo estoy defendiendo es tan legítimo, puede rebatirse tan poco… ¡Qué no me digan nada porque les llevo los datos! No es algo que me invente yo. Tengo muchas ganas de dejar de ser feminista; es mi objetivo: dejar de hacer este papel y dedicarme a otras cosas que me gustan mucho. Pero no bajas del papel porque no te queda más remedio que estar allí como mujer. Y a cada una nos toca un trabajo, ¿eh? Algunas tenemos más visibilidad, pero hay una cantidad de mujeres haciendo un trabajo brutal en el día a día, del que se habla mucho menos. Y es un trabajo que yo no sé hacer. Yo hago el que sé. Es algo colectivo.

Pikara Magazine presentó recientemente un informe sobre violencias de género en línea, que afectan especialmente a periodistas y comunicadoras con discursos que cuestionan la hegemonía y que pueden conllevar una autocensura para protegerse de agresiones. ¿Te has encontrado con alguna situación así?
No más allá de algún comentario desagradable, pero sí que lo he visto en muchas compañeras. Es fuerte y debes sentirte desprotegida. Más de lo que lo estamos normalmente. Es desesperante. Un caso como el de La Manada es un ejemplo del menosprecio sistemático hacia nosotras. Les damos igual. La impunidad recae en más víctimas y más víctimas. Es espantoso. Pero, como Rebecca Solnit: “Esperanza en la oscuridad”. No cambiaremos el mundo de hoy para mañana, pero tenemos a mano presionar para que cambien leyes. Tenemos que estar allí. A ver, también descansar de vez en cuando, ¿eh? Pero siempre estamos allí. Haya quien haya tras las elecciones, a nosotras nos toca estar apretando. Seguir apretando. Y pasar del papel a lo efectivo.

En tu primer libro, te fijas en la llegada del Partido de los Trabajadores al Gobierno de Brasil. Mirar hacia allí ahora debe doler un poco...
La llegada de Bolsonaro es terrible e increíble. Como la presidencia de Trump. Siempre he defendido que en democracia no todo vale. Podemos discutir de cosas y de maneras, pero el respeto a los derechos humanos es una línea roja. Con la experiencia de la historia que llevamos detrás, no entiendo cómo permitimos las mismas formas y diferentes vestidos. Hay partidos que no respetan a las personas. La violencia contra las personas migradas y las personas homosexuales da miedo. Mucho. Pero no podemos vivir con miedo. No es un tópico. No podemos.

Vox
Enfadados con todo: Vox y la masculinidad

¿Qué pasa con los hombres para que encuentren en la derecha radical un nicho de confianza? ¿Qué dice o hace la ultraderecha para conectar con un votante masculino?

Bajando de las políticas públicas al plano de la micropolítica, ¿qué es lo que consideras urgente e inexcusable de activar a nuestro alrededor, desde la cotidianidad?
Cambiar las dinámicas adquiridas, que las tenemos todas y todos. Y es muy difícil de cambiar. Pasa a partir de tomar consciencia de que hacer las cosas de otra manera es mejor para todo el mundo. Quien se ha leído el libro me ha dicho que ya no ve las cosas de la misma manera. Hay una reacción, porque ven las consecuencias que puede tener seguir actuando como lo hacen. Muy lentamente, pero hay un cambio de actitud. El problema es ver el feminismo como un movimiento que va en contra de los hombres. Es tan básico… A ver, ¡que no va en contra de nadie! Va a favor de todo el mundo. Y hasta ahora no estamos favoreciendo a todo el mundo. Estamos favoreciendo a una parte del mundo: hombres heterosexuales blancos. Tenemos que ocuparnos del resto, que es más de la mitad del mundo. Hay quien se empeña en ver el feminismo como un ataque porque le conviene, porque le cuestiona, y dice que ya no puede ni ligar. Oye, ¡háztelo mirar! Eres tú que tienes que cambiar tu actitud. Estamos muy al principio del movimiento que se está dando.

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