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Tomasito nos recibe en la céntrica y acogedora oficina de El Volcán en Madrid en uno de esos días en los que el sol aprieta más de la cuenta y entre sus bolos europeos, peninsulares y la Bienal de Sevilla. Habíamos concertado una cita para hablar de su disco recopilatorio, Ciudadano gitano, que reúne lo más destacado de sus seis trabajos en 25 años de carrera musical, además de incluir el tema inédito “Libre y a mi manera”.
Entrevistar a Tomasito es un espectáculo. No se está quieto un momento, se pone a bailar o a cantar por soleá cada dos por tres, o se levanta para enseñarte un mini tablao portátil que se ha llevado a la oficina. Tomás Moreno Romero, Tomasito, es como te imaginas. Es igual que cuando sale en la tele o cuando le ves en el escenario: un tirillas simpático, artistazo, humilde, despierto, con pinta de ser muy buena gente y sobre todo, un exportador de arte a full time.
Del CD a la red
Casi siempre se piensa que cuando un músico saca un recopilatorio es porque quiere marcar un punto de inflexión entre lo que hizo y lo que está pensando en hacer, pero en este caso es por una sencilla razón: “Cuatro de mis discos estaban descatalogados y no había ningún tema mío en internet —explica Tomasito—, Javier (El Volcán) lo luchó con Emi y con Sony y lo consiguió”.
Después de esta aclaración, comienza a hablar de las oportunidades que tienen las plataformas musicales frente al cd: “Ahora puedes escuchar solo una canción y a los músicos nos da mucha apertura. Sí que es verdad que se ha perdido lo de contemplar las portadas o el libretito con los créditos con la gente que ha participado, pero no se pueden grabar discos: no se venden. Ni los coches nuevos tienen para pinchar cd. Además, antes te comprabas un disco por una canción y era como comprarte un jamón, no sabías qué te ibas a encontrar”. Y Tomás añade algo muy comentado por sus colegas: “También te digo que yo nunca he comido de la venta de discos, he comido del directo, como Rosendo”.
De Jerez a Madrid: 600 kilómetros
Tomás vive entre Jerez y Madrid. Entre las dos ciudades ha ido cantando y bailando durante los casi 50 años que tiene: “En mi barrio están todo el día dale que te pego al cante y al baile”. Se refiere al jerezano, al de San Miguel en donde Tomasito o Tomasín (como le llamaban cuando era pequeño) empezó a hacerse conocido por sus burlerías (mezcla de humor con bulería) y no solo le gustaban a su madre, sino también a los amigos de su madre.
“Les hacía gracia lo de la burlería y mis bailes de break o a lo Michael Jackson”, porque como dice él “no todo podía ni puede ser flamenco”.
En ese mismo barrio jerezano vivió con sus siete hermanos, con su padre Juan —“que era muy flamencólogo”— y con su madre, Bastiana, que es de sobra conocida allí por su cante: “Mi madre me ha apoyado mucho, desde bailar con Lola Flores hasta para hacer la portada de Azalvajao”.
Sí, debutó con La Faraona cuando tenía 14 años. Antes, Lola le veía bailar, con 13 añitos, en ese tablao de Los Canasteros a donde le llevó, después de pedir permiso a su padre, otro figura del flamenco como Diego Carrasco.
Respecto a cómo fue su impresión al trabajar con su paisana Lola, Tomás comenta que “con 14 años no me di cuenta que estaba con La Faraona y con los años he empezado a reconocer quién era Lola Flores, que aunque no sabía qué representaba, la veía y se me saltaba el corazón. Era puro arte. Era puro temperamento y energía. Ella misma decía que tenía más fuerza que Chernóbil”.
Del Cascorro setentero al Madrid del XXI
El jerezano Tomasito pasó su adolescencia en el castizo y flamenco Cascorro. “Yo vengo de una época en la que viví el ambiente de Los Canasteros en donde había mucho tablao, mucho flamenco. Me acuerdo de las fiestas que había en El Candela, pero desde que falleció Miguel no es lo mismo y ya no hay reuniones en donde nos juntábamos como antes y en donde todo era muy espontáneo porque se cantaba y se bailaba en cualquier momento”.
Y mientras recuerda que iba a La Soleá, se queja del Madrid actual: “Ya no sé dónde ir. No sé dónde se reúnen los flamencos ahora. Madrid ha perdido mucho y ha cambiado mucho”. El artista cree que “esta ciudad en la que el turismo marca parte del sentido de los barrios ha convertido un público determinado para escuchar flamenco. Los locales que quedan, perviven más para la gente que viene de fuera que para los que vivimos aquí”.
Ante todo este pesimismo, le comento que lance alguna sugerencia a Manuela Carmena para poder volver a disfrutar el flamenco de antes y comenta que “debería dejar más espacio al flamenco en los barrios. De hecho, me comprometo a hacer un casting en mi barrio de ahora, que es Moratalaz, para hacer un festival flamenco. Que cuente con ello”.
Flamencos pasados y presentes
Como no podía ser de otra manera, la conversación nos lleva a los pasados cercanos o a los que perduran y que siguen siendo presentes en el flamenco. Su evolución e innovación entre los finales de los años 70 a los 90 dan nombres como Morente, Camarón o Lole y Manuel. También aparecen los Ketama o Pata Negra, de los que Tomasito dice que “su sonido era diferente. Era el sonido de las Tres Mil, de suburbio sin querer”.
Para Tomasito, son pasado porque son irremplazables, porque no se va a volver a hacer nada parecido: “Es que escuchas una cosa como Omega y son trabajos para toda la vida. Eso ya no se hace. Es que gente como Paco, como Morente, como Camarón, la Paquera, Bernarda (Utrera) o Manuel Molina no van a volver, son únicos”. Y, añade, intentando explicar por qué no se produce ese flamenco:“La música cambia, como la vida, aunque no sé si para mejor o para peor”.
La ciudad flamenca tiene que tener un escenario grande
Tomás tiene claro que una ciudad flamenca “tiene que tener un escenario muy grande. Y ahora las que lo tienen son Jerez, Sevilla y Cádiz porque hay mucha cotidianidad”. Ese escenario se hace visible cuando retrata su localidad natal: “Lo ideal es tener los patios de vecinos que tiene Jerez en barrios como Santiago y La Plazuela, con sus peñas flamencas y con la gente en la calle para poder montar una fiesta a cualquier hora y en cualquier lugar. A las 3 de la madrugada salta una juerga y la gente está acostumbrada”. Eso se debe a que los jerezanos tienen mucho aje y, como dice el artista, “la gente de allí es flamenca y no solo la cantaora o el guitarrista, también el albañil, el carnicero, la panadera, el del bar. Hasta su forma de hablar es flamenca”.
Las palmas por tangos y la música en el colegio
“Yo les dejo que escuchen lo que quieran o lo que sientan. Es lo importante”. Así se refiere Tomás a la música que escuchan sus tres hijos: “Yo no les puedo limitar para que escuchen una cosa o la otra, aunque también te digo que si vienen conmigo en el coche, no me ponen perreo, eso está claro. Otra cosa es que escuche al niño tocar las palmas y yo diga ‘guay’. De hecho, el otro día le dije: ‘¿te vienes conmigo a meter unas palmas al estudio? Y mete unos palmas por tangos’”. Ese niño de Tomasito tiene 13 años y ha grabado las palmas en el estudio y con los auriculares puestos, algo muy importante: “Hasta los 20 años no me puse unos cascos para grabar. Más hubiera querido yo con su edad habérmelos puesto”.
Aparte de que sus hijos deben escuchar lo que quieran, para Tomasito la música debería ser obligatoria en los colegios como las matemáticas o el inglés: “¡Forma parte de su educación integral! ¡La comunidad educativa debe darse cuenta que la música abre mucho la cabeza!”.
Ser gitano por el mundo
Ciudadano gitano sirve para reafirmar que nunca ha querido sentirse apartado y es la excusa para que Tomás nos cuente cómo es eso de ser gitano en su periplo por los cinco continentes desde que tenía 14 años: “El ciudadano gitano sale a la calle, se asocia con cualquier tipo de persona y no se cuela en ninguna habitación de hotel. Va andando por la calle como un ciudadano gitano y saluda [se levanta para escenificarlo]: ‘¡Hola! ¿qué hay? Y lo hace con alegría, con simpatía”. Y claro que Tomasito ha sentido el racismo: la policía le ha parado más de una vez para pedirle el DNI o ha sufrido, como narra él, “ la mirada del camarero que no se fía cuando entras en el bar porque cree que te vas a ir sin pagar.
Flamenco
La Chana zapatea mientras duerme
Y Nueva York le ensanchó el cerebro
Ese Tomasito de Jerez al que han pedido la documentación por la calle ha compartido estudios de grabación, escenarios, viajes y giras con gente como Chano Domínguez, Wynton Marsalys, Bosé, Gilberto Gil, Chick Corea, Benavent, Los Delincuentes, Wafir El Gibin o Rasha. Él responde con modestia: “Nah, muy bien”. Pero también ha dejado ojipláticos y “felices” a artistas como Rory Gallagher.
Con esto último, estaba muy intrigada, le pregunté y me contó la anécdota: “Estaba en la recepción de un hotel con Chano y con Chick (Corea) y yo tenía hierba, pero no tenía papel. Entonces, vi a un chico que pasaba y le pregunté si tenía papel. El manager de Chano me dijo que era Gallagher, pero yo le pregunté sin cortarme. Él tenía papel y yo le ofrecí lo que llevaba para que se hiciera un canuto. Al día siguiente, me le encuentro por el pasillo y él estaba feliz por verme porque quería que le invitara otra vez. Le dije que tenía mucha cara, y él me pregunta. ‘¿Tú qué haces aquí en el hotel? Y le tuve que demostrar a lo que había ido a hacer [La muestra consiste en mover las piernas y dar palmas muy rápidamente por bulerías. Lo sé porque lo escenificó en la entrevista]. A ver si te vas a pensar que tú eres el único que vas a estar en un hotel de cinco estrellas, compare!”.
Tomasito es consciente de la suerte de haber compartido con estos compañeros y lo agradece a la vida, pero para él, la experiencia de Calle 54 le supo a gloria : “Tito Puente, Elianne Elias, Bebo y Chucho Valdés, Camilo, el mismo Chano, el querido Jerry González... Allí aprendí mucho con ese ‘latín’”.
Fernando Trueba, el director de este gran documental, además llevaba a toda esa troupe a clubs de jazz neoyorquinos: “Y descubres a esos trompetistas y guitarristas con tanta calidad y con tanta educación musical”.
Tomasito, a la vez que sigue contado esa experiencia con los ojos como chiribitas, confiesa que “no me hubiera importado vivir en Nueva York un par de años porque me abrió mucho. No te das cuenta de que el cerebro es más elástico de lo que pensamos hasta que te pasan estas cosas”.
El “Bella ciao” y la Europa presente
Cuando Tomasito viaja por algunas ciudades europeas lo disfruta muchísimo: “Nos vamos a Bruselas, a Rotterdam y nos encontramos a un montón de españoles que ni saber decir ni yes y me pongo muy contento porque les hace mucha ilusión la visita. Me encanta ir a cantar a los expatriados”.
Música
Los Chichos: “Los 40 Principales nos vetaba por denunciar en las rumbas lo que les correspondía a los políticos”
Lo que pasa en Italia no deja indiferente a Tomasito, pero no solo lo que pasa allí, a este jerezano no le gusta el rumbo que está tomando el continente. “Esta Europa que estamos viviendo me gusta menos que la de antes. El rollo que hay no me gusta nada: hay muy poca libertad y además se habla poco de música. Algunos le están haciendo mucho caso a la América de Trump”. Tomás añade que “el problema viene porque hay mucho votante de derechas”.
Tomasito recoge su tabaco y se marcha casi corriendo porque ha quedado con Kiko Veneno, “para ensayar un temita”. Le pregunto si quiere decir algo más y me responde que “la vida es un puchero lleno de papas con carne, quien no meta la cuchara se queda con hambre”.
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Ole Tomás. Buenísísimas tus respuestas. Eres un genio. Me acuerdo de las noches en el Candela. Con Paqui y con Maite unas veces, las fiestas cerradas del cuarto trasero donde era muy difícil pasar porque hacías mucho filtro. Pero yo un día entre y tus compadres me pedían bailar mientras cantaban. Todo un honor para mí.