Groenlandia
Por qué Groenlandia es clave en la carrera por las materias primas

El anuncio de Trump parece salido de una precuela de la película 'Don’t Look Up', en la que los intereses geopolíticos y económicos no nos dejan ver el colapso inminente.
Groenlandia glaciares
Circos glaciares en Groenlandia. (CC BY-NC)
investigadora en energía y clima del Observatori del Deute en la Globalització.
18 ene 2025 06:00

“Necesitamos Groenlandia para la seguridad nacional [...] y proteger el mundo libre” (Donald Trump, 7 de enero 2025)

¿Qué se le ha perdido a Donald Trump en el hielo de Groenlandia? ¿Qué motivos hay detrás de la visita de Trump Jr. a Nuuk en su jet privado justo unos días después de las imperialistas declaraciones de su padre? Parte de la respuesta está en el subsuelo groenlandés, un territorio que puede ser crucial para la disputa del “Made in US” contra China y para la industria militar estadounidense.

El presidente electo de Estados Unidos encara su mandato con tono desafiante y discursos expansionistas. Groenlandia, la enorme isla cubierta de hielo al este de Canadá, es ahora objeto de deseo del magnate estadounidense.

Mientras Trump niega el cambio climático, no tiene ningún reparo en aceptar las predicciones que dicen que el calentamiento global va a derretir el hielo que cubre los deseados recursos

Si bien es cierto que EE UU ya mostró interés en comprar la isla en 1946, con una oferta de 100 millones de dólares que Dinamarca rechazó, esta opción no ha vuelto a estar sobre la mesa. Hasta hoy. Trump se ha atrevido a hacerlo: en su lógica de gobernar el país como si fuera su CEO, sugirió un intercambio a Dinamarca durante su primer mandato, que fue rechazado. Ahora, de nuevo, quiere adquirir los activos de Groenlandia.

El presidente electo ha ido más allá y está dispuesto a usar la coerción económica e incluso la fuerza militar si Dinamarca se opone a la venta. Esta obsesión no es otro capricho extravagante, si no una apuesta geopolítica estratégica respaldada por su entorno. De ahí que Elon Musk animara al recién nombrado embajador estadounidense en Dinamarca a “ayudar a America ganar Groenlandia” (En X, “Congrats! Help America gain Greenland”).

La carrera contra China

No es ningún secreto que Estados Unidos tiene una guerra comercial abierta con China. Ya durante el mandato de Biden, las políticas industriales y comerciales del país han buscado a la desesperada reducir y desvincular las cadenas de producción del gigante asiático. Pero no es algo fácil: desde la segunda mitad del siglo XX, la globalización ha consistido en deslocalizar la industria en territorios con mano de obra barata, siendo China el destino principal. Pero no se trata solo de la industria, también de los recursos: China alberga grandes cantidades de minerales críticos para las nuevas tecnologías digitales, la transición verde y la actividad militar.

En este contexto, Estados Unidos, y de rebote la UE, se ha lanzado en búsqueda de territorios ricos en recursos que puedan seguir alimentando el sueño americano. Y aquí Groenlandia es clave. El derretimiento de los glaciares que cubren el territorio autónomo —un proceso en aceleración—  va a dejar al descubierto miles de kilómetros de terreno explotable que resguarda grandes cantidades de materias primas críticas, según la estimaciones actuales. Mientras Trump niega la existencia del cambio climático, no tiene ningún reparo en aceptar las predicciones que dicen que, al paso que vamos, el calentamiento global va a derretir el hielo que cubre los deseados recursos.

Las tierras raras se usan en grandes cantidades para dispositivos de uso militar, una industria con una demanda creciente

Actualmente, el 81% del territorio groenlandés está bajo hielo. Tiene reservas de carbón, cobre, oro, grafito, ilmenita, molibdeno, hierro, plomo, níquel, gemas, tierras raras, plata, titanio, uranio y zinc. De este listado, las tierras raras resultan particularmente interesantes. Se trata de un conjunto de 17 elementos químicos que se agrupan bajo este nombre por sus propiedades similares. Las tierras raras son cruciales para algunas tecnologías renovables, por lo que la Agencia Internacional de la Energía estima que la demanda global se va a duplicar para cumplir los objetivos de neutralidad climática en 2040. También son esenciales para las nuevas tecnologías digitales, como los smartphones, los ordenadores y los motores eléctricos, y lo más importante: se usan en grandes cantidades para dispositivos de uso militar, una industria con una demanda creciente en un contexto global cada vez más tensionado.

A su vez, actualmente la mayoría de su extracción y procesamiento ocurre en China. En pos de la “seguridad nacional”, Estados Unidos quiere construir una cadena de suministro de tierras raras independiente de China. Por ese motivo, ha promovido la reapertura de la mina de tierras raras de Mountain Pass, y ofrece subsidios a empresas para que instalen plantas de procesamiento en su territorio.

En búsqueda de minerales en territorios remotos

Es en este contexto que hay que entender el afán de acaparar Groenlandia y sus suculentos recursos. Se estima que la isla tiene 1.500.000 toneladas en reservas de tierras raras. Una moratoria en 1984 prohibió la explotación de estas reservas, pero esto cambió en 2013, justificado por la necesidad de diversificar la economía groenlandesa y ganar autonomía, y respondiendo a presiones exteriores.

Y es que el interés en los recursos de Groenlandia no es exclusivo de Estados Unidos. En noviembre de 2023, la Unión Europea firmó un Acuerdo de Asociación Estratégico con el Gobierno de Groenlandia y, en marzo de 2024, la Comisión Europea inauguró unas oficinas en Nuuk, la capital. Esto sin olvidar que se trata de un territorio controlado por Dinamarca, miembro de la misma UE. En este Acuerdo se reconoce la voluntad de ambas partes de colaborar en el sector extractivo.

En búsqueda de la maximización de beneficios, la maquinaria del capitalismo de desposesión se nutre de territorios remotos

Más en concreto, la UE ha mostrado interés en los depositos de Kvanefjeld y Kringlerne, muy cercanos el uno al otro, en el sur del protectorado. En Kvanefjeld hay un proyecto de explotación por parte de una empresa australiana que ha chocado con la oposición local y se encuentra suspendido. Por otro lado, el proyecto de Kringlere está controlado por capital estadounidense desde el año pasado, después de fuerte presión de Dinamarca y Estados Unidos a los anteriores propietarios para que no lo vendieran a una empresa china.

Este afán de Estados Unidos y la UE por el control de minerales estratégicos también se ha manifestado en otros territorios. Es el caso de Madagascar, un país con una realidad socioeconómica, política y climática a años luz de la de Groenlandia. Una empresa estadounidense, Energy Fuels, compró en 2023 un proyecto de explotación de tierras raras al suroeste del país que acaba de obtener la aprobación del gobierno malgache,  una aprobación que responde a presiones del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, dos instituciones con una fuerte influencia estadounidense.

Este es solo otro ejemplo de la estrategia de EE UU para obtener acceso a los recursos de territorios remotos y así alimentar su industria militar en expansión, bajo la narrativa de la seguridad nacional.

 Capitalismo del desastre climático sin límites

El anuncio de Trump parece salido de una precuela de la película Don’t Look Up, en la que los intereses geopolíticos y económicos no nos dejan ver el colapso inminente. En búsqueda de la maximización de beneficios, la maquinaria del capitalismo de desposesión se nutre de territorios remotos, para extraer en silencio. Ahora es Groenlandia, cada vez más accesible “gracias” al calentamiento global. Sabiendo que el tecno-fanatismo de Musk no tiene límites, ¿cuál será el siguiente?

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