Francia
El movimiento ‘Bloquearlo todo’ enciende la chispa de un otoño de contestación en Francia

Francia vivió en 2023 la movilización sindical más potente en el siglo XXI. Las jornadas de huelgas y manifestaciones del 31 de enero y 7 de marzo de ese año en contra de la reforma de las pensiones —subió de 62 a 64 años la edad mínima para jubilarse— representaron las más multitudinarias en la historia reciente del país. Entonces, el presidente francés, Emmanuel Macron, las ignoró e impuso la impopular medida. No resultó ninguna sorpresa teniendo en cuenta la estrategia thatcherista que ha aplicado desde 2017. En los ocho años de su presidencia ha menospreciado todas las iniciativas sindicales en aras de aplacar la genuina tradición gala de oponerse al neoliberalismo en la calle.
Lo ocurrido hace dos años resuena con el presente. Sin el tiro en el pie que fue la imposición de esa reforma, no se entiende el interminable declive del macronismo, que ha cambiado hasta cinco veces de primer ministro desde entonces. El último de ellos, Sébastien Lecornu, fue designado el martes tras la dimisión forzada por el Parlamento de François Bayrou. La experiencia de 2023 también ha contribuido a la irrupción del movimiento que ha marcado el inicio del curso: las protestas ciudadanas bautizadas como ‘Bloquearlo todo’.
“Como Macron ha ignorado todas las reivindicaciones de los sindicatos, los franceses se han dicho de que deben protestar fuera del marco sindical. Ya sucedió algo parecido con la revuelta de los chalecos amarillos en 2018”, explica a El Salto el analista y periodista Romaric Godin, que trabaja en el diario digital Mediapart. A diferencia de las tradicionales marchas sindicales, esta vez las movilizaciones han consistido en cortes de carreteras, ocupaciones de las vías del tren, manifestaciones espontáneas, grandes asambleas, así como piquetes en institutos, hospitales o almacenes de Amazon.
Más de 250.000 personas participaron en esta singular movilización en el conjunto del país, según la CGT, uno de los principales sindicatos franceses. El Ministerio del Interior rebajó esa participación a cerca de 200.000, una cifra que resulta el doble de la predicción gubernamental comunicada unos días antes. Fue, sin duda, un éxito, aún más teniendo en cuenta el carácter novedoso de estas protestas y que no habían sido impulsadas por los grandes sindicatos. Aunque no lograron paralizar el país, representaron la primera chispa de un otoño de lucha contra la austeridad.
“Hay una radicalidad evidente”
“¡Hoy (miércoles) 250.000 personas se han alzado en todos lados en Francia! Una marea humana, espontánea, masiva y comparable a la primera jornada de los chalecos amarillos (el 17 de noviembre de 2018)”, destacó en la red social X la cuenta de ‘Bloquearlo todo’. Este colectivo, compuesto por activistas de izquierdas y exmilitantes de los chalecos amarillos, resultó clave para que se hiciera viral el 10 de septiembre como un día de lucha en la calle.
Primero, había propuesto esa fecha el colectivo euroescéptico y rojipardo Los Esenciales. Pero tras la presentación por parte del Gobierno de François Bayrou a mediados de julio de un agresivo plan de austeridad (valorado en un total de 44.000 millones de euros), sectores progresistas se interesaron por esta movilización, autoorganizada a través de asambleas y en las redes sociales. Finalmente, el pueblo de izquierdas estuvo sobrerrepresentado el miércoles en las 812 acciones que se produjeron por todo el territorio galo.
“Hace falta bloquear París, bloquear toda Francia para que Macron se vaya de una vez”, aseguraba Carlos, de 59 años, que trabaja en el aeropuerto Charles de Gaulle. Este militante de la Francia Insumisa (afines a Podemos o Sumar) participó en una asamblea en frente de la Estación del Norte, una de las más transitadas de Europa. Allí se habían reunido para apoyar a los conductores de trenes y agentes ferroviarios en huelga. “Las llamadas a protestar en Telegram o Facebook se han concretado. Hay una radicalidad evidente. (…) Espero que dé muchas ganas a otras personas de sumarse a esta dinámica”, defendía Anasse Kazib, sindicalista ferroviario y uno de los portavoces de Revolución Permanente (una pequeña formación trotskista), en declaraciones a este medio.
Curiosamente, antes de convertirse en una realidad, el movimiento “Bloquearlo todo” ya había tenido una repercusión evidente en esta acalorada rentrée. Bayrou probablemente no se hubiera sometido a un voto de confianza el lunes 8 en la Asamblea Nacional, donde sufrió un contundente revés, sin la inminencia de esta jornada contestataria. Ni Macron hubiera reaccionado tan rápido nombrando a Lecornu, de 39 años y que había ejercido como ministro de Defensa desde 2022.

Hasta 80.000 antidisturbios y uso masivo de drones
“Lecornu intentará adoptar unos presupuestos con los mismos recortes que Bayrou”, predecía Philomène Rozan, de 25 años, también concentrada delante de la Estación del Norte, en París. Según esta estudiante de Enfermería, el flamante responsable del Ejecutivo simboliza el importante aumento del gato militar en Francia, donde está previsto que alcance en 2027 los 64.000 millones de euros, el doble de lo que el Estado galo gastaba antes de que Macron llegara al Elíseo.
“(Michel) Barnier, Bayrou, Lecornu… Son todos iguales”, se quejaba Farah Maatouk, de 17 años, sobre la sucesión durante el último año de políticos de derechas al frente del Gobierno a pesar de que la izquierda acabó primera —pero lejos de la mayoría absoluta— en las elecciones anticipadas del verano del año pasado. Esta estudiante de secundaria, presente al mediodía en una manifestación espontánea en la Plaza de la República, había participado por la mañana en uno de los intentos de bloquear la circulación en el Periférico, la gran carretera que rodea la capital.
La mayoría de esas tentativas en París fueron abortadas por los antidisturbios. En cambio, sí que tuvieron una mayor repercusión los cortes de carreteras en otras localidades; por ejemplo, en la A-10 en Poitiers, el viaducto de Calix en Caen o uno de los principales accesos en Toulouse, que estuvo bloqueado durante cerca de una hora por un centenar de manifestantes. Aquellas regiones más movilizadas fueron las del oeste y el suroeste.
Los estudiantes de secundaria y universitarios resultaron muy numerosos en los cortejos. Una implicación de los jóvenes que se vio reflejada en que hubo piquetes en un centenar de institutos, de los cuales 30 terminaron cerrando. El seguimiento de la huelga, sin embargo, fue bajo en la mayoría de los sectores de la función pública.
El despliegue masivo de 80.000 agentes de policía limitó el impacto de algunas acciones. Los antidisturbios no dudaron en utilizar la fuerza para destrozar las barricadas que impedían la circulación en Montpellier, Lyon, Clermont-Ferrand o Rennes, donde una importante carretera había quedado cortada en ambas direcciones desde las siete de la mañana. Hubo hasta 540 detenidos (211 de ellos en París) en el conjunto del territorio galo. Respecto a las fuerzas de seguridad, la principal novedad fue un uso masivo de los drones para vigilar las manifestaciones.
“Solo es el principio”
Esta represión policial, sin embargo, no disuadió a los manifestantes, ni parece que lo vaya a hacer en las próximas semanas. “Solo es el principio. La rabia está creciendo y la gente no dejará que apliquen los recortes, así como así”, afirmaba Rozan. “Hay un hartazgo general. No me parece normal que se pida más sacrificios a la gente corriente, cuando más de la mitad de la población no puede irse de vacaciones ni una vez al año”, añadía Maatouk.
A pesar de que el cántico más repetido fue el de “Macron dimisión”, este movimiento no solo reflejó un cabreo político, sino también un profundo malestar económico. “Muestra el rechazo de una parte considerable de los franceses de ser los sacrificados de este momento con un crecimiento económico casi nulo y de pérdida de poder adquisitivo”, explica la politóloga Agathe Cagé, directora del gabinete de asesoría Compass Label. “La caída del Gobierno de Bayrou el lunes no ha tenido ninguna incidencia en las protestas. No las ha debilitado”, añade.

“La rabia social que se palpaba con los chalecos amarillos en 2018 y en 2023 con la reforma de las pensiones sigue presente. Y es lógico que sea así”, apunta Godin, autor del interesante ensayo La guerre sociale en France. La situación actual, según este analista, es fruto “del fracaso del neoliberalismo a la francesa de Macron”. Una de las peculiaridades de Francia consiste en que tiene un elevado déficit público (del 5,4% del PIB al cierre de este año) y se ha endeudado de manera considerable tras una década de precarización del Estado del bienestar.
El porcentaje de la población por debajo del umbral de la pobreza aumentó del 18,4% al 20,5% entre 2015 y 2024, según datos de Eurostat, siendo uno de los pocos países de la Unión Europea donde ese índice aumentó durante ese periodo. Esta tendencia “favorece el desclasamiento social o el miedo a sufrirlo”, apunta Godin sobre uno de los motores de las movilizaciones.
Muchas de las personas en la calle el miércoles tenían presente la huelga general convocada por todos los sindicatos de cara al jueves de la semana que viene. Esa fecha parece propicia para una combinación de la capacidad de movilización de las organizaciones de trabajadores, que conservan una implantación considerable en la función pública, con los nuevos métodos de lucha del movimiento “Bloquearlo todo”. Una convergencia real pondría en aprietos a Macron. Y evidenciaría el fracaso de su estrategia thatcherista.
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