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Grecia
El día en que el “OXI” griego desafió el ‘austeritarismo’ europeo

Un día como hoy, hace diez años, el 5 de julio de 2015, el pueblo griego votó masivamente (con una participación del 62 %) en un referéndum histórico sobre las políticas de austeridad y ajuste impuestas por las instituciones europeas. A pesar del corralito bancario —con los bancos cerrados durante toda la semana previa a la votación— y de las catastróficas advertencias lanzadas por la Unión Europea —expulsión del euro incluida—, la inmensa mayoría de la población griega, un 61,35 %, votó “OXI” (no) a los memorandos de austeridad.
El referéndum griego fue el momento álgido de seis intensos meses de tensiones y negociaciones entre la Troika y Syriza. Fue también el primer y más importante intento de desafiar las políticas ‘austeritarias’ impuestas desde las instituciones europeas y abanderadas por la ortodoxia ordoliberal del gobierno de Angela Merkel y su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble. Una negociación que, en palabras de Yanis Varoufakis, exministro de Economía griego, “tenía como único objetivo humillarnos”.
A pesar del corralito bancario y de las advertencias lanzadas por la UE, la mayoría de la población griega, un 61,35 %, votó “OXI” (no) a los memorandos de austeridad
Nunca existió una negociación real por parte de las instituciones europeas, aquello fue una auténtica prueba de fuerza en clave de economía política que tenía como objetivo doblegar a la primera fuerza antiausteridad que alcanzaba el gobierno en un país europeo, para que no cundiera el ejemplo.
La amenaza que suponía un partido como Syriza
La Troika comprendió a la perfección la amenaza que suponía Syriza para la arquitectura neoliberal de la Unión Europea, incluso cuando lo que planteaba era apenas un tímido cuestionamiento de las políticas austericidas impuestas desde el Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera (MEDE), un auténtico tanque financiero capaz de derrocar gobiernos.
Mientras, la estrategia diplomática adoptada por el primer ministro griego, Alexis Tsipras, durante los meses de enfrentamiento con las instituciones, fue sumamente ingenua. Los grandes discursos y apelaciones a una supuesta democracia europea solo podían aspirar a modificar comas en unas condiciones impuestas de antemano. Así, Tsipras se vio encerrado en un callejón sin salida, sin más plan que enmendar sobre el papel los planteamientos del Eurogrupo.
El Tratado de la Unión Europea no contempla ningún mecanismo para que un país abandone la moneda única, y mucho menos para que sea expulsado
En este sentido, Tsipras rechazó la necesidad de impulsar una movilización europea en defensa del primer gobierno antiausteridad de la UE; descartó poner en pie mecanismos de protección del proceso de negociación (moratoria de pago, control de movimientos de capitales, regulación e intervención del sistema bancario, reestructuración unilateral selectiva de la deuda ilegítima con el apoyo de la auditoría); y no quiso preparar un plan alternativo que, aunque no fuera su primera opción, demostrase la capacidad de gestionar un escenario de ruptura (reforma fiscal, emisión de pagarés o dinero electrónico, preparación de una nueva política monetaria, etc.).
La consigna transitoria de Syriza, “ningún sacrificio por el euro” —con la que ganaron las elecciones—, advertía que la prioridad del Gobierno debía ser combatir las políticas de austeridad y, aunque no formase parte del programa, estar dispuesto a asumir las consecuencias de dicha resistencia, incluso si implicaba el riesgo de una salida del euro. Riesgo, por otra parte, difícil de concretar: mientras el Tratado de la Unión Europea prevé la salida de un Estado miembro en su artículo 50 —como se vio con el Brexit—, el euro no contempla ningún mecanismo para que un país abandone la moneda única, y mucho menos para que sea expulsado.
Ni decisiones ni planes concretos de desobediencia
El referéndum del “OXI” fue la última carta de Tsipras, quien confió en poder rebajar las imposiciones de la Troika y obtener un acuerdo algo más favorable. Pero esta estrategia dilapidó toda la fuerza democrática del pueblo griego, al no traducirla en decisiones ni planes concretos de desobediencia ante el golpe de Estado financiero impuesto por las instituciones. Ejercer la democracia exigía aplicar el mandato de su pueblo, expresado tanto en el programa de emergencia social con el que Syriza ganó las elecciones unos meses antes —que definía lo que se quería— como en el referéndum —que señalaba lo que se rechazaba—. El 60 % de la población dijo “OXI” a un memorando, y ese mandato debía haberse concretado en la movilización práctica de los instrumentos de política económica del Estado.Mientras la victoria de Syriza expresó la organización de la esperanza de los pueblos frente a las políticas de austeridad, su derrota supuso la organización planificada de la resignación por parte de la Troika
La firma del tercer memorándum —mal llamado rescate— supuso el humillante armisticio de una guerra económica en la que el pueblo griego fue la principal víctima. De hecho, la capitulación del gobierno de Tsipras no bastó; las instituciones europeas y el FMI exigieron, y obtuvieron, del segundo gobierno de Tsipras una profundización de las políticas neoliberales: nuevos recortes al sistema de pensiones, aceleración de privatizaciones e imposición de reformas jurídicas y legislativas que supusieron un retroceso estructural fundamental en beneficio del gran capital. Porque el objetivo siempre fue humillar a Syriza y al pueblo griego, y así reafirmar la máxima neoliberal del thatcherismo: There is no alternative (TINA).
Mientras la victoria de Syriza expresó la organización de la esperanza de los pueblos frente a las políticas de austeridad, su derrota supuso la organización planificada de la resignación por parte de la Troika. Una desmoralización no solo del pueblo griego —al que se le dijo “no se puede”—, sino también una advertencia a cualquier otro pueblo que se planteara desafiar el poder establecido en el marco de aquella Unión Europea. De hecho, en el aniversario del “OXI” se está reabriendo el debate en la izquierda griega sobre si existían o no alternativas viables a la aceptación de las imposiciones europeas.
“Sí” se podía
Frente al “no se puede” de la resignación melancólica de la derrota, es imprescindible volver a levantar el principio de esperanza del “sí se puede”. Como escribió Éric Toussaint en su libro Capitulación entre adultos, sí había alternativa a la aceptación del memorándum, tanto en la estrategia de negociación, como en la política económica a seguir. Quizás esta sea una de las lecciones más valiosas que nos deja la “tragedia griega”: las alternativas estaban en la ruptura y la desobediencia, no en el pacto con unas instituciones cuyo único objetivo era destruir la experiencia griega para que no pudiera prender el ejemplo.
Un pueblo se levantó un 5 de julio para decir “OXI” a una Europa de millonarios construida a costa de millones de pobres
En estos tiempos convulsos, en los que nos puede invadir el desasosiego ante el avance aparentemente imparable del autoritarismo reaccionario, existe el riesgo de instalarse entre sectores de la izquierda una mirada edulcorada sobre las instituciones de la UE y abrazar a Bruselas como un mal menor frente a las amenazas trumpistas o putinistas. Quizá el mejor antídoto contra estas veleidades euroentusiastas sea rescatar las enseñanzas de la experiencia griega, y recordar diez años después, cómo un pueblo se levantó un 5 de julio para decir “OXI” a una Europa de millonarios construida a costa de millones de pobres.
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