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Francia
Descifrando la burbuja Zemmour
“Los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa”. Karl Marx empieza con estas palabras El 18 Brumario de Luis Bonaparte, en cuya introducción se plantea un interrogante con resonancias con el presente. ¿Cómo un tipo tan mediocre como Napoléon III se hizo con las riendas del poder?, se preguntaba entonces el padre del materialismo histórico. Entre el temor y la estupefacción, la gente de izquierdas en Francia se hace ahora una pregunta parecida: ¿cómo un tipo tan mediocre y racista como Éric Zemmour se ha convertido en la sensación de la campaña de las presidenciales francesas?
Sin haber anunciado ni siquiera su candidatura —probablemente lo hará en un mitin en París el 5 de diciembre—, algunos sondeos ya le otorgan la segunda posición a este ensayista y tertuliano de extrema derecha, por detrás del presidente Emmanuel Macron. Un estudio de principios de noviembre del instituto Harris lo catapultaba hasta el 19%, claramente por delante de la ultra Marine Le Pen con el 16% y del candidato de Los Republicanos (LR, socios del PP en Francia) con el 14%-10%.
¿En qué quedará el fenómeno Zemmour? ¿Su burbuja mediática terminará pinchando y siendo solo un susto de otoño? ¿O bien representa la principal amenaza ultraderechista en las presidenciales francesas?
Otros le dan unas perspectivas menos gloriosas y lo sitúan tercero con el 14-13%. De hecho, se empieza a hablar de los primeros síntomas de fatiga del fenómeno Zemmour, juzgado a mediados de noviembre por comentarios racistas tras haber sido condenado en dos ocasiones por este mismo motivo. Parece que la burbuja en torno a esta criatura mediática se estaría evaporando ante sus provocaciones excesivas. El 13 de noviembre hizo unas declaraciones delante del Bataclan en París para aprovechar la conmemoración de los atentados de 2015 para arrojar su bilis xenófoba. Un discurso en que acusaba al entonces presidente François Hollande de no haber protegido a la población dejando las fronteras abiertas y que sucedía a otro episodio controvertido sucedido pocas semanas antes, cuando el político apuntó a un grupo de periodistas con un rifle de francotirador en un salón militar. El pasado fin de semana concluyó una accidentada visita a Marsella haciéndole una peineta a una transeúnte.
La realidad es que faltan cinco meses para los comicios de abril de 2022 y se deben coger con pinzas todos los sondeos. Ha quedado demostrado en múltiples ocasiones que estos fallan más que Luuk de Jong, el espigado delantero holandés del Barcelona dotado con un talento innato para errar ocasiones clamorosas. ¿En qué quedará el fenómeno Zemmour? ¿Su burbuja mediática terminará pinchando y siendo solo un susto de otoño? ¿O bien representa la principal amenaza ultraderechista en las presidenciales francesas?
Fascinación mediática por el producto Zemmour
El producto Zemmour “es una burbuja mediática, pero esta puede tener efectos devastadores”, advierte a El Salto el sociólogo Ugo Palheta, autor del libro La possibilité du fascisme. France:trajectoire du desastre. Además de su carácter mediático, “también refleja tendencias de la política francesa”, como una “radicalización extrema de la llamada derecha republicana o derecha gaullista”.
La irrupción del polemista puede resumirse en una simple imagen: una fotografía de Nicolas Tucat de la AFP en que se ve a Zemmour firmando libros al lado de una manada de micrófonos y cámaras de periodistas. Desde que surgieron los primeros rumores de su candidatura a principios de año, suscitó un enorme interés mediático. Hasta el punto de saturar la información política en los últimos meses. “Hemos creado un monstruo que se nos está escapando”, reconocía hace unas semanas al diario digital Mediapart un reportero de un canal de información 24 horas.
En Francia hay cuatro canales de información 24 horas —tres de ellos privados y con niveles de audiencia importantes— y estos inciden de manera considerable en la opinión pública. A CNews, uno de ellos, se lo conoce como la “Fox francesa” por su línea editorial muy conservadora. En los últimos años ha ofrecido un altavoz a la bilis del ensayista, que contaba con una emisión de una hora diaria hasta que el organismo audiovisual nacional les obligó a cancelarla en septiembre. Esta cadena pertenece al grupo Canal +, presidido por el polémico empresario Vincent Bolloré, quien intenta tomarse su revancha particular con Macron haciendo de mecenas de Zemmour.
Esta fascinación por el polemista recuerda el bombardeo y la benevolencia mediática que beneficiaron a Macron en el otoño de 2016 para irrumpir sin el apoyo de ningún partido
Pero esta fascinación por el polemista también está presente en muchos otros medios. De hecho, recuerda el bombardeo y la benevolencia mediática que beneficiaron a Macron en el otoño de 2016 para irrumpir sin el apoyo de ningún partido. “El ascenso de Zemmour se debe tanto a una construcción mediática a corto plazo, como a largo plazo”, explica Palheta, quien relaciona este fenómeno a “una degradación del oficio periodístico” y “la búsqueda de más audiencia a través de las declaraciones provocativas”.
Nacido en 1958 en Montreuil —una ciudad de la entonces banlieue roja de París— en una familia judía procedente de Argelia, creció entre la localidad obrera de Drancy y uno de los barrios más populares del norte de la capital francesa. Tras haber cursado sus estudios universitarios en la prestigiosa y elitista Sciences Po Paris, empezó a hacer sus pinitos en el periodismo a principios de la década de 1990. Pronto trabajó como cronista político en el rotativo conservador Le Figaro. Allí se dio a conocer como un partidario de la derecha soberanista, tras haber votado al socialista François Mitterrand en sus años de juventud.
Su salto a la fama se produjo a principios de los 2000 con la publicación del libro neomasculinista Le premier sexe, que pretendía ser una respuesta a la famosa obra de Simone de Beauvoir. Con la voluntad de generar revuelo, propagaba ríos de tinta de machismo en ese panfleto, en que propugnaba la inferioridad de las mujeres respecto a los hombres y la necesaria dominación masculina, también deseada por el sexo femenino. El escándalo generado entonces le permitió convertirse en uno de los tertulianos estrella del magazine de los sábados por la noche de la cadena pública France 2. En 2014 arrasó en las librerías con Le Suicide français.
El declive de Le Pen
Durante la última década, el pensamiento zemmourista casi no ha variado. Nostalgia, sobredosis de racismo, neoliberalismo en materia económica y una visión muy reaccionaria ante los avances en las últimas décadas del feminismo, ecologismo y del movimiento LGBTI, son las recetas ideológicas del polemista. Zemmour “recurre frecuentemente a lo que llamaríamos una ‘retórica de la inversión’. Aquellos que tenemos la costumbre de ver como opresores son en realidad los oprimidos y viceversa”, explica el historiador Gérard Noiriel en Le venin dans la plume. En este interesante libro compara la figura del ensayista-candidato con la de Édouard Drumont, fundador del antisemitismo moderno en Francia a finales del siglo XIX.
Según Palheta, “defiende un racismo y una islamofobia conspiratorias, con las que presenta a los musulmanes como una amenaza para la sociedad francesa y la existencia misma de Francia”. Un delirio xenófobo que recuerda el “antisemitismo del periodo de entreguerras en que se acusaba a los judíos de querer dominar el mundo”. También es un gran partidario de la teoría del “gran reemplazo”, vilipendiada hasta hace poco por los mismos dirigentes del partido de Le Pen, pero que ante el efecto Zemmour incluso la citan ahora dirigentes de LR. Sus ideas mantienen similitudes evidentes con las de terroristas neofascistas, como el noruego Anders Breivik o el neozelandés Brenton Tarrant, aunque camufladas bajo su posado de intelectual y la astucia retórica del tertuliano experimentado.
“Las propuestas de Zemmour son mucho más radicales que las de Le Pen, quien ya no dice que el islam es incompatible con Francia”, recuerda el politólogo Jean-Yves Camus, director del Observatorio de Radicalidades Políticas de la Fundación Jean-Jaurès, afín al Partido Socialista. A pesar de ello, el polemista seduce a una parte del electorado de la derecha gaullista —aunque poco queda en ese partido del legado del general De Gaulle—, hasta ahora alérgico al lepenismo. “Consideran que él no forma parte de la extrema derecha y que podrá ganar mientras Marine Le Pen fracasó”, indica Camus.
La irrupción de Zemmour está directamente relacionada con el declive de Le Pen, cuya formación arrastra grandes dificultades económicas. Tras haber sufrido dos batacazos electorales en las municipales de 2020 y en las regionales de junio, afronta esta campaña inmersa en un mar de dudas
Su irrupción está directamente relacionada con el declive de Le Pen, cuya formación arrastra grandes dificultades económicas. Tras haber sufrido dos batacazos electorales en las municipales de 2020 y en las regionales de junio, afronta esta campaña inmersa en un mar de dudas. Recibió duras críticas por su estrategia de desdemonización, basada en renunciar a cualquier muestra de racismo contra los judíos y disimular su radicalidad para dar menos miedo. “Marine Le Pen ya habla como Emmanuel Macron, quien al mismo tiempo habla como Marine Le Pen”, critica Zemmour en su último libro La France n’a pas dit son dernier mot.
Rodeado de tecnócratas y banqueros
“No es casual que una parte del marinismo esté apoyando a Zemmour. La candidatura del polemista es una operación anti-Le Pen, una operación para desembarazarse de ella y conseguir que el liderazgo de la extrema derecha ya no lo ocupe Marine Le Pen”, considerada como una eterna perdedora, destaca el politólogo Guillermo Fernández, profesor en la Universidad Carlos III y autor del libro ¿Qué hacer con la extrema derecha en Europa? El caso del Frente Nacional.
Algunos de los principales apoyos del ensayista-candidato proceden de militantes expulsados de la Reagrupación Nacional (partido lepenista) por ser demasiado reaccionarios. Es el caso de miembros de la monárquica Action Française o de la extinta Génération Identitaire, disuelta este año por orden del ejecutivo. Este conglomerado ultra lo coordina un círculo reducido de tecnócratas y jóvenes vinculados a las altas esferas económicas.
Una figura clave en la candidatura de Zemmour es Sarah Knafo, de 28 años, su actual pareja sentimental. Esta joven alta funcionaria dirige desde la sombra su campaña y ha puesto a su servicio toda su agenda de contactos en la tecnoestructura, omnipresente en el poder político y económico francés. También integra este equipo el banquero de JP Morgan y Rothschild —el mismo banco en que trabajó Macron— Jonathan Nadler, de 32 años. O Samuel Lafont, de 33 años, uno de los referentes del movimiento de la Manif por tous, que en 2013 y 2014 sacó a decenas de miles de personas a la calle contra el matrimonio homosexual.
¿Una oportunidad inesperada para la izquierda?
El perfil sociológico de los integrantes de la microempresa Zemmour resulta muy parecido al que catapultó a Macron en 2017. Tanto el ensayista como el presidente comparten su apuesta por el neoliberalismo económico. “Su discurso no tiene una dimensión social, solo identitaria. Pertenece a una burguesía de derechas y no está nada claro que logre seducir a los votantes obreros”, explica Camus sobre el polemista. Más allá de sus escasas posibilidades de ganar, “el verdadero peligro es si marca la campaña y los temas de discusión”, advierte este politólogo.
Uno de los principales interrogantes de los comicios de 2022 es el rol de las clases populares, que integraron las filas de los chalecos amarillos, seguramente el movimiento social más importante en Francia en la última década. ¿Se decantarán por un candidato ultra? ¿Logrará seducirlas el populismo de izquierdas de Mélenchon? ¿O se abstendrán de manera masiva en un país en que la clase política está muy denostada?
El único consuelo de la irrupción de Zemmour es el hecho de haber roto el pronosticado duelo entre Macron y Le Pen. La multiplicación de la oferta política comporta que uno de los dos aspirantes que llegue a la segunda vuelta seguramente lo haga con poco más del 15% de los votos. Quizás lo consiga uno de los dos presidenciables ultras, pero no resulta descabellado imaginar que la división resulte mortal para la extrema derecha. Esto podría aprovecharlo el presidenciable de LR, designado el 4 de diciembre. Pero también uno de los candidatos de la izquierda, que cuenta con Mélenchon (10%) y el verde Yannick Jadot (9-8%) como los mejor posicionados. Una oportunidad inesperada para la debilitada y dividida gauche.